domingo, 27 de junio de 2010

Un poema de Marina Tsvetáieva



Perdóname. No quería.
Es grito de entraña devastada.
Así esperan los condenados
su ejecución al alba,

jugando al ajedrez. Risa
burlona el ojo del vigilante.
Somos los peones de un tablero
y alguien va jugando con nosotros en él.

¿Dioses buenos? ¿Malignos? ¿Quién?
Todo el horizonte es el ojo del vigilante.
Ruido metálico. Pasillo sangriento.
Ya se ha acabado el juego.

Un cigarrillo por última vez.
Y escupir -ah vida, vida.
Escupir. Al borde del tablero,
abierto está el camino -desangrarse-

a la huesa. Te miro de reojo.
Es la luna un ojo secreto que vigila.

-Qué lejos estás ya.


Marina Tsvetáieva. Poeta rusa nacida en Moscú en 1892. Casada con un oficial del ejército zarista,emigró al extranjero en 1920 y regresó a Rusia en vísperas de la guerra contra el fascismo hitleriano, al que había maldecido en sus versos cuando se hallaba todavía en la emigración. Tras su retorno del exilio, tanto su hija como su marido fueron arrestados y éste último fusilado. En conjunto, Marina Tsvetáyeva no sólo padeció diferentes infortunios familiares, sino también una absoluta desaprobación oficial y una situación de intensa pobreza, circunstancias que culminan en su destierro a Yelábuga, Tartaristán, donde se suicidó en 1941.
Rehabilitada de forma reciente en Rusia, es una de las mejores poetas rusas del S.XX. Entre sus libros de versos cuentan Álbum de la tarde, Linterna mágica, De dos libros, Campo de cisnes, Leguas, Fin de Casanova, Separación, Versos a Blok, Psique, Profesión, Después de Rusia, Versos a Chequia. Cuenta además con algunas obras de teatro y de prosa.



sábado, 5 de junio de 2010

Tres poemas de «Extra»- Antonio Méndez Rubio



Nocturno

Cualquier noche
y también esta noche
vale en la gratitud,
en la paz que no va a volver,
por no haber entendido
lo suficiente.


---------1

Mientras flota otra vez la nieve
por la nocturnidad
sin dirección, ni acoso,
salgo a ver en el humo
de la casa arrasada
contigo
dentro.




Expira
---
Sueño breve el
ruido de la elección. Necesito
no remedar el pulso,
esa abstinencia de la memoria:
me recuerda que iba a ser cierto:
---------------------------------no oí
el murmurar visible de las hojas blancas
cuando se hacía de noche.

Inspirar; espirar.
Cuidar del aire.

Ellas estaban allí, prendidas
del sonar en la lluvia, no lejos,
aunque en ningún momento pude
oírlas.


De Extra (2010), Antonio Méndez Rubio

sábado, 29 de mayo de 2010

Lecturas Poéticas en Valencia (Colección Transatlántica, Amagord)

Hora de inicio: Viernes, 04 de junio de 2010 a las 19:30
Lugar: Librería Primado y El Dorado MAE


Los poetas Andrés Fisher, Roger Santivañez y Forrest Gander ofrecerán una lectura poética en Librería Primado (Avenida del Primado Reig, 102, 46010 Valencia) con motivo de la reciente publicación de sus libros en la Colección Transatlántica de Ediciones Amargord.

Juan Soros, director de la colección, acompañará a los poetas junto a Benito del Pliego y Víktor Gómez.

Por la noche, a las 23 hs en El Dorado MAE (calle Alzira, 25) Jam Transatlántica con Benito del Pliego, Juan Soros, Laura Giordani, Arturo Borra, Pablo Camús, Sebastián Vitola, Aldo Alcota y Gonzalo Lagos. --


Andrés Fisher (Washington DC, 1963) estudió medicina en Chile, se doctoró en sociología en España y actualmente es profesor en EE. UU. A muy temprana edad viaja a Chile, donde crece en Viña del Mar. Ha publicado Ocularmente Ávido (1992), Composiciones, Escenas y Estructuras (1997), Hielo (2000, premio Gabriel Celaya), Relación (2008) y Series donde se reúnen sus últimos tres poemarios. Ha traducido a Haroldo de Campos al español y a Antonio Gamoneda al inglés (junto a Benito del Pliego).


los poemas del hielo I

i.

