martes, 2 de septiembre de 2008

Villa Oculta* - Arturo Borra

A mi amiga Karina Arach, que con su trabajo invisible,
forma parte de quienes luchan por construir otras cartografías urbanas.


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"Un cielo que no existe pero tiembla”.
Antonio Méndez Rubio


Aquí se sobrevive –aunque los mapas escondan
esta geografía de ausencias. El infierno
no tiembla pero existe. Las calles sin nombre
¿adónde llevan? El que no tiene
techo: ¿qué puertas puede abrir?

Y si irrumpe lo desaparecido/ ¿qué otro lugar
le aguarda que no sea la sección “policiales”?
Esta Villa tira de los carros de la memoria: un caballo
triste relincha de cansancio/ tira la amnesia
del otro lado de los terraplenes.
Los carros cargan botellas para construir
una plaza de presencias invisibles. Una plaza es también
un tobogán por el que saltar el hambre/ rescatarse
en los juegos/ hamacar las dichas que sobreviven
en los mapas silenciados.

Pero hay una risa de pibe que mira detrás de los cristales y esa risa que no esconde su inocencia robada de villa oculta es también una súplica/ ni siquiera un reclamo/ un querer darse/ a la luz / otra luz/ y seguir tirando los caballos con sus carros de memoria/ truncada en la ciudad que oculta su furia.

“Eh vos/ ¿no ves que no puedo estar en paz?”, dicen los de este lado.
“¿No ves que no puedo...?”, repite un niño que golpea los vidrios de los autos por una moneda. “¿Y si pudiera?” se queda mascullando/ en este susurro sin resonancia. Y no sabe dónde ni cómo/ pero en esta supervivencia quizás/ se pueda más que sobrevivir/ y tirar los carros del cansancio que relincha contra la amnesia de una ciudad que calla sus villas de la tristeza/ de los caminos del barro que cubre de noche los cuerpos.

Si pudiera asomarse/ de la imposibilidad de la condena/ ¿por qué no podría
alzar un tobogán que derrumbe los terraplenes de la mirada/ y detrás de lo visto/ se alce una región oculta/ y reinvente los mapas y pronuncie la cifra del cielo?

A.B.

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* Villa Oculta - situada detrás de un terraplén- es el nombre de una villa miseria de Santa Fe (Argentina) que no figura siquiera en los mapas oficiales.

jueves, 28 de agosto de 2008

Tres poemas de Miguel Casado











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LA RAMA en el ojo,
como en el árbol, desnuda,
que el viento bambolea.
Sube y baja con el viento,
azota, misteriosamente
se la ve desde un sótano,
al pie de una escalera.

***
AHORA QUE la cabeza está llena
de una pasta esponjosa
y continua, en que nada
toma luz, se mira las manos
y encuentra el extraño callo de escritor:
hendido y rojo un momento
por la presión de la pluma. Y lee
sin entender la grafía negra,
esa forma plana del deseo,
plana y estéril.












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LA MADRE urge a la niña, le dice
que su hermano, al que lleva en brazos
-con más de treinta meses le cuelga doblada
la cabeza-, pesa como un muerto.
Y las palabras resbalan por el cuerpo dormido
y caen al suelo entra las dos;
la niña mira, con cuidado de no pisarlas.





De Tienda de fieltro, DVD poesía, 2004.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Dos poemas de Olvido García Valdés





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«El recorrido del sol cuando cae»
el recorrido del sol cuando cae
la noche, el recorrido
de la noche, hacia dónde
va llegando, mirar
lo conocido como signos
que son y ya no son, un aceite
de estar, representar
su hueco,
desplazados miramos
como si fueran los otros
siempre a estar ahí y de
pronto no están o no estuvieran

De Y todos estábamos vivos
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«Otro país, otro paisaje»
Otro país, otro paisaje,
otra ciudad.
Un lugar desconocido
y un cuerpo desconocido,
tu propio cuerpo, extraño
camino que conduce
directamente al miedo.
El cuerpo como otro,
y otro paisaje, otra ciudad;
atardecer ante las piedras
más dulcemente hermosas
que has visto,
piedras de miel como luz.


De El tercer jardín


jueves, 14 de agosto de 2008

«El adiós» - Yves Bonnefoy




Hemos vuelto a nuestro origen.
Fue el lugar de la evidencia, aunque desgarrada.
Las ventanas mezclaban demasiadas luces,
Las escaleras trepaban demasiadas estrellas
Que son arcos que se hunden, escombros,
El fuego parecía arder en otro mundo.

