Sobrevivir. A plazos. Plazos cortos. Plazos para sobrevivir. Vivir sobre.
Abajo, la aterradora, ineludible condición. Vivir a condición de sobrevivir. Condicionada al sobre. Dentro, nada. Dentro, llora. Infinitamente.
En superficie, entonces, deslizarse. O ni siquiera eso: morar en el plazo. Morar. Demorarse. A pequeñas sacudidas, des-plazarse. De plazo en plazo. Levemente. Tercamente. Para sobrevivir.
***
Granos de arena. Arena que se filtra en mis fronteras. Cayendo, verticalmente, en el dentro. Arena permeable, frontera móvil. Y en el límite forma dunas, promontorios que me alzan, me invitan a acudir a lo otro. Invitación a ser, desde el dolor aún, en lo otro.
Y el desierto ocurre en mí, salvando al mí, como salvan las fronteras los granos de arena. Apenas. Aún apenas. Sin persistencia. Como quien abre escotillas para el náufrago.
***
En superficie. Hablar en superficie. Vivir en dos niveles pero sobrevivir en superficie. Incluso del otro nivel, el abajo, incluso del abajo hablar arriba, en superficie.
Abajo. Abajo, llora.
Y el grito, abajo. La punzada al descender, cada vez que se desciende. Igual, siempre, el antes presente, antes en el ahora. Ahora es siempre. Siempre antes. Ahora es siempre antes. Ahí abajo. Y la punzada adentra, empuja en el adentro.
(...)
Pues a cada uno, lo que le importa, verdaderamente, es abajo. El adentro donde llora, en cualquier latitud.
Soledad de los muchos que soy bajo el uno que soy ene el concepto de lo que soy, de lo que me soy frente a la soledad de los muchos que son cada uno de los otros creyéndose uno bajo todos los conceptos.
***
En el dentro, sangra. La herida se abre y sangra con el pulso. El grito la abre. O se abre y es el grito. El grito es. Largo, inacabable. Yo lo habito. Habito el grito. Y lo escribo para dejar de oírlo. o para oírlo menos, atemperado en la redundancia del decir, demorado en su representación. Entonces las membranas se debilitan y remonto en superficie, por un tiempo. Y lo ocupo. Ocupo el tiempo, ocupo la nada haciendo tiempo para seguir viviendo. Para sobrevivir.
***
La superficie no resiste. Huyo hacia delante llevando el dolor cosido a los talones. Ninguna acequia en la que ahogarlo, ninguna huella en la que perderlo. Decido enfrentarlo como se enfrenta al cielo el desierto: a descubierto.
Habré de perderme a mí ya que en el mí se aloja todo dolor. Digo dolor para nombrarlo, exorcizarlo, y en el nombre me digo, para exorcizar el mí. Escribo el mí para que resbale hacia la página, pero se me pega a los dedos y no acierto, no acierto a diluir en la tinta el llanto. A sacudidas me digo, a sacudidas, la letra, y luego...
Contra lo irremediable me alzo, alzo el grito, contra lo irremediable. Vago por el mundo dejando un rastro de gritos. Cada saludo, un grito; cada sonrisa, un grito. Mi sonrisa oculta el primer grito del mundo, el único, el mismo, aquel que brota en el final, cuando ya nada importa. Intrusa de mi mundo y del ajeno, no hallo lugar para el descanso. La fe de los comienzos, no; el perdón, no. Sólo el balbuceo. La salvación, no. Sólo el balbuceo. Después del grito, el balbuceo. Asolada, el balbuceo.
(...)
Toda revelación ha de merecerse. Merecer: no se trata de merced concedida ni tampoco de gracia divina. Merecer es haber hecho hueco.
El sufrimiento abre hueco. El sufrimiento es la voluntad del mí (voluntad-deseo) anegada. Por eso hace hueco. Libera el espacio donde la revelación adviene. Donde puede advenir, siempre. Siempre que haya desocupación. Abajo.
He comprendido el milagro. Vuelvo a la superficie. Ningún dios me ampara.
***
En superficie. Para sobrevivir. Para seguir viviendo sobre. Aún.
Porque abajo no. Y en el dentro no hay. Abajo es el dolor. Aún.
Abajo no llora. El llanto es el límite entre arriba y abajo. Abajo, atónito, dice lágrima y no entiende. Es más. Más que lágrima. Llanto detenido. Por la caída. Oblicua.
Y aún el rito. El rito de la mano que a tientas describe. se describe, en el círculo. Que vuelve a decirse, se dice en el mí y se conmueve, en el decir se conmueve, hacia el trazo, en el trazo.
Y al trazar conduce al mí más abajo del abajo, en el dentro
donde a veces de detiene
todo
[...]
Descargada. No de un peso, no, de fuerza, de poder. Sin poder. No puedo. Desposeída de fuerza, no puedo poder. Deshabitada: sin hábito del dentro.
Necesidad de templo. Des-templada. Fiebre de ausencia en los dedos que crujen, rígidos. Ausencia en los huesos. Me florecen angustias en los dedos.
Entono un canto. Ocho notas. Entro en el tono de la angustia. Caverna, resonancia devuelta a su nota. Asolada reflexión de la materia en su germen. Sin cauce. No llega. No hay llegar. El mí quiere salirse. No, yo quiero salir del mí. Pero el cansancio. Me re-pliego. Repliegue en el mí. El menor esfuerzo: el pliegue ya trazado.
Sin embargo la fuerza, la fuerza del dentro. La que se agita y mengua, concentrada en sí misma, caverna del sí mismo que se ahoga en su esfuerzo por ser algo más que una y misma.
Despoblada. Enferma de des-población. Deshabitada del pueblo que fuimos, al unísono, sonido unificado, fuerza de los muchos. Desasida, desasistida de pueblo. Despoblada.
Husos. Notas al margen, Chantal Maillard
“Trazas de luz sobre la piel. Superficie estriada. No surcos, no hendiduras, no heridas, sino trazas, vías, accesos para el acontecer.
