sábado, 12 de noviembre de 2016
"dueños de un desierto que avanza" -un poema de Tamara Kamenszain
Adónde van?
Me voy con ellos desciendo de mis hijos
hasta donde quieran llegar astros rodantes
si a la hora del nacimiento calcularon ascendiente...
no lo abandonen más.
Desde el Mar Negro hasta el Estrecho
se naturalizan conmigo de mí vienen
chicos de apellido descompuesto
viajando para ser argentinos
inmigrantes por vomitar en cubierta
dados vuelta nos vuelven a nosotros
como vinilo rayado de beatles
de Rusia para acá
y de aquí a la URSS que fue
dueños de un desierto que avanza
bisabuelos de la nada.
jueves, 22 de septiembre de 2016
«La memoria de los lobos» - Arturo Borra
-I-
Un trineo no alcanza; tampoco la
manta que protege de la escarcha, la grasa con que nos untarnos el cuerpo
gélido, la linterna que orienta en plena noche. Sobrevivir es el arte del
desplazamiento –sobre todo si no se vive, si la verdadera vida brilla en su
ausencia, si el sueño hiere y la oscuridad se hace demasiado vasta para
recorrerla.
Lo Real es el frío rabioso: el
entumecimiento de las manos, la piel pálida, la asfixia ante un tiempo extremo;
lo que congela el corazón o hace desfallecer de soledad. Lo Real es una
superficie blanca, extensísima, que hay que surcar si se quiere alguna vez
alcanzar otra parte: un cobijo mínimo para la intemperie.
-II-
Un trineo no es nada si no se
desplaza. Necesita engancharse: formar cuerpo: ser impulsado, sin violencia, al movimiento.
Lo decisivo es lo que falta
-fuera de campo: lo que aparece como desaparecido. Atravesar la superficie
gélida de lo Real necesita que esa pequeña máquina sea enganchada a una fuerza
que lo arrastre. Sin fuerza un trineo no alcanza. Revela su carencia: ser
instrumento inerte, objeto abandonado en la memoria, a la orilla del silencio.
-III-
Si se quiere atravesar la
intemperie blanca es preciso lo animal. Sin un animal de tiro todo falta, como
falta sin ese animal humano que añora ir a otra parte para sobrevivir a la
ausencia de una verdadera vida, a un sueño que hiere, a la noche persistente
que empalidece los cuerpos.
Hace falta lo animal -no cualquier
animal: no todos podrían sobrevivir a esa superficie blanca que quema los ojos
y entumece las manos.
Si hay algo antes que nada, es un
husky siberiano que atraviesa la estepa resistiendo la extremidad del tiempo.
Si hay alguien antes que nadie, es ese animal que atraviesa la intemperie que
congela el corazón mientras imagina un refugio.
-IV-
Alcanzar otra parte no es irse a
ninguna sino atravesar lo Real del frío.
No cualquier lugar: aquel donde
el abrigo invisible de los otros permite resistir a la estepa del corazón.
Responder al llamado arroja a la
superficie donde desfallecemos: abre surco para llegar a los otros. El llamado
del lenguaje es ese arrojo en nombre de Otro.
No cualquier otro; no cualquier
parte: los que hacen manada desde lo singular de cada uno, los que aúllan o
llaman para llegar al lugar donde guarecerse de la carencia de lugar, de la
ausencia de memoria, de la rasgadura de los abrigos.
-V-
En todo husky sobrevive su
cercanía con el lobo, no por ser espécimen: por el llamado salvaje que sigue
latiendo dentro, el deseo de internarse cada vez más hondo en lo desconocido
–esa superficie blanca que lleva donde están los otros.
Un husky podría vivir sin tiro.
No podría sobrevivir al aislamiento: moriría o enfermaría de soledad. La
resistencia corporal al frío está enlazada al abrigo invisible de los otros.
Por eso un husky no ladra: aúlla.
El aullido es llamado a
distancia. Sin ese llamado, no hay promesa; sin promesa, no queda más que
intemperie, el desamparo de lo Real -su desfallecimiento.
El aullido es la promesa que
permite sobrevivir al tiempo extremo: lo que comunica con la manada. La
invocación de la memoria de los lobos es esa referencia remota, mítica, a lo
que sobrevive, indomesticable, en un animal.
-VI-
En todo humano hay un husky.
Siente el llamado de su corazón salvaje, el deseo de perderse en los otros, buscar
un abrigo. Resiste porque ama. Su aullido es su lenguaje. Hablay en ese acto
desafía el desamparo. Incluso si no dice nada llama. Incluso si miente, anuncia
la promesa de verdad.
El lenguaje es la posibilidad de
la promesa. Lo que abre la singularidad del llamado en la manada. La memoria de
los lobos es recordatorio de lo que el animal humano sumerge: la pulsión que
empuja hacia esa otra vida que la promesa esboza.
