sábado, 29 de diciembre de 2012

Desde la extranjería: poemas de José Viñals, Olga Muñoz Carrasco, Yaiza Martínez y Pedro Montealegre






Presencia


En el vaso de agua salobre. En el bisel ahogado del gran espejo de la sala. En los partes de guerra. En el florón oxidado de hierro de la puerta del zoo. En la proa del barco inmóvil en terso silencio de la bahía. En el arcano mineral de tus ojos durísimos. En el cielo. En la tela de organza color malva de tu traje de fiesta. En el baile. En la orquesta de vientos. En el hueco de mi mano. En la navaja de templado acero de Solingen. En tus pechos. En los versos del viejo poema, "entre las ropas de Tecla muerta hace treinta años". En el anillo de bodas. En el borde del río de la infancia. En la perdiz. En el ojo de la perdiz. En el ojo rojo de la perdiz. En la primavera. En la eclosión del vegetal temprano. En el grano de anís. En la fuente de plata del banquete. En las manijas niqueladas del ataúd. En la pausa del tigre. En los partes de guerra. En-los-partes-de-guerra. 


La muerte inexorable. La dulce muerte de las letanías.


José Viñals









encontraste la veta brillante en la esteatita por los rezos secretos de partición

murmurando de espaldas al hombre

en el cuarto en penumbra

conociste las más blancas verdades



abajo-
las voces de las niñas escalaban con sus corchetes los muros del patio


resultaba imposible navegar en esta melodía,
contra uno: padre y patrón (51)



arriba-
hiperestructura nubosa cuya verdad la nada no niega,
por no ser nada



y volver tristemente cabeza gacha (53) sin riquezas acumuladas
al antro mismo de la partida


(51) Quedará siempre por expresar el amor que profesaba a su propio carcelero. Tramposa, introdujo dos dedos en la granada. Así esperaba que la llevaras al fondo, hasta el campo folicular, confín de luz, límite de nombre, la existencia. Cada primavera sale de nuevo al aire, los pechos prendidos de crías. El florecido campo canta su historia de luz y enterramiento (52).

(52) Se escuchaban de este a oeste las canciones del agua circulando sobre rostros cadavéricos -así era honrar lo desaparecido, por su transformación en nuevas formas, dijo la Madre

(53) Con uno de los cuernos o ambos inclinados hacia abajo, muy enfrenada, con el hocico muy metido en el pecho


Yaiza Martínez





23.

El levante arrecia fuera. Dentro nos quitamos el aire unos a otros con palabras que hierven y malos modos. Bocanadas, mordeduras, o simplemente llamadas de socorro. Hay espacio suficiente en el suelo, en numerosos huecos invisibles. La ración de aire en cambio mengua, y seguimos respirando acompasados. Salimos al mar todos los días con la intención de llenar de viento los pulmones.


42.

Te empeñas en caminar por el desierto. Parte de la manada se ha acostumbrado a la sed y realmente nos llevan ventaja. La promesa del charco les hace estirar los miembros cuando rozan el espejismo. El trago viscoso los vuelve eufóricos. No me crees: la enfermedad crece alimentándose de las vísceras, del jugo que destilan unos cuerpos abandonados a la penuria. Para eso sobra líquido aún, para morir todos y extinguirnos en esta agónica mudez. 


Olga Muñoz Carrasco






 Lo visto

Se derrite lo visto. ¿Recuerdas el cono tirado en la acera,
un verano de atrás, podría hablarse de tregua, el óxido contrito,
la amalgama aún líquida? Se derrite lo visto. Saltan de los muertos
los polímeros, los radioterapistas posibilitan su trabajo
con botellas cromadas y una pequeña chispa eléctrica. William Crokes
se pregunta si cambiar la cruz de malta por la hoz del druida,

qué va, da lo mismo, el tubo catódico es un tubo metódico.
No somos exclusivos, para qué vagar, advierte el profesor,
mientras sobra lentamente el culo a una pera. Los chicos de hoy
no son como antes, asegura el ecógrafo, el momento que echa
sus ojos atrás y el blanco revela la metempsicosis.

Se derrite lo visto. No estoy seguro de vibrar,
si la circunferencia es la justa y su perímetro,
si la rotación es la justa y su velocidad, llanta de coche
calcada a la galaxia, tienda de rebajas para compradores de Liliput.
Los plazos me hieren la parte alta del duodeno, mi bolsillo resta,
divide, conmuta. Es probable que despiertes sudando.