El caracol es uno, también, con su concha; crece con ella, al mismo tiempo, al mismo ritmo. La construye al tiempo que se construye a sí mismo. Y se refugia en ella, se refugia en sí mismo en tiempos de sequía, sellando el orificio para preservarse, para preservar la humedad que necesita para seguir viviendo hasta que las condiciones sean adecuadas. (…)
Pero el caracol no se siente importante. No lo es. Él es el otro que respira bajo las hojas de acanto. (…) Esa respiración es el otro, el que dicta, el que exhala. El otro que somos todos bajo las hojas de acanto. El saber no sabido por el mí, sólo adivinado, y en la traza, reconocido. (…)
Recoger al erizo, desvalido e hiriente, en medio de la calzada y dejarle a salvo, en el campo. Luego, buscar alguna umbría y, allí, poner la mano, extenderla, los dedos haciendo puente para los caracoles.
Más pequeño que el erizo, inadvertido, sin pretensiones, el caracol pasa sin defenderse. Transita. En la mano, apenas sentimos una ligera humedad que luego cristaliza”.
Extractos de En la traza. Pequeña zoología poemática, Chantal Maillard
36 comentarios:
A mí me sobrecoge. Casi me angustia. La belleza, digo, y también el desamparo. No sé, me asusta.
Acabo de despertarme y encuentro este regalo, como un diamante. Y antes de empezar a leer te digo gracias. Por la coherencia, por la perseverancia y por la delicadeza extrema con la que alumbraste la entrada. ¿Podés creer que uno de mis libreros queridos de Buenos Aires me está consiguiendo Husos esta semana? Y vos te adelantaste, así. No creo en las casualidades. Es precioso.
stalker me dice que arturo...
entro y zás, ¡chantalazo!.
son manuales de vida adentro de un libro, con lo que la cosa se complique o no, recae del lado de acá.
escribe como nunca.
besos,
òscar.
Querido Arturo:
has acogido hermosamente esas palabras...
ya sabes lo que pienso de este libro y de esta escritura en general, no seré redundante...
Quisiera añadir algo respecto al fragmento de la zoología poemática que añades al final: son una serie de animales (el erizo, la araña, el cangrejo ermitaño y el caracol) que alegorizan el poema y al poeta. Cada animal da cuenta de un modo de entender el poema; al final la autora se queda con el caracol, con su humildad, con su insignificancia transida de una infinita potencia germinativa. "Pero el caracol no se siente importante. No lo es. Él es el otro que respira bajo las hojas de acanto." Ese es el poema y el poeta una vez desactivadas las sobrecodificaciones ególatras, recorrido el trayecto del ojo al hueso.
Después de una conferencia le preguntaron a Maillard si escribía a un ritmo rápido o lento. La respuesta: "Escribo como un caracol... babeando".
Abrazos
Husos es uno de esos libros que te agarran, te sacuden, te tragan y te escupen envuelto en la viscosa gelatina de tu propia incredulidad. lo mejor que he leído de Maillard y eso ya es mucho decir.
un placer ver cómo un libro tan escondido va extendiendo sus raíces en sitios tan fértiles.
un abrazo.
Hola Esther, bienvenida a este espacio. Y no es extraño que "Husos" te sobrecoja: es uno de esos excepcionales libros que están escritos -¿cómo decirlo?- sin ninguna anticipación de un lector concreto. Por eso su desnudez radical. Y la angustia ante un desamparo casi insalvable, a pesar de las promesas que se asoman.
Gracias por pasarte y un cálido saludo,
Arturo
En realidad, querida Mariel, a quien hay que agradecer es a la autora de estas líneas que alcanzan una intensidad inusual. Y a personitas como vos que siempre tienen un gesto cálido, una palabra afectuosa y tienden puentes con ese “abajo” que llora. Qué bueno que consigas ese libro precioso incluso en -o más bien: precisamente por- su desgarramiento. Seguro que lo leés con la indefensión que reclama. Con la misma desnudez de quien lo escribió.
En España se publican demasiados libros efímeros y a veces libros como éstos –me refiero a libros que se cuentan con las manos- pasan sin siquiera ser reseñados… Es el despropósito de una pseudo-democratización a todas luces engañosa. No me opongo a la publicación en masa -salvo por razones ecológicas: saturación física y psíquica- sino que cuestiono la escasez de instancias críticas capaces de rescatar de esa madeja dispar textos como éstos.
No sé si se trata de casualidades o no, pero en cualquier caso, me alegra que sigan uniéndonos hilos invisibles.
Un fuerte abrazo,
Arturo
Oscar, también a vos te doy la bienvenida (siento sonar tan solemne) y me alegro de leerte por aquí, más todavía con esta entrada. Manuales de vida... decís. Yo diría: es un manual acerca de la imposibilidad de cualquier manual de vida.
Y en su no-saber realmente algo entrañable, a pesar de su sufrimiento, comunica (aunque se trate de comunicar lo incomunicable, claro).
Gracias por pasarte y un abrazo,
Arturo
PD: aprovecho para agradecerte y felicitarte por lo que has escrito a propósito de Ch. M. Tan visceral como certero...
Querido Stalker, me alegra que te haya gustado esta entrada y lo cierto es que tampoco es fácil dar alojo a un discurso de la intemperie como éste, porque sin siquiera pedirlo exigen mucho a quienes lo leen… “Husos” no sólo es un libro excepcional: pone como interrogante lo poético mismo, los hilos con que se urde: fragmentos epistolares, reflexiones filosóficas, diario íntimo, prosa poética… en fin, lejos de todo purismo. Desde los noventa, algunos autores celebran la hibridación en abstracto. Me parece erróneo. Lo que sí cabe celebrar es ciertas hibridaciones en las que se produce un “salto ontológico” (con perdón de la palabrota). Quiero decir: cuando el entrecruzamiento potencia las líneas de fuga que le precedían para dar lugar a un nuevo ser. Y este libro lo logra de forma bella –aunque sea una belleza que en este caso da alojo a la tristeza- y ahí está su condición atípica.
