La proliferación en las últimas dos décadas en Argentina de diversas películas con un lenguaje cinematográfico profundamente renovado no es azarosa: remite a una formación social agujereada por una crisis permanente, por la impronta de desigualdades radicales que se han convertido en endémicas. Tras ese haz de miradas heterogéneas, lo que hay de común es la crítica a las herencias cinematográficas precedentes. Aún así, no forman "escuela": basta mencionar la distancia estética que hay entre el realismo social de Lisandro Alonso y la iniciativa elíptica de Lucrecia Martel. De la misma manera, mientras realizadores como Pablo Trapero optan en ocasiones protagonizar sus películas con actores no profesionales, otros como Albertina Carri prefieren apostar por actores jóvenes, apenas conocidos incluso dentro de Argentina. Tampoco se trata de un fenómeno nuevo: en los 90´, películas como Pizza, birra y faso hacían su aparición, mostrando un país decadente, en pleno auge del neoliberalismo. Aunque entre estas narrativas cinematográficas y el universo poético en su acepción restringida haya diferencias irreductibles, en sus momentos cúlmines comparten esa capacidad para redescribir nuestro mundo desde la extrañeza, mostrando sus aristas más desapercibidas e hirientes.
No se trata, en cualquier caso, de un listado completo. Demasiadas omisiones para pretenderlo. Además de Lucrecia Martel, Lisandro Alonso, Albertina Carri, Esteban Sapir, Carlos Sorín, Inés de Oliveira Cézar, Pablo Trapero, Juan Carlos Desanzo y Adrián Caetano, habría que nombrar a unos cuantos otros. Entre ellos, Ana Poliak, Santiago Loza, Willi Behnisch, Ezequiel Acuña, Hernán Gaffet, Fabián Bielinsky, Alejandro Agresti, Martín Rejtman, Andrés Habegger,Santiago García, Nicolás Prividera o Diego Lerman, por mencionar a algunos de los más interesantes en la actualidad.
Valgan estas imágenes -en el último caso, acompañadas por la música de Los redondos como un breve muestrario de un movimiento cinematográfico inédito que sólo puede nacer de una crisis interminable de la sensibilidad de una época. A.B.
«La mujer sin cabeza» (2007), Lucrecia Martel
«Los muertos» (2004), Lisandro Alonso
«La rabia» (2008), Albertina Carri
«La antena» (2004), Esteban Sapir
«Historias mínimas» (2002), Carlos Sorín
«Como pasan las horas» (2004), Inés De Oliverira Cézar
Universo de mi quehacer en el que, como perlas de sudor en un pecho moreno, brilla la sed, ¿sabré distraer de la aurora la página por escribir, por enfriar con palabras precavidas, mejores que el agua bajo la roca? La muerte posee la suavidad de la sombra. La sed se contenta con su cama. Escribo mientras se despliega la noche.
=====================-II-
A la llegada del poema, aurora y crepúsculo se convierten en noche, el comienzo y el final de la noche. El poeta lanza entonces su red, como el pescador en el mar, a fin de captar todo lo que se mueve en lo invisible, esas miríadas de seres incoloros, sin hálito y sin peso, que pueblan el silencio. Se apoderan, por sorpresa, de un mundo prohibido cuyos límites y poder ignora, y sobre todo le impedirá, una vez tomado, perecer; los seres que lo componen, como los peces, prefieren la muerte a la pérdida de su reino. Rondando por cada sombra perpetuada, indefinidamente, el poeta desgarra una cortina de raso, párpado del secreto.
=====================-III-
Preguntas a la luz
Exterior es el límite. Interior, lo ilimitado.
Para preparar mejor al hombre a morir del hombre, ¿creó Dios el tiempo? Para dejar a Dios el tiempo de morir de Dios, ¿concibió la eternidad el hombre?
El instante muerde en la duración, nunca sobre la eternidad, que es duración incontrolable.
