Adónde van?
Me voy con ellos desciendo de mis hijos
hasta donde quieran llegar astros rodantes
si a la hora del nacimiento calcularon ascendiente... no lo abandonen más. Desde el Mar Negro hasta el Estrecho se naturalizan conmigo de mí vienen chicos de apellido descompuesto viajando para ser argentinos inmigrantes por vomitar en cubierta dados vuelta nos vuelven a nosotros como vinilo rayado de beatles de Rusia para acá y de aquí a la URSS que fue dueños de un desierto que avanza bisabuelos de la nada.
Un trineo no alcanza; tampoco la
manta que protege de la escarcha, la grasa con que nos untarnos el cuerpo
gélido, la linterna que orienta en plena noche. Sobrevivir es el arte del
desplazamiento –sobre todo si no se vive, si la verdadera vida brilla en su
ausencia, si el sueño hiere y la oscuridad se hace demasiado vasta para
recorrerla.
Lo Real es el frío rabioso: el
entumecimiento de las manos, la piel pálida, la asfixia ante un tiempo extremo;
lo que congela el corazón o hace desfallecer de soledad. Lo Real es una
superficie blanca, extensísima, que hay que surcar si se quiere alguna vez
alcanzar otra parte: un cobijo mínimo para la intemperie.
-II-
Un trineo no es nada si no se
desplaza. Necesita engancharse: formar cuerpo: ser impulsado, sin violencia, al movimiento.
Lo decisivo es lo que falta
-fuera de campo: lo que aparece como desaparecido. Atravesar la superficie
gélida de lo Real necesita que esa pequeña máquina sea enganchada a una fuerza
que lo arrastre. Sin fuerza un trineo no alcanza. Revela su carencia: ser
instrumento inerte, objeto abandonado en la memoria, a la orilla del silencio.
-III-
Si se quiere atravesar la
intemperie blanca es preciso lo animal. Sin un animal de tiro todo falta, como
falta sin ese animal humano que añora ir a otra parte para sobrevivir a la
ausencia de una verdadera vida, a un sueño que hiere, a la noche persistente
que empalidece los cuerpos.
Hace falta lo animal -no cualquier
animal: no todos podrían sobrevivir a esa superficie blanca que quema los ojos
y entumece las manos.
Si hay algo antes que nada, es un
husky siberiano que atraviesa la estepa resistiendo la extremidad del tiempo.
Si hay alguien antes que nadie, es ese animal que atraviesa la intemperie que
congela el corazón mientras imagina un refugio.
-IV-
Alcanzar otra parte no es irse a
ninguna sino atravesar lo Real del frío.
No cualquier lugar: aquel donde
el abrigo invisible de los otros permite resistir a la estepa del corazón.
Responder al llamado arroja a la
superficie donde desfallecemos: abre surco para llegar a los otros. El llamado
del lenguaje es ese arrojo en nombre de Otro.
No cualquier otro; no cualquier
parte: los que hacen manada desde lo singular de cada uno, los que aúllan o
llaman para llegar al lugar donde guarecerse de la carencia de lugar, de la
ausencia de memoria, de la rasgadura de los abrigos.
-V-
En todo husky sobrevive su
cercanía con el lobo, no por ser espécimen: por el llamado salvaje que sigue
latiendo dentro, el deseo de internarse cada vez más hondo en lo desconocido
–esa superficie blanca que lleva donde están los otros.
Un husky podría vivir sin tiro.
No podría sobrevivir al aislamiento: moriría o enfermaría de soledad. La
resistencia corporal al frío está enlazada al abrigo invisible de los otros.
Por eso un husky no ladra: aúlla.
El aullido es llamado a
distancia. Sin ese llamado, no hay promesa; sin promesa, no queda más que
intemperie, el desamparo de lo Real -su desfallecimiento.
El aullido es la promesa que
permite sobrevivir al tiempo extremo: lo que comunica con la manada. La
invocación de la memoria de los lobos es esa referencia remota, mítica, a lo
que sobrevive, indomesticable, en un animal.
-VI-
En todo humano hay un husky.
Siente el llamado de su corazón salvaje, el deseo de perderse en los otros, buscar
un abrigo. Resiste porque ama. Su aullido es su lenguaje. Hablay en ese acto
desafía el desamparo. Incluso si no dice nada llama. Incluso si miente, anuncia
la promesa de verdad.