-VII-
La distancia es lo que empuja. La
condición de toda promesa: como el trineo, no es sino en el desplazamiento.
La quietud es el entumecimiento
–lo inerte del objeto.
No hay distancia sin la inquietud
de estos pequeños animales que forman cuerpo. El trineo es lo que aproxima la
promesa en su distancia. Lo que hace imaginable morar en otra parte. Como no se
llega, la morada es el tránsito, allí donde no cabe el regreso, donde lo que
falta tracciona hacia la distancia del porvenir.
La tracción de la falta empuja el
trineo en plena oscuridad, apenas con una linterna, una manta, grasa corporal
para recorrer esa distancia que aproxima a la manada que no niega la
singularidad del sí mismo.
Un trineo recuerda la
imposibilidad de regreso. Ninguna naturaleza resguarda del devenir lobo, del
devenir husky, del devenir humano. Contra esa regresión, devenir singular de lo
animal. Aunque forme manada en el impulso hacia otra vida –aquella que no se
deja enjaular; la que llama a ser en otra parte.
Un pequeño animal humano que se
deja arrastrar por un animal de tiro en la estepa siberiana pende de ese
llamado incierto. Ambos viven en la incerteza del otro lado. Enterrados en la nieve,
no podrían recordar más que la dulzura del fuego.
Como los lobos, aúllan porque
llaman a los suyos, porque los suyos son la promesa de algo más que la mera
supervivencia. Encarnan la medida de otra vida -incluso si esa otra vida no
está más que insinuada a distancia de la estepa que hay que atravesar para
alcanzar un mínimo abrigo.
Lo salvaje está ahí: como un
núcleo excesivo que la manada modula sin suprimir: punto incognoscible donde
aprendemos a amar. En la estepa -lobos hambrientos de caricias.
-IX-
Lo salvaje que hay en esos
pequeños animales es lo que resiste a la domesticación, al proceso de bestialización al que somete la
disciplina de las varas, lo que escapa al rigor del invierno e invita a aventurarse
en lo desconocido, aquello que corta el tiro y elude la carga.
La ligereza entonces: punto
incognoscible donde el ser se arriesga amando. Aunque pueda hundirse. Morir de
soledad. Extraviarse en la estepa siberiana. Desfallecer por una promesa.
Perderse en lo Real.
-X-
Llamamos porque hay carencia. La
memoria mítica de los lobos se teje con los retazos del lenguaje en el que
somos. Y si hay lenguaje –cuerda que sostiene la inconsistencia de nuestro ser-
es porque hay otros.
Si hay trineo hay otros -aunque
falten.
Lo Real es el frío rabioso. El
entumecimiento de las manos, la intemperancia del tiempo extremo, el dolor de
lo que se fuga.
Lo Real también son los animales
dulces que escuchan los llamados, aúllan de deseo, pulsan la noche invocando el
fuego, recorren la superficie blanca siguiendo la huella de lo ausente -la
estepa del corazón en busca de un abrigo:
la promesa de otra vida.
Arturo Borra
* Obras de Joseph Beuys
* Texto original publicado en "Sangrila", Nº 25.
viernes, 12 de agosto de 2016
lunes, 18 de julio de 2016
"Bajo la sal seguimos" -cuatro poemas de Yanko González
mossi, entiende
a modou kara faye
a. méndez rubio & e. falcón
El lenguaje es un virus que viene del espacio
El lenguaje es un virus que viene de tu hambreEl lenguaje es un virus que viene del cobarde.
El lenguaje es un virus que viene de tu pena
El lenguaje es un virus que viene del calostroEl lenguaje es un virus que viene de la cendra
El lenguaje es un virus que viene del que ama
El lenguaje es un virus que viene de la flemaEl lenguaje es un virus que viene de tu serna.
El lenguaje es un virus que viene de la tráquea
El lenguaje es un virus que viene de la fiebreEl lenguaje es un virus que viene de la tea
El lenguaje es un virus que viene de la lágrima
El lenguaje es un virus que viene de tu bilisEl lenguaje es un virus que viene de la urea.
El lenguaje es un virus que viene de los nervios
El lenguaje es un virus que viene de la ataxiaEl lenguaje es un virus que viene de la muerte.
El lenguaje es un virus que viene de tu muerte
El lenguaje es un virus que viene de tu cáncerEl lenguaje es un virus que viene de tu frío.
El lenguaje viene que es un virus del que calla.
que no quiere
“Que
noquiere
morir
como
un
perro
nadie
quiere
morir
como
un
perro
todo
ser humano
merece
no
morir
como
un
perro
ha
vivido
como
cerdo
y
no
quiere
morir
como
un
perro”.
