Fotografía de Parkeharrison
“(…) la
única, débil, mínima posibilidad de impedir
que el mundo tenga al final razón consiste en dársela”.
que el mundo tenga al final razón consiste en dársela”.
T. Adorno
1.Olvídese de sus tribulaciones. Deje de
atormentarse en su soledad, escribiendo poemas o relatos abstrusos a
contracorriente. Eso no lo catapultará al éxito ni le garantizará más que un
público reducido de dudosas costumbres taciturnas. Un perfecto escritor
adaptado a los nuevos tiempos ha de construirse como marca. A partir de ahora, su principal imperativo es instalarse
como escritor destacado en todos los
medios disponibles y recurrir sin reparos al marketing desvergonzado del yo.
Regístrese en las numerosas redes y medios sociales que estén a su alcance y
haga uso intensivo de estos maravillosos instrumentos que aproximan a los seres
humanos. Invite de forma pausada pero insistente a que los demás se sumerjan en
su insondable mundo interior. Pronto verá resultados notables en su imagen.
2.Alístese en algún grupo literario militante lo
más numeroso posible y búsquese todos los aliados que pueda (jurados, editores,
gestores culturales y periodistas o críticos espontáneos dispuestos a
reseñarlo). Dado que lo oficial está devaluado, búsquese una etiqueta
alternativa, lo más breve y simple posible, para retener la atención en medio
del vértigo mediático. (Evite etiquetas tales como «post-vanguardismo tribal»,
«hiperrealismo onírico» o «creacionismo individualista» u otras similarmente
sofisticadas: muestran un elitismo intelectual ofensivo para su público).
Frecuente a sus contertulianos todo lo que pueda, elogiándolos sin pudor. Eso
le proporcionará toda clase de beneficios, incluyendo elogios
–proporcionalmente desmesurados- hacia su persona, con total prescindencia de
la calidad de lo que escriba. Con algo de suerte, pronto recibirá algún premio
por su lealtad. También le suministrará un circuito de distribución y promoción
sin coste alguno, provechosas oportunidades de venta y medios para satisfacer
sus necesidades más básicas de amor, reconocimiento y sexo poético.
3.Busque algunas fotos antiguas que mejoren su
imagen actual o produzca una serie con ángulo favorable. No se prive de
retoques digitales y busque preferentemente un fondo de biblioteca (en caso de
disponerla, si no la ha sustituido ya por un televisor de plasma). Según la
marca que le interese promocionar puede posar espontáneamente en diferentes
escenarios cotidianos: el Aconcagua, la selva marfileña, las islas Sitges, una favela de Río o el Festival Literario
Internacional de Fiji. Aproveche las fotos recomendadas y altérnelas
semanalmente, de manera de ir sumando nuevos adeptos o followers cada vez. Piense frases impactantes y vacías, lo
suficientemente ambiguas como para poder ser reinterpretadas según sus
conveniencias mercantiles. Podrá comprobar cómo cualquier nimiedad puede
adquirir visos extraordinarios.
4.Elija un estilo fácilmente reconocible sin
ponerse extravagante o críptico: la claridad meridiana es su carta de
presentación y captación. Para ello, seleccione un vocabulario básico y
elemental que lo identifique con un grupo, sin necesidad de problematizar en
exceso lo que quiere «expresar» (dando por sentado que no hay nada más
importante que su libertad de
expresión, incluso si es ligeramente
auto-referencial). Unas pocas palabras-comodín le permitirán atajos
sorprendentes, ahorrándose el trabajo de la crítica, el esfuerzo de la lectura
detenida o tanto debate sesudo que no le interesa más que a un puñado de
melancólicos trasnochados.
5.Puesto que su clientela valora la transgresión,
no ahorre detalles insignificantes de su vida íntima que simulen alguna
peculiaridad de carácter o un valor agregado a sus actitudes más mediocres.
Ponga en valor su persona más que su escritura: el público estará
suficientemente entretenido como para leer sus poemas o sus relatos sin el más
mínimo sentido crítico. No olvide que usted no está compartiendo con sus
lectores unos meros escritos sino
dándoles la oportunidad inigualable de dar un salto cuántico en su conciencia
ilustrada, su sensibilidad y, sobre todo, su círculo distinguido de contactos.
6. Limítese a ser encantador, obviando comentarios
políticos u observaciones sociológicas que pudieran incomodar a sus clientes
potenciales. Cerciórese de que su clientela comulga de antemano con sus opiniones:
ya sabe que siempre tiene razón incluso si está equivocada. Su escritura debe
unir lo que la política divide. Practique el amor y no la guerra. Usted es un
alma bella y el optimismo ilimitado es su lenguaje. Del mismo modo que ha de
derrochar elogios, economice toda crítica: cada cual tiene derecho a pensar lo
que le plazca y es de sentido común que usted no es nadie para contrariarlo.
Crear condiciones de mercado exige una rigurosa administración de los juicios,
especialmente si son negativos. Vaya por la positiva: extienda sus redes,
declárese seguidor de quien pueda contribuir a su meteórica carrera y haga
guiños a los que pudieran dudar de su honorable empresa: todos son únicos y
cada uno está ávido de saberlo.