El lenguaje es la posibilidad de
la promesa. Lo que abre la singularidad del llamado en la manada. La memoria de
los lobos es recordatorio de lo que el animal humano sumerge: la pulsión que
empuja hacia esa otra vida que la promesa esboza.
-VII-
La distancia es lo que empuja. La
condición de toda promesa: como el trineo, no es sino en el desplazamiento.
La quietud es el entumecimiento
–lo inerte del objeto.
No hay distancia sin la inquietud
de estos pequeños animales que forman cuerpo. El trineo es lo que aproxima la
promesa en su distancia. Lo que hace imaginable morar en otra parte. Como no se
llega, la morada es el tránsito, allí donde no cabe el regreso, donde lo que
falta tracciona hacia la distancia del porvenir.
La tracción de la falta empuja el
trineo en plena oscuridad, apenas con una linterna, una manta, grasa corporal
para recorrer esa distancia que aproxima a la manada que no niega la
singularidad del sí mismo.
-VIII-
Un trineo recuerda la
imposibilidad de regreso. Ninguna naturaleza resguarda del devenir lobo, del
devenir husky, del devenir humano. Contra esa regresión, devenir singular de lo
animal. Aunque forme manada en el impulso hacia otra vida –aquella que no se
deja enjaular; la que llama a ser en otra parte.
Un pequeño animal humano que se
deja arrastrar por un animal de tiro en la estepa siberiana pende de ese
llamado incierto. Ambos viven en la incerteza del otro lado. Enterrados en la nieve,
no podrían recordar más que la dulzura del fuego.
Como los lobos, aúllan porque
llaman a los suyos, porque los suyos son la promesa de algo más que la mera
supervivencia. Encarnan la medida de otra vida -incluso si esa otra vida no
está más que insinuada a distancia de la estepa que hay que atravesar para
alcanzar un mínimo abrigo.
Lo salvaje está ahí: como un
núcleo excesivo que la manada modula sin suprimir: punto incognoscible donde
aprendemos a amar. En la estepa -lobos hambrientos de caricias.
-IX-
Lo salvaje que hay en esos
pequeños animales es lo que resiste a la domesticación, al proceso de bestialización al que somete la
disciplina de las varas, lo que escapa al rigor del invierno e invita a aventurarse
en lo desconocido, aquello que corta el tiro y elude la carga.
La ligereza entonces: punto
incognoscible donde el ser se arriesga amando. Aunque pueda hundirse. Morir de
soledad. Extraviarse en la estepa siberiana. Desfallecer por una promesa.
Perderse en lo Real.
-X-
Llamamos porque hay carencia. La
memoria mítica de los lobos se teje con los retazos del lenguaje en el que
somos. Y si hay lenguaje –cuerda que sostiene la inconsistencia de nuestro ser-
es porque hay otros.
Si hay trineo hay otros -aunque
falten.
Lo Real es el frío rabioso. El
entumecimiento de las manos, la intemperancia del tiempo extremo, el dolor de
lo que se fuga.
Lo Real también son los animales
dulces que escuchan los llamados, aúllan de deseo, pulsan la noche invocando el
fuego, recorren la superficie blanca siguiendo la huella de lo ausente -la
estepa del corazón en busca de un abrigo:
El lenguaje es un virus que viene de tu hambre
El lenguaje es un virus que viene del cobarde.
El lenguaje es un virus que viene de tu pena
El lenguaje es un virus que viene del calostro
El lenguaje es un virus que viene de la cendra
El lenguaje es un virus que viene del que ama
El lenguaje es un virus que viene de la flema
El lenguaje es un virus que viene de tu serna.
El lenguaje es un virus que viene de la tráquea
El lenguaje es un virus que viene de la fiebre
El lenguaje es un virus que viene de la tea
El lenguaje es un virus que viene de la lágrima
El lenguaje es un virus que viene de tu bilis
El lenguaje es un virus que viene de la urea.
El lenguaje es un virus que viene de los nervios
El lenguaje es un virus que viene de la ataxia
El lenguaje es un virus que viene de la muerte.