Son pesados*
Se desbandan. Meten la toalla en
el escusado/ Excusados/ pero orinan el camastro/ y con el muro acarician la
loza/ y claudia viene a ofrecerle un algo y regurguitan/ gritan: hoy es 1 de
milnuevenoventa/ y se tiran los elefantes de porcelana blancos/ con la trompa
arriba/ para la fortuna de invitarlos/ a mascar los masapanes/ porque han
improvisado un blanco/ donde descargan el calor y encienden/ aquella hoguera
con almohadas/ y de las fundas/ brotan mikimaus odiados/ Por suerte no tengo nada
de Pene de Gatos/ "Pero Nosotros Cantamos"/ [hace siete horas que
repiten eso]/ el humo vuelve azul el retrato de mi madre/ cuyo pelo hace
círculos desprendiendo mermelada/ han enrrollado lirios con una sábana/ pero
han dudado en prenderlo Claudia/ reparte algunos tabacos para calmar el ansia/
PLACEBO/ uno pone la punta [que por azar resistió el bordado] y la casa emana una z/ cierro
algunas piezas/ han encontrado el refrigerador
_________________
*A veces parece
que estamos en el centro de la fiestaSin embargo
en el centro de la fiesta no hay nadie,
en el centro de la fiesta está el vacío.
Pero en el centro del vacío hay
otra fiesta (R. Juarroz).
Bajo la sal
Estamos dos señales bajo la sal. Tomo de a dos tus manos
y corrijo sus goznes. Qué decirte que no emane de lo que dejé en tu seno.
Estamos a raíz bajo la sal/ sin esa posibilidad de eternos
trescientos treinta y seis minutos de mi tarde. Había varios de nosotros
bajo la sal pero sólo dos tenían pan
pero amarradas bocas para el choque. Leíamos a Uribe, un dandy
te decía para lamer los párpados, ajar nuestros costados.
Dónde quedó esa suspensión del pulmón
al retener el aire. Es que estamos
a más a varias a muchas señales bajo la sal.
Faltaba tu deseo. Hay marcas hay muchas marcas bajo la sal.
Espeso el labio ahora cruza tu mejilla y te pliegas/ lienza que ato a mi revés.
Bajo la sal seguimos. No tengo la temperatura
que hizo amoldar tu cuello/ tu grosor de ojo. No es Armando/ es tu mordaza/ lo que las
palabras escribieron: bajo la sal/ en villa/ sin soldada.
Me queda fijar el iris sobre la ropa muerta/ Sobre tu estela tenue.
Sobre ella hay otro iris.
Bajo ése
está la sal,
amor.
Estamos dos señales bajo la sal. Tomo de a dos tus manos
y corrijo sus goznes. Qué decirte que no emane de lo que dejé en tu seno.
Estamos a raíz bajo la sal/ sin esa posibilidad de eternos
trescientos treinta y seis minutos de mi tarde. Había varios de nosotros
bajo la sal pero sólo dos tenían pan
pero amarradas bocas para el choque. Leíamos a Uribe, un dandy
te decía para lamer los párpados, ajar nuestros costados.
Dónde quedó esa suspensión del pulmón
al retener el aire. Es que estamos
a más a varias a muchas señales bajo la sal.
Faltaba tu deseo. Hay marcas hay muchas marcas bajo la sal.
Espeso el labio ahora cruza tu mejilla y te pliegas/ lienza que ato a mi revés.
Bajo la sal seguimos. No tengo la temperatura
que hizo amoldar tu cuello/ tu grosor de ojo. No es Armando/ es tu mordaza/ lo que las
palabras escribieron: bajo la sal/ en villa/ sin soldada.
Me queda fijar el iris sobre la ropa muerta/ Sobre tu estela tenue.
Sobre ella hay otro iris.
Bajo ése
está la sal,
amor.
Yanko González
Más sobre el autor aquí.
lunes, 6 de junio de 2016
"Aparcados en la frontera" -dos poemas de Ana Becciu
La noche va siendo
cosa…
La noche va siendo cosa
de aflojados breteles.
La noche va siendo cosa de afligidos breteles,
está delabrada.
Pobre noche sin aquella alba.
La tuviste. La guardaste. La cobijaste.
Y ahora, pensá un poco.
Los breteles:
nos cuelgan a vos.
Pechitos colgados de vos.
Amores redondos en los libros como pechos.
Ellos están allá.
Entre ellos.
Luchan por nosotros.
Por nosotros acá.
Acá es la zona extracomunitaria,
eso dicen.
Hagamos de cuenta que tienen razón.
¿Y de todos nosotros qué?
Porque nosotros eurocomunitarios un cazzo.
Aparcados en la frontera.
Olvidados.
Ajenados.
Ahí está la cosa.
La eurocomunitaria cosa:
ajenarnos.
