lunes, 11 de agosto de 2008

«A la orilla del río...» - Juan L. Ortiz


A la orilla del río
un niño solo
con su perro.
A la orilla del río
dos soledades
tímidas,
que se abrazan.

¿Qué mar oscuro,
qué mar oscuro,
los rodea,
cuando el agua es de cielo
que llega danzando
hasta las gramillas?
A la orilla del río
dos vidas solas,
que se abrazan.
Solos, solos, quedaron
cerca del rancho.
La madre fue por algo.
El mundo era una crecida
nocturna.
¿Por qué el hambre y las piedras
y las palabras duras?
Y había enredaderas
que se miraban,
y sombras de sauces,
que se iban,
y ramas que quedaban...

Solos de pronto, solos,
ante la extraña noche
que subía, y los rodeaba:
del vago, del profundo

terror igual,
surgió el desesperado
anhelo de un calor
que los flotara.

A la orilla del río
dos soledades puras
confundidas
sobre una isla efímera
de amor desesperado.

El animal temblaba.
¿De qué alegría
temblaba?
El niño casi lloraba.
¿De qué alegría
casi lloraba?

A la orilla del río
un niño solo
con su perro.

De El aire conmovido, 1949.




Biografía

Juan Laurentino Ortiz; Puerto Ruiz, 1896 - Paraná, 1978. Poeta argentino, conocido como Juanele. Se le considera una de las figuras fundamentales de su país, en el mismo plano singular y secreto en el que se ubica la influencia de Macedonio Fernández u O. Girondo.
Vivió su infancia en el medio rural de la Mesopotamia argentina y residió de joven en Buenos Aires, donde se vinculó a los ambientes políticos e intelectuales del anarquismo. Vuelto a su provincia natal de Entre Ríos, trabajó como empleado público y llevó una vida retirada que no le impidió ejercer una notable influencia estilística sobre las jóvenes generaciones.
Se inició bajo la influencia de la poesía intimista posterior al modernismo para después evolucionar hacia acentos más personales, entre los que destaca un sentimiento cósmico del paisaje y un humanitarismo solidario. Apartado de los círculos literarios, su obra tuvo escasa difusión y se publicó de manera dispersa en varios poemarios (El agua y la noche, El alba sube, El ángel inclinado, La rama hacia el Este, El álamo y el viento, El aire conmovido, La mano infinita y La brisa profunda) que en 1971 se reunieron en tres volúmenes bajo el título En el aura del sauce.


4 comentarios:

Estel Julià dijo...

Arturo,

Esa cadencia en la poesía, fíjate que me recordó a Lorca, igual he dicho una barbaridad, pero me vino de inmediato y sin pensar a la cabeza.

Es fresca esta poesía y a la vez contiene un precioso mensaje a través de la mirada al niño.

Un abrazo,



Estel J.


http://trazandocaminos.blogspot.com/2008/08/erotika.html

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Hermoso y grande, este aullido suave, este silbo fuerte, hondo pasar que pasando se va y queda. Y cuánto dolor sin ganancia, cuánta orfandad a pares.
Juanele atraviesa la garganta con palabras blandas como el pan, con verdades duras como piedras.

A la orilla de su verso, no espejo sino cristalino recogimiento en donde lo visto es erosión y fuga. Un valiente en la pavura de la existencia que canta y tremula.

Arturo Borra dijo...

Hola Estel, gracias por pasar por aquí y dejar tu rastro. Creo que, es cierto, hay una frescura y vivacidad que conecta a Lorca. No sé cuan profunda fue la influecia lorquiana -se lo dejo a los especialistas- en su obra, pero no cabe duda que lo ha leído (de hecho, también denunció su asesinato).
Como sea, la suya es una poesía conmovedora, cargada de paisajes tristes, en la que el viento se conjuga con los sauces y el río, acaso como una forma de explorar esa otra región invisible del alma humana y con la inocencia de un niño ávido de comprender.

Gracias otra vez y otro abrazo,
Arturo

Arturo Borra dijo...

Hermoso comentario el que dejás Viktor, y tal como captás, hay un sentido de la soledad muy profunda que recorre todo el poema.
Gracias por compartir ese comentario.
Un abrazo y que disfrutes,
Arturo