En cuanto a tu acotación con respecto a la zoología poemática viene más que bien para ayudar a comprender ese cierre del libro.
A raíz de lo que decís, pienso que “Husos” es un excelente ejemplo de que lo poemático bien puede adentrarse en las oquedades del yo sin caer en esa “sobrecodificación ególatra” a la que te referís, tan expandida por cierto. No se trata nunca de la mera dicotomía presencia/ ausencia (del yo). Más bien, el punto siempre es cómo se modula ese yo, cómo emerge en el poema mismo.
Gracias otra vez y va un fuerte abrazo,
Arturo
Sí Raúl, me gusta eso de personificar los libros: Husos –agrego yo a las acciones que vos le atribuís- te da también un par de “puñetazos” y pregunta: “¿Mereces tu escritura?” O mejor: “¿mereces escribir –es decir: has hecho hueco, has sufrido lo suficiente como para tener algo-por-decir que no sea mero regodeo de un yo satisfecho, afanoso de exhibirse?”. Y sí, te agarra y te quedás respirando con el aire escaso que te queda…La poesía valiosa, de algún modo, te ayuda a respirar sólo porque primero te asfixia.
Como sea, comparto tu juicio. Es lo mejor que leí de Maillard y no porque el resto no sea valioso… pero aquí hay un “pico de intensidad” del que cuesta reponerse.
Gracias Raúl por pasarte y así dejar crecer algunas raíces a estas escrituras…
Un fuerte abrazo,
Arturo
Uf! La escritura de Maillard es un verdadero escalpelo. Además cuando la leo, escucho su manera de decir los poemas y pues... no sé qué decir, es muy fuerte por la precisión y el alcance (altura? profundidad?)
"Pues a cada uno, lo que le importa, verdaderamente, es abajo. El adentro donde llora, en cualquier latitud". A mí me provoca cierto vértigo por la desnudez y por lo conceptual a veces, felizmente matizado por esa delicadeza extrema que la caracteriza. Las fronteras son permeables en su poesía. Para mí, hay un antes y un después de Chantal Maillard, difícil atreverse con la escritura después de leerla.
Y bueno, leerla en tan buena compañía, así llegando después del laburo... otra vez has dado en el clavo, Arturo,
un abrazo
Querido Leonardo, un escalpelo, sí, que rasga a quien lo toca. Quizás lo que rasga es esa capacidad de sumergirse en el abismo que tapamos, abajo. Sin grandes declaraciones (aunque sin prescindir de ningún término: desierto, dolor, llanto...)
También es cierto que aquí hay una conceptualidad que sigue operando, quizás porque se trata de un texto en la frontera entre lo poético y lo filosófico, pero es una conceptualidad situada, ligada a la singularidad de lo que acontece y por eso mismo, a la desnudez de lo que se vive en primera persona (aunque más no sea para poner bajo interrogante un "yo" que cada vez más está descontrolado).
Después de leer a Maillard lo que me ocurre no es tanto un llamado a dejar de escribir, sino más bien, a remodelar los lugares desde los
que uno escribe. Sobre todo, me da una lección profunda de humildad (y la humildad, cada vez lo siento más, nos falta a casi todos, incluso a los que que han sutilizado sus estrategias).
Gracias por pasarte por estos husos.
Un fuerte abrazo,
Arturo
Querido Arturo:
me gusta cómo lo definís: salto ontológico, pero no encerrado en una inviolable instancia nouménica, sino encarnado en práxis, en el temblor de lo breve, en las mínimas fisuras que abre en el tejido del lenguaje. Una escritura que abra grietas en el lenguaje las abre en el sentido. Y ahí nos hacemos pequeños, ahí la escritura se hace lenta, mínima y pasa inadvertida. Por eso escritura-caracol: la palabra segrega su propia casa, es una frágil unidad irreductible frente a las fluctuaciones de un universo inflacionario de significantes. Escritura que in-significa y nos enseña a mirar desde esa brecha, a vivir bajito (en palabras de Laura).
Aparte quería señalar el diálogo (y a veces la inversión) que en "Husos" se produce entre el cuerpo "superior" del texto y las notas al margen... y también la conversión de algunos fragmentos de Husos en poemas posteriormente incluidos en "Hilos", conversión que, aunque con mínimos retoques, transforma completamente el texto y le imprime otro ritmo, otra aspereza en el gesto y la respiración. Lo entiendo como un proceso de decantación y no una repetición innecesaria.
Abrazos
"Una escritura que abra grietas en el lenguaje las abre en el sentido". Palabras mayores de Stalker. En eso, la escritura de Maillard es esencial porque no teme el fracaso.
Pensaba también en los títulos (husos, hilos) y en la topografía de sus textos. El instrumento se adelgaza para penetrar más hondo.
Abrazo y saludo a Stalker
Hermoso escuchar esta conversación, aprender. Al leer a Chantal siento el latido incesante de un yo atravesado por la experiencia, desgarrado por la potencia brutal de los accidentes y combativo desde una delicadeza sin concesiones. Siento que realmente estuvo-ahí. Que no hay artificio, impostura ni construcción especulativa y con red de un "yo" inverosímil y mercenario (la "sobrecodificación egolátra" de la que habla Stalker).
Está el escalpelo que percibe Leonardo, porque ella también ha estado en la mesa de operaciones. Está marcada, estremecida, como si la luz le hubiera golpeado los ojos con un resplador-latigazo, para dejárselos doblemente abiertos.
No puedo dejar de pensar en la distancia radical de esta escritura y tantas páginas inservibles que nos rodean.
Cuando vi tu selección exquisita de nuevos directores argentinos, sentí que no había un equivalente en términos literarios. La "nueva generación" parece llevar el estigma infame de los '90: la superficialidad, el pastiche posmoderno y acrítico, una revisión paródica de la lucha de los '70 hecha desde un lugar de infinita comodidad (y hasta snobismo). Son productos de una factoría que no puede sino ser funcional a las nuevas formas de la derecha y que hasta producen la sensación de no tener bibliotecas detrás, como si ni siquiera conocieran y mucho menos rescataran (transformándolo) el legado de un Puig, de los Lamborghini, inclusive de Aira. Uno siente que no han leído, que no han leído nada. Y es tanto más importante leer que escribir ...