Yo
y ella y ella y ella.
Mamá es ella
para siempre.
Mamá es extracomunitaria.
Extraeuropa.
La dama bien penada
se toca un pezón peinado.
Se lo tocan. Se lo tocan.
Nosotros. Nuestros pezones
arrugaditos.
La muerte, mamá,
vos no sos europea.
El país…
El país. Esa cosa.
Ese acoso.
¿Lo ves venir?
Las cosas que hace para distraerse,
yo.
Las cosas que hace.
Ni su mamá.
No, claro. Ni su mamá.
Porque ahí está la cosa.
La cosa. Mamá. Qué difícil escribirte.
Siempre voy tropezando.
Vamos tropezando.
Vos también, mamá, vos también
tropezás.
Con la cosa, mamá, con la cosa.
Vos también, mamá, tropezás
con mamá.
El escondimiento de todo ese dolor.
El escondimiento de nosotros.
El dolor es nosotros.
Escondidos. Como un dolor.
Vamos. Hagamos como que.
Nos queremos. Dolorcitos.
Dolorcitos ellos que se quieren.
Dolorcitos nosotros.
No nos quieren.
Al dolor nadie lo quiere.
Por eso se atraganta.
Puto. Porque es puto no lo
quieren, por puto.
puto en mi garganta.
Puto dolor.
domingo, 15 de mayo de 2016
«la catástrofe nos comerá el silencio» -tres poemas de Luz Souto
Octubre
A tus plantas
insurgentes
sangran las lenguas.
Al final, el río
te llevó.
Delirio de llagas
te volviste transparente,
y la condensación
del espanto
se te cayó por capas.
La profecía se quedó
en puro hueso
acumulada
en las caderas de los aparecidos.
Insostenible
construir
en esta dulzura
de ataúdes sin fuelles
donde arde la intemperie.
Desnudo la sangre
del tropel de muertos,
los nado.
La punzada en la boca
me devora la historia.
III
Estos versos no detienen la tragedia
aunque digan “paz” “pacto” “futuro”.
Aunque la multitud tenga orgasmos con
el vocablo “humanitario”,
seguirás muriendo.
Una y otra vez te asesinarán
y hurgarán en tus muslos.
La policía te acribillará
como un animal sin pasado.
El océano te encharcará la sangre.
Aunque siga escribiendo
sobre tu memoria
la catástrofe nos comerá el silencio.
IV
Necesito
dejar de oler
la tierra agrietada.
Cada madrugada
el suelo emana
diez muertos nuevos
debajo de mi cama.
Los escucho agonizar,
cantar,
y hablar de revolución.
Estoy cansada
de ponerles nombres
para poder vivir.
Texto: Luz Souto
Fotografías: Elena Shumilova
martes, 19 de abril de 2016
«lo que bajo los escombros aún respira» -poemas de Alfredo Saldaña
Trampantojo
¿Qué advierte
el vigilante
más allá de lo
que muestra el paisaje?
¿Qué guarda
quien protege
el emblema que
da nombre
a los
desaparecidos?
Velar por
lo arrancado,
picar para ver
lo que bajo
los escombros
aún respira.
Agrietar.
Punzar. Taladrar.
Agujerear
hasta dar
un mal paso y
encontrarse
en el corazón
del aire
con la raíz
del sentido.
¿Qué golpe de
luz,
qué destello
en la noche
hará blanco en
la belleza?
¿Qué realidad
oculta la mirada
que en rigor
no sea un trampantojo?
La vida en la frontera
La vida allí
no vale nada,
es entrega y
promesa de plenitud,
el lugar donde
se abre
la herida de
la posibilidad,
donde el
territorio
que una mirada
alcanza
indica la
extensión
de un espacio
inexplorado,
no
inconquistable,
el resquicio
por el que se intuye
que hay una
oportunidad
más allá de
este mundo.
Allí la vida
no vale nada:
lo que se da y
se pierde
es todo cuanto
nos pertenece.
Anónimo
si
acorralado, alejado, bárbaro, cautivo, confinado, deportado, deshauciado,
desalojado, desplazado, desterrado, esclavo, excluido, exiliado, expatriado,
expulsado, extraño, forajido, forastero, fuera de la ley, fugitivo, hostigado,
ilegal, impío, inmigrante, olvidado, outsider,
perseguido, perroflauta, postergado, proscrito, refugiado, relegado, salvaje,
sin papeles, sitiado, vejado, wet back…
que mi patria
sea esa otra que tiene por nombre extranjería
Cueva
Bajo la
superficie
hay una mano
abierta
que escucha
lo que unos
ojos trazan
en silencio
sobre las
estrías del tiempo.
Allí eres lo
visible
entrando en lo
invisible.
Alfredo Saldaña, de Malpaís.
