domingo, 19 de diciembre de 2010

«Nubes tristísimas» -poemas de Idea Vilariño


Foto: ParkerHarrison


Inútil decir más.
Nombrar alcanza.
Idea Vilariño

Constante despedida

Estos días
los otros
los de nubes tristísimas e inmóviles
olor a madreselvas
algún trueno a lo lejos.

Estos días
los otros
los de aire sonriente y lejanías
con un pájaro roto en un alambre.
Estos días
los otros
este amor desgarrado por el mundo
esta diaria constante despedida.

De Pobre mundo.


25

Estoy
y arrecia el viento
y truena
y llueve
y canta el mar
y estoy aquí
nadie
sin nadie.


45

Como el que desvelado
a eso de las cuatro
mira con ojos tristes
a su amante que duerme
descifrando la vieja eterna estafa.

De No.


Los adioses

Morirse
no morirse
y estarse triste repartiendo adioses
moviendo
adiós
apenas
el pobre corazón como un pañuelo.

De Nocturnos.


Idea Vilariño

domingo, 12 de diciembre de 2010

Tres poemas de Germán Arens





Silencio

En el silencio
la urdimbre del dolor.

La vida en mis uñas,
la muerte en mis manos.

Y una plegaria de gloria en la mentira.

De Los ojos del cordero (2010)
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A más decir estoy estando

Estoy estando desde hace años
añado desde nacido preciso en instantes
aunque en ocasiones urbano decidor
nunca perfecto en tiempos verbales
estoy estando pasado
a veces nauseado de poesía
a más decir de los poetas.
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De Versos de Gabino (2009)
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Espárragos

Los espárragos más tiernos
crecían a ambos lados
de un desagüe
que habitaban
desde los inicios
de la colonización
las ranas y los mosquitos.
Los buscábamos por debajo
de la sombra
de algún sauce llorador
en los veranos del setenta.

Una vez encontramos
un paquete envuelto
en papel de diario.
Estaba lleno de balas.

De Pueblada (2008)
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domingo, 5 de diciembre de 2010

CINE Y POESÍA (VI): «Una deriva en silencio»

Apenas conozco algunas escenas similares en intensidad dentro de la historia del cine argentino. Se trata de una escena de Los muertos (2004, Lisandro Alonso), que se despliega en silencio. Son dos minutos que se hunden en lo que no puede narrarse.

Podemos navegar a la deriva, dejarnos llevar por la corriente, perdernos de la orilla del río. Todos navegamos con nuestros muertos y sus espectros nos seguirán, incluso ante el deseo de olvido. Aunque nos entreguemos a los diminutos goces cotidianos, a la dulzura efímera del río, a la miel arrebatada a un panal en un tronco, antes del festín austero que aguarda río abajo. Entre tanto, dejarse estar, escuchar los sonidos inconfundibles de la isla y que los árboles conversen con el agua.


Arturo Borra

lunes, 22 de noviembre de 2010

Un diálogo entre Víktor Gómez y Antonio Méndez Rubio

-I-

EDUCAR EN LA SOSPECHA,
enseñar a mirar, a no ver,
preparar para la rotura,
abrir en la ruidosa ciudad
archipiélagos en silencio,
estancia que es vuelo, vuelco, balconada,
convidar a la lentitud, a la atención,
a la espera y a la incertidumbre,
negar la facilidad de lo previsible,
cambiar techo por cielo abierto.
besar la nieve, no las huellas, amoratar
los labios e insistir,
volver e irse y volverse a ir, sin fin, sin reticencias.


Víktor Gómez, Huérfanos aún (Baile del Sol, 2010).





Es después
de toda la oscuridad
sabida insuficiente, libre, luego
de que no pase nada,
cuando sobreviene ese turno
final
de volver a algún hogar ausente,
sin causa reconocida,
a deshora o con el cuerpo frío
por el alba en silencio. Tras
pensar el esplendor
de la ruta posible, nada ni
nadie nos
quita el sueño o
espera para hablar del día.
No hay, en la mesa de tablas,
rostros enfrente, manos aun cerca,
juntas,
que recojan con su rabia las migas
de pan ácimo mientras
todos aprietan los dientes.