Los hongos saprófitos, amigos de tus pies. Líquenes y musgo
han crecido en tus cejas. La vida no es fácil, el cliché del argonauta.
El mecánico cambia una muela por otra. El cigüeñal está roto.
El retraso, inminente. No dejes de saludar a los señores pluriempleados.
Las niñas de las comuniones llevan bragas de oro.
Los opositores a bombero encienden el pinar.

Si ajustas fijo tus gafas de miope posiblemente captes
la bipartición de un cigoto. Ese lunar no me gusta. Me salió en verano.
Anda al dermatólogo y que te enseñe el bisturí. No seas anticuado,
se lleva ahora el láser. Se derrite lo visto, se derrite lo visto,
el aceite para cocinar, para limpiar el párpado.
Y el algodón negro.


Pedro Montealegre







ONCE es una colección incompleta pero cerrada de quince libros que abordan propuestas de creación poética desde los márgenes, desde la vertiginosa pluralidad e insurrección de la palabra dada. Quince fragmentos. Quince golpes contra el muro de la obediencia y normalización. Quince veces lo imposible pero real. ONCE propone en 40 meses exponer al público en lengua castellana algunas de las voces que más osada y contundentemente han practicado ese nomadeo y experimentación, esa reflexión y diálogo, inagotable e inabarcable, que es reunido aquí bajo el epígrafe «poéticas de la atención y el cuidado a los conflictos y dilemas del mundo y sus diversidades». Poesía y ensayo, desde el afuera de los géneros y las taxonomías.

ONCE no es sólo intemperie, fuga, disenso. No sólo desprendimiento, coraje, fragilidad, solvencia. No sólo pero sí ineludiblemente lo que tú al leer agencies y reescribas.

La conciencia del lenguaje, la autenticidad, el ajuste de cuentas, las migraciones, las libertades, la concreción histórica y la intemporalidad, las crisis, lo creativo, lo heterotópico... Quizás esta colección de libros, inconclusa, inclusiva que no exclusiva, muy lejos de proponer un canon o exclencia, a lo que invita, querid@s lector@s, es a esperar lo inesperado. 


Colección dirigida por Víktor Gómez y Javier Gil


domingo, 2 de diciembre de 2012

"...mirar como si quemaran los ojos" -un poema de Ana Hidalgo



Hallar una hendidura



Hallar una hendidura, hundir la mano en ella y multiplicar su fragilidad, multiplicar la fragilidad de la hendidura. Hallar una hendidura y hallar mis manos, la mano frágil que hundo en la hendidura, la mano que multiplica la fragilidad de la hendidura, la mano alcanzada y la mudez. Hallar una hendidura y hallar mis manos, hallar un sonido o un veneno, hallar una posibilidad y traspasar la pureza, traspasar la pureza y el asombro, no limitarse a la pureza ni al asombro, hundir la mano en la hendidura, sacar la materia en la hendidura, comer materia, materia hallada y frágil, materia y posesión. Traspasar la pureza y hundir la mano en la hendidura hallada, traspasar el asombro y sacar materia, desposeer la hendidura, multiplicar la fragilidad de la hendidura, multiplicar la mano y el peso, seguir sacando materia. No parar de sacar materia, agotar el sonido, agotar el veneno y los ojos, las provisiones y el centro, la desconfianza y el amor, comer materia, la mano y la materia, la hendidura y la materia, la posesión y la desposesión, lo hallado. Agotar la hendidura hallada, poseer la materia de la hendidura hallada, poseerla hasta que se gaste, hasta que las manos sean impuras, hasta que la mano que hundí en la hendidura sea impura, hasta que la mano sea tejido y fragmento, todos los venenos, la materia, la resina, la fragilidad. Poseer la materia hasta que ya no quede materia, hundir la mano en la hendidura y que ya no quede nada que extraer, sólo lo irrecuperable, sólo el aliento y la maternidad, la finitud de la materia, la finitud de la hendidura. Gastar la hendidura que hallé, gastarme, agotar la mano que hundí en la hendidura, agotar la fragilidad, agotar la materia, llegar al límite de la posesión y de la impureza, mirar como si quemaran los ojos porque te estoy mirando y los ojos queman, porque agoté la hendidura, agoté la mano que hundí en la hendidura. Hallar la hendidura agotada, la mano agotada, la materia agotada, y en el gasto, en el desgaste, dar comienzo a la definición, en la no materia, en la no mano, en la no hendidura, dar comienzo a la definición.