El horizonte delante y también detrás, en los espejos retrovisores:
figuras geométricas formadas por sombras sobre el asfalto delimitando áreas de sentido.

ii.

El día aconteciendo en la mirada del que viaja:
en su transcurso, un rostro disolviendo sus rasgos hasta hacerse parte del asfalto.

iii.

No solo aviones cruzan el cielo del que conduce:
también lo hacen grúas y farolas; puentes, señales y vehículos sobre ellos.

iv.

Áreas de sentido pintadas sobre el asfalto:
trazados amarillos las expresan y gobiernan una vida.

v.

El horizonte fragmentado por el trazado autoviario:
el brillo del son en cada una de las piedras aglutinadas sobre el asfalto.

vi.

La superposición de sombras y trazados:
Las señales grandes y azules entre el horizonte y los espejos retrovisores.



Forrest Gander es autor de varios libros de poesía entre los que destacan Eye Against Eye, Torn Awake, y Science & Steepleflower en la editorial New Directions y la reciente novela As a Friend también traducida al francés. Se presenta en España con una selección de su poesía editada más una serie de inéditos traducidos por Valerie Mejer en Libreto para Eros. Es traductor de Coral Bracho, Pura López Colomé y Jaime Saenz, (con Kent Johnson). También ha editado dos antologías de poesía Mexicana.


Para C

Dentro, dentro del regreso, dentro, el héroe se disminuye.
Ellos colocan un velo en la nave de ella y cuando es alzado
el nombre de la nave se ha perdido. Considera la
oscuridad del agua que no tiene olor y que tampoco puede tragar.
Aún así la proa se extiende sobre el proscenio como un caballo
en una valla y la orquesta se levanta y sale en fila.
En el largo camino a casa, añoro ver tu rostro.



Roger Santiváñez (Piura, 1956) fundó el estado de revuelta poética denominado Movimiento Kloaka (1982-1984). Recientemente a publicado Eucaristía (2004, premio JM Eguren de Nueva York), Dolores Morales de Santibáñez, Selección de Poesía (1975-2005) (2006), Labranda (2008) y Amaranth precedido de Amastris, última entrega de su poesía más reciente y primera edición de su obra en España. Eduardo Milán introdujo su poesía en España con la muestra Pulir Huesos. 23 poetas latinoamericanos que preparo para GalaxiaGutenberg en 2007.



AMARANTH NYZ

1.

Viaje mar incomprendido ade
Mán de la garza salpicada por
Doquiera quiso apropiarse de

xxxxxxxxxLa rosa


En la lejana espalda de su amor
Remoto reino equiparado a un
Corazón vuelve mar con brisa
Salerosa transparenta fluído mag
Nético noble dominio callado en
El desierto sechurano expresa
Nítido fantasma no hay ninguna
Sobradera o ladrido ‘e perro-lobo
En la distancia sólo tu fragancia
Sutil salina me repone el ama
Dor callejero extraviado en lan
Das cinerarias o dormita el ere
Mita coronado su placer de

xxxxxxxxInsana flor




Benito del Pliego (Madrid, 1970) ha publicado cuatro libros de poemas: Fisiones (Madrid: Delta Nueve, 1997), Alcance de la mano (Nueva Orleáns: edición de autor, 1998), Índice (Alcira: Germanía, 2004) del que prepara, en colaboración con Pedro Núñez, una edición virtual para El Águila Ediciones (elaguilaediciones.wordpress.com) -por este poemario recibió el Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya en 2004- y Merma (Tenerife, 2009). Zodiaco (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2007) es un anticipo de Fábula, libro de próxima publicación. También cultiva la poesía en su vertiente plástica, como se puede ver en Todos o casi todos. Antología de poesía visual, experimental y mail-art en España (Palencia: Cero a la izquierda, 2004).


Juan Soros (Santiago de Chile, 1975), se titula de Ingeniero Civil de Industrias de la Pontificia Universidad Católica de Chile el año 2000. Actualmente realiza estudios de Doctorado en Filología Románica en la Universidad Complutense de Madrid gracias a una Beca de postgrado en el extranjero del Fondo del Libro de Chile. Su obra está incluida en diversas antologías entre las que destaca Cantares, nuevas voces de la poesía chilena, editada por Raúl Zurita en 2004. Publicó es Tanatorio (Al Margen Editores, 2002), texto ganador de los Juegos Literarios Gabriela Mistral en 1999. Su segundo libro, Cineraria, obtuvo en 2005 el Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile, y fue publicado en España por Amargord ediciones.

viernes, 14 de mayo de 2010

«Walled horizonts» (horizontes amurallados), narrado por Roger Watters



Si hoy una de las amenazas más graves que atraviesa nuestro mundo histórico es el retorno del fascismo, habrá que recordar que la única forma de combatirlo es destituyéndolo, en primer lugar, de nuestros corazones.

