¿Qué miras León?
¿De qué color es el mar?
¿Azul?
¿Te sorprende que no esté de acuerdo? ¿Que
piense que el mar es del color de todos los colores? ¿Que también es rojo
turquesa o amarillo agua-marina?
Déjame que te explique, León, lo que yo
sé del mar:
La gaviota
sobrevuela tu hogar carroñeando con su
mirada a tus hijos
y a los hijos de tus hijos.
No puedes hacer nada. Siempre fue así.
Cuando levantes la mirada de Cervantes,
el sol te cegará.
También lo hará mañana,
y mañana de mañana.
La luna no dará tregua en su mesita de
noche.
Las rocas no se rompen por más que el mar
las maree.
No se cansan de esas eternas visitas
saladas.
Las ropas,
mojadas,
depositan sus botones vidriosos de color
tierra sobre una manta plateada,
flasheada.
En la playa las sombrillas se clavan como
tu mirada,
León.
Hay cerveza fresca a un euro.
Puede que a euro y medio.
El mineral de silicio es más molesto en
los pliegues que en el muro del que formarán parte.
Sin embargo,
el coltán resulta menos desagradable.
Es geología básica.
Las cimas están formadas por minerales,
también eso es geología básica,
pero tras un proceso de jibarización
permanecen escondidas detrás de esos edificios,
de esas celdas familiares con forma de
hotel California.
En lo alto de sus grandes montañas,
tus hijos
construyen fortificaciones silíceas desde
las que divisar los barcos en los que vienen sus enemigos.
No pueden imaginar
que en la noche
después de saltar las olas
no quedará nada que defender.
León, Dios existe; está hecho de petróleo
y de Él sale todo lo que realmente
importa.
El poliuretano con el que fabrican los
flotadores con formas de animal de Disney.
¡Y también esos barcos hinchables!
Y en los bajos,
de los hoteles,
habita Dios con múltiples formas.
En los bajos,
se encuentra escondido.
Al final de un largo pasillo,
en una habitación de 2x2.
Dios viene de China y vive en los bajos
de esos edificios.
Para hacernos felices.
La espuma, León.
La espuma de las olas,
de las olas digo, León.
La espuma de las olas no está hecha de
Dios.
Es agua volatilizándose, intentando
escapar del mar.
Dios es la barca.
Dios es grande.
Pero no todos caben, León.
¡No todos caben en Dios!
Y esos que no caben
mirarán de lejos cómo las olas y la
espuma mecen sus cabellos,
de Dios digo,
que sí son azules.
Esos, León, verán a los otros,
y no los verán
y no los verán
y no los verán más, León.
Y es por eso,
León,
que te digo que el mar no es azul.
Es de todos los colores.
¡También rojo!