7. Mime a su clientela. Agrádele. Si algún seguidor
suyo comparte una foto, hable de su belleza. Si sube un artículo, hable de su
interés. Si comparte un poema, hable de su sensibilidad. Si publica un cuento,
señale sus semejanzas con algún autor preferentemente de moda (y olvídese de
una vez de esos autores que ya nadie lee, comenzando por Poe, Chéjov, Le Guin,
Borges o Cortázar…). Lo importante no es hacer una lectura reflexiva sino
empatizar con todos sus colegas (que es su principal clientela) y mostrarse
incondicional defensor de sus actos, con independencia a lo que hagan: el amor
al arte siempre debe ser más fuerte que las diferencias ideológicas o
estéticas, si es que todavía preserva alguna en su práctica. Haga oficio de su
ecumenismo público; ya tendrá tiempo para mostrar sus antipatías en privado.
8.Sea espléndido desde el principio al fin. Cada
vez que lo inviten a un recital, anúncielo y, en honor a su infinita gratitud,
no deje de comentar las deslumbrantes resonancias de su participación estelar.
Lo que importa no es lo real en lo más mínimo, sino la ilusión que usted
gestiona. Comparta de forma periódica sus actividades artísticas (toda su vida
lo es, así que no se prive de compartir lo que le plazca) y no deje de enviar
sus escritos a las selectas antologías a las que es invitado por módicos
precios o a los numerosos concursos (importantísimos por definición) que estén
a su alcance. La presencia literaria debe traducirse en pauta publicitaria. Lo
prioritario es estar: no ser olvidado ni un solo día. Si no tiene nada que
compartir, invéntelo. También puede hacer anticipos de publicaciones que
todavía no ha escrito, de recitales a los que aún no ha sido invitado y si su
imaginación logra desperezarse, puede hablar de sus nervios antes de subir a
recoger algún ilustre premio literario que con toda probabilidad le otorgarán.
Tampoco renuncie a invocar poetas de renombre que no necesariamente ha leído y
no sienta pudor por relatar sus historias de éxito (incluyendo las reediciones
de 30 ejemplares de su obra magna) o la demanda creciente que sus libros tienen
a nivel nacional e internacional. Esos son reparos de otro tiempo, cuando el
culto a la autoridad no era lo único que contaba. La fórmula es fácil y simple:
cuanto más éxito sugiera, más éxito tendrá.
9.Hágase gestor cultural y organice para sus
colegas numerosas actividades literarias. Combínelas para que cada escritor
invitado (no supere los veinte) lleve consigo tres o cuatro familiares y
amigos. Con ello, tendrá una audiencia asegurada a la que le podrá ofertar sus
productos en combos de lujo: 3 libros de relatos + 1 tanga; 1 slip + 1 poemario
erótico + 1 dedicatoria; 2 fotos con el artista + 1 poemario + 2 relatos con
bragas u otros combinados por precios baratísimos. Lo que cuenta es la
explotación de la imagen de marca. Puede poner como ventaja competitiva su
feminidad, su condición revolucionaria (también la revolución puede vender), su
neomalditismo, su frikismo, su sex appeal
o, si es joven promesa (hasta los 40 tiene tiempo), no olvide de vender el
encanto de la juventud. Siempre queda la posibilidad de fomentar una estética
del reviente en caso de no contar con estas otras virtudes. Cultive con celo su
imagen y pronto tendrá epígonos dispuestos a emularlo y fans que esperan con un bostezo sus próximos recitales.
10. Búsquese algún programa informático que le
permita combinar palabras para sus poemas o mezcle relatos para formar nuevos.
No pierda tiempo en esas nimiedades y ahórrese las revisiones que coartan su
espontaneidad expresiva. Bastará con que el escrito contenga algunas palabras
mágicas y, sobre todo, que no aburra con su extensión. En caso de poemas,
escriba versos cortos que hablen de sexo, humor, drogas, noche y otros tópicos
análogos y si está inspirado divida el texto y preséntelo bajo la forma de
poemas independientes que irá publicando regularmente para retroalimentarse con
el público. Si es un cuento, mezcle misterio y género policial, con alguna
pizca de erotismo. Si es una novela, mezcle misterio, género policial, épica
histórica y todo el erotismo que pueda. Si alguien le indica cualquier minucia
corríjala y agradézcale efusivamente. Se sentirá co-autor y estará encantado de
encontrar su nombre en los agradecimientos. Cuando tenga un número suficiente
de escritos, monte un libro y envíelo a todos los contactos que ha establecido
en los pasos previos. Tenga la seguridad que pronto se convertirá en un
perfecto escritor autista que podrá gozar sus cinco minutos de fama.
Arturo Borra
* Nota: este texto puede herir su sensibilidad. Si padece algún
trastorno paranoico o narcisista, haga el favor de no leer.
Texto publicado en Revista "Canibaal", Nº 4, Enero de 2015.
2 comentarios:
Bueno, podría resumirse: hay que ser un buen montero (en el DRAE:"persona que busca y persigue la caza en el monte, o la ojea hacia el sitio en que la esperan los cazadores").
Albert, ojalá fuera tan fácil localizar este tipo de prácticas. Pero considero que están muchísimo más extendidas en poetas y escritores de diversos grupos. El cazador del monte es un ejemplo (hiperbólico) de lo que ocurre cada día ante nosotros...
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