miércoles, 9 de abril de 2008

«Arte poética» -Vicente Huidobro




















Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
como recuerdo, en los museos;
mas no por eso tenemos menos fuerza:
el vigor verdadero
reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh poetas!
hacedla florecer en el poema.

Sólo para nosotros
viven todas las cosas bajo el sol.

El poeta es un pequeño Dios.




Breve biografía de Vicente Huidobro
Poeta y narrador chileno nacido en Santiago en 1893.
Perteneció a una familia de rancia aristocracia donde siempre se respiró un gran ambiente intelectual. Antes de cumplir los veinte años publicó su primer libro de poemas, «Ecos del alma», donde dejó entrever el modernismo que declaró oficialmente en su manifiesto «Non Serviam» en 1914.
Está considerado como uno de los poetas vanguardistas más importantes de la primera mitad del siglo XX. Creó y difundió con mucho éxito la corriente del «Creacionismo», en la que se resume lo mejor del cubismo y el futurismo.
Vivió en París donde trabó amistad con grandes vanguardistas de la época como Apollinaire, Jean Cocteau, André Bretón, Picasso y Juan Gris.
Entre sus obras destacadas pueden señalarse, «Altazor» 1931, «Temblor de cielo», «Poemas árticos», «Ecuatorial», «Tour Eiffel» y «Hallali».
Falleció en 1948.

jueves, 3 de abril de 2008

Un poema de Ana María Espinosa



















Un nudo de hojas oscuras
habitan el amor y el dolor.
Nada más
Víktor Gómez




Brote verde que ansía luz.
La primavera es un tallo.

Camino por una calle
que me desconoce
me muevo en una ciudad
que no me habita
respiro en un planeta
que no me pertenece
pero que me condena
a destruirlo cuando
lo que amo es la belleza
la reconstrucción
y sueño con otros lugares
pero me son ajenos.
Sigo caminando pero
no sé a dónde,
o si acaso
he dejado marcada
alguna huella.

La primavera es un tallo de armonía
un brote del infierno que habitamos.

Ana Mª Espinosa

"La poesía evolucionará como lo hacen todas las artes y se adaptará a las mil maravillas a los nuevos tiempos. De hecho ya lo está haciendo y quizá, a través de la imagen, llegue a más gente de la que habitualmente lo hace en la actualidad. Este es mi reto personal también, llevarla, extenderla, divulgarla, pues sin ella la humanidad está perdida, y hoy en día se están olvidando muchos valores necesarios para el respeto y la convivencia. Sólo el arte y el amor elevan al hombre por encima del hombre".
Ana María Espinosa, poeta jerezana.

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viernes, 28 de marzo de 2008

«Libélula» - Joaquín Giannuzzi





Aquí, en el único mundo posible,
sin disponer de otra luz
y agonizando por ella, combatí
para no caer en mi cono de sombra
buscando incesante
una ventana hacia el sentido.
Esta libélula, con sus hélices
desesperadas, entró por error
en la habitación y ahora
se debate contra el vidrio
para colmar su cruda necesidad de sol.
Allá espera su única mañana posible
en la que sin embargo sonará
como el real zumbido de una vida interminable.


De Obra poética, Emecé, Buenos Aires, 2000.
Joaquín Giannuzzi, poeta y periodista argentino.
Nació en 1924 en Buenos Aires y murió en 2004 en la provincia de Salta. Su obra ejerció una gran influencia en poetas de las generaciones posteriores. Comenzó estudios de ingeniería pero los abandonó para estudiar periodismo. Escribió desde noticias policiales hasta críticas literarias en los diarios Crítica, Crónica, Clarín y La Nación.

En 1958 publicó "Nuestros días mortales" y ganó el premio de la Sociedad Argentina de Escritores. En 1962 empezó a colaborar con la revista Sur que dirigía Victoria Ocampo. Por esa época publicó "Contemporáneo del mundo". En 1967, "Las condiciones de la época" y en 1977, "Señales de una causa personal". En 1980 apareció "Principios de incertidumbre"; en 1984, "Violín obligado" y en 1991, "Cabeza final". Su último libro, "¿Hay alguien ahí?", se publicó poco antes de su fallecimiento en enero de 2004.

Giannuzzi ganó los premios Municipal y Nacional de Poesía. Fue un hombre de vida austera y ejercía un suave humor negro. La alusión al entorno social y cotidiano, la muerte, la incertidumbre, fueron frecuentados por su poesía tersa y de sorpresivos remates.

