lunes, 19 de agosto de 2013

El cielo postergado: tres poemas de Emily Dickinson

 
“¿Por qué no me dejan entrar al cielo?”
E.D.

El énfasis en el carácter ascético de la vida de Emily Dickinson y la insistencia en su religiosidad, a menudo olvidan algo de primer orden: su recurrente percepción de lejanía con respecto al cielo –la consciencia de una distancia irreductible, que se manifiesta como destierro o expulsión, espera infinita de una instancia que se aplaza, como en la parábola kafkiana de la Ley.
Más que una Emily serena y entregada con abnegación al amor de dios -que ha logrado convertir la ética de la renuncia en virtud poética-  lo que me conmueve profundamente es  este paso vedado al cielo, la íntima pugna de sus deseos que trae a primer plano un cuerpo apasionado y sufriente, sometido a esa peculiar forma de mortificación que es el confinamiento.
 
La escritura, en este punto, adquiere una dimensión maquínica: hacerse ritual célibe que permite sobrellevar el destierro en el que vivimos. Precisamente porque el cielo se posterga de forma indefinida, el acto de escribir –más que su resultante- tiene significación vital: hacer imaginable una salida al infierno.
A.B.




335.

No es morir lo que duele más -
es vivir –lo que más nos duele-
pero morir –es un modo distinto-
de esos detrás de la puerta –

la costumbre sureña –del pájaro-
que a la llegada de los fríos –
mejores latitudes acepta –
somos los pájaros  –que se quedan.

Los trémulos junto a las puertas del granjero
cuya reluctante migaja –
estipulamos –hasta la piadosa nieve
persuade a nuestras plumas cobijarse.

 

405.

Podría estar más sola
sin mi soledad –
tan habituada estoy a mi destino –
tal vez la otra –paz-

podría interrumpir la oscuridad –
y llenar el pequeño cuarto –
demasiado exiguo –en su medida- para contener
el sacramento –de él-

no estoy habituada a la esperanza –
podría entrometerse en –
su dulce ostentación –violar el lugar-
ordenado para el sufrimiento –

sería más fácil
fallecer –con la tierra a la vista-
que conquistar –mi azul península-
perecer -de deleite-


 
 
550.

Atravieso hasta cansarme
una montaña –en mi mente-
más montañas –después un mar-
otros mares –y después
un desierto –encuentro-

mi horizonte se cierra
con silenciosas –arrastradas semillas
de inconjeturable cantidad –
como asiáticas lluvias –
ni esto –desarma mi paso-
se obstruye el oeste
pero como un saludo enemigo
de prisa para descansar –
 
¿qué mérito tendrá la meta –
excepto que interviene
vanas dudas –lejanos competidores-
para malversar la ganancia?

Por fin –la gracia a la vista-
grito a mis pies –
yo les ofrezco todo el cielo
al instante de encontrarnos –
vacilan –se demoran –
perecen –morimos-
¿o es esto el experimento de la muerte –
Invertido –en victoria?

Emily Dickinson 
Traducción de Silvina Ocampo