Frente a mi ventana
cerrada pregunto al tiempo cuánto más he de vivir.
Las sombras anegan
mis persianas, y apenas marca una delgada raya la
claridad.
El reloj tiene
titubeos de corazón enfermo.
En un gesto
convulsivo se crispan mis manos sobre el papel.
Buscan apoyo en la
tierra.
***
Así desearía yo morir, como la luz de la lámpara sobre las
cosas, esparcida en sombras suaves y temblorosas.
De tanta angustia que me roe, guardo un silencio que se
unifica a la entraña del océano.
En la noche cuando
los hombres duermen, mis ojos haciendo tríptico con el farol del palo mayor,
velan con el fervor de un lampadario ante la inmensidad del universo.
El austro sopla
trayendo a los muertos cuyas sombras húmedas de sal acarician mi cabellera
desordenada. Agonizando vivo y el mar está a mis pies y el firmamento coronando
mis sienes.
Vida, sonriendo de tu tristeza me duermo y de tus celos de madre adoptiva. En tus ojos profundos ha rebrillado inconfundible la iniciación de mi ser astral.
Sólo una vez más se filtrará mi espíritu por tus alambiques de arcilla. Vida, fuiste regia, en el rudo hueco de tu seno me abrigaste como al mar y, como a él tempestades me diste y belleza.
Nada tengo, nada
dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo
había.
Sufrí y es el único
bagaje que admite la barca que lleva al olvido.