Hay textos que en vez de cerrarse
sobre sí mismos no cesan de postergar su término: como hubiese dicho
Lautremont, se trata de ese tipo de libros que amenazan con tragarse a quienes
los escriben. De la poesía (Libros de
la herida, España, 2012) es de esa extraña especie: un libro interminable sobre
un archipiélago que se desplaza no bien se nombra. Y digo «nombrar»
expresamente para no hablar de «definición». Porque la percepción que tenemos
tras recorrer las más de 450 páginas que componen este volumen es que la
referencia a la poesía no es una referencia a una realidad estable, bien
delimitada, más o menos definible ni mucho menos definida, sino a un ser
inapresable que sólo podemos nombrar a través de la multiplicidad de sus
trazados.
De esa constatación parte T.S.
Norio: la labor es inagotable y no hay posibilidad más que de internarse en una
progresión al infinito. Se me
perdonará, entonces, que por mi parte no pueda sino referirme fragmentariamente
a un libro semejante. Porque a pesar de lo que pudiera sugerir el título -que
evoca algunos tratados filosóficos antiguos- De la poesía no arraiga en una pretensión sistemática orientada a
abarcar la totalidad de su objeto, sino al intento de capturar lo que se fuga
aunque más no sea mediante pequeñas iluminaciones o un tejido de citas que
abrigan lo inabarcable. En vez de un género lingüístico bien recortado, más o
menos “exquisito y minoritario” (sic), la poesía se desborda por todas partes:
antes que el tranquilo confinamiento en la institución artística, sus rastros
aparecen en diversas prácticas sociales. El cortocircuito parece claro: el
objeto “poesía” se hace poliédrico, radicalmente inestable. Sus funciones se
hacen tanto más plurales, relacionadas a contextos político-culturales
concretos y a juegos de lenguaje específicos: consuelo, juego, sabiduría,
desafío, celebración, cuchillo, espejo, lupa, caricia, adorno, sueño,
barricada, secreto, oración, denuncia, terapia, venda o catalejo, por mencionar
sólo algunas de las funciones que contabiliza el propio Norio.
En vez de una taxonomía clara,
nos topamos con más niebla, indicios dispersos de un continente hundido. El
tratado se convierte en una cartografía inconclusa, asediada por preguntas insistentes:
¿para qué la poesía, en nombre de quién, bajo qué formas y soportes, con qué
usos? Y ¿qué es, ante todo, el poema en esas condiciones y cuáles son sus
variantes y sus fronteras? Desde esas incertidumbres, De la poesía camina tras las huellas de una ausencia y no puede
encontrar más que fragmentos a la deriva de un “poema infinito” perdido, como
hubiera deseado Shelley. Al final, nos topamos –por usar la expresión del
autor- con el mismo “animal asfixiado”, indomesticable, del ser de lo poético.
La empresa se revela imposible y,
sin embargo, no por ello se trata de renunciar a la recuperación de algunos
retazos del murmullo ininterrumpido de discursos que aluden, de forma más o
menos oblicua, a la poesía como práctica comunitaria. No importa si esos
discursos fueron formulados con otros fines; la apuesta de De la poesía quizás no sea otra que mostrar, mediante un
desplazamiento incesante, la ubicuidad y universalidad de la experiencia
poética: en la Amazonia o Etiopía, Mali o Afganistán, Sumatra o Mongolia,
Siberia o India, China o Fidji, Kenia o México, Tanzania o Alaska, en cualquier
parte donde brilla la añoranza, lo poético late, marca lo más recóndito de lo
humano: como canto de guerra, invocación de los muertos, encarnación de la voz
de dios, cura de los animales enfermos, forma de la desgracia o celebración del
instante. Como recuerda Norio a través de una cita de Jean Cocteau: “Yo sé que
la poesía es imprescindible, pero no sé para qué” (De la poesía, p. 23). En esa tensión entre lo que sabemos y lo que
desconocemos se mueve De la poesía, como
toda investigación valiosa que no se contenta con repetir dogmas aprendidos. No
es de extrañar, en este marco, la recuperación de una perspectiva antropológica, entre otras: incluso en aquellas
sociedades consideradas como radicalmente distintas y distantes, la poesía
tiene valor vital.