¿Y si el ayer –oh noche clavada, todo mi pasado- se rehusara a abdicar? No hay palabra que no esté, desde ya, envuelta de porvenir. El dolor, la desgracia, acceden, ellos también, a la mañana.
Uno se pregunta en la noche; pero movida por una comprensible necesidad de mirar y, para nosotros, de mirarnos en ella, la pregunta está siempre vuelta hacia la luz.
La luz de la pregunta nunca es sino la pregunta a la luz.
Hay que haber llorado mucho para apreciar una sonrisa: arco-labios. Arco-iris.
-No puedo conocer a otro sino a través de mí. ¿Pero quién soy? -¿El fuego conoce el fuego? -¿El bosque conoce el bosque? Es a la madera que consume que el fuego le debe el ser fuego; como el bosque, al fuego que lo reduce a las cenizas, le debe el haber dejado de ser un bosque.
Edmond Jabés
«"El mundo existe porque existe el libro..." "El libro es obra del libro." " ...El libro multiplica el libro." Ser es ser-en-el-libro, incluso si el ser no es aquella naturaleza creada que la Edad Media solía llamar el Libro de Dios. El propio Dios surge en el libro que así enlaza al hombre con Dios y al sel consigo mismo. "Si Dios es, es porque Él es en el libro." Jabès sabe que el libro está asediado y amenazado, que su "respuesta es todavía una pregunta, que esta morada está sin cesar amenazada." Pero el libro sólo puede ser amenazado por la nada, el no ser y el no sentido. Si viniera a ser, la amenaza se confesaría, se diría, se domesticaría. Sería de la casa y del libro».
De Hannah Arendt conocemos, sobre todo, su producción filosófica brillante, sus reflexiones políticas e incluso su tempestiva vida, incluyendo su relación con M. Heidegger. En efecto, Arendt no fue una poeta, pero ha escrito algunos poemas que merecen ser rescatados del olvido en el que están confinados. No resulta extraño escuchar todavía ese aforismo anónimo que señala que la poesía no vive sólo de poetas. El valor de estos dos poemas me parece doble: tienen valor testimonial -de su vida marcada por la experiencia traumática del nazismo- e interrogan lo poético -a través de aquello que somos (in)capaces de poetizar-. A.B.
“Dichoso quien no tiene una patria; --------------------- [la contempla todavía en sus sueños”. Hannah Arendt, 1946.
Consuelo
Vendrá la hora en que las viejas heridas, tanto tiempo olvidadas, amenacen con abrirse.
Vendrá el día en que ningún balance de la vida, del dolor, contará.
Transcurren las horas, Pasan los días. Un logro queda: simplemente estar viva.
W.B. [Walter Benjamin]
Algún día volverá de nuevo la oscuridad. La noche descenderá de las estrellas. Reposarán nuestros brazos extendidos en las cercanías, en las distancias.
Desde la oscuridad suenan suavemente pequeñas melodías arcaicas. Escuchémoslas, separémonos, rompamos por fin las filas.
Voces distantes, tristezas cercanas. Ésas son las voces y éstos son los muertos que hemos enviado como mensajeros, para conducirnos al sueño.
1942
Bibliografía de Hannah Arendt
Nacida en una familia judía no religiosa en Hanover, y formada en Königsberg (el pueblo de su admirado precursor Immanuel Kant) y Berlín, cursó estudios en tres universidades, doctorándose a los 22 años de edad en Humanidades en la Universidad de Heilderberg. Arendt estudió filosofía con Martin Heidegger en la Universidad de Marburg, con quien tuvo un corto romance. Dicho enredo le ocasionó muchas críticas debido a las simpatías nazis de su amante. Luego de romper su relación, Arendt se mudó a Heidelberg para escribir una disertación sobre el concepto de amor en el pensamiento de San Agustín, bajo la dirección del filósofo existencialista y psicólogo Karl Jaspers y en donde entiende a la libertad como manifiesta en el acto de fundación (y la noción de nacimiento como acto fundante por antonomasia). El trabajo fue publicado en 1929, pero en 1933 Arendt fue inhabilitada y, por tanto, impedida de enseñar en universidades alemanas debido a su condición de judía, por lo que se vio obligada a huir a París, donde se volcó a la crítica literaria. Durante su estadía en Francia, Arendt trabajó para asistir y ayudar a refugiados judíos. Sin embargo, con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, la ocupación de Francia, y la deportación de judíos a los campos de exterminio nazi, Hannah Arendt debió huir nuevamente; esta vez de Francia.