Quizá esté juzgando con un rigor excesivo, pero es que me da tanta furia. Tuvimos un tipo como Rodolfo Walsh. Con ciertas memorias no se juega, no se juega con tipos que pusieron en el cuerpo y a los que en su escritura se les iba la vida.
Tengo furia de sábado por la mañana, en lugar de fiebre de sábado por la noche.
Bienvenida sea (lo que sea, antes que la apatía).
Un abrazo a todos estos espléndidos caracoles ... babeantes (escribir babeando como un caracol, destilar babas asfixiantes y reveladoras).
La primera vez que oí hablar de la palabra huso fue de pequeña, en aquel cuento de la bella durmiente en el que un maleficio hacía que al cumplir 15 años la princesa se lastimase con un huso y cayera en un sueño larguísimo. Nunca más volvió a mí esa palabra hasta que pude leer el libro de Chantal Maillard. Cuento esto porque las palabras tienen una historia de resonancias en nosotros y para mí ese objeto enigmático, que nunca había visto en mi cotidianeidad, quedó grabado como señal de dolor, caída, desgracia. Cada vez que en el cuento llegaba la parte en que la princesa subía a la torre donde estaba el telar y el huso, podía hasta anticipar el pinchazo, el giro que ese huso -esperando durante años la mano de la princesa- daría a su historia.
Husos es un libro que –al menos en mi experiencia- no se deja leer de una vez; requiere detenerse, respirar, cerrar los ojos, reponerse de su textura lacerante, del dolor que exuda cada página. No un dolor reportado, “contado” simplemente, no. A borbotones en algunos momentos, en desangre lento en otros, los husos hacen su trabajo en la sensibilidad. El lenguaje mismo está punzando, entrecortado y nos interroga, nos implica. En algunos pasajes, incluso, Chantal se dirige directamente al lector –conociendo esa tendencia a chapotear en los textos rápidamente- y le insta a detenerse.
“Se deslizan tus ojos por los caracteres impresos. Hay cierto placer en esa redundancia de lo escrito. Paradójico placer, cuando lo escrito, en vez de consolidar la superficie, la horada”
El huso del rencor, el huso de la tristeza, el huso de la culpa... y enhebrados en ellos los hilos que van urdiendo la existencia con sus rotos. La precariedad de los conceptos y su continuo deshilacharse.
Muy buenos los fragmentos que has rescatado de la segunda sección del libro, de una intensidad pocas veces alcanzada en la poesía de los últimos tiempos. Sólo he podido reconocer ese dolor en el libro Habitaciones de Louis Aragón aunque en él el lenguaje no está puesto en crisis como en Husos en que los sintagmas mismos se fracturan, se revuelven, se interrogan.
Gracias por compartirlo, Arturo.
Un beso,
Laura.
Sí Stalker, tal como concibo lo ontológico no me refiero a ningún "noúmeno" contrapuesto al "fenónemo" (al modo kantiano). El ser aquí es flujo; con la hibridación, los flujos precedentes se hacen inextricables y nace un tercero. El ser es lo que va apareciendo en una praxis, en una escritura que tiembla y horada las superficies sólidas (el mito de la "Lengua" mayúscula, en primer lugar). Guattari lo decía bellamente: la literatura es el campo de las lenguas menores...
"Una escritura que abra grietas en el lenguaje las abre en el sentido"...sí, sí, lo decís de forma inmejorable. Yo añadiría lo siguiente: en las grietas del Sentido, nace la pluralidad de significaciones que no pueden expulsar el abismo del mundo, lo que escapa a esa magma. De ahí que más que in-significar, desde mi perspectiva, lo que hace es horadar desde adentro la significación, recordándonos el fracaso, en última instancia, de toda simbolización. Pero es en el proceso mismo del sentido donde emerge la percepción de algo que escapa a él, porque siempre ya estamos asidos a esa red, incluso cuando reconocemos sus límites. Sin embargo, no podemos saltar a un "más allá" a secas (un acceso directo a lo Real). Si creyera en eso, me convertiría en un místico...
Vivir bajito, mirar desde las brechas... que hermosa forma de decir la paradoja en la que se instala el poema...y cuánto más habría que detenerse en lo que decís. Señalás la inversión textual de "Husos". Sólo una mirada poco atenta podría no reconocer los huecos, los blancos, la alteración de los márgenes. Por algo el "notas al margen". Por la importancia que adquiere lo diminuto, los números que llaman a la "otra escena" y transforman lo "superior" o lo "central": escena de subsuelo, del inconsciente también. "Husos" es, ante nada, un texto del abajo, de esos que a pesar de no poder hablar, tampoco se limitan al silencio. De ahí ese sentimiento de desasosiego, de duelo incluso, que uno tiene cuando "desciende" a sus subsuelos.
En fin, gracias una vez más por seguir clarificando esas trazas que nos llevan al límite de lo (in)decible.
Va un fuerte abrazo,
Arturo
Querido Arturo:
me he dado cuenta de que usé la palabra "insignificar" atribuyéndole un sentido que acaso no tiene o no es tan evidente. Quería decir que el texto nos vuelve insignificantes, nos hace pequeños. También nos aísla, a trazas, con la sintaxis astillada, de la deriva de fluidez en que el decir acostumbrado nos instala, para nuestra comodidad a veces acrítica.
No quería dejar de señalar que el libro también nace de los métodos de observación del budismo; es acaso un método, aunque opere por sacudidas, por emergencias-resurgencias, por inesperados retrocesos y auto-negaciones. Se ponen en duda las instancias enunciativas desde el balbuceo desactivador.
Cuaderno de duelo, también, como puede apreciarse en un par de breves pero dolorosas alusiones.
Me gusta mucho el fragmento que Laura ha seleccionado, y querría traer otro, uno de mis favoritos:
"Descargada. No de un peso, no, de fuerza, de poder. Sin poder. No puedo. Desposeída de fuerza, no puedo poder. Deshabitada: sin hábito del dentro.