Alfredo Saldaña, de Malpaís.
viernes, 25 de marzo de 2016
"y esa soledad suspendida" -cuatro poemas de Ernesto García López
y
esa soledad
suspendida
pequeña
vivísima
desmiente insomnios
la única que puede sostenerme
sobre este instante de lodo
quien cruza la noche lleva un pedazo
del mundo
las invisibilidades tu boca
las mejillas nunca olvidadas
las botellas titilando tu sonrisa de nuevo la luz
y
el infinito caos que se balancea
sobre las piernas de los apartamentos
quien cruza la noche lleva un pedazo
del mundo
ASAMBLEA I
la carne forma un pálpito que acaricia, traspasa,
transita tan nuestra y cotidiana, cumple palabra en cielo, olores, la historia
de las columnas, de las marchas indignadas, ciudad que nunca fue, dormida,
inexistente, grande en otra lengua, como ola, si pudiéramos recomponer el alma
antimoderna, en una clara perspectiva de sufrimiento de clase, de dominio sin
boca, todo aquello que picotea y extiende su mal, frágil y firme, duro y
transfigurado, bulliría de esferas, nombre, nombre, sentido acaso, extendido
dolor que repta a través del año y la lejanía, como un fulgor vegetal pues
desde las cuatro palabras se sabe estéril y por eso navega al origen, para
preguntarse, sí, exigir lo justo, aquello que lo alimentó durante toda una
ausencia, sería un descenso hacia objetos fundidos, o esa historia que sopla
por encima de la piedad y estás tú, indocumentado, perpetuo en espumas, mirando
los siglos que caen sobre el arenal, iluminando calladas resistencias, es el
espejo, es la melodía que se pudre en su asombro, lo que persiste, lo que
atraviesa incertidumbres, lo que se ignora, a fuerza de humeantes estrellas,
todos los cuentos de la casa, y todas las casas evaporadas por traiciones y
desconsuelos, contaminados, los que se van, un viaje, presencia aquí, convocada
por esta voz rebelde que no tiene imagen detrás sino una vida, u-n-a v-i-d-a en
llamas por los cuatro costados, mensajera infinita, vienes a este mal porque se
prolonga y tarda,
apenas te sostiene
ASAMBLEA II
falso destino, tanto mirar el cortante sueño que
teje madrid, la contemplación de un descenso por calles empedradas que, suaves,
fluyen hacia la acampada, desaparecen tras los administradores de fincas, así
trabajosamente tu cuerpo funda una ciudad encima de ésta, rescatada,
desaparecida hace años de la memoria y el recuerdo, liberada hoy para el amor y
tendida hacia su música, que es tanto como decir esperanza-tajamar, silencio
libre rondando los malecones, la transparencia es un fragmento, la
transparencia lleva una algarabía, la transparencia conoce el magma, se trata
(al fin y al cabo) de sobrevivir, resbalar hacia el conocimiento del mundo, hay
espacio suficiente para el nombre, luego miramos la sed del plenario y la
salmodia del fracaso, son una misma cosa, la palabra encierra su propia mudez e
insiste, trasnocha, taconea palabras y tabernas, cuerpos y tabernas,
circunstancias y cuerpos que nunca se reconocen porque llevan un cortejo
de preguntas ¿costumbre o soledad?
¿causa del aliento este amanecer donde se guarda tu propia inconsistencia?,
agita, leve descanso, vienes a este mal porque se prolonga y tarda,
apenas te sostiene
ASAMBLEA III
sin ser, ave de pescadores, en marcha contra los
que desahucian, destello que bajo las nubes ayuda a la otra luz, podemos
servir al capitalismo, podemos levantar
el verdugo contra el bálsamo de las colinas, escalar, subir, ahogar la tierra
como este horizonte humano, floración de lo contrario, cuando un punto de
referencia se borra entre las manos de los adolescentes y hace falta un rostro
que brote contra sí mismo, pues en Sol no hay mensajeros, ni esporas de sangre,
sólo mi ojo que se vuelve tumulto por donde merodea el amor, no detallaré los
sonidos que hace este amor, pero quiero esmaltar ese pequeño acervo de nada,
sombra unida al capitalismo que ser- vimos como locos exaltados, un valle que
no se expande hacia su descanso sino que dibuja el propio río que apenas se
recuerda, recibe los dones de la brizna y el acecho, el campo concertando su
abrigada liquidación, prehistoria de máscaras, y la alerta de un lenguaje
encallado en el presente, así vienes a este mal porque se prolonga y tarda,
apenas te sostiene
apenas te sostiene
Ernesto García López, de Todo está en todo (Amargord, Madrid, 2015)
domingo, 21 de febrero de 2016
"y el amor, fuera lo que fuese, como una infección" -un poema de Anne Sexton
Esperando morir
Ya que lo preguntan, la mayor parte de los días no me acuerdo.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Después, casi innombrable, vuelve la lujuria.
