2. He entrado a región delgada.
Todo lo que canta se reúne a mis pies como banderas que el tiempo inclina.
Aquí el mundo es una estación amanecida sobre corales.
Ésta es la morada donde se depositan los signos de las aguas, el légamo de los navíos,
los mendrugos cargados de relámpagos.
Éste es el huerto de las especias clamorosas, la temporada de arcilla que el océano erige.
Ésta es la fruta de un piélago muerto, la columna desesperada del hambre.
Ésta es la salobre campana de verdor que el fuego crucifica, la tierra donde una tribu oscura
embalsama un clavel.
Ésta es la tinta trémula del día, la rosa al rojo vivo inscrita en los anales de la selva.
De Cuadernos del destierro --
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10
Ya el delirio no me solicita.
Vivo sobre la sal, levantándome y cayendo, día tras día. Como, ando, me acuesto sobre lo que me sostiene sin pedir una aclaración, sin esperar nada. Soy cuerpo. Me llamo tensión, debilidad, silencio, piel, nervio, olor, yerro. Me arrastro, toco hierba, me hago suelo. Lo inefable no me quiere.
Hace años dejé de preguntar. Desistí en un filo.
Las ventanas dicen vivir.
El pensamiento escarba, escarba.
Soy una cuerda que se abraza a la última proximidad.
Vibrante querer.
Ducho en disensión, en rotura, en desvivir, persisto.
Arrastro una historia anonadada.
Soy flaqueza máxima. Mis piernas se doblan. No llego, no llego. ¿De dónde sale la fuerza cuando sigo? Soy el sordo, el exabrupto, el golpe en la mejilla, el veneno de la suavidad, el manto del loco, el que hostiga al fervor, el sórdido tubo, la ciénaga sin fulgor, la horma de nuestra ignorancia, el que se hace, se deshace, se hace.
De Intemperie
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Fragmentos de "Contra la barbarie de la propia estimación", entrevista con Rafael Cadenas, realizada por Claudia Posadas
Ante la violencia y la búsqueda de poder como impronta del ser humano, ante la fractura de la propia nación y el continente, la poesía y el pensamiento del venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, estado de Lara, 1930), se erigen como una referencia de análisis del hombre contemporáneo. Su crítica parte de un diagnóstico de la conciencia, estancia generadora de nuestro desgarramiento: para el autor, en su reconocido ensayo “Realidad y literatura”, existe una sola condición: “El ser humano víctima de su propia psique (…), de sus prejuicios (…); el ser humano que 'proyecta' su angustia en todo lo que hace creando división, sufrimiento, agonía (…); el ser humano atenazado por sus propios productos: odio, afán de notoriedad, deseo de poder (…); el ser humano consciente del desastre que ha creado y sigue creando, pero como imposibilitado para detenerse (…)”.
Frente a este diagnóstico, sus planteamientos apuntan a considerar “la vida como totalidad” y no a partir del fragmento que significa la visión del ego. Así, busca un equilibrio entre la psique, el espíritu y lo axiomático, afincado siempre en la realidad, para llegar a “la autocreación” de un hombre ético, vigilante “de los humos de la propia estimación”, como diría Teresa de Ávila, que reconozca y se reconozca en el misterio mismo que es la existencia.
De esta manera, su reflexión desemboca, como lo dice en un poema, en la práctica de un “ethos clásico de la gratitud y de la aceptación de la existencia finita (Schajowicz)”, es decir, un ethos real, tangible, humano, construíble, universal, que trascienda cualquier religión, cualquier moral, cualquier dogma, cualquier noción del orden sobre todo lo que conlleva el concepto de éxito.
Para Cadenas, la poesía ha sido la fuente dónde encontrar al ser en el lenguaje y dado que para el autor este proceso debe ser individual, en sus poemas no hay una intención de hablar en nombre de la humanidad. Su poesía, engarzada en la más absoluta honestidad, implica una revisión profunda y descarnada del yo. De esta manera, su creación es el sólo testimonio de un hombre interesado en encontrar el centro de quietud de la psique, centro donde la barbarie sea transfigurada.
Rafael Cadenas pertenece a la estirpe de esos “renovadores secretos” de la literatura de nuestro continente, como dice Juan Gustavo Cobo Borda. Por la trascendencia y profundidad de su obra, que ha sido recogida para Latinoamérica en el volumen Obra entera. Poesía y Prosa (1958-1995) -Fce, 2000-, merece un reconocimiento como el Premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del Caribe.
Un aspecto central de su pensamiento es la búsqueda del concilio con nuestra condición humana, que en los últimos libros se ha resuelto en el “ethos clásico”. ¿Cuál es el origen de esta búsqueda y cómo se fue conformando esta noción? En este sentido, ¿cuál es el balance de este proceso de existencia, cuál es la distancia entre el Cadenas del desasosiego al Cadenas de la gratitud?
