domingo, 3 de julio de 2011

Tres poemas de Juana Bignozzi















La vida plena

A algunos les han quitado las ganas de hablar,
pasan mudos por el amor, aman perros vagabundos
y tienen una piel tan sensible
que nuestros pequeños saludos cotidianos
pueden producirles heridas casi de muerte.
Nosotros, seres amables e inofensivos,
miramos los gatos enfermos, las mujeres con collares
que pasan por la calle
y sentimos un desamor agradable,
casi suficiente.

De Mujer de cierto orden (1967)













Extrañas parejas

siempre volví en olor de bienvenida
flores animalitos de mis colores
corazones de papel que son los que me importan
y ahora entro en una casa donde
hay que dar la luz y el agua
y no buscar bebida en vaso limpio no la hay
sólo una voz por el teléfono

he aceptado entrar en una casa a oscuras
para que en mi vida no echara raíces el patetismo

De Interior con poeta (1993)
















Interior con poeta III

Desde mi ventana
silencio de verano silencio de invierno
veo servir la comida
encenderse las luces
lámparas del atardecer mesas del mediodía
¿acogerían ellos a una sin patria?
¿no estaría mi corazón para siempre en otra tierra?
soy ajena a las ceremonias de la costumbre
que suelen acogerme para señalarme extranjera
vidas de espaldas al mar que es el camino de mi vida

De Interior con poeta (1993)

2 comentarios:

Stalker dijo...

me acariciaron los poemas pero me demolieron las fotos...

tremenda sacudida que uno debe acertar a traducir, exorcizar, adentrar

esos animales ahí, durmiendo en lo que representa el puro trasiego de lo humano... ¿qué imagen más conmovedora puede uno imaginar?

Arturo Borra dijo...

Querido Stalker, qué alegría tenerte por aquí. Es cierto que esa foto -triplicada, en puntos diferentes- es demoledora. Buscando refugio en esa región donde todo es peligro, calma donde otros corren.

No sé bien por qué vinculé estos poemas de Bignozzi a esa foto. Quizás por una vulnerabilidad en común, por esos animalitos que también se asoman en la escritura.

Gracias por pasarte y va un fuerte abrazo,

Arturo