Antonio Méndez Rubio, Cuerpo a cuerpo (Baile del Sol, 2010)

sábado, 6 de noviembre de 2010

«Junto al pájaro derribado», tres poemas de Laura Giordani

"Hay un árbol", Laura Giordani



"Sólo querer ser árbol para abrazarte"
Laura Giordani


Dame esa palabra que haga brotar calostro de las piedras
mientras tanto no decir nada
seguir en penumbra
hasta que alguien me llore dentro y tenga que escribir
para darle consuelo




Primera vez

Sus noventa y siete kilos y toda
su lujuria cayeron sobre tu pubis
de nieve aún blanda.

Si hay dios, que esta noche
caiga de rodillas y llore
todo lo creado.


"El abrazo", Laura Giordani

girar de otra forma,
estremecer las omisiones:
esas piedras orbitando el corazón
estrellas muertas
capturadas por la tibieza en declive
de los cuerpos

resquebrajar las compuertas

dejarse anegar

ahora las cortezas mojadas
pueden arder bajo el corazón de los muertos
el fruto dejarse caer de su gravidez de azúcar
al suelo
--------prematuro

el árbol llorar su altura
junto al pájaro derribado

Del poemario Materia Oscura (Baile del Sol, 2010)




Fragmentos de «Vocación de cicatrizar», Mariel Manrique

Laura escucha la respiración de la tierra bajo la que tiembla un mundo. Ejecuta una delicadísima tarea de arqueología, exhumando lo que debe tatuarse en la memoria. Lo hace con la serenidad que destilan las imágenes pintadas por Fra Angelico y la determinación infatigable de quien no puede sino hundir sus manos en la noche más negra, para arrancarle los destellos que nos permitan seguir de pie. En los poemas de Laura no hay impostura, prótesis ni ornamento; no tienen flecos ni sobras, no hay exceso. Han sido cincelados amorosamente, con toda la ternura y la fiereza de la que el amor es capaz. Los poemas de Laura no son artefactos. Son la resistencia convertida en acto poético puro por una mujer que salta sin soga, sin arnés y sin red.

Laura va hacia abajo. Mira en la dirección de los olvidados y los desguarnecidos. Sus palabras pesquisan el dolor enterrado, para rescatarlo y cobijarlo en su alfabeto hecho nido. Es un doble dolor: el de haber sido arrojado a la existencia, sin haberlo pedido, y el infligido por la indiferencia y la conversión del prójimo en inerme objeto de crueldad. (...)

Adentro está todo lo que ha sido tapado por “una nieve sucia”. Por el desastre en el que hemos convertido nuestra salida de la infancia. La infancia está, para Laura, atrás y también adelante. Es la infancia primera que nos fue concedida y la infancia prometida que nos aguarda, si somos capaces de asumir y saldar nuestras deudas y dejar de ordenar, impasibles, las sucesivas muertes de los otros en el anaquel impávido de nuestras sienes. De detener el automóvil para acunar al perro moribundo en la cuneta, en lugar de “esquivarlo y acelerar para llegar pronto a casa”. (...)

Hemos sido exiliados de nosotros mismos. No solo de un país, sino de nuestra patria íntima de origen. De algún modo, fuimos expulsados de nuestra condición de niños, para adentrarnos en una adultez avara, que acumula negándose a soltar. Para soltar hay que restañar la herida y andar ligeros de equipaje.

Las varas poemáticas de Laura tienen no solo una textura pulida y despojada, sino una temperatura. Tibia como los cuerpos de los cachorros. Así como de esa textura surgen espontáneamente las “iluminaciones profanas” cuya belleza asediaba a Walter Benjamin, esa temperatura nos arropa y cobija. Mientras tanto, cada palabra es el hilo que sutura el tajo y nos desplaza a un territorio donde lo superficial es abolido, para quedarnos solo con el recuerdo de lo indispensable. Que brilla y brilla bajo la cruz del sur, a la que Laura regresa invariablemente".

Para leer el texto completo, aquí.

