domingo, 17 de marzo de 2013

«Los animales del silencio» -poemas de Antonio Gamoneda

 

 
Llegan los animales del silencio, pero debajo de tu piel arde la amapola amarilla, la flor del mar ante los muros calcinados por el viento y el llanto.

 Es la impureza y la piedad, el alimento de los cuerpos abandonados por la esperanza.

 

 

El animal del llanto lame las sombras de tu madre y tú recuerdas otra edad: no había nada dentro de la luz; sólo sentías la extrañeza de vivir. Luego venía el afilador y su serpiente entraba en tus oídos.


Ahora tienes miedo y, de pronto, te embriaga la exactitud: la misma fístula invisible está sonando bajo tu ventana: ha venido el afilador.
 
Oyes la música de los límites y ves pasar al animal del llanto.

 

 

Lame tu piel el animal del llanto, ves grandes números infecciosos y, en el extremo de la indiferencia, giras insomne, musical, delante del último dolor.


Vienen, extienden
 

sobre tu corazón sábanas frías.

 

 

Entra en tu cuerpo y tu cansancio se llena de pétalos. Laten en ti bestias felices: música al borde del abismo.

 En la agonía y la serenidad. Aún sientes como un perfume la existencia.
 
 Este placer sin esperanza, ¿qué significa finalmente en ti?

¿Es que va a cesar también la música?



            Antonio Gamoneda, Libro del frío.

sábado, 23 de febrero de 2013

Cuatro fragmentos de Pilar Fraile Amador: «Donde dice ceguera, escombro»

 
 


3
Coge rosas con el puño cerrado. Mi durmiente abre sus músculos recién creados y envenena sus senos con tierra incandescente. Para seguir durmiendo se sube como un gorrión en celo a los tejados más altos y sueña una y otra vez con tirarse desde allí. Sueña que puede despertar en la caída.
  


21

Mi durmiente acaricia el vello de los escarabajos, sigue con el dedo el reguero plateado de las hormigas, pierde la respiración cuando se dejan caer por el negro orificio del hormiguero, ama su cuerpo cimbreante bajo el peso de los alimentos.
 
 


 
25
Encendemos una pira con los nombres
sus llamas no queman

su ceniza no alcanza a llenar el hueco de una mano.



 

29
Donde debía estar mi alma hay un pedazo de hielo. Donde dice alma poner necesidad. Donde dice hielo, hielo. Donde dice necesidad poner hambre, donde dice hambre, ceguera. Donde dice ceguera, escombro.



De La pecera subterránea (2011)

lunes, 4 de febrero de 2013

Dos poemas de Tomas Tranströmer: "Bebisteis oscuridad/ y os volvisteis visibles".

“Bebisteis oscuridad/ y os volvisteis visibles”.
“Todo lo inconcebible que sin embargo va a ocurrir”.
T.T.


 Parkeharrison



Annie dijo: «Esta música es tan heroica» y es verdad.
Pero los que miran de reojo y con envidia a los hombres de acción,
---los que se desprecian en lo más íntimo porque no son asesinos
no se reconocen aquí.
Y los muchos que compran y venden seres humanos y creen que
---se puede comprar a todo el mundo, no se reconocen aquí.
No su música. La larga melodía que sigue siendo ella misma
---a través de todas las transformaciones, a veces brillante y débil,
---a veces áspera y fuerte, rastro de caracol y alambre de acero.
El tozudo canturreo que nos sigue justo ahora
hacia arriba
las profundidades.



 Parkeharrison 



Ocurre pero pocas veces
que uno de nosotros ve de verdad al otro:

una persona se muestra un instante
como en una fotografía pero con más claridad
y al fondo
algo que es más grande que su sombra.

Él está de cuerpo entero delante de una montaña.
Es más una concha de caracol que una montaña.
Es más una casa que una concha de caracol.
No es una casa pero tiene muchas habitaciones.
Es impreciso pero grandioso.
Él crece de eso, y eso de él
Es su vida, es su laberinto.