El lenguaje es un virus que viene de tu muerte
El lenguaje es un virus que viene de tu cáncer
El lenguaje es un virus que viene de tu frío.
El lenguaje viene que es un virus del que calla.
que no quiere
“Que
no quiere morir como un perro nadie quiere morir como un perro todo ser humano merece no morir como un perro ha vivido como cerdo y no quiere morir como un perro”.
Son pesados*
Se desbandan. Meten la toalla en
el escusado/ Excusados/ pero orinan el camastro/ y con el muro acarician la
loza/ y claudia viene a ofrecerle un algo y regurguitan/ gritan: hoy es 1 de
milnuevenoventa/ y se tiran los elefantes de porcelana blancos/ con la trompa
arriba/ para la fortuna de invitarlos/ a mascar los masapanes/ porque han
improvisado un blanco/ donde descargan el calor y encienden/ aquella hoguera
con almohadas/ y de las fundas/ brotan mikimaus odiados/ Por suerte no tengo nada
de Pene de Gatos/ "Pero Nosotros Cantamos"/ [hace siete horas que
repiten eso]/ el humo vuelve azul el retrato de mi madre/ cuyo pelo hace
círculos desprendiendo mermelada/ han enrrollado lirios con una sábana/ pero
han dudado en prenderlo Claudia/ reparte algunos tabacos para calmar el ansia/
PLACEBO/ uno pone la punta [que por azar resistió el bordado] y la casa emana una z/ cierro
algunas piezas/ han encontrado el refrigerador
y quieren-que-traiga-la-cámara.
_________________
*A veces parece
que estamos en el centro de la fiesta
Sin embargo
en el centro de la fiesta no hay nadie,
en el centro de la fiesta está el vacío.
Pero en el centro del vacío hay
otra fiesta (R. Juarroz).
Bajo la sal
Estamos dos señales bajo la sal. Tomo de a dos tus manos
y corrijo sus goznes. Qué decirte que no emane de lo que dejé en tu seno.
Estamos a raíz bajo la sal/ sin esa posibilidad de eternos
trescientos treinta y seis minutos de mi tarde. Había varios de nosotros
bajo la sal pero sólo dos tenían pan
pero amarradas bocas para el choque. Leíamos a Uribe, un dandy
te decía para lamer los párpados, ajar nuestros costados.
Dónde quedó esa suspensión del pulmón
al retener el aire. Es que estamos
a más a varias a muchas señales bajo la sal.
Faltaba tu deseo. Hay marcas hay muchas marcas bajo la sal.
Espeso el labio ahora cruza tu mejilla y te pliegas/ lienza que ato a mi revés.
Bajo la sal seguimos. No tengo la temperatura
que hizo amoldar tu cuello/ tu grosor de ojo. No es Armando/ es tu mordaza/ lo que las
palabras escribieron: bajo la sal/ en villa/ sin soldada.
Me queda fijar el iris sobre la ropa muerta/ Sobre tu estela tenue.
Sobre ella hay otro iris.
Bajo ése
está la sal,
la carne forma un pálpito que acaricia, traspasa,
transita tan nuestra y cotidiana, cumple palabra en cielo, olores, la historia
de las columnas, de las marchas indignadas, ciudad que nunca fue, dormida,
inexistente, grande en otra lengua, como ola, si pudiéramos recomponer el alma
antimoderna, en una clara perspectiva de sufrimiento de clase, de dominio sin
boca, todo aquello que picotea y extiende su mal, frágil y firme, duro y
transfigurado, bulliría de esferas, nombre, nombre, sentido acaso, extendido
dolor que repta a través del año y la lejanía, como un fulgor vegetal pues
desde las cuatro palabras se sabe estéril y por eso navega al origen, para
preguntarse, sí, exigir lo justo, aquello que lo alimentó durante toda una
ausencia, sería un descenso hacia objetos fundidos, o esa historia que sopla
por encima de la piedad y estás tú, indocumentado, perpetuo en espumas, mirando
los siglos que caen sobre el arenal, iluminando calladas resistencias, es el
espejo, es la melodía que se pudre en su asombro, lo que persiste, lo que
atraviesa incertidumbres, lo que se ignora, a fuerza de humeantes estrellas,
todos los cuentos de la casa, y todas las casas evaporadas por traiciones y
desconsuelos, contaminados, los que se van, un viaje, presencia aquí, convocada