En 1940, contrajo matrimonio con el poeta y filósofo aleman Heinrich Blücher, con el que emigró a los Estados Unidos al año siguiente, con la ayuda del periodista Varian Fry. Allí ella se convirtió en una activa militante de la comunidad judío-alemana, escribiendo para el semanario Aufbau. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Harendt tuvo una suerte de reconciliación con Heidegger, testificando a su favor en una audiencia de desnazificación en Alemania.
Entre su vasta obra figuran Los Orígenes del Totalitarismo (1951), La condición humana (1958), Entre el pasado y el futuro (1961), Sobre la revolución (1963) y la polémica Eichmann en Jerusalén (1963), Hombres en tiempos de oscuridad (1968), Sobre la violencia (1970), La vida del espíritu (1978), Conferencias sobre la Filosofía Política de Kant (1978), entre otras. Sus memorias, Correspondencia, 1926-1969, fueron publicadas en 1992. Al morir en 1975, Hannah Arendt fue enterrada en el Bard College en Nueva York.
Para quienes tengan interés en la producción poética de Enrique Falcón, comparto estas "Notas sobre un proyecto crítico: la poesía de Enrique Falcón", escritas junto a Laura Giordani, publicadas en la revista crítica de las artes y el pensamiento "Youkali".
“El hambre, sin dudas, se conjuga de muchas maneras.
No parece que quepa, hoy en día, otra poesía
más que la que diga el hambre”.
Chantal Maillard
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"¿Cómo reinventar la poesía en el siglo veintiuno, en un “tiempo herido” en el que lo bello se retuerce entre los muros blancos del capitalismo que le reserva un lugar entre las mercancías culturales de elite, destinadas de forma predominante a públicos de culto? ¿Cómo hacer de lo poético una ráfaga que agite una tierra arrasada, evitando tanto la condescendencia frente a lo existente como el facilismo de la denuncia abstracta? ¿Y para qué interrogar lo estético si no es capaz de atravesar esa herida in-suturable del mundo? ¿Cómo articular el deseo de la escritura –distante a toda ilusión de transparencia– y la constatación política de un sistema que procura aplastar, de forma literal, toda promesa de un mundo diferente?"
-----------------------------Fotografía de Juan Pablo Borra
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Por qué escribimos
Uno hace versos y ama la extraña risa de los niños, el subsuelo del hombre que en las ciudades ácidas disfraza su leyenda, la instauración de la alegría que profetiza el humo de las fábricas.
Uno tiene en las manos un pequeño país, horribles fechas, muertos como cuchillos exigentes, obispos venenosos, inmensos jóvenes de pie sin más edad que la esperanza, rebeldes panaderas con más poder que un lirio, sastres como la vida, páginas, novias, esporádico pan , hijos enfermos, abogados traidores nietos de la sentencia y lo que fueron, bodas desperdiciadas de impotente varón, madre, pupilas, puentes, rotas fotografías y programas.
Uno se va a morir, mañana, un año, un mes sin pétalos dormidos; disperso va a quedar bajo la tierra y vendrán nuevos hombres pidiendo panoramas.
Preguntarán qué fuimos, quienes con llamas puras les antecedieron, a quienes maldecir con el recuerdo.
Bien. Eso hacemos: custodiamos para ellos el tiempo que nos toca.
Y por si hubiera dudas sobre la herida irreparable que estamos produciendo con nuestra indiferencia, permítanme acompañar este poema con unas imágenes que apenas atestiguan el padecimiento de más de 15.000.000 de refugiados (por no contar los 25.000.000 de desplazados que ni siquiera pueden escapar a tiempo de sus países).