Incluso en ese instante, no tengo nada en contra de la vida.
Conozco bien las hojas que mencionan,
los muebles que sacaron al sol.
Pero los suicidas tienen un idioma propio.
Como los carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.
Dos veces me pronuncié tan claramente,
poseí al enemigo, me comí al enemigo
le arrebaté su oficio, su magia.
Así, grave y pensativa,
más tibia que el agua o el aceite,
descansé, babeando por el agujero de la boca.
No pensaba en mi cuerpo ante la punta de la aguja.
Ni siquiera había córnea o restos de orina.
Los suicidas ya traicionaron al cuerpo.
Nacieron muertos, aunque no siempre se mueran,
y, deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce
que hasta un chico podría mirarla y sonreír.
¡Meterse toda esa vida debajo de la lengua!—
eso, en sí mismo, se vuelve una pasión.
Dirán que la muerte es un hueso triste y golpeado,
con todo, año tras año me espera,
para deshacer con delicadeza una vieja herida,
para soltar mi aliento de su prisión insana.
Compensados así, los suicidas se encuentran a veces
furiosos con el fruto, una luna inflada,
dejan el pan que confundieron con un beso,
dejan la página del libro abierta por descuido,
algo sin decir, el teléfono sin colgar
y el amor, fuera lo que fuese, como una infección.
Wanting to Die
Since you ask, most days I cannot remember.
I walk in my clothing, unmarked by that voyage.
Then the almost unnameable lust returns.
Even then I have nothing against life.
I know well the grass blades you mention,
the furniture you have placed under the sun.
But suicides have a special language.
Like carpenters they want to know which tools.
They never ask why build.
Twice I have so simply declared myself,
have possessed the enemy, eaten the enemy,
have taken on his craft, his magic.
In this way, heavy and thoughtful,
warmer than oil or water,
I have rested, drooling at the mouth-hole.
I did not think of my body at needle point.
Even the cornea and the leftover urine were gone.
Suicides have already betrayed the body.
Still-born, they don’t always die,
but dazzled, they can’t forget a drug so sweet
that even children would look on and smile.
To thrust all that life under your tongue!—
that, all by itself, becomes a passion.
Death’s a sad bone; bruised, you’d say,
and yet she waits for me, year after year,
to so delicately undo an old wound,
to empty my breath from its bad prison.
Balanced there, suicides sometimes meet,
raging at the fruit a pumped-up moon,
leaving the bread they mistook for a kiss,
leaving the page of the book carelessly open,
something unsaid, the phone off the hook
and the love whatever it was, an infection.lunes, 25 de enero de 2016
«No hay más que arqueología de la pérdida» -tres poemas de "Esplendor saqueado"
Pintura de Gabriel Viñals
Ante estos muros
bañados de sol
la altura que
creí invencible
-el bastión de
mi sangre.
(Todavía brillas como una granada nazarí).
(Todavía brillas como una granada nazarí).
En esta ciudad
sitiada
despediré el
cielo
que ningún lucernario pudo
contener.
(Será llanto de hombre en su derrota:
secretos incomprensibles
escaparán de las cúpulas
y seguirán resplandeciendo en mi destierro).
(Será llanto de hombre en su derrota:
secretos incomprensibles
escaparán de las cúpulas
y seguirán resplandeciendo en mi destierro).
Último rey de la tristeza:
un viento desmesurado se llevará
la alhaja
que no supe retener.
[Boabdil, Granada, 1492]
Pintura de Gabriel Viñals
“¿Quién construyó la Tebas
de las siete puertas?”
Bertolt Brecht
No
hay
nom-
bres
alzados
hasta
la cúspide,
calendarios
cubriendo
el
desierto, suma del escarnio,
aritmética
del desastre, altura prometida,
sin
este atroz olvido de las manos, la derrota
colosal
de los hombros para tanto esplendor saqueado.
No
hay monumento más que en lo efímero: no más que
cúmulo
de sollozos, efigie sin misterio, amarra de las reverencias,
plegaria
sin rostro, una añoranza como un músculo desgarrándose
en
este polvo que nos iguala y crece en el intervalo entre dos extinciones.
--------------------------------------------------------------------------------------------
No
hay más que montaña que corta el cielo, lo invisible soportando el vértice,
siete
millones de gravidez, soberanía en la que reposan las profanaciones.
No
hay más que declive disimulado en los ajuares, un corredor ciego,
puerta
falsa para una residencia sin descanso ni dicha.
No
hay Nilo que arrastre a la orilla la memoria
ni
caliza que preserve del delirio del mármol:
no
más que arrebato del tiempo, usurpación,
geometría
desmentida por los esclavos,
maldición
que espanta a los vivos,
duración
que se desmorona
sepulcro
de oro para
la
misma disipa-
ción
de
huesos.