El miedo, construyendo horizontes amurallados, contribuye a crear lo que más teme. La segregación y eventual exterminio de los otros no es un destino inexorable, sino la consecuencia más funesta de específicas políticas de estado, ciegas incluso a las demandas de paz de una parte significativa de sus pueblos.

Tomar los recaudos suficientes para no confundir esas políticas con deseos de toda una colectividad -confusión que suele disparar los estereotipos más peligrosos y promover los mismos antagonismos que constituyen el problema- no debería llamarnos al silencio, sino a una crítica selectiva y necesaria. Así lo hace este documental dirigido por Johan Eriksson y narrado por Roger Watters.
A.B.










Roger Watters en Israel

miércoles, 14 de abril de 2010

Cine y poesía (IV): «El gran dictador»

El discurso del sustituto de "El gran dictador" (1940) de Charles Chaplin bien podría constituir una medida de lo que en los tiempos actuales está cada vez más imposibilitado. Es cierto que a ese discurso podrían señalársele objeciones puntuales, pero eso no hace más que ratificar su validez global.
¿Qué queda de estos ideales en nuestro presente? ¿Qué instante de peligro se cierne sobre nuestra historia? La actualidad de "El gran dictador" es doble: la del retorno del fascismo y la persistencia de un anhelo de justicia.



Discurso de «El Gran Dictador» -Charles Chaplin

Lo siento. Pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas.

Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco.

Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.

Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oirme, les digo: no deseperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano.

El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá. Soldados. No os entreguéis a eso que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir.

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Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina. Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo lo que no aman odian, los que nos aman y los inhumanos.

Soldados. No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. El el capítulo 17 de San Lucas se lee: "El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres..." Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravilosa aventura.

En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad. Soldados. En nombre de la democracia, debemos unirnos todos.

«¿Para qué el ser humano en tiempos de penuria?»

