y
esa soledad
suspendida
pequeña
vivísima
desmiente insomnios
la única que puede sostenerme
sobre este instante de lodo
quien cruza la noche lleva un pedazo
del mundo
las invisibilidades tu boca
las mejillas nunca olvidadas
las botellas titilando tu sonrisa de nuevo la luz
y
el infinito caos que se balancea
sobre las piernas de los apartamentos
quien cruza la noche lleva un pedazo
del mundo
ASAMBLEA I
la carne forma un pálpito que acaricia, traspasa,
transita tan nuestra y cotidiana, cumple palabra en cielo, olores, la historia
de las columnas, de las marchas indignadas, ciudad que nunca fue, dormida,
inexistente, grande en otra lengua, como ola, si pudiéramos recomponer el alma
antimoderna, en una clara perspectiva de sufrimiento de clase, de dominio sin
boca, todo aquello que picotea y extiende su mal, frágil y firme, duro y
transfigurado, bulliría de esferas, nombre, nombre, sentido acaso, extendido
dolor que repta a través del año y la lejanía, como un fulgor vegetal pues
desde las cuatro palabras se sabe estéril y por eso navega al origen, para
preguntarse, sí, exigir lo justo, aquello que lo alimentó durante toda una
ausencia, sería un descenso hacia objetos fundidos, o esa historia que sopla
por encima de la piedad y estás tú, indocumentado, perpetuo en espumas, mirando
los siglos que caen sobre el arenal, iluminando calladas resistencias, es el
espejo, es la melodía que se pudre en su asombro, lo que persiste, lo que
atraviesa incertidumbres, lo que se ignora, a fuerza de humeantes estrellas,
todos los cuentos de la casa, y todas las casas evaporadas por traiciones y
desconsuelos, contaminados, los que se van, un viaje, presencia aquí, convocada
por esta voz rebelde que no tiene imagen detrás sino una vida, u-n-a v-i-d-a en
llamas por los cuatro costados, mensajera infinita, vienes a este mal porque se
prolonga y tarda,
apenas te sostiene
ASAMBLEA II
falso destino, tanto mirar el cortante sueño que
teje madrid, la contemplación de un descenso por calles empedradas que, suaves,
fluyen hacia la acampada, desaparecen tras los administradores de fincas, así
trabajosamente tu cuerpo funda una ciudad encima de ésta, rescatada,
desaparecida hace años de la memoria y el recuerdo, liberada hoy para el amor y
tendida hacia su música, que es tanto como decir esperanza-tajamar, silencio
libre rondando los malecones, la transparencia es un fragmento, la
transparencia lleva una algarabía, la transparencia conoce el magma, se trata
(al fin y al cabo) de sobrevivir, resbalar hacia el conocimiento del mundo, hay
espacio suficiente para el nombre, luego miramos la sed del plenario y la
salmodia del fracaso, son una misma cosa, la palabra encierra su propia mudez e
insiste, trasnocha, taconea palabras y tabernas, cuerpos y tabernas,
circunstancias y cuerpos que nunca se reconocen porque llevan un cortejo
de preguntas ¿costumbre o soledad?
¿causa del aliento este amanecer donde se guarda tu propia inconsistencia?,
agita, leve descanso, vienes a este mal porque se prolonga y tarda,
apenas te sostiene
ASAMBLEA III
sin ser, ave de pescadores, en marcha contra los
que desahucian, destello que bajo las nubes ayuda a la otra luz, podemos
servir al capitalismo, podemos levantar
el verdugo contra el bálsamo de las colinas, escalar, subir, ahogar la tierra
como este horizonte humano, floración de lo contrario, cuando un punto de
referencia se borra entre las manos de los adolescentes y hace falta un rostro
que brote contra sí mismo, pues en Sol no hay mensajeros, ni esporas de sangre,
sólo mi ojo que se vuelve tumulto por donde merodea el amor, no detallaré los
sonidos que hace este amor, pero quiero esmaltar ese pequeño acervo de nada,
sombra unida al capitalismo que ser- vimos como locos exaltados, un valle que
no se expande hacia su descanso sino que dibuja el propio río que apenas se
recuerda, recibe los dones de la brizna y el acecho, el campo concertando su
abrigada liquidación, prehistoria de máscaras, y la alerta de un lenguaje
encallado en el presente, así vienes a este mal porque se prolonga y tarda,
apenas te sostiene
apenas te sostiene
Ernesto García López, de Todo está en todo (Amargord, Madrid, 2015)