por esta voz rebelde que no tiene imagen detrás sino una vida, u-n-a v-i-d-a en
llamas por los cuatro costados, mensajera infinita, vienes a este mal porque se
prolonga y tarda,
apenas te sostiene
ASAMBLEA II
falso destino, tanto mirar el cortante sueño que
teje madrid, la contemplación de un descenso por calles empedradas que, suaves,
fluyen hacia la acampada, desaparecen tras los administradores de fincas, así
trabajosamente tu cuerpo funda una ciudad encima de ésta, rescatada,
desaparecida hace años de la memoria y el recuerdo, liberada hoy para el amor y
tendida hacia su música, que es tanto como decir esperanza-tajamar, silencio
libre rondando los malecones, la transparencia es un fragmento, la
transparencia lleva una algarabía, la transparencia conoce el magma, se trata
(al fin y al cabo) de sobrevivir, resbalar hacia el conocimiento del mundo, hay
espacio suficiente para el nombre, luego miramos la sed del plenario y la
salmodia del fracaso, son una misma cosa, la palabra encierra su propia mudez e
insiste, trasnocha, taconea palabras y tabernas, cuerpos y tabernas,
circunstancias y cuerpos que nunca se reconocen porque llevan un cortejo
depreguntas ¿costumbre o soledad?
¿causa del aliento este amanecer donde se guarda tu propia inconsistencia?,
agita, leve descanso, vienes a este mal porque se prolonga y tarda,
apenas te sostiene
ASAMBLEA III
sin ser, ave de pescadores, en marcha contra los
que desahucian, destello que bajo las nubes ayuda a la otra luz, podemos
serviral capitalismo, podemos levantar
el verdugo contra el bálsamo de las colinas, escalar, subir, ahogar la tierra
como este horizonte humano, floración de lo contrario, cuando un punto de
referencia se borra entre las manos de los adolescentes y hace falta un rostro
que brote contra sí mismo, pues en Sol no hay mensajeros, ni esporas de sangre,
sólo mi ojo que se vuelve tumulto por donde merodea el amor, no detallaré los
sonidos que hace este amor, pero quiero esmaltar ese pequeño acervo de nada,
sombra unida al capitalismo que ser- vimos como locos exaltados, un valle que
no se expande hacia su descanso sino que dibuja el propio río que apenas se
recuerda, recibe los dones de la brizna y el acecho, el campo concertando su
abrigada liquidación, prehistoria de máscaras, y la alerta de un lenguaje
encallado en el presente, así vienes a este mal porque se prolonga y tarda,
apenas te sostiene
Ernesto García López, de Todo está en todo (Amargord, Madrid, 2015)
Ya que lo preguntan, la mayor parte de los días no me acuerdo. Camino vestida, sin marcas de ese viaje. Después, casi innombrable, vuelve la lujuria. Incluso en ese instante, no tengo nada en contra de la vida. Conozco bien las hojas que mencionan, los muebles que sacaron al sol. Pero los suicidas tienen un idioma propio. Como los carpinteros, quieren saber con qué herramientas. Nunca preguntan por qué construir. Dos veces me pronuncié tan claramente, poseí al enemigo, me comí al enemigo le arrebaté su oficio, su magia. Así, grave y pensativa, más tibia que el agua o el aceite, descansé, babeando por el agujero de la boca. No pensaba en mi cuerpo ante la punta de la aguja. Ni siquiera había córnea o restos de orina. Los suicidas ya traicionaron al cuerpo. Nacieron muertos, aunque no siempre se mueran, y, deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce que hasta un chico podría mirarla y sonreír. ¡Meterse toda esa vida debajo de la lengua!— eso, en sí mismo, se vuelve una pasión. Dirán que la muerte es un hueso triste y golpeado, con todo, año tras año me espera, para deshacer con delicadeza una vieja herida, para soltar mi aliento de su prisión insana. Compensados así, los suicidas se encuentran a veces furiosos con el fruto, una luna inflada, dejan el pan que confundieron con un beso, dejan la página del libro abierta por descuido, algo sin decir, el teléfono sin colgar y el amor, fuera lo que fuese, como una infección.
