viernes, 26 de julio de 2013

«Los papeles salvajes»: cuatro poemas de Marosa di Giorgio


A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar a la alcoba, se me aparecían los ángeles.
Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas blancas como la nieve o color rosa.
 
A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos; se parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda hasta los suelos...). Otros eran como mariposas negras pintadas a la lámpara, a los techos, hasta que un día se daban vuelta y les ardía el envés del ala, el pelo, un número increíble.
Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban todo el día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo, hasta les dejábamos un vasito de miel en el altar.

  
 
Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de
hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica
creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros
niños dijeron: -Bajo las alas hay un hombre.
Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un hombrecito.
Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural.
Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo
cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas?
Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un
hombre alto se irguió y se marchó.
Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado
prodigiosamente en una caja.



 





















Domingo a la tarde, y voy por el huerto sin recordar cómo salí y llegué hasta acá. El cielo es de oro, deslumbrador, y de los naranjos caen frutas y flores.

Trepo a uno, según mi costumbre antigua. Estoy un rato. Los pájaros saltan de rama en rama.

Desciendo. Subo. Tomo una fruta.

Al bajar, ya veo un cadáver. Vestido y tendido. Y más allá, otro. Y otro. Por todos lados, aparecen. Vestidos y tendidos.

Y cada uno con el hígado destrozado o el corazón. Pero ¿quiénes son? Acaso, no me percaté y hubo una rápida guerra?

En puntas de pie, voy hacia la casa; desolada paso el jardín de celedonias y “conejitos”. Adentro, no queda nadie. Voy a gritar; para qué, si nadie oye. Algunas mariposas chocan en los vidrios.

Sobre la mesa hay un álbum que no conocía; al entremirarlo, veo dibujada la batalla, los cadáveres y las plantas. En blanco y negro. Y en colores. La noche cae de súbito; las luces se encienden solas.

Y aparecen más cadáveres entre las plantas.
 
 
Se adelantaron en el aire como bailarinas. Tenían realmente, el pie en el aire. Vestidos amarillos, anaranjados. Venían como aluviones desde los cielos.
 
Quedé espantada. En puntas llegué hasta la casa. Pasé las puertas, las llaves, iba a tocar los vasos y tuve miedo de cualquier barullo, me acosté en el lecho, inmóvil.
 
Pero, la mariposa estaba allí. Sentí sus piernas de hilos, sus brazos de hilos, su enorme manta de gasa que me arropó.

 A veces, como una pesadilla, llamo a mi madre, y ella acude con tijeras finas. Pero, nada puede, ni yo.
 
 
Un video de Marosa Di Giorgio: «Hortensias en la misa» (fragmento)
 
 

 
 

6 comentarios:

EG dijo...

Reconozco, con pesar, que la he leído demasiado poco; a sabiendas de su excelencia, que es lo peor!

Agradezco estos poemas, que descubro gracias a vos Arturo, aún teniendo este libro en mi biblioteca.

Un abrazo

Arturo Borra dijo...

Miriam, gracias por pasarte y me alegra que conozcas estos poemas por esta vía.

De eso se trata, de algún modo. En ayudarnos a descubrir mutuamente tanta buena poesía que se nos escapa.

Va otro abrazo desde la otra orilla,

Arturo

Arturo Borra dijo...

José, gracias por tu invitación. Ya me pasaré por tu blog, aunque desde hace años no participo por razones, sobre todo, de tiempo.

Como sea, gracias por pasarte y por tus buenos augurios. Lo mismo para ti.

Un abrazo desde España,

Arturo

Anónimo dijo...

Son poemas que golpean cuando los lees por tener estas imágenes casi como llamaradas vivas de luz y color y son extremadamente delicadas al mismo tiempo... gracias por el descubrimiento!

Mar

Arturo Borra dijo...

A ti Mar, gracias por leer, internarte en esta fronda, hurgar los rincones mágicos de esta poeta que es también selva.

Me alegra que hayas descubierto esta poeta por el blog.

Va un abrazo,

Arturo

Luis Alfonso dijo...

Saludos, dede Maracaibo, Venezuela.
Genial la prosa de Marosa, va cayendo como agua.