Desde Hölderlin la pregunta retorna con fuerza: “¿Para qué poetas en tiempos de penuria?”. La «falta de dios», apagado su resplandor, se derrama en la noche del mundo. ¿Qué tienen entonces que decir los poetas a través de la poesía? En un suelo sin fundamento, en el abismo al que se precipita nuestro tiempo indigente, nada hay de extraño acerca del regreso de esa pregunta: incluso lo más sublime –que solemos ligar a lo poético- hunde sus patas en la infamia diaria, en la prosa de lo cotidiano. (...)
Tras los repetidos ensayos de respuesta, persiste el presupuesto de que la poesía no está justificada de antemano, si no es capaz de decir algo acerca de la experiencia de nuestra indigencia vital e incluso si no puede contribuir a concretizar unas demandas de justicia que sobrevuelan nuestro mundo histórico. Y en efecto: ¿cómo podría considerarse la poesía sustraída del desierto de lo real? Eso no convierte la poesía en un simple medio transparente para unos fines trascendentales, pero matiza la exigencia de autonomía artística que demasiadas veces se parece a una fórmula para el ensimismamiento formal.
Pero la pregunta de Hölderlin quizás esté supeditada a otra más general, que constituye su condición de posibilidad: ¿para qué el ser humano en tiempos de penuria? Esa pregunta puede resultar desconcertante y termina relativizando (poniendo en relación) la pregunta previa circunscripta a la poesía. Lo sugiere Sartre cuando señala: “(…) el mundo puede prescindir perfectamente de la literatura. Pero puede prescindir del hombre todavía mejor” . Centrarse en la poesía como forma pura y excluyente cuando peligra la existencia humana sería un ejercicio de constatación de nuestra ceguera. (...)
No es que otra vez haya que pasar obligadamente por el (nada eterno) debate del compromiso; al fin de cuentas, desde Sartre parece no haber más que matizaciones a una premisa fundamental: siempre estamos comprometidos con algo . El problema no es la disyuntiva entre presencia y ausencia de compromiso, sino el tipo de compromiso que elaboramos en la poesía y la reflexividad que somos capaces de conferirle a través de nuestros actos de escritura.
Ahora bien, si nos desplazamos al segundo interrogante (a esa desconcertante pregunta sobre el sentido del ser humano en tiempos de penuria) lo que cambia no es la formación de compromiso, sino lo que se (nos) juega en ese compromiso con el presente. Y puesto que no somos ni profetas ni futurólogos, más vale aclarar que no se trata de trazar algunos fotogramas del desastre que aguarda en alguna parte del porvenir, sino de centrarse en lo que está ocurriendo en la actualidad y, en particular, en aquello que estamos haciendo para detener una maquinaria siniestra que produce una devastación tan extendida como consentida.
Lo más grave en estas condiciones reside tanto en la amenaza de destrucción de una significativa parte de la superficie del planeta -incluyendo la especie humana- como en las prácticas colectivas que lo afrontan: la negación brutal de lo que ocurre, la indiferencia política y moral ante una realidad histórica radicalmente injusta y, para mayor desasosiego, la creciente hegemonía de una ideología actuante de cuño fascista que plantea como deseable la inferiorización/eliminación de cualquier figura de lo extraño, incluso lo que pudiera haber de extraño en uno mismo. Si hay un goce en la devastación, no se trata de simple ceguera; puede incluso que la ceguera consista en una negación estructural a no prever los efectos mediatos de prácticas depredadoras. (...)
No hay tiempos de penuria sin testigos que los sufran. Elaborar esos testimonios críticos y arriesgar otro tiempo –que un cierto panfletarismo hace estrictamente imposible- quizás sean las tareas más urgentes de la poesía que nos interesa. No toda producción poética lo hará, ni tenemos a nuestro favor más que un deseo que no puede ampararse en ningún mandato ontológico o alguna seguridad metafísica. Pero no somos sólo testigos que sueñan. Participamos de múltiples maneras en la construcción de nuestro presente y preguntarnos por aquello para lo que queremos ser es tomar partido contra una formación hegemónica marcada por la destrucción masiva de los entornos vitales.
Ante el fascismo creciente -que enlaza racismo, xenofobia y nacionalismo- y las amenazas totalitarias que se ciernen a escala global, habrá que seguir recordando que lo que se juega cada vez más no es la poesía (mucho menos, una irrelevante posición en el campo poético) sino la posibilidad de construcción de un mundo social en el que la penuria de nuestros tiempos no sea la última residencia de lo humano.

Arturo Borra
Para leer el texto completo, aquí.



A propósito del retorno del fascismo:

'Born Free' de M.I.A.

M.I.A, Born Free from ROMAIN-GAVRAS on Vimeo.

jueves, 1 de abril de 2010

Dos poemas de Rafael Cadenas



2. He entrado a región delgada.
Todo lo que canta se reúne a mis pies como banderas que el tiempo inclina.
Aquí el mundo es una estación amanecida sobre corales.
Ésta es la morada donde se depositan los signos de las aguas, el légamo de los navíos,
los mendrugos cargados de relámpagos.
Éste es el huerto de las especias clamorosas, la temporada de arcilla que el océano erige.
Ésta es la fruta de un piélago muerto, la columna desesperada del hambre.
Ésta es la salobre campana de verdor que el fuego crucifica, la tierra donde una tribu oscura
embalsama un clavel.
Ésta es la tinta trémula del día, la rosa al rojo vivo inscrita en los anales de la selva.

De Cuadernos del destierro --
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10

Ya el delirio no me solicita.
Vivo sobre la sal, levantándome y cayendo, día tras día. Como, ando, me acuesto sobre lo que me sostiene sin pedir una aclaración, sin esperar nada. Soy cuerpo. Me llamo tensión, debilidad, silencio, piel, nervio, olor, yerro. Me arrastro, toco hierba, me hago suelo. Lo inefable no me quiere.
Hace años dejé de preguntar. Desistí en un filo.
Las ventanas dicen vivir.
El pensamiento escarba, escarba.
Soy una cuerda que se abraza a la última proximidad.
Vibrante querer.
Ducho en disensión, en rotura, en desvivir, persisto.
Arrastro una historia anonadada.
Soy flaqueza máxima. Mis piernas se doblan. No llego, no llego. ¿De dónde sale la fuerza cuando sigo? Soy el sordo, el exabrupto, el golpe en la mejilla, el veneno de la suavidad, el manto del loco, el que hostiga al fervor, el sórdido tubo, la ciénaga sin fulgor, la horma de nuestra ignorancia, el que se hace, se deshace, se hace.