Tomas Tranströmer

sábado, 29 de diciembre de 2012

Desde la extranjería: poemas de José Viñals, Olga Muñoz Carrasco, Yaiza Martínez y Pedro Montealegre






Presencia


En el vaso de agua salobre. En el bisel ahogado del gran espejo de la sala. En los partes de guerra. En el florón oxidado de hierro de la puerta del zoo. En la proa del barco inmóvil en terso silencio de la bahía. En el arcano mineral de tus ojos durísimos. En el cielo. En la tela de organza color malva de tu traje de fiesta. En el baile. En la orquesta de vientos. En el hueco de mi mano. En la navaja de templado acero de Solingen. En tus pechos. En los versos del viejo poema, "entre las ropas de Tecla muerta hace treinta años". En el anillo de bodas. En el borde del río de la infancia. En la perdiz. En el ojo de la perdiz. En el ojo rojo de la perdiz. En la primavera. En la eclosión del vegetal temprano. En el grano de anís. En la fuente de plata del banquete. En las manijas niqueladas del ataúd. En la pausa del tigre. En los partes de guerra. En-los-partes-de-guerra. 


La muerte inexorable. La dulce muerte de las letanías.


José Viñals









encontraste la veta brillante en la esteatita por los rezos secretos de partición

murmurando de espaldas al hombre

en el cuarto en penumbra

conociste las más blancas verdades



abajo-
las voces de las niñas escalaban con sus corchetes los muros del patio


resultaba imposible navegar en esta melodía,
contra uno: padre y patrón (51)



arriba-
hiperestructura nubosa cuya verdad la nada no niega,
por no ser nada



y volver tristemente cabeza gacha (53) sin riquezas acumuladas
al antro mismo de la partida


(51) Quedará siempre por expresar el amor que profesaba a su propio carcelero. Tramposa, introdujo dos dedos en la granada. Así esperaba que la llevaras al fondo, hasta el campo folicular, confín de luz, límite de nombre, la existencia. Cada primavera sale de nuevo al aire, los pechos prendidos de crías. El florecido campo canta su historia de luz y enterramiento (52).

(52) Se escuchaban de este a oeste las canciones del agua circulando sobre rostros cadavéricos -así era honrar lo desaparecido, por su transformación en nuevas formas, dijo la Madre

(53) Con uno de los cuernos o ambos inclinados hacia abajo, muy enfrenada, con el hocico muy metido en el pecho


Yaiza Martínez





23.

El levante arrecia fuera. Dentro nos quitamos el aire unos a otros con palabras que hierven y malos modos. Bocanadas, mordeduras, o simplemente llamadas de socorro. Hay espacio suficiente en el suelo, en numerosos huecos invisibles. La ración de aire en cambio mengua, y seguimos respirando acompasados. Salimos al mar todos los días con la intención de llenar de viento los pulmones.


42.

Te empeñas en caminar por el desierto. Parte de la manada se ha acostumbrado a la sed y realmente nos llevan ventaja. La promesa del charco les hace estirar los miembros cuando rozan el espejismo. El trago viscoso los vuelve eufóricos. No me crees: la enfermedad crece alimentándose de las vísceras, del jugo que destilan unos cuerpos abandonados a la penuria. Para eso sobra líquido aún, para morir todos y extinguirnos en esta agónica mudez. 


Olga Muñoz Carrasco






 Lo visto

Se derrite lo visto. ¿Recuerdas el cono tirado en la acera,
un verano de atrás, podría hablarse de tregua, el óxido contrito,
la amalgama aún líquida? Se derrite lo visto. Saltan de los muertos
los polímeros, los radioterapistas posibilitan su trabajo
con botellas cromadas y una pequeña chispa eléctrica. William Crokes
se pregunta si cambiar la cruz de malta por la hoz del druida,

qué va, da lo mismo, el tubo catódico es un tubo metódico.
No somos exclusivos, para qué vagar, advierte el profesor,
mientras sobra lentamente el culo a una pera. Los chicos de hoy
no son como antes, asegura el ecógrafo, el momento que echa
sus ojos atrás y el blanco revela la metempsicosis.

Se derrite lo visto. No estoy seguro de vibrar,
si la circunferencia es la justa y su perímetro,
si la rotación es la justa y su velocidad, llanta de coche
calcada a la galaxia, tienda de rebajas para compradores de Liliput.
Los plazos me hieren la parte alta del duodeno, mi bolsillo resta,
divide, conmuta. Es probable que despiertes sudando.

