domingo, 13 de julio de 2014

«un desierto a la deriva» -fragmentos de Mario Montalbetti


 


hay un desierto a la deriva

enterrado entre tormentas

hay un escorpión inteligente
 
tallado en cada muerte
y hay una muerte tras otra
 
entusiasmadas con la religión
 
aves frías te golpean la cabeza
y aprendes enseguida
 
hay un río dentro del río
 
fabricando fiebres delicadas
hay una puerta detrás de la puerta
 
y un bizcocho detrás del mundo
 
excavamos en los días de la tiza
vertebrado / invertebrado
 
escribimos para tapar los hoyos
y reparar las faltas
 
hay un ángel de barro acantonado en posición fetal
y al fondo un enemigo intolerante
 
hay un musco que contiene réplicas
de todo lo que has oído
hay un libro que repite todo lo que escribes
y otro que escribe todo lo que repites
 
hay un sol partido en dos
y una sombra espesa en la escisión
hay un perro perdido en el ojo de la horca
(cada línea es un río una calle un color imaginario
 un número irracional en medio de una suma infrecuente
el rostro cambiante de una ventana un amanecer en tu boca
una lápida una lápida que no coagula...
 
porque cada línea contiene su propia ausencia
porque cada línea no importa
 
la escala termina con la forma
los ritmos y las texturas se desbandan sobre las dunas
la aridez se hace rama inquebrantable)
 

de todas las huellas / escoge la del desierto
de todos los sueños / el de las bestias
de todas las muertes / escoge la tuya propia
que será la más breve y ocurrirá en todas partes
 
 
decimos nada sobre todo
buscando a aquél que lo dice todo sobre nada
 
sobre la mesa hay animales vivos y flores amarillas de montaña
 
muertes simples que se clavan en la tierra como estacas de plata
estampas de los santos gregorio santiago y Benedicto
 
la luna vacía y el sol de invierno
 
 
los pies de aquellos que pisarán los granos esta noche
los tambores los cuernos en espiral y agonías que besan los cielos
el violón de madera balsa las cuerdas de metal
 
todo está sobre la mesa
sobre la mesa las hojas de coca y los nevados
y los ríos de obsidiana
 
las piedras que se repartirán a medianoche
y la medianoche entera
besando el corazón de un cóndor y la voz de una mujer
que irá de casa en casa buscando a sus familiares todo esto
 
 
todo esto está sobre la mesa
 
¿por qué lo hacen de esa manera? así lo hacen así lo
hacemos
 
sobre la mesa las tormentas y los vientos y los lagos
de altura
la sed continua de las gargantas en las islas
 
 
el diario secreto de las amazonas
el manojo de rosarios cuyas cuentas no conocen
todavía
el paso fugaz de las yemas hacia la redención
 
 
todo está sobre la mesa todo esto
 
 
así lo hacen así lo hacemos
cañas negras vibran entre sus labios
saliva espesa lame las caries negras
cerdos de patas negras con negras circuncisiones
merodean en silencio
 
 
todos lo saben todos los han visto
y están todos ciegos de ver tanta ausencia
 
 
se ha ido
 
puso al ave intoxicada
sobre el abismo y dijo
alcanza al ave de fondo
y resuelve el suspenso
de toda esta geometría
 
vuela en silencio
abriéndote al espacio
que no toma en cuenta
el espacio que ocupan
las cosas llamadas reales
 
el ave descendió tres
tormentas espirales
y encontró al ave
que laceraba su letargo
colgada de un rayo de porcelana
 
aquí hay alguien
que se ha ido y que ha dejado
esta succión i> y termitas en todos los peldaños
y en todo este espacio abierto
 
 
los niños nacen sin cerebro
 
 
y encierran sus cabezas en bolsas de plástico
y deambulan por el desierto
 
como astronautas atormentados
medio millón delicadamente
 
 
desolados por esta versatilidad
de la repetición
hallan
 

 
un muslo un fémur un párpado
 
 
y una sanguinaria homilía sobre esta visión
que no hay ojos que vea
propiamente
 
 
porque es aguja y agujero al mismo tiempo
el mismo nervio
óptico
 
 
y en todo este espacio abierto
 
 
los senos están secos y las tibias tibias
 
 
hallan
 
el gran decorado de fondo que sigue su viaje
 
más de lo mismo tras más de lo mismo
como una piedra encerrando el fósil de una piedra
 
 
todo este espacio y ningún lugar donde ponerlo
vacíos
los niños aspiran el ágil plomo de las tardes frías
y cargan de tumor sus tristes tálamos
 
 
sordos a las palmeras
bajo cuyas palmas se indigestan
 
 
y ciegos
 
 
con cada muerte me vuelvo más lento
menos elegante y me recuesto en piedras
 
 
que son cráneos dormidos en el desierto
mi lengua está tatuada de sed
 
 
y las tormentas caen como flores
que caen de otro planeta
 
 
por fin el fin que no admite comienzos
o esta redención
 
entierro mis ojos
estudio mis manos mis uñas
son rabia fosilizada
 
 
persistencia del cólico de los árboles
ramas negras contra el cielo dorado
y el invierno sobre el invierno
 
 
el tiempo transfiere su ponzoña al paraje
los sueños nos despiertan picoteándonos los ojos
 
 
persistencia del cólico de los océanos
el primer sonido es un eco del último
peces de agua dura rellenan los desiertos submarinos
 
 
siete pozos son los siete días y veinticuatro
muelas las horas decapitadas por la marea
 
 
persistencia del cólico del fuego
naufragio de las hojas de té en agua hirviendo
 
 
una pared blanca con cien sombras que danzan
entre lluvias secas un fandango sangriento
él muere ella murmura y muere
 
 
persistencia del cólico del colibrí
por eso mira fijamente a la muerte en los ojos
 y le hinca el pico afilado hasta dejarla exangüe
 
 
y transfórmale sus oscuros humores
en néctar absurdo que sólo la adicción redime
 
 
persistencia del cólico de los perfumes
llevo en atados aromas sombríos que emanan de la tierra
 
 
lentos desastres son estos cantos de amor
 
 
esta montaña gris o esta bola de acero
 
 
este ascenso inesperado a 5000 metros
el vago huayno que me trajo hasta aquí
 
 
describe lechuzas negras y amores cortos
ensangrentados
 
 
ver en la oscuridad o a través de ella
caer de aviones
 
 
danzar al son de once arpas afiladas
 
 
el altiplano me debilita / nunca estuve ahí
 
 
nunca estuve ahí
ese ichu inerrante o esta mesa turquesa
 
 
esta muerte no es muerte
 
 
cómo será tirar a 5000 metros
estrangulado por el aire raro
 
 
o por el vómito de un ave carbonizada
nunca estuve allí
 
 
nunca estuve ahí
nadie está bien
 
 
esta débil precocidad de la sinrazón
este vado
 
 
este viento que otras bocas chacchan
más voraces y más insanas
 
 
nunca estuve ahí
 
arden las hojas secas
verdes fuera de si
 
 
lo que cambia entra
en combustión
se vuelve otra cosa
de otro color
 
en el estanque las carpas
rojas escarban
donde el espacio
no puede entrar
 
 
toma té
tres sorbos
tres veces
 
del corazón emigran
sueños solitarios
 
siguen las direcciones
de las ramas que caen
sobre el agua
 
 
solamente en una canasta
de vientos
puedes llevar tu vida
 
 
el fuego pesado de la hoguera
reconoce el carrizo
y huye de las malas
 

 
lo que adquiere forma
está condenado
a perderla
 
té / tres sorbos más
 


 
De «Fin desierto»