Octubre
A tus plantas
insurgentes
sangran las lenguas.
Al final, el río
te llevó.
Delirio de llagas
te volviste transparente,
y la condensación
del espanto
se te cayó por capas.
La profecía se quedó
en puro hueso
acumulada
en las caderas de los aparecidos.
Insostenible
construir
en esta dulzura
de ataúdes sin fuelles
donde arde la intemperie.
Desnudo la sangre
del tropel de muertos,
los nado.
La punzada en la boca
me devora la historia.
III
Estos versos no detienen la tragedia
aunque digan “paz” “pacto” “futuro”.
Aunque la multitud tenga orgasmos con
el vocablo “humanitario”,
seguirás muriendo.
Una y otra vez te asesinarán
y hurgarán en tus muslos.
La policía te acribillará
como un animal sin pasado.
El océano te encharcará la sangre.
Aunque siga escribiendo
sobre tu memoria
la catástrofe nos comerá el silencio.
IV
Necesito
dejar de oler
la tierra agrietada.
Cada madrugada
el suelo emana
diez muertos nuevos
debajo de mi cama.
Los escucho agonizar,
cantar,
y hablar de revolución.
Estoy cansada
de ponerles nombres
para poder vivir.
Texto: Luz Souto
Fotografías: Elena Shumilova