domingo, 14 de diciembre de 2008

Dos poemas de "Una temporada en el infierno"- Arthur Rimbaud






















Una temporada en el infierno

Antaño, si recuerdo bien, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones, en el que todos los vinos hacían torrentes.

Una noche, senté a la Belleza sobre mis rodillas. - Y la encontré acerba. - Y la injurié.

Me armé contra la justicia.

Y escapé. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh aversión, es a ustedes solamente que confié mi tesoro!

Logré diluir en mi espíritu toda esperanza humana. Sobre todo júbilo, para estrangularlo, hice el salto cauteloso de la bestia feroz.

Llamé a los verdugos para morder la culata de sus fusiles mientras perecía. Llamé a los flagelos para ahogar con arena, la sangre. La desgracia fue mi dios. Me revolqué en el barro. Me sequé con el aire del crimen. Aposté con la locura.

Y la primavera me brindó la risa repugnante del idiota.

Pero, cuando estaba casi por decir adiós, resolví buscar la llave que me abriera las puertas del festín antiguo, donde quizás recuperaría el apetito.

La caridad es esa llave. - ¡Esta afirmación comprueba que estuve en un sueño!

Permanecerás como una hiena, etc ... exclama el demonio que me corona con duermevelas tan amables. Consigue la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo y todos los pecados capitales.
¡Ah! He tenido demasiado: - Pero, querido Satán, se lo suplico, ¡tenga la pupila menos irritada! Y esperando esas vilezas que se retrasan, para usted que ama en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, le arranco algunas hojas ominosas de mi carnet de condenado.

















Adiós

¡Ya el otoño! Pero por qué tener nostalgia de un sol eterno, si estamos comprometidos en el descubrimiento de la claridad divina, - lejos de la gente que muere mientras pasan las estaciones.

El otoño. Nuestra barca alzada entre brumas inmóviles toma rumbo hacia el puerto de la miseria, la ciudad enorme en el cielo tiznado de fuego y de barro. ¡Ah! ¡Los harapos putrefactos, el pan mojado por la lluvia, la ebriedad, los mil amores que me han crucificado! ¡No terminará nunca este vampiro que reina sobre millones de almas y de cuerpos muertos y que serán juzgados! Me sueño con la piel roída por el barro y la peste, llenos de gusanos los cabellos y las axilas y lleno de gusanos todavía más gruesos el corazón, tendido entre desconocidos sin edad, sin sentimientos ... Podría haber muerto.

... ¡Ominosa evocación! Execro la miseria.

¡Y temo al invierno porque es la estación de la comodidad!

- Algunas veces veo en el cielo playas infinitas, cubiertas de naciones blancas gozosas. Una gran embarcación, por encima de mí, agita sus pendones multicolores con las brisas de la mañana. He creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. Ensayé inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Creí adquirir poderes sobrenaturales. ¡Y bien! ¡Debo enterrar mis imaginaciones y mis recuerdos! ¡Una bella gloria de artista y narrador desechada!

¡Yo! ¡Yo que he sido llamado mago o ángel, dispensado de toda moral, soy devuelto al suelo, para buscar un deber, y para abarcar la realidad rugosa! ¡Aldeano!

¿Estoy equivocado? ¿La caridad será hermana de la muerte, para mí?

Finalmente, pediré perdón por haberme nutrido de mentira. Y adelante.

¡Pero ni una mano amiga! ¿Y dónde podría obtenerla?

Sí, la hora nueva es al menos muy severa.

Por lo tanto puedo decir que la victoria está conseguida: los chirridos de dientes, los soplidos del fuego, los suspiros apestados están mitigándose. Todos los recuerdos inmundos desfallecen. Mis nostalgias recientes se diluyen, los celos por los mendicantes, los bandoleros, los amigos de la muerte, los postergados de toda índole- ¡Condenados, si yo me vengase!

Se requiere ser absolutamente moderno.

Ni una pizca de cánticos: llevar la delantera. ¡Dura noche! ¡La sangre seca humea sobre mi rostro, y no tengo nada delante, sino este horrible arbusto! ... El combate espiritual es tan brutal como la batalla de los hombres; pero la visión de la justicia es el placer de Dios solamente.

Sin embargo, es la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y ternura real. y al alba, armados de una ardiente paciencia, entraremos en espléndidas urbes.

¿Qué hablé sobre una mano amiga? Una buena ventaja es poder reírme de los viejos amores mentirosos, y cubrir de vergüenza a esas parejas estafadoras, - vi el infierno de las mujeres allá abajo ;- y me será concedido poseer la verdad en un alma y un cuerpo.


Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno.
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3 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Con Lautremont, este es el poeta más inquietante que he leído. Desequilibra. Nos enseña ese averno que pisamos, no en sueños, sino en la silenciosa e íntima vigilia.

Leí y no me atreví a releer a Rimbaud hasta hace bien poco tiempo. Al levantarse la uña, sangramos sin control y queda
un negror en la piel cuando crece por segunda vez que nos recuerda
el daño.

¿Acaso mentía? ¿Acaso se miente
uno al leer con estupor en el espejo de la sangre aún tibia?

¿Qué gobierna el deseo
y por dónde la virtud se
trasviste?

¿En qué momento si no tuviera
consecuencias nuestro libre
albedrío seríamos puros como
un lebrel o caníbales cual
Drakul, el empalador?.

Propone una desnudez Rimbaud
tan extrema que no es social.
Superar, pues, ese demencial
rigor de autenticidad, reconocer
y amputar lo canceroso de lo
calcinado, lo corrupto de lo bello...

¡Estupor es el lenguaje
cuando dice lo que no quisimos
desvelar!

Un trabajo de purificación
más allá de la moral.

Un abrazote,

Víktor

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Acabo de empezar el libro que Miguel Casado (Ed.) coordina: "Rimbaud, el otro".

Me parece oportuno hundirme
en esa difícil palabra, absolutamente moderna, que nos zarandea y cuestiona cada día
con más fuerza.

Lo comentaremos.

Un abrazote

Víktor

Arturo Borra dijo...

Querido Víctor, pedazo de comentario dejas… en una entrada difícil, porque difícil es comentar –decir algo relevante- sobre poetas como Rimbaud, sobre los que ha corrido tanta tinta.
Lo inquietante, lo que perturba desequilibrándonos, es quizás la puesta en cuestión –en un contexto diferente- de una sintaxis lineal, de una poesía más o menos marcada por un lirismo por momentos banalizante y tópico, pero sobre todo, por el desquiciamiento radical de las formas (que adquieren valor semántico: el valor de una ruptura). En suma, en la fractura del lenguaje y un radical desplazamiento en el poetizar (incluso anunciándose a sí mismo: “hay que ser absolutamente modernos”). Pero si a esa sintaxis la articulamos para analizar lo que delimita, es tanto más rotundo el golpe. Hasta la belleza se sienta al banquillo –y sabe amarga a este poeta. Obra de umbral, esta temporada infernal hace imposible la plenitud del sujeto. No sólo porque siempre es otro, sino porque hay una mutación constante, una sintaxis resquebrajada del deseo ("hay que cambiar la vida"). Sigue siendo apremiante, sin embargo, determinar a qué horizontes conduce el malditismo, si es que conduce a alguno.
Ya la seguimos. Mientras, gracias por tu paso y ya espero el libro ese de Rimbaud.
Un abrazo fuerte,
Arturo