Lo obsceno es la desnudez. Una forma de belleza: otra.
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El color como método inconsciente.
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No tengo nada que decir: todo está en los cuadros.
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No soy yo quien debe dialogar con los espectadores, sino mis
cuadros. Yo soy solo un residuo de ellos, algo de lo que se puede prescindir.
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Todo el desgarro de mi obra, aunque no lo haya reconocido abiertamente, parte de
un amor trágico e intenta regresar a él.
Pero el retorno a ese amor jamás se alcanza, ni siquiera parcialmente
como sucede en los griegos o en Shakespeare. De ahí toda mi violencia.
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(Dyer). No se puede llenar el vacío, solo atravesarlo.
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Sin límite no hay posibilidad.
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Ser ciego al pintar, justo ahí la pintura se empieza a ver.
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No me interesa el silencio en la pintura, sino la soledad.
Es erróneo concebirlos como sinónimos. La soledad habla
continuamente, incluso grita.
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Todo autorretrato es otro.
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No intento decir nada en mis cuadros, dejo que sean ellos
quienes digan o callen, pero en su propio lenguaje.
Los distintos niveles de la misma cicatriz, la expresión de
la superficie.
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Iluminar la oscuridad, no para apagarla, sino para
mostrarla.
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Dar forma a lo ilimitado.
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Hay que volver a preguntar: ¿Qué es un desnudo?
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Nadie puede pintar por nosotros, ahí reside nuestra soledad.
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Sólo demasiado es suficiente.
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Yo: una cicatriz del tamaño de mi estatura.
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Siempre proyectamos nuestras carencias.
El cuadro también.
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Explicar un cuadro siempre es sinónimo de fracaso o de asesinato.
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Mi pintura no es un diario de mi vida, es más adecuado a la
inversa: mi vida es el diario de mi pintura.
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Sólo yendo demasiado lejos conseguirás llegar donde te
propones.
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Todo autorretrato es también una máscara.
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Camino en esa dirección y me adentro en la oscuridad. En ese
instante, escucho el ruido de una tela blanca que se raja.
Óscar Curieses, de Hombre en azul
* Pinturas de Francis Bacon