PREGUNTAS ADIOSES REENCUENTROS
XII
XII
Pero no olvides nunca que para saber el norte basta
con una ramita clavada en la tierra y, arriba, por
supuesto, el sol.
con una ramita clavada en la tierra y, arriba, por
supuesto, el sol.
Pero no olvides nunca que para clavar la ramita
en la tierra hay que hincarse de rodillas, por fin
humildísimas, dejar el cigarrillo apoyado sobre una
piedra y no distraerse con el viento entre los árboles
sino desear, desear el norte.
en la tierra hay que hincarse de rodillas, por fin
humildísimas, dejar el cigarrillo apoyado sobre una
piedra y no distraerse con el viento entre los árboles
sino desear, desear el norte.
Pero no olvides nunca, sobre todo ahora que esos
murmullos, por el momento, callan y ya no dicen nada.
murmullos, por el momento, callan y ya no dicen nada.
PREGUNTAS ADIOSES REENCUENTROS
XIII
XIII
Debo aceptar que ayer, por ejemplo, las montañas
anochecieron nevadas y tuve miedo:
anochecieron nevadas y tuve miedo:
Yo sabía que no vendrían, pero quizá ya hayan venido
o en otras partes del mundo vienen por alguien que
soy yo y yo soy otro, vienen por otro y me llevan
a mí, vienen aquí y entran allá, echan abajo otras
puertas y sacan de quicio estas ventanas,
o en otras partes del mundo vienen por alguien que
soy yo y yo soy otro, vienen por otro y me llevan
a mí, vienen aquí y entran allá, echan abajo otras
puertas y sacan de quicio estas ventanas,
“Cerrá las ventanas, que entra fresco”, dice ella, pero
ella tampoco ha venido,
y las primeras nieves de este invierno acaso ya han
tocado para siempre mi corazón.
ella tampoco ha venido,
y las primeras nieves de este invierno acaso ya han
tocado para siempre mi corazón.
PREGUNTAS ADIOSES REENCUENTROS
XIV
XIV
Y ésta es la historia: una charla de café que reduce
las distancias a puntos de vista y confusos mapas,
teléfonos, direcciones de hoteles baratos que algunas
noches huelen a casa, muelles recorridos muchas
veces de una punta a la otra, como quien repasa
los detalles de una despedida acordada hace años,
junto a otras aguas, entonces más inquietas pero
igualmente salpicadas de brillos fugaces, historias de
cajones de madera, peces muertos.
las distancias a puntos de vista y confusos mapas,
teléfonos, direcciones de hoteles baratos que algunas
noches huelen a casa, muelles recorridos muchas
veces de una punta a la otra, como quien repasa
los detalles de una despedida acordada hace años,
junto a otras aguas, entonces más inquietas pero
igualmente salpicadas de brillos fugaces, historias de
cajones de madera, peces muertos.
-¿Por aquí avanzaba esa muchacha con los cabellos
húmedos en la mañana y era el único y luminoso
milagro de la noche?
húmedos en la mañana y era el único y luminoso
milagro de la noche?
-Sí, y fíjese usted, con un cuenco de agua para el
sediento y caderas en pleamar.
sediento y caderas en pleamar.
-¿Y era el mar esa mancha azul en el mapa que, aun
ajado, poco a poco se desplegaba entre gaviotas,
hornallas que ardían hasta la madrugada, sábanas
humedecidas y labios entreabiertos?
ajado, poco a poco se desplegaba entre gaviotas,
hornallas que ardían hasta la madrugada, sábanas
humedecidas y labios entreabiertos?
-Sí, el mismo, como danzas alrededor de ese destello,
en realidad, barcos bamboleantes, inesperadas
travesías, gigantescas medusas, animales fantásticos,
bosques submarinos, cordilleras sumergidas, siempre
hacia el otro lado, yendo y viniendo, yendo y viniendo,
hacia el otro lado de su cuerpo, donde la noche
vuelve a ser vértigo y caída.
en realidad, barcos bamboleantes, inesperadas
travesías, gigantescas medusas, animales fantásticos,
bosques submarinos, cordilleras sumergidas, siempre
hacia el otro lado, yendo y viniendo, yendo y viniendo,
hacia el otro lado de su cuerpo, donde la noche
vuelve a ser vértigo y caída.
PREGUNTAS ADIOSES REENCUENTROS
XV
XV
De vez en cuando aún te das vuelta y esperas ese gesto
que ponga las cosas en su lugar,
cuando todo lugar es siempre otro y otras las cosas,
otra manera de decir, otra manera de entrar al bar
España, junto a la bahía, donde los viejos huelen
a invierno y a alcoholes bebidos lentamente, por
costumbre, y la salud de los que quedan.
que ponga las cosas en su lugar,
cuando todo lugar es siempre otro y otras las cosas,
otra manera de decir, otra manera de entrar al bar
España, junto a la bahía, donde los viejos huelen
a invierno y a alcoholes bebidos lentamente, por
costumbre, y la salud de los que quedan.
Enfrente están las montañas que retienen un poco de
mar para que recalen los pescadores y bajen a tierra
plateados por un sueño de escamas huidizas,
pero los barcos volverán a zarpar de madrugada, aunque
se cuelen con el viento olores fuertes aún adheridos
a las ropas o a las mantas de la cama o al crujir de
la madera como si pasos fuesen que ya no son, ni
siquiera nuestros pasos, atrás, atrás, a la distancia.
mar para que recalen los pescadores y bajen a tierra
plateados por un sueño de escamas huidizas,
pero los barcos volverán a zarpar de madrugada, aunque
se cuelen con el viento olores fuertes aún adheridos
a las ropas o a las mantas de la cama o al crujir de
la madera como si pasos fuesen que ya no son, ni
siquiera nuestros pasos, atrás, atrás, a la distancia.
De vez en cuando te das vuelta, sí, pero es un vicio, una
manera de ser que irá cambiando, o no, pero qué
importa:
a medida que entres en el pueblo, verás que nadie te
pregunta nada.
manera de ser que irá cambiando, o no, pero qué
importa:
a medida que entres en el pueblo, verás que nadie te
pregunta nada.
De “Luces que a lo lejos”