El origen está en una especie de quiebra psíquica al comienzo de los años 60, la cual me llevó a hacerme preguntas que creía resueltas. Fue un despertar, pues hasta entonces yo había vivido conforme a ideas procedentes de un esquema que a todo responde, que todo lo explica, cuando en realidad no existe nada que esté fuera del misterio, de ese misterio de fondo que también nos constituye, y cualquier explicación no trasciende el campo de lo relativo donde sí puede tener validez. Es allí donde funciona el pensamiento, más allá no, más allá tiene que enmudecer, lo que no está mal pues es muy hablador, porque ha de toparse con lo desconocido, con la fuente infranqueable, con lo que ha recibido muchos nombres, pero en realidad no puede tener ninguno. Es asombroso ¿verdad?, que en rigor no podamos dirigirle la palabra a nuestro fundamento esencial. En cuanto al balance que me pides, no me atrevo a hacerlo, pues me parece que implica un cierre. Se asemeja a un inventario espiritual, lo que exigiría más espacio del que ofrece una entrevista. Espero, sin embargo, que mis otras respuestas complementen las que acabo de darte.
“No somos la fuente de nuestro vivir, pero por nosotros pasan las aguas”.
Una de las maneras de emprender esta búsqueda es a través de un cuestionamiento muy honesto del yo. Este proceso es paulatino: ante la derrota, hay un enfrentamiento muy crudo con los diversos yo (Falsas maniobras -1966-); después, un estado de vacío (Intemperie -1977-). En Memorial (1977) se estanca el proceso hasta llegar a Gestiones (1992) y Anotaciones (1983), donde se da un concilio. ¿Por qué este enfrentamiento como método? ¿Qué yo permanece?
Cuestionar el yo, enfrentarlo suena contradictorio. Es lo que suele hacerse, pero no creo que resulte difícil darse cuenta de que eso lo realiza el mismo yo. Así, además de dividirse, termina fortaleciéndose. Ésta es una lucha que se refleja, como bien lo señalas, en los libros que mencionas, todos escritos desde cierta depresión, especialmente Intemperie. En Memorial confluyen las diversas formas usadas en los libros anteriores. Gestiones también las mantiene, pero hay más despersonalización, un intento de expresarme indirectamente, mediante motivos, algo que, claro, tampoco estaba ausente en los demás libros. Yo no rehuyo la primera persona, ni creo que usarla signifique egotismo; muchos, en cambio, la evitan, pero carecen de humildad. Me preguntas qué yo ha quedado. Pues el actual, el que traza estas líneas para pasarlas a la pequeña Olivetti y enviártelas; el que se interrumpe para ir a comprar Tal cual, periódico que dirige Teodoro Petkof, periódico padrísimo, como dicen ustedes, los mexicanos; el que intenta darse al instante, habitarlo, pues sólo existe el presente y un incesante devenir, de manera que el que escribió mis libros es otro, el de ayer es otro, el de hace unos minutos, ya que cambiamos, es otro, otro y el mismo, pero ese mismo es sólo la sensación de ser, de sentirse siendo. “El presente es perpetuo”, dice un verso de Paz, quien siempre insistió en el valor absoluto del presente y del origen. ¿Habrá diferencia entre ellos? Estas dos constantes de Paz me parecen vitales para sus lectores, siempre que las tomen en serio.
Hace algún tiempo solía dividirme en innumerables personas. Fui sucesivamente, y sin que una cosa estorbara a la otra, santo, viajero, equilibrista…
…Era el desfile de los habitantes desunidos, las sombras de ninguna región.
El fracaso como lucidez
El cuestionamiento es de sí mismo pero también, del orden, y ambos aspectos están ligados al concepto de derrota: se parte de un sentimiento de no pertenencia (Los cuadernos del destierro -1960-), y este proceso se expresa en el famoso poema “Derrota”. Después, dicho sentimiento se convierte en un espacio de libertad que desemboca en un estado de permanente vigilancia de sí mismo y del sistema y que se manifiesta en el poema “Fracaso”, donde señala una actitud ética. ¿Qué significó ese estadio de tal modo que fue punto de partida? Actualmente, ¿se encuentra o no en los poemas citados? ¿Su actitud surge de la experiencia que vivió su país y de su exilio?