«Los regufiados» -Juan Carlos Mestre
Como si nadie oyese en la cripta del corazón las espinas del pájaro de la barbarie, nadie es nadie. Nadie el senador de los tirantes elásticos. Usted es nadie, sombrero de las recepciones, y vos pamela de la medusa, vuesa esquiva merced arrinconada en el trato con otra clase de nada. Nadie en la multiplicación son hoy los felices, y nadie el giróvago antílope que danza en los subterráneos. Yo soy nadie. Tú, el vocalista en la boca moderna de nadie. Y tú, poesía, oca viuda de los quitasoles, linterna de los espías tras la limusina de los ataúdes.
A qué viene eso de la mancha de los espíritus, a cuento de qué decir ahora que tras esta compuerta aúllan en las bandejas los ojos del refugiado. Dicho así, el placer y los cubitos de hielo son corrupción en los recintos de música, fechas acuñadas en plata sobre los capítulos de la fatalidad.
Algún día lo que ahora escribo será inteligible. Algún día, en el perímetro de las cosas sabidas, la época de los sufrimientos que hicieron visible el mercado de las heridas será entendida como edad de una sábana rota, órbita de nuestra desnudez recubierta de insectos como lengua del gran pez moribundo.
Cuando nadie sea ya nadie en la dentadura fósil del universo, y nadie, es decir, nosotros, los rumiantes en el dolor de los sobrevivientes, hayamos arrancado de raíz la palabra destino para referirnos a la compasión, hayamos enterrado los cargamentos de misericordia y las heces de hiena, hayamos aceptado la infamia como conducta de época.
Cuando nadie sea ya nadie y no haya huellas de nadie ni frutos de nadie en los mercados del pensamiento, esto se olvidará, esto también ha de ser olvidado por el magnetófono aéreo de lo que oscila en el cosmos, y la podredumbre de nuestro silencio y la bisutería de los diplomáticos alrededor de las fosas comunes.
Nadie es nadie, escritura de las elocuentes cifras que suman dolor al oprobio, cinta azul de los legajos de la minuciosidad. Nadie es nadie bajo la lente de los archiveros. Nadie con su puñado de tierra, el oferente y el lúcido, el préstamo de jerarca invisible en nosotros, huyendo en el taxi de la conciencia de los columnas de humo.
Para qué sirve entonces poesía de las hojas incendiadas por las pavesas de la justicia, viaje poesía de los herbolarios, mostaza de los cónsules que predicaron el amanecer. Hacia dónde, hacia quién, venerable Whitman, junto al apacible río de los pensamientos sagrados sumerge la mujer su criatura en el agua antes de la incineración.
Como si nadie oyese las espinas del pájaro de la barbarie, parece ser que aquí nadie es nadie. Nadie el silencio y su caldero de cal sobre los desaparecidos. Codicia, eso dice aquí la palabra codicia.
Por Laura Giordani encontré a esta poeta que, para fortuna de muchos lectores, recuerda que otra poesía es posible en este revuelto principio de milenio.
Para ella, entonces, este poema herido.
A.B.
Nada
En la fe que te tiene tu madre; contra el vinilo felino de su olor, contra su cielo protector y esa dulce enfermedad que ella nombra con tu nombre Nada.
Nada en la previsión del deseo y en su escritura.
En la calma que sucede a la coronación se restauran los relojes; ahí, sobre la fría tarima de ese puente, Nada.
La brevedad que arrebata a perros y gatos abruma de indignación a un arcángel compasivo. Él no se prolongará mucho más y a estos tres dolorosos misterios sucederá un silencio con nuevos personajes del que se deduce Nada.
Nada en la resaca de los cines, en la digestión de los juegos de pelota; sobre la oferta del humus crece Nada. Incluso la idea y consumación de París, la idea y consumación de los mares del sur y el refugio de la Historia son Nada.