No
hay más que montaña que corta el cielo, lo invisible soportando el vértice,
siete
millones de gravidez, soberanía en la que reposan las profanaciones.
No
hay más que declive disimulado en los ajuares, un corredor ciego,
puerta
falsa para una residencia sin descanso ni dicha.
No
hay Nilo que arrastre a la orilla la memoria
ni
caliza que preserve del delirio del mármol:
no
más que arrebato del tiempo, usurpación,
geometría
desmentida por los esclavos,
maldición
que espanta a los vivos,
duración
que se desmorona
sepulcro
de oro para
la
misma disipa-
ción
de
huesos.
[Egipto,
s/f]
Pintura de Gabriel Viñals
Y quizás no haya más que un poema
rescatado del río turbio
que somos.
No más que poema entrecortado
rapto tendido frente al asombro confusión
de la retina
ante la mano que labra
su ilusoria eternidad.
Y quizás no haya poema:
sólo un grito
sin garganta
una protesta contra la
disolución.
Poema de lo que escapa
poema de las declinacionesgravidez
que no aplasta
las revueltas del sueño.
También la ausencia
tiene una historia: odisea sin
héroes
sepultura de los días sin
inventariar
oscuridad que desde el fondo nos
mancha.
Nadie puede alcanzar la
constelación
en la que gravitan los cuerpos
la espesura del vacío
la tensión de los tendones
que postergan el sueño terminal:
no hay más
que arqueología de la pérdida.
[Esplendor saqueado, 2010]
ESPLENDOR SAQUEADO, de Arturo Borra Atelier Siba, 25 de noviembre de 2015
Por Pilar Verdú
Un libro de poesía lo es, entre otras cosas, porque convoca en nuestros oídos y en nuestra memoria otras voces que ya nos constituyen para sumarse a ellas, para ampliar la constelación personal que a cada uno nos ampara y nos guía cuando nos perdemos en el bosque.El libro que Arturo Borra ha tenido a bien dejarme entre las manos, ha ejercido esa llamada y ha puesto mi sangre en pie para recibir esos entrecruzamientos que hacen más tupida esa red salvadora. Esplendor saqueado resulta ya un título bastante explícito, reforzado por la cita que lo sigue: “No hay más que arqueología de la pérdida”. Porque se canta lo que se pierde, como bien sabía don Antonio, que por otra parte, lo sabía casi todo.
El primero de los poemas del libro está puesto en la voz de Boabdil, y no sé ustedes, pero para mí Granada es, de inmediato, Lorca, Luis Rosales y después Carlos Cano, quien, con su Casida del Rey chico, me ofreció una magnífica clave de lectura de Esplendor saqueado. Canta Carlos Cano con su habitual elegancia:
En el fondo de un aljibe me encontré
la tristeza que matara al rey Boabdil. Y a la sombra de un almendro la dejé
por los montes de Guajar-Faragüit,
por ver si cuando el tiempo de la miel la luz del pensamiento diera flor
Lo mismo que Carlos Cano hace Arturo: coge la tristeza que matara a los reyes-metafórica o literalmente- de tierras perdidas, de amores perdidos, a la tristeza que matara a esas mismas tierras por verse saqueadas, y, con toda delicadeza, las deja a nuestros pies de almendro por ver si cuando el tiempo de la miel / la luz del pensamiento diera flor. Pensar sobre la historia para no repetirla, lograr que la luz florezca y no haya más derramamientos de sangre como los que nos siguen anegando todavía hoy.
Otro ensayo sobre budismo y cristianismo que tenía entre manos me susurró una preciosa historia que también casaba con esto. Un compasivo monje budista ha erigido en Taiwán el Templo de los Dios Rotos, en el acoge las figurillas de dioses populares chinos o las estatuas de bodhisattvas budistas (seres sensibles iluminados) que los fieles despechados han tirado. Arturo, de algún modo, con mirada compasiva, recoge también los restos de esos hombres poderosos que hoy miran hacia atrás sobre lo que tuvieron, que comprenden de repente lo que Quevedo supo formular tan bien: que las glorias de este Mundo/ llaman con luz para pagar con humo.Ni las más disparatadas fantasías megalómanas se pagan de otra manera.