Y ahora hay pájaros que vuelan de una habitación a la otra,
Los postigos se cayeron, la cama está cubierta de piedras,
La chimenea llena de restos del cielo que van a apagarse.
Allí, por las tardes, hablábamos casi en voz baja
Debido a los rumores de las bóvedas, allí, sin embargo,
Formábamos nuestros proyectos: pero una barca,
Cargada con piedras rojas, se alejaba
Irresistiblemente de una orilla, y el olvido
Depositaba ya su ceniza en los sueños
Que sin fin recomenzábamos, poblando con imágenes
El fuego que ardió hasta el último día.

¿Es cierto, amiga mía,
Que no hay más que una palabra para nombrar
En la lengua que llamamos poesía
El sol de la mañana y el de la tarde,
Una para el grito de alegría y el de angustia,
Una para el desierto río arriba y los golpes de hacha,
Una para la cama deshecha y el cielo tormentoso,
Una para el niño que nace y el dios muerto?

Sí, lo creo, quiero creerlo, pero ¿qué sombras
Son ésas que se llevan el espejo?
Y, mira, la zarza crece entre las piedras
En el camino de hierba aún apenas abierto
Por el que nuestros pasos iban hacia los jóvenes árboles.
Hoy me parece, aquí, que la palabra
Es el pesebre medio roto del que se escapa
En cada amanecer de lluvia el agua inútil.

La hierba y en la hierba el agua que brilla, como un río.
Todo está siempre a la espera de que una vez más se lo ate al mundo.
Sé que el paraíso está diseminado,
Es tarea terrestre el reconocer
Sus flores dispersas en la hierba pobre,
Pero el ángel ha desaparecido, una luz
Que no fue, de golpe, sino un sol poniente.

Y como Adán y Eva caminaremos
Por última vez en el jardín.
Como Adán el primer pesar, como Eva la primera
Osadía, querremos y no querremos
Pasar por la puerta baja que se entreabre
Allá a lo lejos, en la otra punta del ronzal, coloreada
Como auguralmente por un último rayo.
¿Se toma el porvenir en el origen
Como cabe el cielo en un cóncavo espejo?
¿Podremos recoger, de esa luz
Que fue de aquí el milagro,
En nuestras sombrías manos la simiente, para otros charcos
En el secreto de otros campos "cercados de piedras"?

Por cierto, está aquí el lugar para vencer, para vencernos,
El lugar de donde salimos esta tarde. Aquí sin fin
Como esa agua que se escapa del pesebre.

lunes, 11 de agosto de 2008

«A la orilla del río...» - Juan L. Ortiz


A la orilla del río
un niño solo
con su perro.
A la orilla del río
dos soledades
tímidas,
que se abrazan.

¿Qué mar oscuro,
qué mar oscuro,
los rodea,
cuando el agua es de cielo
que llega danzando
hasta las gramillas?
A la orilla del río
dos vidas solas,
que se abrazan.
Solos, solos, quedaron
cerca del rancho.
La madre fue por algo.
El mundo era una crecida
nocturna.
¿Por qué el hambre y las piedras
y las palabras duras?
Y había enredaderas
que se miraban,
y sombras de sauces,
que se iban,
y ramas que quedaban...

Solos de pronto, solos,
ante la extraña noche
que subía, y los rodeaba:
del vago, del profundo

terror igual,
surgió el desesperado
anhelo de un calor
que los flotara.

A la orilla del río
dos soledades puras
confundidas
sobre una isla efímera
de amor desesperado.

El animal temblaba.
¿De qué alegría
temblaba?
El niño casi lloraba.
¿De qué alegría
casi lloraba?

A la orilla del río
un niño solo
con su perro.

De El aire conmovido, 1949.




Biografía

Juan Laurentino Ortiz; Puerto Ruiz, 1896 - Paraná, 1978. Poeta argentino, conocido como Juanele. Se le considera una de las figuras fundamentales de su país, en el mismo plano singular y secreto en el que se ubica la influencia de Macedonio Fernández u O. Girondo.
Vivió su infancia en el medio rural de la Mesopotamia argentina y residió de joven en Buenos Aires, donde se vinculó a los ambientes políticos e intelectuales del anarquismo. Vuelto a su provincia natal de Entre Ríos, trabajó como empleado público y llevó una vida retirada que no le impidió ejercer una notable influencia estilística sobre las jóvenes generaciones.
Se inició bajo la influencia de la poesía intimista posterior al modernismo para después evolucionar hacia acentos más personales, entre los que destaca un sentimiento cósmico del paisaje y un humanitarismo solidario. Apartado de los círculos literarios, su obra tuvo escasa difusión y se publicó de manera dispersa en varios poemarios (El agua y la noche, El alba sube, El ángel inclinado, La rama hacia el Este, El álamo y el viento, El aire conmovido, La mano infinita y La brisa profunda) que en 1971 se reunieron en tres volúmenes bajo el título En el aura del sauce.


lunes, 4 de agosto de 2008

«Poema de amorosa raíz» - Alí Chumacero




Antes que el viento fuera mar volcado,
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.

Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.

Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.

Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran ni las flores estaban;
cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.
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Alí Chumacero Lora (Acaponeta, Nayarit, 9 de julio, 1918). Poeta y editor mexicano.
Perteneció al grupo de escritores que fundó la revista Tierra Nueva y dirigió la publicación entre 1940 y 1942. Fue redactor de la revista El Hijo Pródigo y de México en la cultura, suplemento del ya extinto periódico Novedades, así como director de Letras de México. Fue becario de El Colegio de México en 1952 y del Centro Mexicano de Escritores entre 1952 y 1953. Desde 1964 es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
Como autor, editor, redactor y corrector ha sido una de las figuras claves en la historia del Fondo de Cultura Económica, casa editorial para la cual todavía (2008) labora, después de más de medio siglo de trabajo intermitente. Es famoso por haber corregido para el FCE, entre cientos de obras, el Pedro Páramo de Juan Rulfo.[1] Alí Chumacero ha negado en repetidas ocasiones haber mejorado drásticamente la obra con su corrección,[2] pero el rumor de que lo hizo persiste.
Por su trayectoria como poeta ha recibido muchos premios, entre los que destacan el Premio Xavier Villaurrutia (1984), el Premio Internacional Alfonso Reyes Ochoa (1986), el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura (1987), el Premio Estatal de Literatura Amado Nervo (1993) y la Medalla Belisario Domínguez del Senado de la República (1996).
El 24 de junio de 2008 recibió un homenaje, con motivo de su 90 cumpleaños, en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México.[3]

Obras
Poeta austero pero de gran intensidad lírica, Alí Chumacero sólo ha publicado tres colecciones de poesía, un disco donde los recita, y un compendio de ensayos críticos:
1940 - Páramo de sueños
1948 - Imágenes desterradas
1956 - Palabras en reposo
1987 - Los momentos críticos (ensayos)
1997 - En la orilla del silencio y otros poemas en la voz del autor (CD)

sábado, 2 de agosto de 2008

«Los brazos cíclicos» - Julio César Galán


Porque sólo se empieza si se desata un río
en el cuarto creciente de la muchacha:
-Vibro en lo blanco y voy hacia ella,
o si el mar viene de una caracola
cuando se tañe el corazón que se rompe en nubes.

Porque unos brazos sienten como las aves los eclipses de luz
y se desatan como un río en el cuarto creciente de la muchacha
y la muchacha crece en esta sala del quinto pabellón
junto a la aguja varada en el brazo:
cúbrete y danza, dice la memoria.

Brazos de la frontera, brazos en las preguntas y en los vuelos,
brazos de retirarse hacia donde estuvimos
y en su rapto las calles desaparecen porque son quimeras.

Porque unos brazos rugen y se enroscan por las caricias
la noche en que el espíritu de la hembra es fruta y pan
y deja que despunten sus secretos y sus orígenes, y el mar
se inmortalice en la mirada que descubre y admira
entre los peces escalpelos y las mantis termómetros.

Unos brazos que gozan de su piel cuando están bajo el agua ardiente
o de un cuerpo y recorren largas horas su curso
para prenderlo en el cuarto creciente de la muchacha
y lo sube y varía en cada sensación hasta hacerse sublime y noble
y se blinda para elevarse y se eleva con cuanto fulgurece
en cada gota y en cada chispa,
y es amar y es amor: si quien riega ya limpia.



Del poemario inédito El inventor de sí, Julio César Galán
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Julio César Galán (Cáceres, 1978) es director del Centro para la Investigación y el Desarrollo de las Actividades Teatrales (C. I. D. A. T) y de la revista de teatro Dioniso. Su primer libro, El ocaso de la aurora, fue finalista del premio Extremadura Joven y Universidad de Extremadura (Sial, 2004). Sus poemas han sido publicados en diversas revistas como Nueva Letra, Kafka, Extramuros, Lunas Rojas, La plaza humana, Jizo, Letra Clara o Turia. En el año 2005 participó en la compañía de teatro granadina "Aqú Teatro" (Laboratorio Permanente) como coautor teatral y en el 2004 ganó el premio Platea de teatro breve por la obra Eureka.