jueves, 18 de diciembre de 2008

Un huérfano - Víktor Gómez




















"Oigo pasos, oigo el lastimoso trueno que al perenne huérfano perturba."
Juan Carlos Mestre (de La tumba de Keats)


Un huérfano.
La habitación del hotel. Quizá la lluvia.
Mirar para nada, para no hablar tal vez,
mirar a la pared.

¿En ese momento moría un ángel?

Una herida.
No hay arma visible, no hay luminosa
huella, rostros o palabras, olor ni
tan siquiera.

Un niño solo.
En menos de un minuto la calidez
de una madre
le llevará a un nacer nuevo, a vivir.

En su vientre
quedan noches vacías de leche.
En sus ojos la insabora oquedad de un pozo
con insectos.
En sus manos la aridez sin almohada
del lecho entre barrotes.

No recuerda del daño
ni los agentes
ni el lugar. Pero su sangre liviana
tiene una deficiencia de glóbulos rojos
y su anemia
emana de un músculo aterido
que debiera mover el caudal
rojo de sus cañerías.
(Esas que un día se cerraran con anginosa memoria).

Se abre la puerta y el huérfano siente
sin saber,
siente que alguien de su amoratado cuello levanta
la soga de los abandonados.


Víktor Gómez


domingo, 14 de diciembre de 2008

Dos poemas de "Una temporada en el infierno"- Arthur Rimbaud






















Una temporada en el infierno

Antaño, si recuerdo bien, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones, en el que todos los vinos hacían torrentes.

Una noche, senté a la Belleza sobre mis rodillas. - Y la encontré acerba. - Y la injurié.

Me armé contra la justicia.

Y escapé. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh aversión, es a ustedes solamente que confié mi tesoro!

Logré diluir en mi espíritu toda esperanza humana. Sobre todo júbilo, para estrangularlo, hice el salto cauteloso de la bestia feroz.

Llamé a los verdugos para morder la culata de sus fusiles mientras perecía. Llamé a los flagelos para ahogar con arena, la sangre. La desgracia fue mi dios. Me revolqué en el barro. Me sequé con el aire del crimen. Aposté con la locura.

Y la primavera me brindó la risa repugnante del idiota.

Pero, cuando estaba casi por decir adiós, resolví buscar la llave que me abriera las puertas del festín antiguo, donde quizás recuperaría el apetito.

La caridad es esa llave. - ¡Esta afirmación comprueba que estuve en un sueño!

Permanecerás como una hiena, etc ... exclama el demonio que me corona con duermevelas tan amables. Consigue la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo y todos los pecados capitales.
¡Ah! He tenido demasiado: - Pero, querido Satán, se lo suplico, ¡tenga la pupila menos irritada! Y esperando esas vilezas que se retrasan, para usted que ama en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, le arranco algunas hojas ominosas de mi carnet de condenado.

















Adiós

¡Ya el otoño! Pero por qué tener nostalgia de un sol eterno, si estamos comprometidos en el descubrimiento de la claridad divina, - lejos de la gente que muere mientras pasan las estaciones.

El otoño. Nuestra barca alzada entre brumas inmóviles toma rumbo hacia el puerto de la miseria, la ciudad enorme en el cielo tiznado de fuego y de barro. ¡Ah! ¡Los harapos putrefactos, el pan mojado por la lluvia, la ebriedad, los mil amores que me han crucificado! ¡No terminará nunca este vampiro que reina sobre millones de almas y de cuerpos muertos y que serán juzgados! Me sueño con la piel roída por el barro y la peste, llenos de gusanos los cabellos y las axilas y lleno de gusanos todavía más gruesos el corazón, tendido entre desconocidos sin edad, sin sentimientos ... Podría haber muerto.

... ¡Ominosa evocación! Execro la miseria.

¡Y temo al invierno porque es la estación de la comodidad!

- Algunas veces veo en el cielo playas infinitas, cubiertas de naciones blancas gozosas. Una gran embarcación, por encima de mí, agita sus pendones multicolores con las brisas de la mañana. He creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. Ensayé inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Creí adquirir poderes sobrenaturales. ¡Y bien! ¡Debo enterrar mis imaginaciones y mis recuerdos! ¡Una bella gloria de artista y narrador desechada!

¡Yo! ¡Yo que he sido llamado mago o ángel, dispensado de toda moral, soy devuelto al suelo, para buscar un deber, y para abarcar la realidad rugosa! ¡Aldeano!

¿Estoy equivocado? ¿La caridad será hermana de la muerte, para mí?

Finalmente, pediré perdón por haberme nutrido de mentira. Y adelante.

¡Pero ni una mano amiga! ¿Y dónde podría obtenerla?

Sí, la hora nueva es al menos muy severa.

Por lo tanto puedo decir que la victoria está conseguida: los chirridos de dientes, los soplidos del fuego, los suspiros apestados están mitigándose. Todos los recuerdos inmundos desfallecen. Mis nostalgias recientes se diluyen, los celos por los mendicantes, los bandoleros, los amigos de la muerte, los postergados de toda índole- ¡Condenados, si yo me vengase!

Se requiere ser absolutamente moderno.

Ni una pizca de cánticos: llevar la delantera. ¡Dura noche! ¡La sangre seca humea sobre mi rostro, y no tengo nada delante, sino este horrible arbusto! ... El combate espiritual es tan brutal como la batalla de los hombres; pero la visión de la justicia es el placer de Dios solamente.

Sin embargo, es la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y ternura real. y al alba, armados de una ardiente paciencia, entraremos en espléndidas urbes.

¿Qué hablé sobre una mano amiga? Una buena ventaja es poder reírme de los viejos amores mentirosos, y cubrir de vergüenza a esas parejas estafadoras, - vi el infierno de las mujeres allá abajo ;- y me será concedido poseer la verdad en un alma y un cuerpo.


Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno.
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