El crítico Mario Sampaolesi escribió: "Abrirse a la obra de Joaquín Giannuzzi es, de alguna forma, exponerse a la constatación de que la poesía - esa escritura de la incertidumbre pero también de la intensidad, esa escritura del no saber, del desconocimiento, esa escritura que habla también de su contrario - puede convertirse en una experiencia concreta. Todo en la poesía de Giannuzzi, impulsa hacia el mundo real; un mundo sólido, compacto, por momentos opresivo; un mundo donde el sentimiento dramático de la vida adquiere consistencia; un mundo en el cual los objetos revelan - al ser reconocidos en su completa dimensión de objeto - la propiedad central de su desnudez, de su despojamiento, de su precariedad."
Así escribía: "Sobre el pasto declinante / un grillo se arrastró hasta mi sombra / y se detuvo, perplejo, / ante una amenaza de disolución. / Después se aplastó, buscando / su propia tumba / y sintió cómo el mundo se enfriaba. / Así fue el comienzo / de la verdad de un año que no amé".

miércoles, 5 de marzo de 2008

Hambre - Laura Giordani




I

A tu alfabeto le andan faltando letras
hasta que no hay manera de deletrearte.


Ver cómo se disgrega el torso
cómo los continentes
se hunden en el vientre.
Tu vientre socavón
desmoronamiento de la mirada.


II

Las abejas se llevan cada vez
más lejos el polen.

La cuchara se desmaya en el trayecto
hasta tu boca.


III

“Danos hoy nuestro hambre de cada día”
tu Padre Nuestro.

No las espigas ni los costales: para ti
las costillas esdrújulas, el fuego
negro que sube por los talones
y va consumiéndote sin llama.

Cráneo crecido
y cuerpo en cuarto menguante,
todo cuenca y pómulo,
todo descuento de tu carne
y suma pellejo
y sigue sin llover
sobre tus surcos.


IV

La luz misma desfallece
de tanto ver el hambre
como testigo maldito
pasando
de la madre al hijo,
del hijo a la tierra
de la tierra al fruto exánime.

La luz famélica de cubrir la desnudez
en cal viva de tus huesos:
una casa de la que solo quedan vigas
donde el último habitante
-desde sus ojos desmesurados-
pregunta quién se llevó toda la mezcla.


Laura Giordani

lunes, 3 de marzo de 2008

«Las migajas del insomnio» -Viktor Gómez Ferrer




Para Laura y Arturo


Las migajas del desperdicio.
Ese fue el postre
a una media jornada de errancia
invisible por la ciudad sin casas.

Mejor estar despierto
cuando llegue la noche con sus sicarios.
Mejor estar en la alberca
despierto a base de frío y miedo.

Así son los siete lunes de la semana,
siempre empezando,
siempre a punto de medio comer,
con hambre
que ya solo sabe decirnos del ahora
y la invisibilidad.

¿Crees que esto es un poema?
Sabes que no.
Aquí ni se beben rimas, ni se comen
metáforas, ni se aliñan
tropos, metonimias, sinestesias.

El sol es sol, quema, no deja distinguir
relieves, ciega, asusta nubes.

El polvo es polvo, cubre la ropa vieja,
el plato vacío, la mirada en la pared
de barro.

El silencio es silencio, aguarda y tiembla:
nada bueno espera y sabe
que puede ser eterno.