Por estas páginas transitarán Burckhardt, el explorador europeo que encontró las ruinas de Petra en 1812, o Saha Jahan I, que mandó erigir el Taj Mahal para su esposa favorita y acabó contemplándolo desde la cárcel en la que le encerró su propio hijo. Vemos el Templo del Gran Jaguar de Tikal, considerado la puerta del inframundo, la tumba del rey Ah Cacao; la Gran Muralla china, falsa defensa, en cuya construcción fallecieron diez millones de obreros; las Catacumbas, ciudades subterráneas de los muertos. Contemplamos Estambul, anagrama de la vanidad hasta que el resplandor se desvaneció. Y también Camboya, Alejandría, Camboya, Isla de Pascua, Tenochtitlán, Machu Picchu, Atenas.
Esto es Historia con mayúsculas, pero Arturo se preocupa también- acaso más- de la intrahistoria. Como él es un obrero que lee, a Bertol Bretch entre otros muchos, se pregunta por quién construyó la Tebas de las siete puertas, quiénes habitaron esos lugares, sobre qué hombros viajaron las piedras de las pirámides: lo invisible soportando el vértice. A la postre, total, el polvo nos iguala, la misma disipación de huesos. Este poema es también visual puesto que los versos conforman una pirámide en cuya base aparece otra invertida. Porque la estética, en esta obra, es un valor muy presente. No olvidemos que este libro es, además de eso, que ya es, un objeto artístico per se, porque Gabriel Viñals se ha encargado de añadir su visión particular, lo cual establece un puente entre artes muy enriquecedor. Es el trigésimo primer título de la colección Poética y peatonal; poética es evidente por qué; Peatonal porque, sin duda, sus autores viven con los pies en la tierra, a ritmo de paseante, sin dejarse llevar por la voracidad de la prisa urbana.Y así, paseando, es en muchas ocasiones cuando Arturo se entrega a lo que él llama “atención flotante que permite escuchar el latido de la palabra.
Viñals considera que el arte puede ser útil, decorativo, efímero y sirve para vestirnos, además de por dentro, por fuera, y por eso pinta camisetas inspiradas en cada uno de los libros que pasan por sus manos. Nada mejor que presentar este libro aquí, en Atelier Siba, un espacio también donde arquitectura, poesía y dibujo se hermanan, y nos hermanan a todos los presente. Esa es la función del arte: que cada uno se conozca mejor para poder conocer al otro, y que las fronteras entre el otro y yo, entre el dentro y el afuera, las fronteras en general, se desdibujen. Como dijimos antes, Borra tiene los pies en la tierra, y sabe cuánto sufrimiento hay en ella, y escribe también sobre ese desgarro, no con la intención de prestar su palabra a quienes no tienen, porque eso supondría erigirse en portavoz-y sería un acto de soberbia - y porque un poeta como Arturo no presta su voz: la regala, la entrega porque es ahí, en ese lugar de lo irrenunciable, donde puede renacerse y sobre todo, cuestionar(se). La actitud de Borra ante el mundo, y ante la literatura, es la de la mirada crítica para desechar los clichés que alambican y menguan el pensamiento. Dirá Borra: La literatura, si no persigue la demolición de cualquier tópico, se convierte ella misma en uno. Este verso-prácticamente aforismo- pertenece a Modelos para (des)armar, (guiño a su compatriota Cortázar), en el que queda constancia de que la literatura es para él un trabajo exigente, instalado en la preguntas, subversivo, critico para aprender y abrir así caminos, porque solo conociendo la realidad puedes detectar en ella los huecos, las fisuras por las que entra el aire. Dirá, por ejemplo, Cobijar lo singular de los otros: esa difícil, improbable apertura que evita cristalizar lo que fluye, irreductible a los juegos de la filatelia. Nadie puede entenderse a sí mismo si se desvincula de su prójimo: no somos islas, somos un archipiélago en resistencia. Solo el encuentro posibilita una construcción de la hermandad. Ese es el camino único, como este ejemplar; poético, como este ejemplar; peatonal, porque somos nosotros, las personas de la calle, quienes hemos de tratar de cobijar lo singular de los otros. Es lo mejor, sin duda, que podemos darle a la poesía y lo mejor que la poesía puede darnos, lo mejor que podemos darnos unos a otros. Ese sería el verdadero esplendor, que no admitiría, jamás, saqueo.