De Intemperie
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Fragmentos de "Contra la barbarie de la propia estimación", entrevista con Rafael Cadenas, realizada por Claudia Posadas

Ante la violencia y la búsqueda de poder como impronta del ser humano, ante la fractura de la propia nación y el continente, la poesía y el pensamiento del venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, estado de Lara, 1930), se erigen como una referencia de análisis del hombre contemporáneo. Su crítica parte de un diagnóstico de la conciencia, estancia generadora de nuestro desgarramiento: para el autor, en su reconocido ensayo “Realidad y literatura”, existe una sola condición: “El ser humano víctima de su propia psique (…), de sus prejuicios (…); el ser humano que 'proyecta' su angustia en todo lo que hace creando división, sufrimiento, agonía (…); el ser humano atenazado por sus propios productos: odio, afán de notoriedad, deseo de poder (…); el ser humano consciente del desastre que ha creado y sigue creando, pero como imposibilitado para detenerse (…)”.

Frente a este diagnóstico, sus planteamientos apuntan a considerar “la vida como totalidad” y no a partir del fragmento que significa la visión del ego. Así, busca un equilibrio entre la psique, el espíritu y lo axiomático, afincado siempre en la realidad, para llegar a “la autocreación” de un hombre ético, vigilante “de los humos de la propia estimación”, como diría Teresa de Ávila, que reconozca y se reconozca en el misterio mismo que es la existencia.

De esta manera, su reflexión desemboca, como lo dice en un poema, en la práctica de un “ethos clásico de la gratitud y de la aceptación de la existencia finita (Schajowicz)”, es decir, un ethos real, tangible, humano, construíble, universal, que trascienda cualquier religión, cualquier moral, cualquier dogma, cualquier noción del orden sobre todo lo que conlleva el concepto de éxito.

Para Cadenas, la poesía ha sido la fuente dónde encontrar al ser en el lenguaje y dado que para el autor este proceso debe ser individual, en sus poemas no hay una intención de hablar en nombre de la humanidad. Su poesía, engarzada en la más absoluta honestidad, implica una revisión profunda y descarnada del yo. De esta manera, su creación es el sólo testimonio de un hombre interesado en encontrar el centro de quietud de la psique, centro donde la barbarie sea transfigurada.

Rafael Cadenas pertenece a la estirpe de esos “renovadores secretos” de la literatura de nuestro continente, como dice Juan Gustavo Cobo Borda. Por la trascendencia y profundidad de su obra, que ha sido recogida para Latinoamérica en el volumen Obra entera. Poesía y Prosa (1958-1995) -Fce, 2000-, merece un reconocimiento como el Premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del Caribe.


Un aspecto central de su pensamiento es la búsqueda del concilio con nuestra condición humana, que en los últimos libros se ha resuelto en el “ethos clásico”. ¿Cuál es el origen de esta búsqueda y cómo se fue conformando esta noción? En este sentido, ¿cuál es el balance de este proceso de existencia, cuál es la distancia entre el Cadenas del desasosiego al Cadenas de la gratitud?

El origen está en una especie de quiebra psíquica al comienzo de los años 60, la cual me llevó a hacerme preguntas que creía resueltas. Fue un despertar, pues hasta entonces yo había vivido conforme a ideas procedentes de un esquema que a todo responde, que todo lo explica, cuando en realidad no existe nada que esté fuera del misterio, de ese misterio de fondo que también nos constituye, y cualquier explicación no trasciende el campo de lo relativo donde sí puede tener validez. Es allí donde funciona el pensamiento, más allá no, más allá tiene que enmudecer, lo que no está mal pues es muy hablador, porque ha de toparse con lo desconocido, con la fuente infranqueable, con lo que ha recibido muchos nombres, pero en realidad no puede tener ninguno. Es asombroso ¿verdad?, que en rigor no podamos dirigirle la palabra a nuestro fundamento esencial. En cuanto al balance que me pides, no me atrevo a hacerlo, pues me parece que implica un cierre. Se asemeja a un inventario espiritual, lo que exigiría más espacio del que ofrece una entrevista. Espero, sin embargo, que mis otras respuestas complementen las que acabo de darte.