Ana Hidalgo, Hallar una hendidura (2010).



domingo, 11 de noviembre de 2012

Samuel Beckett: "bebiendo por encima de la tormenta"



Vienen...

vienen
diferente e iguales
con cada una es diferente y es igual
con cada una la ausencia de amor es diferente
con cada una la ausencia de amor es igual

vienen
diferentes e idénticas
con cada una es diferente y es lo mismo
con cada una la ausencia de amor es diferente
con cada una la ausencia de amor es la misma


Música de la indiferencia...

música de la indiferencia
corazón tiempo aire fuego arena
del silencio desmoronamiento de amores
cubre sus voces y que
no me oiga ya
callarme

(Poemas en francés 1937 -1939)




Muerte de  A. D.

y ahí estar ahí aún ahí
apretado a mi vieja tabla picada en negro como de viruela
durante días y noches molidos ciegamente
de estar ahí de no huir y huir y estar ahí
inclinado a confesar un tiempo que agoniza
haber sido lo que fue hecho lo que hizo
de mí de mi amigo muerto en el día de ayer con el ojo brillante
con los dientes largos jadeando en su barba
devorando la vida de los santos una vida por día de vida
reviviendo de noche sus negros pecados
muerto ayer mientras que yo vivía
y estar allí bebiendo por encima de la tormenta
la culpa del tiempo irremisible
aferrado a la vieja madera testigo de partidas
testigo de regresos


(Poemas en francés 1947-1949)















al llegar la noche en que el alma
iba a serle reclamada
he aquí que al no aguantarse
la entregó una hora antes

escúchalas
sumarse
las palabras
a las palabras
sin palabra
los pasos
a los pasos
uno a
uno

imagina si esto
si un día esto
un día feliz
imagina
si un día
un día feliz esto
se acabara
imagina

las ganas cada día
de estar vivo un día más
claro que no sin el pesar
de haber nacido un día

noche que tanto haces
que imploremos el alba
por favor noche
cae

sábado un respiro
no reír más
desde la medianoche
hasta la medianoche
no llorar

silencio como el que existió
antes ya nunca más existirá
por el murmullo desgarrado
de una palabra sin pasado
por haber dicho demasiado no pudiendo más
jurando no volver a callar

viejo ir
viejas paradas
ir
ausente
ausente
detenerse


(Letanías 1976-1978)


[Todas las versiones son de Jenaro Talens]

sábado, 6 de octubre de 2012

Omisiones de la normalidad: las elipsis de Lucrecia Martel




Lo crucial coincide con lo borrado: la experiencia traumática que el «sentido común» -lo que Stuart Hall llama "inconsciente de la ideología"- prescribe olvidar. El presupuesto de olvidar lo antes posible es la exculpación, el desentendimiento de una responsabilidad ante el otro. 

Tranquilizarse es reducir, negar, crear coartadas: «habrá sido un perro» dicen quienes no quieren escuchar que en el lugar de la ausencia hay primero un crimen. 

Mejor obviar o, lo que viene a ser lo mismo, no preguntar. Nada. Seguir viviendo como si no pasara nada. Aunque los indicios estén ahí. Al menos, hasta que alguien se apresure a deshacerse de la memoria del daño. De sus rastros inquietantes. De lo que la subjetividad cínica rechaza: «todo marcha; no hay de qué preocuparse». También el remordimiento de no saber pasará. Hasta el malestar de la sospecha. 

La economía de la elipsis es lo que permite mostrar a Lucrecia Martel lo omitido. Hacer visible lo desapercibido; aquello que la discreción opta por ocultar. 

Pero las manitos en el vidrio están ahí. Encarnan lo Real. Lo que la normalidad omite: el crimen cotidiano -los desaparecidos de nuestro tiempo. La vida que exhibe su oquedad. 


A.B.



«La mujer sin cabeza» -Lucrecia Martel (2008)




miércoles, 5 de septiembre de 2012

Dos poemas de Raúl Zurita: "los mismos torturados desnudos"

 
 


 
VERÁS UN DIOS DE HAMBRE
 
Todo el dolor
 
caía en el dolor más allá donde las playas se desplomaban unas encimas de otras---largas---interminables---como un inmenso anfiteatro derrumbándose en las orillas del mar
 
Mostrando los desmembrados restos del dolor cayendo en el dolor y era la marejada de nuestros brazos------de nuestros torsos que caían cielo abajo----hinchados----rompiéndonos contra los arrecifes
 
Cayendo sobre las duras olas---sobre el duro oceáno---sobre las rocas donde viste tu vida romperse gritan en sueños las rompientes estallando---Los arrojaron desde aviones y era como ver el cielo precipitándose en el oceáno Pacífico--- responden en otros sueños las desplomadas playas---Sí: cuando el dolor cayó en el dolor y no era yo sino un dios de hambre Zurita el azul infinito de los peces devorándose
  
 
 


LVB/ OP 122
 
Torturados
 
 
Nada---no se escucha nada---se gritaban los torturados de la Unidad 420 debajo del ensangrentado crepúsculo desnudos-----temblando
 
Frente a los muelles que parecen flotar en la sangrante aurora---frente a los mismos desmantelados barcos de la bahía---frente a la misma herradura ensangrentada del oceáno
 
Donde lo único que existe son unos derruidos molos y al fondo los mismos escombros--- las mismas mohosas escuadras---los mismos torturados desnudos---Es que queríamos oírlo dirigir las grandes marejadas del PAcífico le decían los de la Unidad 420 a Ludwing Van Beethoven que flotaba alejándose---ensimismado---extraño---por la parte más inconfesable del atardecer
 
 
Raúl Zurita, Zurita, Delirio, España, 2012.
 