Necesidad de templo. Des-templada. Fiebre de ausencia en los dedos que crujen, rígidos. Ausencia en los huesos. Me florecen angustias en los dedos.
Entono un canto. Ocho notas. Entro en el tono de la angustia. Caverna, resonancia devuelta a su nota. Asolada reflexión de la materia en su germen. Sin cauce. No llega. No hay llegar. El mí quiere salirse. No, yo quiero salir del mí. Pero el cansancio. Me re-pliego. Repliegue en el mí. El menor esfuerzo: el pliegue ya trazado.
Sin embargo la fuerza, la fuerza del dentro. La que se agita y mengua, concentrada en sí misma, caverna del sí mismo que se ahoga en su esfuerzo por ser algo más que una y misma.
Despoblada. Enferma de des-población. Deshabitada del pueblo que fuimos, al unísono, sonido unificado, fuerza de los muchos. Desasida, desasistida de pueblo. Despoblada".
Este fragmento lo he habitado de muchas formas en los últimos años. Me obsesiona hermosamente. Ahora soy un topo dentro de él.
Saludos y abrazos a todos, y también a Leonardo. Un abrazo para ti, compañero.
Y al compa Víktor, no me olvido de él.
A mi me encanta la poesía de Chanta Maillard. Es excepcional.
Gracias Arturo por la entrada.
Un abrazote.
"Vivir bajito, mirar desde las brechas..." las mismas grietas de algún poema tuyo Arturo. Maillard sigue los pasos de Michaux acentuando, quizás, el dolor. La lucidez de Michaux estaba trasvestida por la imagen, aquí todo va a secas, sin anestesia. Y a lo mejor tendrá que ir deshaciendo cada vez más el lenguaje, despresándolo, como si buscara, al igual que Michaux, lo que él alcanzó con el dibujo, pero a través de la palabra y el concepto, siempre entre dos aguas. Llama la atención la forma en que va desarticulando/articulando tanto la materia como el lenguaje. Cada vez que entra en un "recinto" se agita como una molineta como lo muestran las estrofas citadas por Stalker, lo pasa todo por el cedazo, lo exprime hasta encontrar algo nuevo o hasta mirarlo de frente. El poema resulta una forma de introspección y de conocimiento de lo real extrema (lo indecible), porque añade la intimidad de la que carece la filosofía, aquí no hay distanciación.
No he tenido la ocasión de leerla fuera de la red (aquí o en el blog de Laura), pues por estos lares no se encuentran sus libros, así que todo lo que han citado son super-regalos para mí y una experiencia muy fuerte. Gracias.
PD. Va un abrazo para los argentinos e hispanohablantes que nos hemos quedado hoy sin Mercedes Sosa.
De eso se trate Leonardo, de abrir grietas en el sentido, de horadar los tejidos que abrigan a fuerza de expulsar la intemperie del mundo.
En cuanto al fracaso, está ahí en Maillard, pero pienso que en verdad es el riesgo a fracasar es constitutivo de toda escritura radical... La osadía es la capacidad de afrontarlo y pienso que ahí a más de uno no le falta el pulso.
Va otro abrazo,
Arturo
Leonardo: cuando dices que has podido descubrir la esritura de Chantal Maillard me produce alegría; si estas entradas sirven para acercar esta excelente poesía aunque más no sea a un solo buen lector como tú, entonces vale la pena. Lo que no deja de desconcertar es lo que comentas respecto a que no puedes encontrar sus libros. Me dispara muchas inquietudes acerca de los cercos y las trabas que impone el mercado y sus circuitos. A qué autores deciden dar visibilidad. Y no siempre, como queda patente en el caso de Chantal Maillard- esa visibilidad aventada por las editoriales, tiene mucho que ver con la calidad poética sino por consideraciones de todo tipo; extraliterarias la mayor de las veces. Es triste. Pero si no, no podríamos entender la omnipresencia de ciertos "nombres" en jurados (de premios importantes otorgados por el Ministerio de Cultura) premios, publicaciones y la escualidez de su obra en términos de calidad.
Te dejo un abrazo fuerte,
Laura.
Querida Mariel también vos formás parte de esas conversaciones que (nos) crecen. Es lo fecundo de un diálogo: todos aprendemos. Comparto con vos que la escritura de Chantal no hace concesiones, ni cae en los florilegios que tan a menudo priman en tantas prácticas poéticas.
A pesar de ello, pienso que en toda escritura -y por tanto también la de Maillard- hay una ineludible dimensión de “artificio” (en cuanto todas implican una dimensión no-natural, una construcción sociocultural que la sostiene. Por eso no comparto la postura que disocia lo poético de la matriz creativa y creadora de todo lenguaje). Eso sin embargo no es ninguna objeción. Lo interesante es que la retórica despojada –y todo discurso tiene una dimensión retórica- de Ch. M. resulta veraz, próxima al abismo que diluye al yo como centro… Y eso es lo interesante en el contexto de una egolatría asfixiante: es un llamado a la humildad de quien se sabe ínfimo.
Por eso el escalpelo que, por contraste, señala todas las guerras fatuas entre textos absolutamente olvidables, textos que proliferan por todas partes pero que pasarán sin dejar mella, sin herir, sin ser más que vanos intentos de hacer fulgurar un nombre. Confieso que también a mí me desconcierta esa proliferación de textos-fungibles, escrituras que hacen del trío sexo-drogas-alcohol el fundamento excluyente de todo lo “poetizable”. No tengo nada contra ese trío, pero de ahí a fundar escuelas, antologías, congresos y encuentros y demás… hay una distancia absoluta.
En cuanto a lo que ocurre con las nuevas generaciones en el campo poético, en fin… es difícil. A menudo, pienso que antes de encontrar poéticas valiosas hay todo un trabajo complejo y arduo de búsqueda. A menudo las encontramos bajo la forma de libros sólo décadas después. De hecho, los ruidosos, arribistas, oportunistas y “public relationship” seguro que se dan a conocer antes. Pero caen sin siquiera estrépito.