[Egipto,
s/f]
Pintura de Gabriel Viñals
Y quizás no haya más que un poema
rescatado del río turbio
que somos.
No más que poema entrecortado
rapto tendido frente al asombro confusión
de la retina
ante la mano que labra
su ilusoria eternidad.
Y quizás no haya poema:
sólo un grito
sin garganta
una protesta contra la
disolución.
poema de las declinaciones gravidez
que no aplasta
las revueltas del sueño.
También la ausencia
tiene una historia: odisea sin
héroes
sepultura de los días sin
inventariar
oscuridad que desde el fondo nos
mancha.
Nadie puede alcanzar la
constelación
en la que gravitan los cuerpos
la espesura del vacío
la tensión de los tendones
que postergan el sueño terminal:
ESPLENDOR SAQUEADO, de Arturo Borra
Atelier Siba, 25 de noviembre de 2015
Por Pilar Verdú
Un libro de poesía lo es, entre otras cosas, porque convoca en nuestros oídos y en nuestra memoria otras voces que ya nos constituyen para sumarse a ellas, para ampliar la constelación personal que a cada uno nos ampara y nos guía cuando nos perdemos en el bosque. El libro que Arturo Borra ha tenido a bien dejarme entre las manos, ha ejercido esa llamada y ha puesto mi sangre en pie para recibir esos entrecruzamientos que hacen más tupida esa red salvadora. Esplendor saqueado resulta ya un título bastante explícito, reforzado por la cita que lo sigue: “No hay más que arqueología de la pérdida”. Porque se canta lo que se pierde, como bien sabía don Antonio, que por otra parte, lo sabía casi todo.
El primero de los poemas del libro está puesto en la voz de Boabdil, y no sé ustedes, pero para mí Granada es, de inmediato, Lorca, Luis Rosales y después Carlos Cano, quien, con su Casida del Rey chico, me ofreció una magnífica clave de lectura de Esplendor saqueado. Canta Carlos Cano con su habitual elegancia:
En el fondo de un aljibe me encontré
la tristeza que matara al rey Boabdil.
Y a la sombra de un almendro la dejé
Y a la sombra de un almendro la dejé
por los montes de Guajar-Faragüit,
por ver si cuando el tiempo de la miel
la luz del pensamiento diera flor
la luz del pensamiento diera flor
Lo mismo que Carlos Cano hace Arturo: coge la tristeza que matara a los reyes-metafórica o literalmente- de tierras perdidas, de amores perdidos, a la tristeza que matara a esas mismas tierras por verse saqueadas, y, con toda delicadeza, las deja a nuestros pies de almendro por ver si cuando el tiempo de la miel / la luz del pensamiento diera flor. Pensar sobre la historia para no repetirla, lograr que la luz florezca y no haya más derramamientos de sangre como los que nos siguen anegando todavía hoy.
Otro ensayo sobre budismo y cristianismo que tenía entre manos me susurró una preciosa historia que también casaba con esto. Un compasivo monje budista ha erigido en Taiwán el Templo de los Dios Rotos, en el acoge las figurillas de dioses populares chinos o las estatuas de bodhisattvas budistas (seres sensibles iluminados) que los fieles despechados han tirado. Arturo, de algún modo, con mirada compasiva, recoge también los restos de esos hombres poderosos que hoy miran hacia atrás sobre lo que tuvieron, que comprenden de repente lo que Quevedo supo formular tan bien: que las glorias de este Mundo/ llaman con luz para pagar con humo. Ni las más disparatadas fantasías megalómanas se pagan de otra manera.
Por estas páginas transitarán Burckhardt, el explorador europeo que encontró las ruinas de Petra en 1812, o Saha Jahan I, que mandó erigir el Taj Mahal para su esposa favorita y acabó contemplándolo desde la cárcel en la que le encerró su propio hijo. Vemos el Templo del Gran Jaguar de Tikal, considerado la puerta del inframundo, la tumba del rey Ah Cacao; la Gran Muralla china, falsa defensa, en cuya construcción fallecieron diez millones de obreros; las Catacumbas, ciudades subterráneas de los muertos. Contemplamos Estambul, anagrama de la vanidad hasta que el resplandor se desvaneció. Y también Camboya, Alejandría, Camboya, Isla de Pascua, Tenochtitlán, Machu Picchu, Atenas.
