
Porque sólo se empieza si se desata un río
en el cuarto creciente de la muchacha:
-Vibro en lo blanco y voy hacia ella,
o si el mar viene de una caracola
cuando se tañe el corazón que se rompe en nubes.
Porque unos brazos sienten como las aves los eclipses de luz
y se desatan como un río en el cuarto creciente de la muchacha
y la muchacha crece en esta sala del quinto pabellón
junto a la aguja varada en el brazo:
cúbrete y danza, dice la memoria.
Brazos de la frontera, brazos en las preguntas y en los vuelos,
brazos de retirarse hacia donde estuvimos
y en su rapto las calles desaparecen porque son quimeras.
Porque unos brazos rugen y se enroscan por las caricias
la noche en que el espíritu de la hembra es fruta y pan
y deja que despunten sus secretos y sus orígenes, y el mar
se inmortalice en la mirada que descubre y admira
entre los peces escalpelos y las mantis termómetros.
Unos brazos que gozan de su piel cuando están bajo el agua ardiente
o de un cuerpo y recorren largas horas su curso
para prenderlo en el cuarto creciente de la muchacha
y lo sube y varía en cada sensación hasta hacerse sublime y noble
y se blinda para elevarse y se eleva con cuanto fulgurece
en cada gota y en cada chispa,
y es amar y es amor: si quien riega ya limpia.
Del poemario inédito El inventor de sí, Julio César Galán
en el cuarto creciente de la muchacha:
-Vibro en lo blanco y voy hacia ella,
o si el mar viene de una caracola
cuando se tañe el corazón que se rompe en nubes.
Porque unos brazos sienten como las aves los eclipses de luz
y se desatan como un río en el cuarto creciente de la muchacha
y la muchacha crece en esta sala del quinto pabellón
junto a la aguja varada en el brazo:
cúbrete y danza, dice la memoria.
Brazos de la frontera, brazos en las preguntas y en los vuelos,
brazos de retirarse hacia donde estuvimos
y en su rapto las calles desaparecen porque son quimeras.
Porque unos brazos rugen y se enroscan por las caricias
la noche en que el espíritu de la hembra es fruta y pan
y deja que despunten sus secretos y sus orígenes, y el mar
se inmortalice en la mirada que descubre y admira
entre los peces escalpelos y las mantis termómetros.
Unos brazos que gozan de su piel cuando están bajo el agua ardiente
o de un cuerpo y recorren largas horas su curso
para prenderlo en el cuarto creciente de la muchacha
y lo sube y varía en cada sensación hasta hacerse sublime y noble
y se blinda para elevarse y se eleva con cuanto fulgurece
en cada gota y en cada chispa,
y es amar y es amor: si quien riega ya limpia.
Del poemario inédito El inventor de sí, Julio César Galán
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Julio César Galán (Cáceres, 1978) es director del Centro para la Investigación y el Desarrollo de las Actividades Teatrales (C. I. D. A. T) y de la revista de teatro Dioniso. Su primer libro, El ocaso de la aurora, fue finalista del premio Extremadura Joven y Universidad de Extremadura (Sial, 2004). Sus poemas han sido publicados en diversas revistas como Nueva Letra, Kafka, Extramuros, Lunas Rojas, La plaza humana, Jizo, Letra Clara o Turia. En el año 2005 participó en la compañía de teatro granadina "Aqú Teatro" (Laboratorio Permanente) como coautor teatral y en el 2004 ganó el premio Platea de teatro breve por la obra Eureka.