Los cuadernos del destierro es un poema en prosa sobre mi experiencia como exiliado en Trinidad (1952-1956), isla muy próxima a la costa oriental de Venezuela. Era entonces todavía colonia inglesa, de modo que durante cuatro años fui súbdito involuntario, pero gustoso, de la reina Isabel. A este periodo le debo un idioma que leo mucho, pero que hablo sólo cuando viajo a Estados Unidos o a Inglaterra. El libro recoge también mi situación íntima de los años 60 que te mencioné. Hoy no me encuentro en “Derrota”, pero no porque crea tener éxito, esta palabra no forma parte de mi vocabulario, lo que ocurre es que ese poema lo escribió un joven con quien ya casi no hablo, es decir, yo hace 40 años. Te daré un ejemplo: en el poema se aprueba en cierta forma la lucha armada y hoy la rechazo. Hace muchos años me di cuenta de que no es esa la vía para lograr determinado cambio social. Ahora pienso en términos de reforma, no de revolución. Ésta se me antoja, después de las experiencias del siglo que acaba de concluir, un sangriento anacronismo que en todos los casos terminó en dictadura. En cambio hay revoluciones que no suelen tenerse por tales como la que ha ocurrido en la física cuyas implicaciones filosóficas apenas comienzan a vislumbrarse o la comunicacional tan prodigiosa o la del movimiento ecológico, y tal vez estén en camino otras que no podemos anticipar. Mi atención está puesta en el individuo más que en lo colectivo. Siento más cercano el poema “Fracaso”; y actitud crítica siempre he tenido, sólo que ahora no procede de ninguna postura previa, sino del simple ver. Al menos me vigilo para que sea así. Cualquier ideología es perversa, aunque esté guiada por la buena intención, porque separa a los seres humanos. El bien que se busca termina trocándose en mal. Las revoluciones traen violencia, se vuelven sangrientas, instauran dictaduras, destruyen y se autodestruyen, todo por el bien del pueblo. Prefiero el sentido común, que es ajeno a carismas, redencionismos, salvaciones, a todas esas grandiosidades hipócritas cuyos promotores nunca se han visto a sí mismos. Si lo hicieran se darían cuenta de que el mal que pretenden combatir está también en ellos y eso es igualmente valedero para los que se les oponen, quienes sin embargo, por estar más cerca de la realidad -al menos su retórica no tiene pretensiones mesiánicas- podrían acercarse al autoconocimiento.
(...)
Su escritura tiene varios registros: el poema breve y metafórico del principio, los poemas en prosa, abundantes y plenos de imaginería, y por último los aforismos, donde sintetiza su pensamiento y sus preguntas. ¿De qué manera este proceso estético se ha desarrollado a la par del proceso existencial? ¿Qué trayectoria de decantación implica el haber llegado a los aforismos de Anotaciones?
Trayectoria existencial y proceso estético son inseparables. Los cuadernos del destierro fueron escritos desde la depresión, luego, poco a poco, iba saliendo de ella, lo cual se puede palpar en los libros siguientes. Junto a los de poesía fueron surgiendo los de prosa y por eso están como entrelazados. Las lecturas han sido vitales para mí. Me interesa mucho el pensamiento vedántico, el taoísmo, el zen, y del lado de acá Whitman, Rilke, Lawrence, Pessoa, Ungaretti, Milosz (Czeslaw), Michaux; antes de experimentar con la droga, han sido una presencia constante en mí. También Jung, Watts, López Pedraza. He leído mucho a los clásicos, sobre todo los españoles, y de los modernos a Ortega, Unamuno, Machado, Salinas y Guillén. De Hispanoamérica me han acompañado siempre sus maestros, Reyes, Henríquez Ureña (Pedro), Sanín Cano, Borges, Paz, pero en fin sólo puedo mencionarte algunas de mis lecturas. Es cierto, me atrae el apunte como el de Anotaciones, la forma gnómica de Dichos (1992), el aforismo. Tal vez eso se deba a cierta urgencia por ir derechamente al blanco sin todo el acompañamiento explicativo que suelen llevar los escritos más completos. Tal vez influya también mi gusto por leer, que no me deja salir de la escritura breve. Tal vez mi propia limitación, no sé, pero te confieso que admiro a los poetas abundantes, mis opuestos, aunque los leo poco. Los veo como a príncipes que hunden sus manos cada vez que quieren en su erario verbal y de ahí sacan toda clase de joyas. Yo soy más bien lento, paso semanas, meses, años revisando un poema, indeciso, avergonzado, pobre.
Un tema constante a lo largo de sus libros, es una revisión del lenguaje, del poema y del poeta. Para usted, la poesía es contrapeso y contraste del poder, una ofrenda. En cuanto al autor “uno sólo espera de los poetas un óbolo que sirva para el trayecto”. Pero ante la barbarie, ¿el poema y poeta tiene algún sentido frente a esta realidad?
La poesía, el arte, el pensamiento son como contrapeso del poder y de la sociedad. Aquél tiende a volverse perverso y ésta a aletargarse. Se requieren antídotos fuertes para contrarrestar esas calamidades ¿y dónde encontrarlos sino dentro de la cultura? Se suele pensar que la poesía puede muy poco frente a la barbarie porque sólo le interesa a una ínfima minoría, pero ésta es una legión del espíritu y a través de ella actúa la poesía llegando así a ámbitos más amplios. En todo caso, lo más importante es el desarrollo de la conciencia; en tal sentido la lectura, pero no sólo de poesía, es decisiva. (...)
Entrevista completa, aquí.