 
 
 
 
 
Raúl Zurita estudió en el Liceo Lastarria. Inició estudios universitarios de Matemáticas y se licenció como Ingeniero Civil en Estructuras por la Universidad Técnica Federico Santa María de Valparaíso.
 
Su obra se ve marcada en la época de los setenta por la dictadura militar impuesta por Augusto Pinochet en Chile tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Militante comunista, fue detenido, encerrado y torturado en una de las bodegas del carguero Maipo junto a numerosas personas. A partir de este momento, realizó diversas acciones artísticas que pretendían integrar y ampliar de forma crítica y creativa las diferentes concepciones de arte y vida.
 
En esta época nace también el grupo CADA (Colectivo de Acciones de Arte), que se enmarca dentro de lo que se conoce como Escena de Avanzada, y donde participa junto al sociólogo Fernando Balcells, y los artistas Lotty Rosenfeld, Juan Castillo y Diamela Eltit, quienes basaban su postura artística en el uso de la ciudad como un espacio de creación. Zurita es considerado como uno de los más radicales de este grupo. Realiza variadas acciones utilizando su cuerpo como medio de expresión, algunas de las cuales llegaban a la autolesión o automutilación: arrojarse amoniaco a los ojos, o quemar su mejilla con un fierro ardiente. También realizó una performance masturbatoria en 1979 -No puedo más- en la galería Cal de Santiago frente a una pintura de Juan Dávila.
 
Entre 1979 y 1993 Zurita escribe la trilogía “Purgatorio” (1979), “Anteparaíso” (1982) y “La vida nueva” (1993). En el siguiente periodo, el poeta comenzó a alejarse del Partido Comunista. En 1990, es Nombrado agregado cultural en Roma, bajo el gobierno de Patricio Aylwin. En 2000 recibe el Premio Nacional de Literatura de Chile. A mediados de 2007 publica “Los países muertos”. A fines de ese mismo año, aparece en México “Las ciudades de agua”, y más adelante, en 2008, “Cinco fragmentos”. Durante ese año continúa publicando fragmentos de su última gran obra, titulada “Zurita”.
 

 
 

 
 

viernes, 17 de agosto de 2012

Tres poemas de Valeria Tentoni: "...una cifra entre toda la nada"



Peltre
 
Cascarrabias, corazoncito peltre

pesquisa de la mañana trotadora,
hasta encontrar la mancha en el perfume
el hocico del aire que traga y maúlla bucles
de sándalo, y todo
para tapar el bufido y todo
para taparnos y solidificar la argucia
del escondite:

mula, patadita de estaño, cómo
querés que diga las horas si estamos tan mansos, haciéndonos
los que no, esgrima

un diminutivo puede corrompernos, caracolito,
trance de óxidos y salmos, a quién iban a decirle
que yo iba a acabar por enterarme
de mí.
 
O que lo mismo vos ibas a saber traerte del lugar
de donde yo te había puesto, si nadie
dejó dulces en el camino.




Diosmío

“Había una vez un pájaro. Dios mío”.
Clarice Lispector

Yo veo al pájaro incandescente cruzar
el álgebra, lo veo ir
como una flecha luminosa cruzando el número,
yo veo al pájaro, levitando, entre los rieles del número
el pájaro que es una cifra entre toda la nada,
el pájaro que gorjea y se parece un poco a la piedad.
Yo veo al pájaro y su constelación de sombras
ir y venir entre los tendales, ir y venir, meciéndose
al aire yerto de la mañana dejándose cruzar por el pájaro
al aire que es también un hijo pequeño y distante.
Yo veo al pájaro, diosmío, también lo veo
y nadie duerme al cuento ni a la noche cuando debería
y menos todavía el pájaro que cruza y se trenza en el cableado y después
sale revoloteando como un monstruo marino
entre la miel blanca del cielo y las nubes como mantas de lana
rosada
mantas de lana en las que se acuna el hijo
entre las que el hijo mama,
y el pájaro cruza los ojos del hijo que piensa en los ojos del pájaro
que de diminutos y fusilados resplandecen
como borlas de piedra amarilla
y lo ciegan hasta que
la sombra y la noche y el sueño
son una sola aureola seca.