Mientras, alguna poética valiosa –dicha en lengua menor- echará raíces sin que lo sepamos. A menudo crecen subterráneamente, pero confío en que están. No sé en Argentina, sinceramente. Pero dado que nos movemos en una configuración cultural similar, no debe ser ni peor ni mejor que aquí. Y si uno busca, encontrará aquí y allá un puñado que salva o rescata. A pesar de todo, es previsible que así sea: la poesía, mal que pese a las empresas de la auto-edición y a los demagogos siempre dispuestos a distribuir “democráticamente” las facultades humanas, no es una cuestión de “masas”. Ojo, no estoy cayendo en ningún prejuicio aristocrático ni en ningún elitismo tonto, sino que me limito a señalar algo que se puede constatar tantas veces: aunque una multitud de individuos tengan acceso a la escritura –y no tengo nada contra ello- sólo unos pocos realmente resultarán interesantes en términos poéticos. Lo que es más: en una cultura hegemónica absolutamente banalizante, lo previsible es que lo que quede sean textos banales y superfluos o como vos decís, con que nos topemos con “el pastiche posmoderno y acrítico, una revisión paródica de la lucha de los '70 hecha desde un lugar de infinita comodidad (y hasta snobismo)”. Comparto plenamente tu crítica (nada excesiva por lo demás). Lo que falta a todos esos poetas (y lo son en un sentido no valorativo en la medida en que escriben regularmente un género convencional llamado “poesía”) es lectura, investigación, una biblioteca que los ayude a salir de todos sus lugares comunes y todos esos recursos fáciles que creen que están inventando… No han leído, eso es todo, y sueñan con el minuto de fama que, de todas formas, tampoco les llegará.
Gracias por la furia…
Un abrazo fuerte,
Arturo
Laura, toda esa hermosa historia que contás sobre las resonancias del término “husos” marca también todo un imaginario de época: el huso es menos la referencia a un instrumento para el tejido que a un instrumento cortante. Pero algo más: en ese imaginario las “princesas” todavía eran posibles. Resulta que Maillard, quizás sin siquiera sospecharlo, con sus husos también lastima todos esos seres susceptibles de rescatarse por algún personaje heroico. Sucede que aquí esa dimensión de una esperanza redentora ya no está.
La caída está ahí. Y tenemos que levantar la vista y cerrar los ojos varias veces para reconstruir sus contornos, las siluetas de unas escenas que desgarran, pero también unas promesas dichas en voz baja, que también están presentes en Husos. No son juramentos solemnes. Pero están, entredichas, insinuadas, tras la experiencia de recaída, la tentativa fallida, el llanto abajo que se filtra en todos los suelos para tornarlos inestables. De hecho, difícil que la imaginación no se dispare y no nos alcance en la mitad de la frente.
Se trata de promesa que no promete salvación sino tan sólo no declinar: persistir.
En cuanto a la referencia al lector que aludís pienso que quizás se trate sólo de ella misma, des-doblada: ella misma como lectora de sí, como observadora de la escena que ella vive. Y digo esto porque la introducción de un “lector abstracto” o “anónimo” sería introducir un componente abiertamente ficcionalizado de su escritura, cuando más bien parece ir en otro sentido. (A pesar de todos los debates que esto suscita cada día, pienso que la “ficcionalización del yo” no es una opción estética sino una condición de toda escritura…lo que no significa que no se trate de “ficciones" auténticas, sentidas y veraces: el punto es cuánto estamos dispuestos a explicitar esa operación inexorable en toda representación).
En cuanto a Chantal pienso que esos husos desafían una conceptualidad abstracta, un modo de ser los conceptos: los in-forma con la experiencia de lo singular y de ahí la intensidad que se dispara. Y si seleccioné la segunda sección es porque, a pesar de que podrían rescatarse otros fragmentos igualmente potentes, es la que más poderosa como conjunto me ha parecido. Toda la sección tiene una intensidad constante.
Para terminar, Habitaciones de Louis Aragón es otro excelente ejemplo de ese dolor-en-escena (la escena de la escritura). Eso sí, matizaría lo siguiente: los sintagmas en Aragón, aunque de forma diferente, también se fracturan. La supresión de la puntuación, aunque sea en una modulación más baja, también crea ese sentido de la intemperie que en Maillard se radicaliza.
En cualquier caso, gracias por poner a dialogar esos poetas y por todo lo que aportás.
Otro beso,
Arturo
Leonardo:
citas a Michaux y Maillard es traductora del mismo en las ediciones "Escritos sobre pintura" (con un largo y magnífico estudio introductorio) y "Retrato de los Meidosems". Alguna traza de aquellos seísmos que el agudo observador Michaux se infligía a sí mismo sin duda queda en la presente escritura. En todo caso, otras confluencias.
Lástima que no puedas encontrar su libros. Aquí te envío un par de enlaces con algunas selecciones de sus textos y lecturas en audio:
http://lostinmarienbad.blogspot.com/2009/05/volver-la-inocencia-antes-del-primer.html
http://lostinmarienbad.blogspot.com/2009/05/interludio.html
No es mucho, pero quizá encuentres ahí alguna cosa de tu interés.
Abrazos
Un libro, "Husos", de esos que se salen de la literatura e incluso del propio acto de escritura. Leerlo es una experiencia a la que se sobrevive porque tiene recovecos, puntos de fuga, si no el proceso que describe sería demasiado insoportable. Procuro leer un par de fragmentos cada noche (gracias Stalker) antes de dormir, aunque ya lo haya terminado, para mezclar su lucidez con el torpor del sueño.
un abrazo
Hay un rasgo sintáctico de la escritura de Chantal que es muy significativo. Los elementos principales de una oración son el núcleo del predicado y el núcleo del sujeto, el núcleo del sujeto es un sustantivo o pronombre personal y el núcleo del predicado es el verbo. Elementos como los adverbios o las preposiciones son digamos elementos secundarios en la oración, el adverbio es un adyacente del núcleo del predicado, y la preposición es aún menos, la preposición es una partícula que sirve para conectar un adyacente con el núcleo de un sintagma nominal. Sin embargo, Chantal descentraliza la sintaxis, pues en su escritura los adverbios y las preposiciones no tienen un papel de meros adyacentes sino que ocupan un lugar principal, son el núcleo de sus oraciones. Uno lee Husos y donde se detiene y se adentra son en las preposiciones y en los adverbios, donde el texto cobra todo su dolor y peso es en las preposiciones y adverbios. También están esos verbos que forzosamente, así lo manda la sintaxis, deberían poseer un suplemento para completar su sentido y que sin embargo Chantal deja sin ese complemento obligatorio, lo deja abierto, lo deja siendo. Chantal descentraliza la sintaxis para poder expresarnos, para nos ser apresada, para el sustento.
