I
A tu alfabeto le andan faltando letras
hasta que no hay manera de deletrearte.
Ver cómo se disgrega el torso
cómo los continentes
se hunden en el vientre.
Tu vientre socavón
desmoronamiento de la mirada.
II
Las abejas se llevan cada vez
más lejos el polen.
La cuchara se desmaya en el trayecto
hasta tu boca.
III
“Danos hoy nuestro hambre de cada día”
tu Padre Nuestro.
No las espigas ni los costales: para ti
las costillas esdrújulas, el fuego
negro que sube por los talones
y va consumiéndote sin llama.
Cráneo crecido
y cuerpo en cuarto menguante,
todo cuenca y pómulo,
todo descuento de tu carne
y suma pellejo
y sigue sin llover
sobre tus surcos.
IV
La luz misma desfallece
de tanto ver el hambre
como testigo maldito
pasando
de la madre al hijo,
del hijo a la tierra
de la tierra al fruto exánime.
La luz famélica de cubrir la desnudez
en cal viva de tus huesos:
una casa de la que solo quedan vigas
donde el último habitante
-desde sus ojos desmesurados-
pregunta quién se llevó toda la mezcla.
Laura Giordani