 



Ajuar

Para mis cuarenta hijos cuarenta ajuares
canastas colmadas de ortigas
y muérdagos,
perlas envueltas en hojas de parra.
 
La cinta con la que se ahorcan
los pájaros en un lugar oscuro.

Un cencerro de plata.

Un recuerdo de cuando fui joven y entera, puro tallo
y nada en mi cuerpo articulaba con otro
y sola venía y sola iba y sola contestaba
ninguna pregunta.

Pero no tengo para darle de mamar a cuarenta
no tengo más que un corazón tullido y mostrenco
un corazón duraznero enfermo de podredumbre morena
que ataca primero las flores y después el fruto
y después, después el árbol.

Que me crezco encima de mí y por debajo de mí y
de mis ramas se columpian
cuarenta hijos muertos
de los cuales he parido ninguno.

Cuarenta hijos todos de mí entenados.



Textos: Valeria Tentoni, de Ajuar.

Pinturas: Fernando Zóbel.



Bahía Blanca, 1985. Abogada por la Universidad de Buenos Aires. Trabaja como periodista en gráfica, radio y televisión. Es codirectora de Revista Pájaro, y editora de la Audioteca de poesía contemporánea.
Publicó Batalla sonora (Manual Ediciones, Chile, 2009) y Ajuar (Primer Premio Concurso Editorial Ruinas Circulares, 2011). Su libro Ne bis in idem obtuvo una Mención del Fondo Nacional de las Artes en el Concurso Régimen Fomento a la Producción Literaria, en 2010. Forma parte de la Antología Outsider II (Editorial Outsider, Buenos Aires, 2011). Textos suyos han circulado en plaquetas, revistas, y publicaciones on line. El sistema del silencio (17 Grises, Bahía Blanca, 2012) es su primer libro de relatos.

lunes, 30 de julio de 2012

Un poema inédito de Mar Benegas: "...en tu extrañeza existo"



lo imposible:

I

herida de ti
en tu extrañeza existo
y soy más en ti
no perder hay sólo

derramas
una pluma de sed
y el sonido de la luz
atravesándonos

generoso el amor
que nos tendió en el lecho
y en tu nido
pudimos cobijarnos





II

con alas de fuego
acudirán los justos

aprehender la rebeldía
indomable secreto
de la llama

sólo esa lengua
-signos ígneos-

comprenden


III

bóveda tú
fibra y cobijo

ni frío
ni niebla
ni daño

materia
invencible
del deseo




IV

el triste asedio claudicará
ante la belleza o cenit de la furia

¿qué más hermoso hay
que un pueblo alzándose
 con alas transparentes?

no habrá carroña
ni fábula
ni jaula suficiente


VI

me significo a través de esta plegaria
custodio el fuego que aviva el vientre
el amor incipiente y el vértigo
ofrezco mis pezones al talud de la revuelta
me apoyo en la palabra hembra
en el canto ignoto
larva de luz que irá creciendo
me ofrezco íntegramente a la esperanza



Mar Benegas (1975) nació en Valencia. Es Grafóloga y Perito Caligráfico. Dirige el sello de literatura infantil República Kukudrulu y la colección Candela (poesía y pensamiento) de Amargord Ediciones. Imparte talleres de poesía y creación literaria para niños y adolescentes, y de fomento de lectura y dinamización cultural en la Biblioteca Pública de Valencia. Es miembro de la Asociación Poética Caudal. En 2009/2010 realizó el proyecto de videocreación con el artista visual Juan Gómez. Colabora con las revistas Bostezo, Culturamas y Tendencias21. Ha publicado Niña Pluma Niña Nadie (Amargord, Mención especial Premio Ausiàs March), El abrazo (Ediciones del 4 de agosto), A lo bestia (República Kukudrulu), Milio y las cuatro estaciones (República Kukudrulu) y Pájaros de fuego (Fin de viaje ediciones).

lunes, 23 de julio de 2012

«Naguaya» y «Youkali»: dos revistas electrónicas empecinadas en crear (otros) mundos

Acaban de salir, de forma simultánea, las últimas ediciones electrónicas de Nayagua (revista de poesía) y Youkali (revista crítica de las artes y el pensamiento).

¿Qué tienen en común estas revistas, además de compartir un formato electrónico? Tal vez, su apuesta por crear otros mundos, en los que (cierta) poesía y (cierto) arte tienen un lugar central en la subversión del presente. 