miércoles, 27 de febrero de 2008

«La actividad de la oficina de Investigaciones Surrealistas» - Antonin Artaud


El hecho de una revolución surrealista en las cosas es aplicable a todos los estados del espíritu, a todos los géneros de la actividad humana, a todos los estados del mundo en medio del espíritu, a todos los hechos de moral establecida, a todos los órdenes del espíritu. Esta revolución apunta a una desvalorización general de los valores, a la depreciación del espíritu, a la desmineralización de la evidencia, a una confusión absoluta y renovada de las lenguas, al desequilibrio del pensa-miento. Apunta a la ruptura y la descalificación de la lógica a la que perseguirá hasta la extirpación de sus reductos primitivos. Apunta a la reclasificación espontánea de las cosas según un orden más profundo y más preciso, e imposible de dilucidar mediante la razón ordina-ria, pero de todos modos un orden, y sensible a cierto sentido..., pero igualmente sensible y un orden que no forma del todo parte de la muerte. Entre el mundo y nosotros, la ruptura está claramente establecida. Nosotros no hablamos de hacernos comprender, sino en el interior de nosotros mismos, con rejas de angustia, con el filo de una obstinación encarnizada, conmocionamos, desequilibramos el pensamiento. La oficina central de las investigaciones surrealistas dedica todas sus fuerzas a la reclasificación de la vida. Hay que instituir una filosofía de] surrealismo, o lo que pueda surgir. Para hablar claro no se trata de establecer cánones o preceptos, sino de encontrar: 1) Medios de investigación surrealista en el pensamiento surrealista. 2) Fijar parámetros, medios de reconocimiento, conductos, islotes. Podemos, debemos admitir hasta cierto punto una mística surrealista, un cierto orden de creencias evasivas en relación con la razón ordinaria, pero sin embargo bien determinadas, relativas a puntos bien precisos del espíritu. El surrealismo, más que creencias, registra un cierto orden de repulsiones. El surrealismo es ante todo un estado del espíritu, no preconiza recetas. El primer punto es ubicarse en el espíritu. Ningún surrealista está en el mundo, se piensa en el presente, cree en la eficacia del espíritu-espolón, el espíritu guillotina, el espíritu-juez, el espíritu-doctor y resueltamente se confía del lado del espíritu. El surrealismo ha juzgado al espíritu. No hay sentimientos que formen parte de él mismo, no se reconoce ningún pensamiento. Su pensamiento no le fabrica un mundo al que razonablemente acepta. Desespera de alcanzar el espíritu. Pero al fin y al cabo está en el espíritu, se juzga desde el interior, y ante su pensamiento el mundo no pesa excesivamente. Pero en la intermitencia de cierta pérdida, de cierta falencia en sí mismo, de cierta reabsorción instantánea del espíritu, verá aparecer la bestia blanca, la bestia vidriosa y que piensa. Porque es una Cabeza, la única Cabeza que emerge en el presente. En nombre de su libertad interior, de las exigencias de su paz, de su perfección, de su pureza, escupe sobre ti, mundo librado a la insensibilizadora razón, al mimetismo empantanado de los siglos, y que ha construido tus casas de palabras y establecido tus repertorios de preceptos donde es imposible que el espíritu surreal no explote, el único capaz de desenraizarnos. Estas notas que los imbéciles juzgarán desde el punto de vista de lo serio y los astutos desde el punto de vista de la lengua, son uno de los primeros modelos, uno de los primeros aspectos de lo que entiendo por la Confusión de mi lengua. Están dirigidas a los confusos de espíritu, a los afásicos por interrupción de la lengua. Y, sin embargo, están justo en el centro de su objeto. Aquí no comparece el pensamiento, aquí el espíritu deja ver sus miembros. Son notas imbéciles, notas primarias como dice aquel otro, "en las articulaciones de su pensamiento". Pero notas verdaderamente precisas. Un espíritu bien ubicado descubrirá en ellas un perpetuo resurgimiento de la lengua, y la tensión después de la ausencia, el conocimiento del desvío, la aceptación de lo mal formulado. Estas notas desprecian la lengua, escupen sobre el pensamiento. Y, sin embargo, entre las fallas de un pensamiento humanamente mal construído, desigualmente cristalizado, brilla una voluntad de sentido. La voluntad de aclarar los desvíos de una cosa aún mal hecha, una voluntad de creencia. Aquí se instala cierta Fe, pero que lo coprolálicos me entiendan, los afásicos y en general todos los desacreditados por las palabras y el verbo, los parias del Pensamiento. Hablo sólo para ellos.


Antonin Artaud











Traducción de Claudia Schvartz

miércoles, 20 de febrero de 2008

«Meditación frente al lago Titicaca» - Miguel Ángel Asturias

Aquí viene el presuroso correo de las siembras
a descalzar sus cartas que llegan en zapatos
de sobres de semillas, a la boda del mástil
y el perfil del indígena troquelado en la luna:
por espinas sus dientes y el blanco de sus ojos
abiertos para mirar, para mirar, para mirar a todos
los que lo atan, lo humillan y lo muerden;
por aletas el silbo de sus pulmones, mares de fatiga,
y por su estar siempre salóbrego, en piel de sal,
de sal de él mismo que se sale en la sal de su cansancio,
cuando enjuga el cielo la sombra de la tierra
y a él le muda ese pellejo de hombre trabajado,
por un dulce sentido, fresco baño de serena y madura
manera de alba y fruta.

El que es indio sabe bien lo que esto significa:
es ser de aquí, de donde es América;
la primera cosquilla del llanto y de la brisa,
lo que combate en fauces de la duda,
lo que desemboca desbocándose,
amasado con todo lo que alienta, desalienta y conduce
a la bondad profética del hombre
que al ver, suelta los ojos, al oír suelta el oído
y al sentir se suelta él mismo de sus entrañas mudas
a las suaves y astutas vecindades
del agua recostada en su aliento.