Esto es Historia con mayúsculas, pero Arturo se preocupa también- acaso más- de la intrahistoria. Como él es un obrero que lee, a Bertol Bretch entre otros muchos, se pregunta por quién construyó la Tebas de las siete puertas, quiénes habitaron esos lugares, sobre qué hombros viajaron las piedras de las pirámides: lo invisible soportando el vértice. A la postre, total, el polvo nos iguala, la misma disipación de huesos. Este poema es también visual puesto que los versos conforman una pirámide en cuya base aparece otra invertida. Porque la estética, en esta obra, es un valor muy presente. No olvidemos que este libro es, además de eso, que ya es, un objeto artístico per se, porque Gabriel Viñals se ha encargado de añadir su visión particular, lo cual establece un puente entre artes muy enriquecedor. Es el trigésimo primer título de la colección Poética y peatonal; poética es evidente por qué; Peatonal porque, sin duda, sus autores viven con los pies en la tierra, a ritmo de paseante, sin dejarse llevar por la voracidad de la prisa urbana. Y así, paseando, es en muchas ocasiones cuando Arturo se entrega a lo que él llama “atención flotante que permite escuchar el latido de la palabra.
Viñals considera que el arte puede ser útil, decorativo, efímero y sirve para vestirnos, además de por dentro, por fuera, y por eso pinta camisetas inspiradas en cada uno de los libros que pasan por sus manos. Nada mejor que presentar este libro aquí, en Atelier Siba, un espacio también donde arquitectura, poesía y dibujo se hermanan, y nos hermanan a todos los presente. Esa es la función del arte: que cada uno se conozca mejor para poder conocer al otro, y que las fronteras entre el otro y yo, entre el dentro y el afuera, las fronteras en general, se desdibujen. Como dijimos antes, Borra tiene los pies en la tierra, y sabe cuánto sufrimiento hay en ella, y escribe también sobre ese desgarro, no con la intención de prestar su palabra a quienes no tienen, porque eso supondría erigirse en portavoz-y sería un acto de soberbia - y porque un poeta como Arturo no presta su voz: la regala, la entrega porque es ahí, en ese lugar de lo irrenunciable, donde puede renacerse y sobre todo, cuestionar(se). La actitud de Borra ante el mundo, y ante la literatura, es la de la mirada crítica para desechar los clichés que alambican y menguan el pensamiento. Dirá Borra: La literatura, si no persigue la demolición de cualquier tópico, se convierte ella misma en uno. Este verso-prácticamente aforismo- pertenece a Modelos para (des)armar, (guiño a su compatriota Cortázar), en el que queda constancia de que la literatura es para él un trabajo exigente, instalado en la preguntas, subversivo, critico para aprender y abrir así caminos, porque solo conociendo la realidad puedes detectar en ella los huecos, las fisuras por las que entra el aire. Dirá, por ejemplo, Cobijar lo singular de los otros: esa difícil, improbable apertura que evita cristalizar lo que fluye, irreductible a los juegos de la filatelia. Nadie puede entenderse a sí mismo si se desvincula de su prójimo: no somos islas, somos un archipiélago en resistencia. Solo el encuentro posibilita una construcción de la hermandad. Ese es el camino único, como este ejemplar; poético, como este ejemplar; peatonal, porque somos nosotros, las personas de la calle, quienes hemos de tratar de cobijar lo singular de los otros. Es lo mejor, sin duda, que podemos darle a la poesía y lo mejor que la poesía puede darnos, lo mejor que podemos darnos unos a otros. Ese sería el verdadero esplendor, que no admitiría, jamás, saqueo.
¿Qué sociedad no ha soñado su propia eternidad? El testimonio de esa lucha contra la erosión del tiempo no arroja más que victorias pírricas: el trazado de una belleza derruida, documentos de cultura y barbarie, como diría Benjamin.
Esplendor saqueado parte de una investigación histórica de diferentes monumentos culturales. Pero en vez de una historia monumental, queda una arqueología de la pérdida -rastros de un derrumbe, nombres borrados. Por eso se trata de una reflexión sobre nosotros mismos y nuestras experiencias más básicas, desde la soledad hasta aquellos encuentros -más o menos efímeros- que dan sentido a nuestras vidas. Tras esa estela, persiste la memoria de lo arrebatado, el trabajo arqueológico del poema como exploración de la ausencia.
En vez de una simple constatación melancólica, sin embargo, lo que persiste es la voluntad entusiasta de dar cuenta de la fragilidad de toda tentativa humana. Sólo desde ese reconocimiento nace la promesa de una comunidad inédita.
Se trata entonces de una ética del sujeto: la que parte de la fragilidad universal para dar lugar a los otros y a lo otro. La hospitalidad nace de ese reconocimiento del otro como condición constitutiva de nosotros mismos. Precisamente porque somos finitos, porque el sujeto no es autosuficiente y porque la megalomanía nos conduce a la destrucción común, saber de un esplendor saqueado prepara las condiciones para un habitar diferente, ligado a la posibilidad de una vida que parte de las ruinas de lo Real.
Arturo Borra
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