Pero De la poesía no es tanto un abrirse paso al Otro como una
aproximación a lo otro que es la poesía, como creación colectiva, anónima,
patrimonio de nadie que da cuenta de lo incomprensible que, a pesar de todo,
somos capaces de sentir. Porque si algo persiste en este trayecto es la doble
convicción de que nunca llegaremos al final y de que no podemos, sin embargo,
dejar de intentarlo. La poesía como enigma es, precisamente, aquello que
resquebraja toda fórmula de la Estética como filosofía del arte: aquí o allá,
lo poético irrumpe en rituales tribales, en las invocaciones religiosas, en los
conjuros mágicos, el aliento de los guerreros, las danzas premonitorias, las ceremonias
de la soledad, el cortejo de los amantes, los cantos hímnicos o la palabra
clandestina que se rebela contra los poderes hegemónicos. Más que objeto
recortado, entonces, experiencia de melodías desconocidas donde las fronteras
se hacen por momentos indiscernibles. Para recuperar una cita de Rilke, tal vez
el sentido de la poesía sea “Transmitir el misterio sin conocerlo, como una
carta sellada” (De la poesía, p. 85).
En la lectura de este apasionado
libro de lecturas no podemos sino ahondar en el asombro. De la poesía es testimonio colectivo de ese fantasma de lo poético
que recorre el mundo, atraviesa culturas y siglos, adquiere formas inéditas,
rebasa la página escrita, introduce una ventana al caos de lo imaginario, allí
donde la lógica totalitaria quiere el cierre simbólico, la univocidad final del
orden. La misma titularidad del texto se bifurca: Norio apenas aparece como una
voz entrelazada a muchas otras, buscando quizás junto a ellas la salida que el
poema promete. Su labor sigue siendo inocultable: ante todo, seleccionar y
organizar un flujo de fragmentos que son co-titulares de esta exploración en lo
desconocido.
En ese espacio no cabe la
imposible sistematicidad. Siempre el tejido se corta en alguna parte, tiene
agujeros, excluye otros nudos y autores[i].
Como toda interrogación radical, De la
poesía queda suspendido en el aire. Abre preguntas que no cesan de
insistir. Del mismo modo que la poesía no puede autodefinirse, tampoco la
historia, la estética o la etnología alcanzan para responder. Como un poema
inacabado no puede concluir –y quizás por ello anticipa nuevas trazas. La trama
de citas podría extenderse; la erudición hacerse más vasta. Y, sin embargo,
nuestro desconocimiento permanece, porque en última instancia, la reflexión
sobre lo poético es también la del ser humano como sujeto del lenguaje, ese
animal herido que fabrica mundos simbólicos para respirar. Somos ahí, en ese
furor y temblor, en la copertenencia de lenguaje y poesía, pero también en la
nada como sonido cósmico que hace bailar al ritmo maternal de la poesía como
música. Lenguaje estructurante, esencial, entonces, el de la poesía: no porque
no cambie en el tiempo, sino porque no podríamos prescindir de él como no sea
prescindiendo de una parte de nosotros mismos, de nuestro ser de palabra.
De
todos los méritos de este libro no es menor el de contribuir a desmontar
respuestas demasiado uniformes y generales acerca de lo que significa «poesía».
Mediante el registro de usos poéticos diversos, Norio nos ayuda a reconstruir
nuestros interrogantes. Y aunque mucho habría que decir sobre los hallazgos
específicos que nos llevamos tras este recorrido, quizás su mayor valor sea
mantener las preguntas abiertas. ¿No es eso lo que más necesitamos, en una
época de clausuras dogmáticas, incluso en el campo
poético?
Arturo Borra
* Texto de presentación a De la poesía, en Librería Primado, 12/12/2013.
[i]
Al respecto, sería interesante reconstruir las pautas de selección de las citas
y autores. En particular, sería importante preguntar por la tangencialidad de
las referencias filosóficas o la teoría literaria que, en principio, suponemos más pertinentes. No deja de ser llamativo
que a la par de esta exclusión tendencial, Norio extracta citas de textos que,
en primera instancia, no tienen la poesía como objeto de conocimiento. Para
resumirlo en una pregunta: ¿cuáles son los criterios de pertinencia que
estructuran el trabajo de recorte de De
la poesía?
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