De acuerdo Stalker, “in-significar-se” entonces: asumir si no nuestra “nulidad cósmica” al menos nuestro radical descentramiento, nuestra condición ínfima en una superficie inabarcable. El texto nos recuerda la pequeñez, sí, con todas sus astillas, toda la dificultad para deslizarse sin mella. Diría más: plantea un trayecto en el que la comodidad ya no es posible. Ni el “quejido” más o menos estilizado de una vida acomodada. Ni siquiera la coartada de que también nosotros sufrimos. Porque aunque así sea, Husos es como un Otro sufriente que nos pide –sin petición alguna, de todas formas- ante nada atarnos a su deriva y estirar nuestras hebras hasta la compasión que ella misma estira hacia otros.
El budismo indudablemente está ahí, como sus métodos de auto-observación y la práctica del desapego o auto-distanciamiento. Me alegra que los menciones, porque difícilmente podría comprenderse el trayecto sin esa mediación filosófico-vital.
En fin, no cabe duda que conocés en profundidad una obra como la presente; la has interrogado a fondo y es muy hermoso el vínculo dialógico que establecés con ella. Gracias por todas tus aportaciones, más que pertinentes.
En cuanto a los fragmentos que traés vos y Laura no tiene sentido que queden aquí sumergidos. Seleccioné algunos, pero no cabe dudas que muchos otros podrían estar allí. Ya mismo los incluyo en la entrada.
Va un abrazo de topo,
Arturo
Gracias a vos querida Lola, que acompañás con calidez este movimiento que nos desborda a todos y que, sin embargo, nos incluye. Y en cuanto a la obra de Maillard comparto tu juicio acerca de su excepcionalidad: su escritura forma parte de esas excepciones del campo poético español que ayudan a respirar y señalan caminos para internarse, fuera de las seguridades institucionalizadas.
Va otro abrazote,
Arturo
Querido Leonardo, las mismas grietas, sí, que uno cultiva (como Juarroz) lo que no significa que todas fulguren de forma similar ni mucho menos. Pero una grieta deja respirar y en estos contextos eso no es nunca tarea fácil.
En cuanto a tu conexión Michaux-Maillard me parece muy sutil y aunque se acentúe el dolor, persiste un hilo que los une. También lo confirma Stalker, aunque él tiene una "ligera ventaja", en cuanto conoce en extensión y profundidad su obra, cuando vos todavía no has podido acceder a sus libros.
En cualquier caso, es verdad que Maillard se despoja cada vez más, hasta donde yo sé. Es una opción fecunda y válida, aunque por mi parte, también rescato otras posibilidades formales y semánticas que tal vez en Chantal quedan excluidas. Puesto que el ser de lo poético se dice de muchas maneras, procuro aceptar la singularidad de las búsquedas (no sólo estéticas diría ella) y aceptar sus trazas en su irreductibilidad.
En tu lectura, hay mucha detención. Algo que todos precisamos: aprender a detenernos, a leer sin tiempo (a pesar de estar requerido), a detenernos sin contra-tiempo.
El único matiz mío: pienso que en el caso de Maillard sí hay distanciación, aunque no bajo la forma-razón, sino por la apelación a una observación relativamente “neutra” (la neutralidad es al fin y al cabo imposible) de sí misma. Ella se observa como si fuera otro. En su escritura pienso que ese trabajo de distancia es parte del proceso de subjetivación…
En fin, mucho habría que seguir hablando de este “Husos”. Da para hacerlo y de hecho, eso venimos haciendo. Me alegra saber que entradas así abren a universos como los de Maillard.
Otra vez gracias y va una vez más un fuerte abrazo,
Arturo
PD: El duelo está ahí. Como el de la pérdida de la música de M. Sosa, que también seguirá sobrevolando con sus canciones nuestras sienes.
Laura: ese es el espíritu compartido... ayudar a construir lectores críticos, que tomen distancia de las texturas facilistas, de los poemas predigeridos, del consignismo tan esquemático como los juegos de salón (qué más da si experienciales, malditistas o lo que sea) que se multiplican descontroladamente.
Mucho habría que decir sobre los mercados editoriales y las políticas de distribución acordes a nombres comercializables. Lo que es claro es que lo extraliterario ha colonizado casi por completo las decisiones de los que detentan el poder no sólo de sancionar lo que se publica o no, sino también del "alcance" de su distribución.
Habrá que seguir insistiendo en todo ésto...
Stalker: tus intervenciones son más que clarificadoras (sin contar las informaciones que nos aportas). Tienen una precisión sólo posible por una inmersión apasionada a ese sin fondo de los textos de Chantal. Un placer tenerte aquí reconstruyendo los hilos...que, habrá también que remarcarlo, siempre desbordan el "yo", para hundirse en este tejido de otros que nos constituyen. Gracias otra vez...
Gracias a Stalker por los enlaces, de todas formas me haré con sus libros de alguna manera... Y gracias a Laura en cuya bitâcora la descubrî, con esa voz impresionante.
Qué riqueza de discusiôn y de aportes aunque a raticos vuelan tan alto que ya me cuesta trabajo seguiros.