Ambas revistas -cuidadas en su edición y su diseño, así como rigurosas en la producción de contenidos- procuran dar visibilidad a formas críticas de pensamiento y discurso que erosionen los rituales -poéticos, artísticos, políticos- que hegemonizan nuestra actualidad.

La pluralidad de perspectivas en juego y  la recuperación de matrices teóricas, ideológicas y literarias divergentes son parte constitutiva de estos proyectos editoriales. ¿Cómo no celebrar estas tentativas que abren el mundo cuando los discursos dominantes se empeñan en cerrarlo? Esa apertura crítica ya justifica la lectura de estas (otras) producciones culturales. 


En la diáspora, nada es seguro. Sólo la necesidad de desplazarnos y seguir construyendo lo que no tenemos. Entretanto, estas dos revistas recomendadas siguen anticipando vestigios de un porvenir distinto.

Arturo Borra


domingo, 8 de julio de 2012

"una manera de cantar de rodillas" -un poema de José Viñals




Quiere que invente
como una escoba una palabra
para barrer los nichos del lenguaje
y un niño dentro de la escoba
dentro del niño un río
y en el río una ojera para los buzos
y en el buzo un martillo
y en el martillo un ojo
de escarabajo muerto por asfixia
y dentro un girasol desobediente
y dentro un pueblo de arlequines de pies de hojas de libro
dentro el balido de las cabras y un caramillo errante envuelto
-------en lienzo hospitalario
dentro una espuma que agoniza de boca de cereal pastor de lunas descarriadas
y dentro de la espuma un mapa cómplice
de prados anchos como mejillas y ciudades innobles
-------rodeadas de mendigos
-------y en el mapa alfileres con cabezas fragantes como
-------delitos de inocencia como frutas promiscuas en la
-------bodega de las barcas de carga
dentro del alfiler el buen veneno de la aurora
y dentro del veneno el tropel de caballos leonados por el
-------fulgor del miedo de morirse.

Quiere que invente una manera de cantar de rodillas
y estar de pie en el episcopado de la tarde
a la hora en que sale a pastorear la estrella nueva
y el alma se recluye en la boca de cieno vagabundo de la oruga terrestre.

Quiere que extinga los viñedos
del nombre que decae de padre a padre,
cada vez más otoño y podredumbre, descascarado en la garganta
sin ebriedad del árbol de jilgueros sordomudos
cuya semilla ultramarina duerme en la piel de toro
sacrificada sin orgullo tres siglos antes del bramido de su muerte terrible,
-------sobre el estiércol blanco de la harina de los oficios patriarcales.

Quiere que escupa mi josé apolillado,
las amistades del bautismo
donde un agua sin pez sin tempestades
se derribara entre mantillas.

Quiere que me encaballe en la blasfemia
que me lance a galope sobre el asfalto de los rostros
que me encabrite sobre el trono del rey mediocre del granero
-------de pueblos con estirpes viscerales
que enlode los jardines y el infame jazmín de la que ama
la soledad de su esqueleto de virgen intocable
que me meta en cenizas y patalle en charcos de fragancias
civilizadas e incorruptas.

Quiere que siembre espantapájaros
en la almáciga de víctimas oscuras,
que me encapulle en la indecencia
y me vuelva feroz contra mis dientes,
la presa alada que persiguen,
y su rencor contra la huida del poema
luminosa y abyecta.


José Viñals, de Entrevista con el pájaro.

martes, 19 de junio de 2012

"¿Adónde van los árboles negros que beben aquí?" -dos poemas de Sylvia Plath




 
Cruzando el agua

Lago negro, barco negro, dos personas negras recortadas en papel.
¿Adónde van los árboles negros que beben aquí?
Sus sombras deben cubrir Canadá.

Un poco de luz se filtra de las flores acuáticas.
Sus hojas no desean que nos apresuremos:
Son redondas, chatas y cargadas de secretos consejos.

Mundos fríos se sacuden del remo.
El espíritu de la negrura está en nosotros, está en los peces.
Un tronco levanta ahora una pálida mano, como despedida;

Las estrellas se abren entre los lirios.
¿No te enceguecen estas sirenas sin expresión?
He aquí el silencio de almas confundidas.






El jardín solariego

Las fuentes resecas, las rosas terminan.
Incienso de muerte. Tu día se acerca.
Las peras engordan como Budas mínimos.
Una azul neblina, rémora del lago.