Los hongos saprófitos, amigos de tus pies. Líquenes y musgo
han crecido en tus cejas. La vida no es fácil, el cliché del argonauta.
El mecánico cambia una muela por otra. El cigüeñal está roto.
El retraso, inminente. No dejes de saludar a los señores pluriempleados.
Las niñas de las comuniones llevan bragas de oro.
Los opositores a bombero encienden el pinar.

Si ajustas fijo tus gafas de miope posiblemente captes
la bipartición de un cigoto. Ese lunar no me gusta. Me salió en verano.
Anda al dermatólogo y que te enseñe el bisturí. No seas anticuado,
se lleva ahora el láser. Se derrite lo visto, se derrite lo visto,
el aceite para cocinar, para limpiar el párpado.
Y el algodón negro.


Pedro Montealegre







ONCE es una colección incompleta pero cerrada de quince libros que abordan propuestas de creación poética desde los márgenes, desde la vertiginosa pluralidad e insurrección de la palabra dada. Quince fragmentos. Quince golpes contra el muro de la obediencia y normalización. Quince veces lo imposible pero real. ONCE propone en 40 meses exponer al público en lengua castellana algunas de las voces que más osada y contundentemente han practicado ese nomadeo y experimentación, esa reflexión y diálogo, inagotable e inabarcable, que es reunido aquí bajo el epígrafe «poéticas de la atención y el cuidado a los conflictos y dilemas del mundo y sus diversidades». Poesía y ensayo, desde el afuera de los géneros y las taxonomías.

ONCE no es sólo intemperie, fuga, disenso. No sólo desprendimiento, coraje, fragilidad, solvencia. No sólo pero sí ineludiblemente lo que tú al leer agencies y reescribas.

La conciencia del lenguaje, la autenticidad, el ajuste de cuentas, las migraciones, las libertades, la concreción histórica y la intemporalidad, las crisis, lo creativo, lo heterotópico... Quizás esta colección de libros, inconclusa, inclusiva que no exclusiva, muy lejos de proponer un canon o exclencia, a lo que invita, querid@s lector@s, es a esperar lo inesperado. 


Colección dirigida por Víktor Gómez y Javier Gil


domingo, 2 de diciembre de 2012

"...mirar como si quemaran los ojos" -un poema de Ana Hidalgo



Hallar una hendidura



Hallar una hendidura, hundir la mano en ella y multiplicar su fragilidad, multiplicar la fragilidad de la hendidura. Hallar una hendidura y hallar mis manos, la mano frágil que hundo en la hendidura, la mano que multiplica la fragilidad de la hendidura, la mano alcanzada y la mudez. Hallar una hendidura y hallar mis manos, hallar un sonido o un veneno, hallar una posibilidad y traspasar la pureza, traspasar la pureza y el asombro, no limitarse a la pureza ni al asombro, hundir la mano en la hendidura, sacar la materia en la hendidura, comer materia, materia hallada y frágil, materia y posesión. Traspasar la pureza y hundir la mano en la hendidura hallada, traspasar el asombro y sacar materia, desposeer la hendidura, multiplicar la fragilidad de la hendidura, multiplicar la mano y el peso, seguir sacando materia. No parar de sacar materia, agotar el sonido, agotar el veneno y los ojos, las provisiones y el centro, la desconfianza y el amor, comer materia, la mano y la materia, la hendidura y la materia, la posesión y la desposesión, lo hallado. Agotar la hendidura hallada, poseer la materia de la hendidura hallada, poseerla hasta que se gaste, hasta que las manos sean impuras, hasta que la mano que hundí en la hendidura sea impura, hasta que la mano sea tejido y fragmento, todos los venenos, la materia, la resina, la fragilidad. Poseer la materia hasta que ya no quede materia, hundir la mano en la hendidura y que ya no quede nada que extraer, sólo lo irrecuperable, sólo el aliento y la maternidad, la finitud de la materia, la finitud de la hendidura. Gastar la hendidura que hallé, gastarme, agotar la mano que hundí en la hendidura, agotar la fragilidad, agotar la materia, llegar al límite de la posesión y de la impureza, mirar como si quemaran los ojos porque te estoy mirando y los ojos queman, porque agoté la hendidura, agoté la mano que hundí en la hendidura. Hallar la hendidura agotada, la mano agotada, la materia agotada, y en el gasto, en el desgaste, dar comienzo a la definición, en la no materia, en la no mano, en la no hendidura, dar comienzo a la definición.