¿Qué sociedad no ha soñado su propia eternidad? El testimonio de esa lucha contra la erosión del tiempo no arroja más que victorias pírricas: el trazado de una belleza derruida, documentos de cultura y barbarie, como diría Benjamin.
Esplendor saqueado parte de una investigación histórica de diferentes monumentos culturales. Pero en vez de una historia monumental, queda una arqueología de la pérdida -rastros de un derrumbe, nombres borrados. Por eso se trata de una reflexión sobre nosotros mismos y nuestras experiencias más básicas, desde la soledad hasta aquellos encuentros -más o menos efímeros- que dan sentido a nuestras vidas. Tras esa estela, persiste la memoria de lo arrebatado, el trabajo arqueológico del poema como exploración de la ausencia.
En vez de una simple constatación melancólica, sin embargo, lo que persiste es la voluntad entusiasta de dar cuenta de la fragilidad de toda tentativa humana. Sólo desde ese reconocimiento nace la promesa de una comunidad inédita.
Se trata entonces de una ética del sujeto: la que parte de la fragilidad universal para dar lugar a los otros y a lo otro. La hospitalidad nace de ese reconocimiento del otro como condición constitutiva de nosotros mismos. Precisamente porque somos finitos, porque el sujeto no es autosuficiente y porque la megalomanía nos conduce a la destrucción común, saber de un esplendor saqueado prepara las condiciones para un habitar diferente, ligado a la posibilidad de una vida que parte de las ruinas de lo Real.
"¿Por qué hemos conservado nuestros nombres? Por costumbre, sólo por costumbre. Para volvernos irreconocibles a nuestra vez. (...) No llegar al extremo en que ya no se dice yo, sino al extremo en el que decir yo no tiene ya importancia alguna. Ya no somos nosotros mismos. Cada quien conocerá a los suyos. Hemos sido ayudados, absorbidos, multiplicados".
Entrevista de Enrique Falcón a Víktor Gómez
Entrevista de Enrique Falcón a Antonio Méndez Rubio
Entrevista de Enrique Falcón a Laura Giordani
Entrevista de Enrique Falcón a Arturo Borra
"Escribo para defender la soledad en la que estoy".
María Zambrano "Cuando los especialistas en marketing aprenden poética/ los poetas se ponen a aprender economía política".
Jorge Riechman
"¿Y en qué se convertirá este pequeño poema mío, expuesto sobre este muro a la mirada de otros? Pequeña nada abandonada a la intemperie igual que el objeto que fue su referente, signo de un pasado personal que dejará de ser el mío en cuanto alguien lo reciba y lo haga suyo".
Chantal Maillard
"La poesía es el deseo de las palabras, el llamado de lo imposible.
En ese imposible que llama se abre la posibilidad que responde: el poema".
Hugo Mugica
"No bastará con la poesía: habrá que tener, además, los huesos livianos de los pájaros"
Laura Giordani
"El poema es el amor realizado del deseo que permanece deseo".
René Char
"Un poema no se termina: se abandona".
Paul Valery
"El poeta no tiene identidad".
John Keats
"Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata".
Vicente Huidobro
"La traducción, ¿es traición? La poesía, ¿es traducción?"
Po I-Po
“¡El poeta no debe adorar al Poeta!”
Witold Gombrowicz
"La oscuridad habita los suburbios de la belleza".
Juan Carlos Mestre
"La mejor palabra es la no dicha".
Augusto Roa Bastos
"La literatura existe porque la vida no basta".
Ferreira Gullar
"Si no hubiera podido escribir, no hubiera sobrevivido". Nelly Sach
"Lo escrito no es un espejo. Escribir es enfrentarse a un rostro desconocido".
Edmond Jabés
"No hay nadie que haya jamás escrito, o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado, a no ser para salir del infierno".
Antonin Artaud
“Toda escritura nace de una herida que nunca cicatriza porque su abertura es la posibilidad de la escritura”.
Eduardo Milán
"¿Qué idea es esa de preguntarle a un poeta lo que quiso decir? ¿No es acaso evidente que si él es el único que no puede explicarlo es porque no puede decirlo de otra manera que como lo ha dicho (y que si no, lo habría dicho de un modo diferente)?"