Y tú vas cruzando la hora de los peces,
los siglos altivos del cerdo:
dedo, testuz, pata
surgen de la sombra. La historia alimenta

esas derrotadas acanaladuras,
aquellas coronas de acanto,
y el cuervo apacigua su ropa.
Brezo hirsuto heredas, élitros de abeja,

dos suicidios, lobos penates,
horas negras. Estrellas duras
que amarilleando van ya cielo arriba.
La araña sobre su maroma

el lago cruza. Los gusanos
dejan sus sólitas estancias.
Las pequeñas aves convergen, convergen
con sus dones hacia difíciles lindes.




Morir
Es un arte, como cualquier otra cosa.
Yo lo hago excepcionalmente bien.


Sylvia Plath con Ted Hugges


lunes, 28 de mayo de 2012

"Un cielo imposible": tres poemas de José María Gómez Valero



Sentidos (I)

En los ojos
un cielo
imposible,
un cielo
tan azul,
tan distinto a la palabra
cielo,
que su clara verdad
se me clava
y duele.


Parentesco

El combatiente
obligó a sus hijos

a rezar junto a él

a los pies de la tumba
de su enemigo



Cambio climático

Nos resulta difícil escapar.

Se nos acaba el tiempo
para salir de aquí sin daño.

La asfixia crece lúgubre
en las últimas grietas
aniquilando brotes y posibilidades.

Se reduce el espacio
que separa la herida
de los cuerpos.

En nuestro miedo braman,
furiosamente inmóviles,
grandes osos polares
sorprendidos por el deshielo.

De Los augurios, Icaria, Barcelona, 2011.


domingo, 13 de mayo de 2012

Dos poemas de Miguel Ángel Curiel: "...con mi herida llena de hierba".

Grabado de Miguel Ángel Curiel

 
"...con mi herida llena de hierba"
M.A.C.

Estelas

Escribo en una mesa bajo la higuera. En la luz, y la luz no permite que vea las palabras que escribo. Escribir a ciegas. Y entonces Digo, me faltó claridad, expresarlo todo de manera más clara. No lo puedo romper. Escribo para salvar a alguien una carta dirigida al poder. Las palabras no querían chocar. Después queda el largo silencio de lo no escrito. Se desliza la oruga por el hilo de su boca. Sostenernos o caer nosotros de esa manera, con el hilo invisible de nuestras palabras al momento en el que se van disolviendo en un cuaderno siempre abierto. Una mosca en la hoja, la luz en la hoja, la sombra de un hombre en la hoja. Alamres donde el viento silba. No he silbado nunca así, con labios quemados por las palabras. Cuerdas vocales donde silban mis antepasados. Voces a lo lejos de gente bañándose en un río. Voces de alegría a lo lejos. Si supieras lo que te dicen ya no serían voces lejanas. Estoy lejos de donde soy. Un reparador de espacios podría aquí hacer almas de mimbre y cardos negros. ¿Bailo ahí? Nó sé bailar, pero tengo que bailar, girar como un pez en la mano para echar la luz de mí. Rata de agua. Lo que deja estela es bueno. Cama de animales en el sembrado. Después se levanta la hierba en nuestros ojos llenos de anzuelos. ¿Cómo arrancar de nuestros ojos estos anzuelos de nada y del vacío? O siguiendo ese rastro de caracol o película de baba. Una escritura natural, segregada como espacio más que como rastro. Y si no, estar quieto, mirar la mano. Apenas ya hay palabras para ti en el mundo. El crujido de esa piedra es el chasquido de mis nudillos.




Una mano extraña

Mano de otro.
Incluso cuando
escribo con ella
es la de otro.
No sé de quién
es mi mano.
La miro
y hace lo contrario
de lo que le ordeno,
y cuando escribo
va más rápido que yo.
Escribe para
alejarse de mí.




sábado, 21 de abril de 2012

"Los huesos livianos de los pájaros": dos poemas de Laura Giordani

Pintura de Laura Giordani

Este cielo –archipiélago encendido sobre los cráneos- será prodigio renovado cada noche, mientras los ojos se abran al fulgor que llega tardío a las retinas, fogata de un náufrago muerto hace tiempo. Nuestras cuencas rastrean algún signo, alguna hoja de ruta en los astros convalecientes de un esplendor remoto, como si custodiaran algo que nos pertenece en su pulso quebrado por la longitud del viaje.

Traducimos en belleza ese furor de polvo y gases y luz a la deriva: diáspora que sólo encuentra permanencia en nuestra frente.

[Cielo nocturno]






Porque el agua se me fuga
y yo -pura sed- soy un zahorí
que remata sus varas.
Porque las palabras regresan de un viejo abuso
y ya no tienen fuerzas para escalar los labios.

Tendré que invocar una caída
en el umbral mismo del verbo
con la fe de todas las manzanas.