“No somos la fuente de nuestro vivir, pero por nosotros pasan las aguas”.

Una de las maneras de emprender esta búsqueda es a través de un cuestionamiento muy honesto del yo. Este proceso es paulatino: ante la derrota, hay un enfrentamiento muy crudo con los diversos yo (Falsas maniobras -1966-); después, un estado de vacío (Intemperie -1977-). En Memorial (1977) se estanca el proceso hasta llegar a Gestiones (1992) y Anotaciones (1983), donde se da un concilio. ¿Por qué este enfrentamiento como método? ¿Qué yo permanece?

Cuestionar el yo, enfrentarlo suena contradictorio. Es lo que suele hacerse, pero no creo que resulte difícil darse cuenta de que eso lo realiza el mismo yo. Así, además de dividirse, termina fortaleciéndose. Ésta es una lucha que se refleja, como bien lo señalas, en los libros que mencionas, todos escritos desde cierta depresión, especialmente Intemperie. En Memorial confluyen las diversas formas usadas en los libros anteriores. Gestiones también las mantiene, pero hay más despersonalización, un intento de expresarme indirectamente, mediante motivos, algo que, claro, tampoco estaba ausente en los demás libros. Yo no rehuyo la primera persona, ni creo que usarla signifique egotismo; muchos, en cambio, la evitan, pero carecen de humildad. Me preguntas qué yo ha quedado. Pues el actual, el que traza estas líneas para pasarlas a la pequeña Olivetti y enviártelas; el que se interrumpe para ir a comprar Tal cual, periódico que dirige Teodoro Petkof, periódico padrísimo, como dicen ustedes, los mexicanos; el que intenta darse al instante, habitarlo, pues sólo existe el presente y un incesante devenir, de manera que el que escribió mis libros es otro, el de ayer es otro, el de hace unos minutos, ya que cambiamos, es otro, otro y el mismo, pero ese mismo es sólo la sensación de ser, de sentirse siendo. “El presente es perpetuo”, dice un verso de Paz, quien siempre insistió en el valor absoluto del presente y del origen. ¿Habrá diferencia entre ellos? Estas dos constantes de Paz me parecen vitales para sus lectores, siempre que las tomen en serio.

Hace algún tiempo solía dividirme en innumerables personas. Fui sucesivamente, y sin que una cosa estorbara a la otra, santo, viajero, equilibrista…

…Era el desfile de los habitantes desunidos, las sombras de ninguna región.

El fracaso como lucidez

El cuestionamiento es de sí mismo pero también, del orden, y ambos aspectos están ligados al concepto de derrota: se parte de un sentimiento de no pertenencia (Los cuadernos del destierro -1960-), y este proceso se expresa en el famoso poema “Derrota”. Después, dicho sentimiento se convierte en un espacio de libertad que desemboca en un estado de permanente vigilancia de sí mismo y del sistema y que se manifiesta en el poema “Fracaso”, donde señala una actitud ética. ¿Qué significó ese estadio de tal modo que fue punto de partida? Actualmente, ¿se encuentra o no en los poemas citados? ¿Su actitud surge de la experiencia que vivió su país y de su exilio?