Fragmentos de «Glosas a Materia Oscura de Laura Giordani», Leonardo Torres

Al emprender la lectura de «Materia Oscura» tenía cierta aprehensión frente a la dificultad de abordar desde la poesía, un “tema «imposible»" (como dice Eduardo Milán en el bello prólogo) como el de la imposible niñez con que nuestras sociedades dan la bienvenida a millones y millones de niños. De Laura conocía ya su empatía profunda hacia la infancia y su lucidez rabiosa frente a la marcha del mundo y del mundo de las letras. Conocía también la fuerza creadora de su lenguaje y su exigencia, cosas que se ilustran en cada página de este libro. Pero dicha aprehensión, me di cuenta desde el primer poema, parece ser también el punto de partida de «Materia Oscura»: «llegar al poema como a una tierra minada de peligros» dice Laura y eso desde las orillas donde el mundo «se desploma» y donde debe también derrumbarse el lenguaje y emerger «el balbuceo». Y nos advierte que cuando el significado estalle «se verán los niños». No es, entonces, el niño quien ‘solicita’ el poema en su nombre, no son los buenos sentimientos ni la caridad que hacen llamado a la palabra poética, sino que, a través de la búsqueda de un lenguaje para el poema de hoy, el niño aparece como aquello que debemos decir antes que nada, como el puntal del mundo al que se pretende nombrar. (...)

Creo que si Laura «llega» hasta ese niño, si no se queda en una simple visión exterior y apiadada, si su viaje hacia ese otro que es el niño cobra consistencia y acarrea con el lector pese a la conciencia de la que hablamos al comienzo, es porque el libro está escrito por alguien que ha guardado las rodillas lastimadas de la infancia. En estos poemas hay una mujer que se mira en su propia infancia y desde ella constata la «cerrazón del mundo » donde hay otro niño que la mira, que nos mira. (...)

Hay aquí un tropiezo, una sacudida que nos devuelve a esa «lastimadura en las rodillas» y, de repente, el ‘tú’ que hasta ahora era el otro, se convierte en el ‘tú’ mismo de la poeta. Ella también ha dejado atrás « el humo y el árbol » porque « de sien a sien estallaron / los pétalos en la diáspora/ del perfume, de la infancia», ha perdido lo que ahora sólo es nostalgia o, mejor dicho, « dulce podredumbre en la espalda… pútrida dulcedumbre de las palabras que no mueren del todo». (...)

Esta ‘fêlure’, esta grieta que presiento en Laura Giordani me parece fundamental para entender «Materia Oscura». Hay un terreno común para ambos ‘tú’, ambos poseen ojos donde «se estampó el espanto». Y pueden mirarse y la una puede decir al otro o, como diría Chantal Maillard, hace de su «propio dolor la posibilidad del dolor de los demás». El recuento sistemático (¿cómo evitarlo?) que tenemos en «el resplandor de la indigencia», nos conduce a los lugares del cataclismo permanente, donde los pájaros caen muertos del cielo y el cielo mismo se despeña y donde no puede haber un ‘dios capaz de arrodillarse’ ante tanto horror porque « ¿A qué dioses aplacar con la sangre de un niño o de un pájaro?» (...)

No hay respuesta, sólo una trayectoria posible hacia la compasión (movimiento que se ejerce a lo largo del libro) que confiesa, de algún modo, la impotencia de las palabras y nos devuelve a nuestra condición primera, la de ser, antes y después del poema, un cuerpo inmerso en este mundo y por ello aspirar a « sólo querer ser árbol para abrazarte».

Para leer el texto completo, pulsa aquí.

lunes, 18 de octubre de 2010

Poemas de Juan Carlos Bustriazo: una «tormenta en la boca»


Cueva de las manos, Patagonia (Argentina)

Juan Carlos Bustriazo es una tormenta en la boca. Inusual, intenso, sus palabras trazan surco en lo desconocido. Un dialecto secreto, una invención para decir todo aquello que se fuga. Para reinventarse en un exilio en el que los neologismos dicen lo que las lenguas agotadas han perdido. Siempre estarán los que patologicen la imaginación radical; los que quieran llamar «glosolalia» al arte de la creación de nuevos lenguajes, como si nadie pudiera desafiar las lenguas normalizadas, como si lo ya-dicho bastara alguna vez.