Nada en la párvula ira ante el noticiero. Los músculos y sed de justicia, la palabra lealtad, la palabra y el río duración se comportan como olas. Eso duele, cuestiona el nivel del mar y certifica ácidamente Nada.
En los voraces. En los voraces que son multitud y en la casa que les tiene cada cual. En la noche que expanden y en la respuesta del arrabal con tambores de hambre, deseo y odio puro. El episodio de la injusticia es hoy, el episodio de la injusticia es uno y va convirtiendo sus nombres en Nada.
Los rincones limpios. Lo que cuesta regresar al silencio del lactante. El que busca la eternidad en su huerto. El que tala durante años su alma y se encuentra un hueso blanco, de acero. El que habla con Dios y no deja de afeitarse. El insomnio del petróleo y el que sabe este secreto. El deficiente, su suerte probable. El círculo en que el perverso se cumple.
Y el destino o historia del sudor, en fin, su final pequeño. Son Nada.
Y amor: en esta lengua muerta que nació y habrá de irse con nosotros. En sus caderas prolongando el mediodía, en tus caderas como tábano infligiendo mortal soledad. Donde corazones semejantes liban su debilidad como llagas preciosas.
"¿Por qué hemos conservado nuestros nombres? Por costumbre, sólo por costumbre. Para volvernos irreconocibles a nuestra vez. (...) No llegar al extremo en que ya no se dice yo, sino al extremo en el que decir yo no tiene ya importancia alguna. Ya no somos nosotros mismos. Cada quien conocerá a los suyos. Hemos sido ayudados, absorbidos, multiplicados".
Entrevista de Enrique Falcón a Víktor Gómez
Entrevista de Enrique Falcón a Antonio Méndez Rubio
Entrevista de Enrique Falcón a Laura Giordani
Entrevista de Enrique Falcón a Arturo Borra
"Escribo para defender la soledad en la que estoy".
María Zambrano "Cuando los especialistas en marketing aprenden poética/ los poetas se ponen a aprender economía política".
Jorge Riechman
"¿Y en qué se convertirá este pequeño poema mío, expuesto sobre este muro a la mirada de otros? Pequeña nada abandonada a la intemperie igual que el objeto que fue su referente, signo de un pasado personal que dejará de ser el mío en cuanto alguien lo reciba y lo haga suyo".
Chantal Maillard
"La poesía es el deseo de las palabras, el llamado de lo imposible.
En ese imposible que llama se abre la posibilidad que responde: el poema".
Hugo Mugica
"No bastará con la poesía: habrá que tener, además, los huesos livianos de los pájaros"
Laura Giordani
"El poema es el amor realizado del deseo que permanece deseo".
René Char
"Un poema no se termina: se abandona".
Paul Valery
"El poeta no tiene identidad".
John Keats
"Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata".
Vicente Huidobro
"La traducción, ¿es traición? La poesía, ¿es traducción?"
Po I-Po
“¡El poeta no debe adorar al Poeta!”
Witold Gombrowicz
"La oscuridad habita los suburbios de la belleza".
Juan Carlos Mestre
"La mejor palabra es la no dicha".
Augusto Roa Bastos
"La literatura existe porque la vida no basta".
Ferreira Gullar
"Si no hubiera podido escribir, no hubiera sobrevivido". Nelly Sach
"Lo escrito no es un espejo. Escribir es enfrentarse a un rostro desconocido".
Edmond Jabés
"No hay nadie que haya jamás escrito, o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado, a no ser para salir del infierno".
Antonin Artaud
“Toda escritura nace de una herida que nunca cicatriza porque su abertura es la posibilidad de la escritura”.
Eduardo Milán
"¿Qué idea es esa de preguntarle a un poeta lo que quiso decir? ¿No es acaso evidente que si él es el único que no puede explicarlo es porque no puede decirlo de otra manera que como lo ha dicho (y que si no, lo habría dicho de un modo diferente)?"