Ana Hidalgo, Hallar una hendidura (2010).



domingo, 11 de noviembre de 2012

Samuel Beckett: "bebiendo por encima de la tormenta"



Vienen...

vienen
diferente e iguales
con cada una es diferente y es igual
con cada una la ausencia de amor es diferente
con cada una la ausencia de amor es igual

vienen
diferentes e idénticas
con cada una es diferente y es lo mismo
con cada una la ausencia de amor es diferente
con cada una la ausencia de amor es la misma


Música de la indiferencia...

música de la indiferencia
corazón tiempo aire fuego arena
del silencio desmoronamiento de amores
cubre sus voces y que
no me oiga ya
callarme

(Poemas en francés 1937 -1939)




Muerte de  A. D.

y ahí estar ahí aún ahí
apretado a mi vieja tabla picada en negro como de viruela
durante días y noches molidos ciegamente
de estar ahí de no huir y huir y estar ahí
inclinado a confesar un tiempo que agoniza
haber sido lo que fue hecho lo que hizo
de mí de mi amigo muerto en el día de ayer con el ojo brillante
con los dientes largos jadeando en su barba
devorando la vida de los santos una vida por día de vida
reviviendo de noche sus negros pecados
muerto ayer mientras que yo vivía
y estar allí bebiendo por encima de la tormenta
la culpa del tiempo irremisible
aferrado a la vieja madera testigo de partidas
testigo de regresos


(Poemas en francés 1947-1949)















al llegar la noche en que el alma
iba a serle reclamada
he aquí que al no aguantarse
la entregó una hora antes

escúchalas
sumarse
las palabras
a las palabras
sin palabra
los pasos
a los pasos
uno a
uno

imagina si esto
si un día esto
un día feliz
imagina
si un día
un día feliz esto
se acabara
imagina

las ganas cada día
de estar vivo un día más
claro que no sin el pesar
de haber nacido un día

noche que tanto haces
que imploremos el alba
por favor noche
cae

sábado un respiro
no reír más
desde la medianoche
hasta la medianoche
no llorar

silencio como el que existió
antes ya nunca más existirá
por el murmullo desgarrado
de una palabra sin pasado
por haber dicho demasiado no pudiendo más
jurando no volver a callar

viejo ir
viejas paradas
ir
ausente
ausente
detenerse


(Letanías 1976-1978)


[Todas las versiones son de Jenaro Talens]

sábado, 6 de octubre de 2012

Omisiones de la normalidad: las elipsis de Lucrecia Martel




Lo crucial coincide con lo borrado: la experiencia traumática que el «sentido común» -lo que Stuart Hall llama "inconsciente de la ideología"- prescribe olvidar. El presupuesto de olvidar lo antes posible es la exculpación, el desentendimiento de una responsabilidad ante el otro. 

Tranquilizarse es reducir, negar, crear coartadas: «habrá sido un perro» dicen quienes no quieren escuchar que en el lugar de la ausencia hay primero un crimen. 

Mejor obviar o, lo que viene a ser lo mismo, no preguntar. Nada. Seguir viviendo como si no pasara nada. Aunque los indicios estén ahí. Al menos, hasta que alguien se apresure a deshacerse de la memoria del daño. De sus rastros inquietantes. De lo que la subjetividad cínica rechaza: «todo marcha; no hay de qué preocuparse». También el remordimiento de no saber pasará. Hasta el malestar de la sospecha. 

La economía de la elipsis es lo que permite mostrar a Lucrecia Martel lo omitido. Hacer visible lo desapercibido; aquello que la discreción opta por ocultar. 

Pero las manitos en el vidrio están ahí. Encarnan lo Real. Lo que la normalidad omite: el crimen cotidiano -los desaparecidos de nuestro tiempo. La vida que exhibe su oquedad. 


A.B.



«La mujer sin cabeza» -Lucrecia Martel (2008)