Bustriazo pasó por un psiquiátrico y la consecuencia más duradera de su presunta curación fue lisa y llanamente la pérdida de su capacidad de poetizar, de escribir, de respirar en los intersticios del lenguaje. La restitución de una supuesta "normalidad" lo confinó al silencio más terrible: la privación de su (otra) lengua. La violencia física y simbólica es inocultable; la salida del confinamiento psiquiátrico es también la cancelación de la posibilidad de desplazarse hacia esa lengua menor que Bustriazo construyó para decir(se), para aludir sus mundos, para hallar también sus rincones donde habitar.

No conozco ninguna tentativa similar en el campo poético latinoamericano actual. La poesía de Bustriazo tiene un sello único, inconfundible. El único «trastorno de lenguaje» aquí presente es el que conduce al don de arrancar nuevos susurros a la escritura. Su poesía es de esos hallazgos que uno ya no puede ni quiere olvidar.

Arturo Borra

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Cueva de las manos, Patagonia (Argentina)

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esta caja amarilla

desde lo repugnoso del desvelo desde lo colorado de la
sien desde los ábrete porque estoy vivo ay vidalita
desde la guitarra embichada desde el engreimiento del
cielo desde las chaquiras que puse en tus muslos ay
vidalita desde las mesnadas del llanto desde las ínfulas
de lo que es como piedra desde la embustera porfía
desde el abrepuño amarillo ay vidalita desde lo venenoso
del bochorno contra el corazón cabal desde el boato
de la cizaña desde lo contra el cuerpo y contra el alma
ay vidalita desde el racimo del vaso infausto desde
el espejillo donde tus ojos me comen desde la última vi-
sitación desde lo tremebundo de este estar ay vida-
lita desde la musa extraviada desde el tordillo platea-
do que perdió la querencia desde los soles que me
hieren porque soy más de las lunas ay vidalita desde la
sexta que está en un hilo desde esta vihuelada que
en el final es bermellón ay vidalita desde la codicia
del chupasangre desde el santiamén del olvido des-
de la sombra caudalosa desde no sé que, escalofrío y en
el disturbio de los ojos
ay vidalita


17

y anduve solo y no era la luz
fuíme por duros corredores
por los pasillos pesaroso
y saquéme un papel azafrán
con un saludo de tez granate
“he aquí que llégueme a verte
juancarlos estuvo en esta torre”
y fuíme solo y no era la luz
por los pasillos musitantes
atrás dejé los corredores
negros y más que hechos con cuervos
quedóse el papel inclinado
esperando tus ojos de mora
y como un ciego fui con las manos
interrogando a las paredes
buscando la puerta brillante
los tragaluces del castillo
el aire que andaba en el mundo
“juancarlos estuvo en este cuarzo”
fuíme solo y no era la luz

de Unca bermeja (1973), 1984


balada arcaica

ya te vas vegetal tornasolada no me prendas la flor del exterminio fulgimiento del agua de los ojos no me prendas la flor del exterminio hinchamiento del cielo qué potencias no me prendas la flor del exterminio qué hinchadura del mundo taza turbia no me prendas la flor del exterminio con el hijo salido de tu entraña no me prendas la flor del exterminio con el ala punteada de tu ángel no me prendas la flor del exterminio con arcillas que vuelan soberanas no me prendas la flor del exterminio en olor de adiós que me espeluza no me prendas la flor del exterminio con tu boca antañera tras tu boca no me prendas la flor del exterminio en amor de tu sombra sonadora no me prendas la flor del exterminio!

de Canción rupestre, 1972, inédito



Extraído de Lamás Médula


Tan huesolita que te ibas
tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita
la siesta ardía melodiosa tan como ibas tu sonrisa era
una piedra arrobadora y era otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta pedrería eran
tus voces tan palomas eran tus manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que acaricia pie-
dra te ibas quién te roba última brisa de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis
días oh piedra llena llaga
hermosa!

de Elegías de la piedra que canta (1969)



Vigésima Séptima Palabra

Yo les pregunto y a las gentes duchas
qué es esta música que se me bifurca?
Valse, ranchera, polca, si es mazurca,
minué del ángel, chotis de la bruja?
Esta feliz sonorería oriunda
del corazón, de la pasión nocturna,
la rara avis que me canta y turba,
me amasa nuevo, que me descorrupta?
Yo no lo sé. Son hartas las preguntas.
Quid de la sien, la lengua. Me disculpan?