Los cuadernos del destierro es un poema en prosa sobre mi experiencia como exiliado en Trinidad (1952-1956), isla muy próxima a la costa oriental de Venezuela. Era entonces todavía colonia inglesa, de modo que durante cuatro años fui súbdito involuntario, pero gustoso, de la reina Isabel. A este periodo le debo un idioma que leo mucho, pero que hablo sólo cuando viajo a Estados Unidos o a Inglaterra. El libro recoge también mi situación íntima de los años 60 que te mencioné. Hoy no me encuentro en “Derrota”, pero no porque crea tener éxito, esta palabra no forma parte de mi vocabulario, lo que ocurre es que ese poema lo escribió un joven con quien ya casi no hablo, es decir, yo hace 40 años. Te daré un ejemplo: en el poema se aprueba en cierta forma la lucha armada y hoy la rechazo. Hace muchos años me di cuenta de que no es esa la vía para lograr determinado cambio social. Ahora pienso en términos de reforma, no de revolución. Ésta se me antoja, después de las experiencias del siglo que acaba de concluir, un sangriento anacronismo que en todos los casos terminó en dictadura. En cambio hay revoluciones que no suelen tenerse por tales como la que ha ocurrido en la física cuyas implicaciones filosóficas apenas comienzan a vislumbrarse o la comunicacional tan prodigiosa o la del movimiento ecológico, y tal vez estén en camino otras que no podemos anticipar. Mi atención está puesta en el individuo más que en lo colectivo. Siento más cercano el poema “Fracaso”; y actitud crítica siempre he tenido, sólo que ahora no procede de ninguna postura previa, sino del simple ver. Al menos me vigilo para que sea así. Cualquier ideología es perversa, aunque esté guiada por la buena intención, porque separa a los seres humanos. El bien que se busca termina trocándose en mal. Las revoluciones traen violencia, se vuelven sangrientas, instauran dictaduras, destruyen y se autodestruyen, todo por el bien del pueblo. Prefiero el sentido común, que es ajeno a carismas, redencionismos, salvaciones, a todas esas grandiosidades hipócritas cuyos promotores nunca se han visto a sí mismos. Si lo hicieran se darían cuenta de que el mal que pretenden combatir está también en ellos y eso es igualmente valedero para los que se les oponen, quienes sin embargo, por estar más cerca de la realidad -al menos su retórica no tiene pretensiones mesiánicas- podrían acercarse al autoconocimiento.

(...)

Su escritura tiene varios registros: el poema breve y metafórico del principio, los poemas en prosa, abundantes y plenos de imaginería, y por último los aforismos, donde sintetiza su pensamiento y sus preguntas. ¿De qué manera este proceso estético se ha desarrollado a la par del proceso existencial? ¿Qué trayectoria de decantación implica el haber llegado a los aforismos de Anotaciones?

Trayectoria existencial y proceso estético son inseparables. Los cuadernos del destierro fueron escritos desde la depresión, luego, poco a poco, iba saliendo de ella, lo cual se puede palpar en los libros siguientes. Junto a los de poesía fueron surgiendo los de prosa y por eso están como entrelazados. Las lecturas han sido vitales para mí. Me interesa mucho el pensamiento vedántico, el taoísmo, el zen, y del lado de acá Whitman, Rilke, Lawrence, Pessoa, Ungaretti, Milosz (Czeslaw), Michaux; antes de experimentar con la droga, han sido una presencia constante en mí. También Jung, Watts, López Pedraza. He leído mucho a los clásicos, sobre todo los españoles, y de los modernos a Ortega, Unamuno, Machado, Salinas y Guillén. De Hispanoamérica me han acompañado siempre sus maestros, Reyes, Henríquez Ureña (Pedro), Sanín Cano, Borges, Paz, pero en fin sólo puedo mencionarte algunas de mis lecturas. Es cierto, me atrae el apunte como el de Anotaciones, la forma gnómica de Dichos (1992), el aforismo. Tal vez eso se deba a cierta urgencia por ir derechamente al blanco sin todo el acompañamiento explicativo que suelen llevar los escritos más completos. Tal vez influya también mi gusto por leer, que no me deja salir de la escritura breve. Tal vez mi propia limitación, no sé, pero te confieso que admiro a los poetas abundantes, mis opuestos, aunque los leo poco. Los veo como a príncipes que hunden sus manos cada vez que quieren en su erario verbal y de ahí sacan toda clase de joyas. Yo soy más bien lento, paso semanas, meses, años revisando un poema, indeciso, avergonzado, pobre.


Un tema constante a lo largo de sus libros, es una revisión del lenguaje, del poema y del poeta. Para usted, la poesía es contrapeso y contraste del poder, una ofrenda. En cuanto al autor “uno sólo espera de los poetas un óbolo que sirva para el trayecto”. Pero ante la barbarie, ¿el poema y poeta tiene algún sentido frente a esta realidad?

La poesía, el arte, el pensamiento son como contrapeso del poder y de la sociedad. Aquél tiende a volverse perverso y ésta a aletargarse. Se requieren antídotos fuertes para contrarrestar esas calamidades ¿y dónde encontrarlos sino dentro de la cultura? Se suele pensar que la poesía puede muy poco frente a la barbarie porque sólo le interesa a una ínfima minoría, pero ésta es una legión del espíritu y a través de ella actúa la poesía llegando así a ámbitos más amplios. En todo caso, lo más importante es el desarrollo de la conciencia; en tal sentido la lectura, pero no sólo de poesía, es decisiva. (...)

