No hay equilibrio
No hay equilibrio. No lo hay en la mesa sobre la que se apoya y
trastabilla. Todo es frágil y tal vez, portátil. Una se lleva de aquí para
allá. Y se vuelve a traer, de allí para acá. Y eso, sin equilibrio, a punto de
caer.
Eso que ve, escapa cuando se incorpora. Vertical, el sueño se desliza
como una túnica de seda hasta los pies. Y algo que está abajo, invisible, lo
absorbe. Entonces, se pone a vivir.
Inscripción
No debería dejarse
al arbitrio de lo fugazla frágil sustancia del poema
decidido
entre un borde peligroso y su rescate.
De puro extrañamiento
tengo la herida; de puro borborito
ensimismado
y atracón de pena
como anfetas,
pero más largo,
extenso, curvo,
un vuelo por allí,
ese horizonte que sube
y se disloca
y no parece haber
medida o límite,
y sube y se dispersa
y sube y vamos todos
arriba
subiendo
allá nomás.
Otra luz
a Paul Virilio
A tientas por la casa
con pasos de tiza,
con la luz de los sueños
tan pronto opaca o radiante.
¿Quién alumbra esa pantalla
en el cerebro a oscuras?
Como la piel se aja desde dentro
el misterio de ese fulgor persiste.
La foto final
La foto debajo de la foto
íntima
día tras día
preparando
la foto que importa.
La juventud recogida
con una pala.
La pala cava
invisible.
De El ángel de lo súbito, Noni Benegas, FCE, Madrid, 2014.
Cerrar de esa manera una
antología —El ángel de lo súbito—, en
la que a su autora —Noni Benegas— le va una parte sustancial de su vida
—poética— es, por lo que tiene de cuestionamiento de sí misma, un gesto raro de
valentía, de apertura.
(…)
No se trata de una simple
selección de textos, es un poemario nuevo formado por textos ya conocidos. Es
otra apuesta. Se podría decir —extrapolando un término utilizado por los
estudios poscoloniales— que esta antología ensaya una “traslación” de su poesía:
una recomposición de la identidad derivada del cambio de contexto.
(…)
La obra poética de Noni Benegas
parece estar escrita de madrugada, ese momento favorable a la picnolepsia en el
que —decía Virilio— “son frecuentes las ausencias”. La lectora, el lector, se
encontrará con poemas titulados “Mañanas” o “Cuando amanece” y numerosos versos
que sitúan la escritura en ese umbral del día y de la conciencia. Desde esa
tierra de nadie el poema va tanteando los límites de su razón. Lo que distingue
sueño de vigilia está delimitado por orillas de anchura cambiante.
(…)
Pese a que resulta innegable este
desinterés, también lo es subrayar que en el debate en torno a la poesía
escrita en España se ha producido cierto grado de reivindicación teórica de la
extranjería en tanto paradigma poético, precisamente por lo que esta situación
tiene de proclive a la singularidad respecto a lo canónico. Al menos en teoría,
el exiliado/extranjero ofrece la posibilidad de una coincidencia plena con el
lugar (en rigor, la carencia de lugar) que caracteriza a la poesía
contemporánea en nuestras sociedades. En tanto, para decirlo con las palabras
de Eduardo Milán, el problema más grave de la poesía contemporánea es “el
reconocimiento de una no-territorialidad para el poema […] que convierte a todo
gesto poético en un acto de nomadismo” y vuelve inevitable la figura del “poeta
como errante”, la situación de los poetas literalmente desplazados es
extraordinariamente significativa.23 Al escritor en exilio se le supone abocado
a la originalidad, a un estado de no integración absoluta relacionado con
cierta capacidad “contrapuntística” de percepción. Si su mirada tiene un
referente doble, que contrasta un espacio de procedencia y otro de llegada,
resultaría inevitable que surja cierta profundidad de visión que se manifiesta
en un lenguaje respecto al cual tampoco cabe la relación ingenua y acomodaticia
de los que no se han visto obligados a reconstruir en casa ajena las capacidades
expresivas de su lengua natal.
(…)
Fragmentando la superficie
incuestionable que otros discursos cementan, o sumiéndose por esa grieta en una
quietud que permite ver más allá del movimiento, El ángel de lo súbito promete llevarnos a un lugar (poético,
político, vital) en el que nos espera el aprendizaje de lo inesperado, el lugar
del otro que cuestiona y ratifica nuestro lugar.
Benito del Pliego, extractos del prólogo: «“Ese vaivén”. Lectura fragmentaria de una antología esencial».