Se refieren a las polîticas de publicaciôn... creo que estamos de acuerdo. De todas formas (es algo que he venido comprendiendo poco a poco con los años), lo importante es tener un nombre, ser conocido o reconocido y después saber venderse, y es a lo que apuntan en general muchos jóvenes. Y hay quienes lo hacen muy bien. Y es lo que interesa a las editoriales y a los que ya pertenecen a estos círculos. Igual alguien diría que es pura envidia de ánonimo...
Acerca de la distanciación, estoy de acuerdo, la hay y no la hay. Por experiencia sé que escribir el dolor es una forma de tomar distancia con él, de hacerle mella, transformarlo en objeto estético (no por nada la poesía está más poseída por él que por el sentimiento de felicidad). En Maillard viene a completarse con sus influencias orientales; sin embargo creo que si la lectura no nos deja indemnes (y es lo que muchos hemos señalado aquí) es porque suscita una emoción que el pensamiento filosófico no suscita (y ni debe ni puede). Sabemos que el dolor es Su dolor "Observarme en la pena, en el dolor, y construir o, simplemente, sobrevivir" y que al hablar de ella es nuestro dolor también. Es poesía y si abandonara este aspecto, esta cercanía, dejaría de serlo para ser otra cosa.
También me ha parecido interesantísimo lo que señala Ana acerca de la escritura de CM. Mucha de la poesía actual, y es un pecado en el que incurrimos con frecuencia quienes tratamos de escribirla, es la enumeración de sustantivos, de verbos, de esbozos de frases,como si la poesía viviera gracias a estas tímidas relaciones. Cada día estoy más convencido de que lo importante se halla en las conexiones que logramos establecer en un poema entre las palabras, que nuestra búsqueda está ahí precisamente. CM recurre a la acumulación (pienso en su poema escribir que Laura ha publicado) pero se cuida de establecer los enlaces que dan sentido, incluso en el desordenamiento sintáctico o semántico.
Bueno, no me quiero alargar y la noche se me va acortando también.
Saludos a todos y un abrazo con aplausos para el moderador!
Sí Rubén, "Husos" desborda lo literario y lo escritural, aunque sin dudas también pasa por ahí. Y digo que pasa por ahí porque, después de todo, esas dimensiones institucionales y discursivas son irreductibles a sus formas fetichizadas. Mucho aportan y así seguirá siendo mientras haya lectores dispuestos a internarse en experiencias como las que libros como los de Maillard ponen en juego. Y si, se sobrevive, nunca indemnes...gracias a esos puntos de fuga que señalás.
Gracias por pasarte y otro abrazo,
Arturo
Ana, tu reflexión sobre la sintaxis me recuerda a una conferencia en la que un poeta comentaba sobre la métrica de otro poeta (presente). El segundo apenas si sospechaba lo que estaba haciendo a ese nivel, pero en cualquier caso, lo estaba haciendo… Lo mismo digo: dudo que Ch.M. sea consciente siempre de la estructura oracional que su escritura plantea; aún así, pienso que tenés razón cuando sostenés que “en su escritura los adverbios y las preposiciones no tienen un papel de meros adyacentes sino que ocupan un lugar principal, son el núcleo de sus oraciones”. En Husos esa observación es notoria. Eso me remite a la dimensión inconsciente del proceso de escritura (a la “competencia escritural”) y a aquello que sin percatarnos, produce un efecto dislocatorio en la propia sintaxis. Preposiciones y adverbios aquí, además de adquirir centralidad, en su repetición se hacen punzantes. Y, en ese plano, conducen de lo oracional a lo enunciativo, a la singularidad del acto de escritura y los sentidos que produce.
No cabe dudas que hay una “arquitectura de la obra”. No siempre se sabe de antemano lo que se va edificando, pero la forma final termina haciéndola visible. Y si esa arquitectura abre fisuras en la sintaxis es, precisamente, para respirar…
Gracias por esa reflexión y un fuerte abrazo,
Arturo
Querido Leonardo, sólo unos comentarios finales. La política de marketing de los poetas me parece a menudo patética y aunque no caben las posturas intransigentes o impolutas, no todos actuamos con la misma avidez. Me resisto a la comercialización de los nombres, al tráfico de identidades, a la lucha por el renombre en nombre de quién sabe-venderse-más, de quién grita más alto, de quién hace más ruido o quien apela al mejor trampolín. A pesar de ello, entre esa resistencia y el deseo de ser leído hay que negociar. No para perdurar en algún parnaso. Sólo para que nuestras escrituras puedan pasar por la experiencia del Otro, que es cuando se realiza como escritura y cuando uno tiene la posibilidad de evaluar cuánto soporta lo trazado. No pretendo hacer de mi resistencia una referencia colectiva ni mucho menos, pero estoy seguro que más de uno si no publicamos antes o hemos publicado poco es tan sólo porque no hemos ingresado en esa lógica auto-promocional en los mercadillos editoriales y la subsiguiente adaptación a los “públicos” dominantes.
Quizás haya que aceptar que si uno no se mueve en busca de las “oportunidades” no vendrán solas. De acuerdo, pero hay formas diferentes de moverse y las que predominan me chocan bastante, porque no están sustentadas en la calidad de la producción poética sino en la hiperinflación del eje relacional, del “capital relacional” como diría Bourdieu.
En cuanto a la distanciación pienso que no es contraria a la conmoción estética y emocional. La escritura, al plantear una distancia con respecto a la experiencia inmediata, objetiva el dolor, y esa objetivación significativa (que no cosificación) es condición de posibilidad para que un tercero pueda sentirse conmovido y ya no salir indemne. La llamada “emoción estética” es eso: el poder de lo artístico para suscitar placer y sufrimiento, algo que lo filosófico, en su acepción genérica, no logra. (Kierkeergard y Nietzsche, por poner dos excepciones, son filósofos-artistas). Así que estamos de acuerdo, al igual que en la idea de que la mejor poesía es además de “elíptica” necesariamente “desordenadora”.
En fin, gracias a vos Leonardo por haberte sumado con entusiasmo y lucidez a esta entrada.
Va otro fuerte abrazo,
Arturo
Grande chantal!
Publicar un comentario