Entrevista completa, aquí.

domingo, 7 de marzo de 2010

Dos poemas de Mercedes Roffé





No hay traducción posible.

—o sí la hay:

de lo uno a sí mismo,

de lo uno a aquello que tantea y vence

de lo que sabe de sí

—su pobre imperio.


De Linternas flotantes






Tanteos en la mar violenta. Agitación. Un cierto envolvimiento de remolino o torrente. Depende de la dirección. Depende de si se podría siquiera hablar de dirección o de mejor deshacerse. ¿Indulgencia? ¿por qué no? Al menos insistir. Un acto de presencia, como tantos (tanteos en la mar). ¿Recuerdas? Un poco de historia. La arena, la guerra, la India... ¿oh, la mujer! El siglo, con atajos. No olvidemos que desde los hombros de los Padres...

En cuanto a las mareas: toma tu baldecito de lata y aspira hondo. Húndelo hasta el final. (Al principio, la boca te dará en la muñeca. No importa, sigue. Húndelo más. Como si enjuagaras las sábanas de tu ama la Desdicha. ¿O acaso algo ha cambiado?) Tira con fuerza. Ya está. Mira si no es tu cara. Y ahora no brinques o te perderás. No hables o te perderás. No atiendas al bramar de la tierra o te perderás. Es cuestión de ausentarse. Se trata

de fundar un vacío.

De Memorial de agravios. O de las cosas que han pasado en esta tierra.

«Sentido de la poesía» (fragmentos), Mercedes Roffé

Se cree que la poesía –acompañada de música o no; música ella misma-- se originó como un deseo de comunicarse con lo divino. Se quería estar en contacto con otra realidad. Es verdad que el sentido de lo divino, la necesidad de unión con lo sagrado, en su sentido originario, parecería no estar tan presente hoy en día en la vida de los individuos ni de la comunidad como tal. Sin embargo, es posible que la poesía y otras formas del arte sean uno de los pocos reductos que todavía desempeñan esa función primordial: unir al ser humano con un sentido trascendente de la vida, del universo, de su propio estar en el mundo.

Mucho se ha insistido en que la poesía política o social no logra, por sí misma, alterar las durezas de la realidad que denuncia. Pero tal vez, si pensáramos en que el propósito no es alterar como lo podría hacer un tratado diplomático o un arma de fuego, sino convocar la materialización de un deseo, como prefiguración de un mundo esperable e imaginariamente realizado, quizás podríamos decir que la poesía sigue cumpliendo esa misma función performática que cumplía en tiempos primitivos. Una función política en tanto religiosa.

Pienso asimismo que habría muchas maneras de responder la pregunta por el sentido de la poesía en nuestra época, y en cuántas de ellas serían igualmente válidas. Me pregunto incluso con cuántas de ellas coincidiría sin dejar de sentirme fiel a mí misma. Pienso que una de las respuestas más lúcidas a esta pregunta la ha dado quizás indirectamente Muriel Rukeyser en su magnífico ensayo The Life of Poetry. En esas páginas, al analizar el miedo –la fobia, diría más bien—que la poesía produce en algunas personas, Rukeyser interpreta que ese miedo deriva del poder de la poesía para conectarnos con nuestros propios sentimientos. Claro que no faltarán aquellos que –a un lado y otro del mapa poético universal— quieran ridiculizar esta concepción de la experiencia poética, siendo para ellos la mera palabra “sentimientos” un detestable resabio del cual habría que depurar no sólo la poesía sino la creación artística en general, y en lo posible a la vida toda.

Así entendido el término, se hace evidente que lo que esta propuesta sostiene es el poder de la poesía como elemento desalienador del ser humano, en una época en que éste se encuentra presa de un creciente número de medios y circunstancias –desde el trabajo hasta el entretenimiento-- que no buscan más que su enajenación.

Quisiera hacer propia aquí esta concepción de la poesía --de la experiencia artística en general--, como uno de los pocos espacios en los que el ser se reencuentra consigo mismo, con su propia humanidad, precisamente allí donde todo parece atentar en contra de tal reencuentro.
Esta experiencia límite no se mide por números. Basta saber que está allí, al alcance de quien quiera, para ejercer en nombre de todos, el derecho irrevocable de seguir siendo humanos.

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