Saltar muy dentro, libre
al fondo de las cosas, deshabitar
la memoria, su ciudadela
adoquinada, su lacre, los arquetipos
rotos en las esquinas
ofreciéndome su cuerpo.

Dejar de buscar advientos
en el pan de ayer, las migas que con que solía
despilfarrar el hambre, sacudir las cortezas
que ya ni pueden recordar su savia.

No bastará con la poesía;
habrá que tener además
los huesos livianos de los pájaros.

[El salto]



Entrevista en Definición de savia a Laura Giordani
por Esther Ramón y Juan Soros,
(18/4/2012)

Para escuchar la entrevista, aquí.


Con vocación de intemperie

La poesía de Laura Giordani tiene “vocación de intemperie”. Su escritura se expone a la fragilidad de lo diminuto, desplazándonos a aquellas regiones de lo real tan desapercibidas como inermes. Hay “viaje adentro”, no como repliegue ensimismado, sino como incursión en esa “herida sin clausura que es vivir”, constitutiva de lo humano. En esa grieta nace un hontanar que desafía la gravedad desde una “infancia futura”, ligada a la promesa de una mirada nueva. Por eso Laura evita la grandilocuencia: para revelarnos en la pequeñez texturas vulneradas, belleza inédita, anatomía de un mundo imperceptible donde se fragua lo visible. Y si su poética esquiva el encantamiento, lo hace traspasando el umbral de la medida habitual, para detenerse en esas minúsculas muertes diarias que aprendimos a naturalizar. De ahí su interrogación del fragmento, la detención inicial en esas “alacenas de besos olvidados” que acompañan como una sombra el porvenir. La noche retorna, próxima: allí está la gravedad de las horas y la promesa del resguardo. Porque en tensión con la noche, y a pesar de lo probable, persiste la promesa de una blancura que mancha.

Como discurso de la fractura, de intenso lirismo, en un mismo movimiento somos lanzados a un vuelo que ya preanuncia su caída, el abismo sobre el que merodea todo resplandor. De modo simultáneo más que sucesivo, entregarse a la ensoñación es también precipitarse de rodillas sobre los harapos. Una luz extrañada e íntima redescribe esta apertura que llamamos realidad. La poesía se hace así puesta en crisis de los sedimentos del sentido. No por azar se nos pide otros ojos, cristales que ayuden a percibir aquello que nos desconsuela pero alienta a transformar la herrumbre. A pesar del tedio dominical, de la aspereza de una lengua erosionada y la materia vencida, del vocablo apócrifo y del sacrificio de los huesos, persiste una plegaria como espacio de una añoranza que no da las espaldas al dolor. De ahí esa palabra-topo que Giordani reclama “para recibir de lleno la indigencia”. En pleno vuelo, contra toda tentativa esteticista, su poética nos sacude con dureza: los vertederos están ahí, aunque vallemos el goce, aunque apelemos a tachaduras para ocultar este “rompecabezas inmundo” que rompe la dulzura e interroga el cielo.

Esta poética de la caída, con todo, urde resistencias con hebras rotas, con el testimonio de posibilidades arrasadas. En su escritura, su sensibilidad trabaja para despojarse. Sólo desde esa desnudez, entonces, invocar una palabra que abrigue del “credo de las pérdidas” y arriesge la levedad ante tanto derrumbe: puesto que la poesía no basta, "habrá que tener -además-/ los huesos livianos de los pájaros".

Arturo Borra 

domingo, 15 de abril de 2012

"En el asombro oscuro del poema" -un poema de María Negroni


















IX

algo llega
o es como si llegara
en pequeñas oledadas de sed
a algún país de mí
a punto de surgir
-----como una luna

como una oscuridad
al borde de la noche llega
----o pareciera que llega

crece el agua
en mi lenguaje aproximado
---como un secreto mío
que aceptara morir

aparecer
ardiendo en la ternura
que va de nadie a nadie
cuando tu luz abre las alas

algo llega
o habrá venido siempre
---como una irrealidad que el agua inventa
sin saber que lo que busca
---es ella misma
distraída de buscar

esto que somos
un miedo en lo extranjero del lenguaje
un pedacito de tiniebla
----en la precaria casa
----de vivir

así
la noche de tu cuerpo
no es tu cuerpo
es apenas la urgencia de escuchar
----eso que canta
en lo amarillo del otoño
como país de lo invisible
tanta piedra o cielo de mi sol
----o herida que se sabe
ternura encarcelada

oscurece
la música es el centro
de lo que no ocurre

falta mirar
lo que vemos

la paulatina aparición de lo perdido
tu belleza que sube por mi frase
más desconocida
----y es este desierto inmenso
iluminado más que nunca

donde soy
y no soy

el agua que te bebe