Radiografía de La Pampa, en "Revista Lamás Médula"

“Te /estuve/ yo /quemándome/ en/ tu agua” escribe Juan Carlos Bustriazo Ortiz, en forma de crucecita, en el comienzo de uno de sus libros, “Elegías de la piedra que canta”, y pienso que acaso no sea necesario agregar nada más sobre este hombre, ni sobre su poesía; sólo leerla, y dejar que lo raro, lo extraño se instale, inevitable, mientras la boca sonríe, agradecida.

El hombre que, asegura, escribió los dictados de Dios, es ex telegrafista, errante nocturno, amante de la vida y la naturaleza y el poeta de La Pampa.

Juanllanca, Flamenco Bustriz, el Penca o el Piedra Juan, como lo llaman sus amigos, es dueño de una obra poética única, reveladora, fundamental para la literatura argentina y sin embargo casi desconocida. Poesía viva que fue creciendo con el paso del tiempo, como bien señalan las docentes Dora Battistón y Carla Rivara en sus estudios. Una primera etapa (1954-1969), vinculada al cancionero regional caracterizada por el uso de los recursos métricos que le son propios (zambas, milongas); un momento de transición (1969-1970), donde se va alejando del formato canción, y una etapa final, hacia los años ochenta, donde el lenguaje se multiplica en nuevas formas más complejas, más experimentales: “ensusurrándote”, “rinconoso”, “laguniñas”, las palabras se amalgaman en una fusión sorpresiva que gana en musicalidad, en cuerpo.


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POESÍA DE LA PAMPA SECRETA: JUAN CARLOS BUSTRIAZO ORTIZ, por Cristian Aliaga

Juan Carlos Bustriazo Ortiz nació en Santa Rosa, entonces capital del Territorio Nacional de La Pampa, el 3 de diciembre de 1929. Su obra poética, iniciada con

"Los poemas puelches" (1954-1959), incluye más de sesenta títulos. De ese conjunto extraordinario sólo se publicaron "Elegías de la piedra que canta" (1969), "Aura del estilo" (1970), "Unca bermeja" (1984), "Los poemas puelches"- "Quetrales" (1991) y “El libro del Ghempín” (2004); todos en pequeñas tiradas y prácticamente inhallables (1).

Bustriazo ha viajado por el fondo de la región pampeana: puestos, campos perdidos de la civilización, obradores de Vialidad y boliches que jamás figurarán en cartografías –como el legendario “Temple del Diablo”– han sido su país natal.

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OBRA COMPLETA: Canto Quetral

Editada:

§ Elegías de la piedra que canta 1969
§ Aura del estilo 1970
§ Unca bermeja 1984
§ Poemas Puelches; Quetrales. Cantos del añorante 1991
§ Libro del Ghenpín 1977

Inédita:

§ Huellas de la pampa honda 1954-1959
§ Aires de cobre y sal 1954-1963
§ Zambas del Piedra Juan 1954-1963
§ Últimas zambas del Piedra Juan 1960-1964
§ Canciones del campamento 1960
§ Chalileras 1961-1962
§ Puelchanas 1961-1962
§ Llantos del salitral 1962
§ Viento de la Milonga 1961-1964
§ Nuevos estilos 1965-1966
§ Tercer libro de estilos 1967
§ Estilos salidos de madre 1967-1968
§ Estilos de Juan Salado, con un poema de piedra negra 1968
§ Papeles de piedra azul 1968
§ Cantos Nerecos 1968
§ Agua enjuta, guitarra… 1969
§ Sien socarrada 1969
§ Cartas desde la piedra 1969
§ Segundo libro de cartas 1969
§ Tercer libro de cartas 1969
§ Últimas Cartas 1969
§ Y tu ángel y el estruendo… 1969-1970
§ Costilla de azucena 1970
§ Las yescas, canciones del enterrado 1970-1971
§ Cantar del ánima y canción de enjuto 1971
§ Cantos de malhayadas o canción de Juan Carlos 1971
§ Segunda canción 1971
§ Solo de agua 1971
§ Punteo violeta; tal vez Cantar de calamanquero, también Temple del diablo o Cuasi tercera canción de Juanllanca, y mismamente Vihuela, Endechas cinco libros en uno,1972
§ Los dibujos 1972
§ Las pinturas 1972
§ Canción rupestre 1972
§ Los decimientos 1972-1973
§ Caja amarilla 1973-1974
§ Palabra colorada 1974-1975
§ Cárdena la raíz 1974-1975
§ Libro sangrado 1975
§ Cofre de cuarzo 1975
§ Obsidiana 1976
§ El Olor del Ópalo 1976
§ Poemas parientales 1976-1977
§ Alcatufé - Topasaire - Sol azul - Pedernal - Piedra de oro cinco libros en uno, 1977-1983
§ El cantor del anillo de plata 1983
§ Piedra cocida 1983-1984
§ Canto escarlata 1984
§ Rëni Tafü 1984
§ Cóndor verde 1984
§ Tigre del sol 1984
§ Hoja sepia 1984
§ Boca del bohemio 1984
§ Ciclo lila 1984
§ Las trovas del linyera 1985
§ Rasguido de la peñola 1985
§ Juglar herido 1985
§ La caja de la bruja 1986
§ Madreselva 1986
§ Pájaro tío 1986-1987
§ Libro de las cuartetas y unas derrotas 1986-1897
§ Texto autónomo sobre el Cometa Halley 1986-1987
§ Libro de cortezas del flamenco Bustriz 1989
§ Los neotangos de charol 1989-90


Más información,
aquí.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Nueva temporada de recitales del CPPC

Centro Permanente de Poesía Crítica

Poesía que no cede a la hipnosis




Forrestbed de Parkeharrison



Librería Asociativa Traficantes de Sueños
Embajadores 35, Local 6
Lavapiés
28012 Madrid
http://www.traficantes.net/


(XIV): Sábado 16 de Octubre de 2010 – 19:00 hs.
Lectura poética y presentación de libros

Esther Ramón
Arturo Borra
Laura Giordani
Víktor Gómez






cuerpo

con azadas
la abrimos
y manaron
panes duros
de colores
vivos como
las mantas
que cubren
los rostros
de los muertos
y al morderlos
se borraron
los dientes
y vino el hambre
de lamer piedras
y un antiguo
peso
a impregnar
de arcilla
los cerezos

-
Esther Ramón, Grisú (Ed. Trea, 2010).








Casi todo

Más tarde supe: sobra
casi todo.

Esta escritura sobrante
sobrevive como una especie
que agoniza. No sé qué lenguaje apagado
invoca. En una grieta
me asomo hasta las últimas luces
y nada veo.

Sólo el desierto es consistente.
-
Arturo Borra, Umbrales del naufragio (Ed. Baile del Sol, 2010).







El tizne en las mejillas,
el perfume a muerte temprana,
la noche cubriendo la orografía
cárdena de tu cuerpo
con todos los relieves del maltrato,
tu sombra menuda repartiéndose,
haciéndote
cada vez más inconsistente
en el asfalto y las nubes
a contramano, duelen.

El zócalo de almohada,
la bolsita de pegamento,
su nana mortal contra la boca.

Te van endureciendo las esquinas:
sus ángulos cada vez más agudos
decapitan candores, desdicen
las mieles y vas cayendo sin cese
sobre las crestas frías del alba.

Duele la indiferencia:
esa extensión de sien a sien
donde se evapora el llanto tan rápido. -
-
Laura Giordani, Materia oscura (Ed. Baile del Sol, 2010).







Para que no

lo vieran

----------tuvo que
andar ----------a favor
de los vientos.

Como una daga ------------------(por el cuello)
que hacia adentro se entrega fácil

como un insípido veneno ---------(por la boca)
que transparente se disuelve

sin saber supo ser -------------aire
y así nos ganó para la muerte sin matarnos
todavía— -----------(como un virus)

---------Así es la mentira.


Víktor Gómez, Huérfanos aún (Ed. Baile del Sol, 2010).
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Entrada extraída del blog de Laura Giordani