No sé por qué he venido a estudiar el trino,
si aquí se estudia miel, la miel del cielo,
aquí bajan reflejos de los montes
olorosos a yerbas veteranas...
(¡Oh la libre raíz de un pensamiento
de flor en manos del aroma!)
No comprender el duelo en que se vive lo gozado.
Se va quedando el gozo atrás de uno
y el gasto de las uñas que se cortan y cortan
igual que los cabellos, con tijeras.

La vida de la puna en el paisaje
va de viaje conmigo, hoy mismo, hoy mismo,
comunicadlo a mis amigos,
a los espectros de mis estudiantes y mis niños,
a las mujeres de mi carne
y a la humedad del suelo que llevo
en la planta de los pies cicatrizada,
después que me arrancara de mi tierra
al costo de no estar nunca en un sitio,
por el peligro de volverme árbol.
Corro el peligro de volverme árbol y por eso me voy,
mañana mismo, hoy mismo, en este instante
que puede ser fatal para el que vive
con la piel de la hoja siendo humano.

¡Cortad, cortadme las raíces con los filos más hondos,
con las hachas más duras, y cortadme las ramas
con los filos del canto,
para que no se multipliquen mis raíces aquí,
mis raíces de subconciencia vegetal,
porque mi ser ha sido humus:
tiene la piel quemada de corteza,
la saliva de jugo de fatiga,
las narices de zumo,
el pelo de pelo de nopal,
ya cabellera de cacique,
y todo el engranaje de los dientes
de risa de mazorca conseguida a favor de los tomillos,
la tímida hondonada y la honda de pita pendenciera!


¡Cortadme las raíces, las ramas y la sombra!





De Mensajes indios, Miguel Ángel Asturias












Miguel Ángel Asturias nació en Guatemala el 19 de octubre de 1899. Su padre era Juez y su madre, maestra. En los primeros años de nuestro hombre, el dictador Estrada Cabrera destituyó de su cargo al progenitor y la familia se trasladó a vivir al campo. En 1923, el joven Miguel Ángel fue enviado a Europa por los suyos, para que estudiase Derecho en la Soborna, donde se doctoraría luego, y también para que se viera menos expuesto a disgustos con la Policía del régimen, porque Asturias, además de autor de importantes novelas y poemas, tiene en su haber un himno revolucionario, La Chalana, que todavía cantan los estudiantes en su tierra. Una vez en Paris, contrajo grandes amistades con Paul Valéry, que prologó la traducción francesa de sus Leyendas de Guatemala, en 1933, y otros escritores, como Malraux y Breton, del grupo surrealista. Aquel surrealismo de su juventud, aficionado a proyectar resonancias en lo alto, mediante la onda hertziana de la greguería, de cosas sanguinolentas y barrocas de acá abajo, tendrá no poco papel en la estilística de Miguel Ángel Asturias. También lo tendrán el conceptismo a lo Quevedo (más recargado aún) y la despotricadura a lo Valle Inclán, aunque Tirano Banderas vio la luz después de 1927, fecha en que se compuso la terrible sátira El señor presidente. Por sus inconformismos políticos, Asturias padeció exilio e incluso cárcel hallándose fuera de su patria. Fue, como dice él, “crucificado en la cruz de los caminos”. De regreso a Guatemala bajo el régimen reformista agrario de Jacobo Arbenz, fue nombrado por primera vez embajador en Paris. Destituido por el levantamiento del coronel Castillo, al recuperar sus privilegios capitalistas la “United Fruit”, compuso Asturias El Papa verde y otras obras en que denunciaba la intervención norteamericana en su patria. El régimen de Méndez Montenegro le nombró de nuevo embajador en la capital de Francia, y allí le sorprendió la concesión del Nóbel, que tan cordialmente celebró en compañía de sus amigos y de su esposa, Doña Blanca Mora y Araujo. La Academia de Suecia declaró que se le concedía el premio “por su alto contenido colorístico arraigado en el individualismo nacional y en las tradiciones indias”. El escritor declaró, a su vez, que aquel premio había sido concedido en realidad a toda Sudamérica, y que, en aquella ocasión, la literatura sudamericana entraba en su edad adulta. El mismo no es –dijo- más que el intérprete, el “Gran Lengua de la tribu”, para expresarlo en tono indígena y secular; el heraldo de los pareceres de sus hermanos de raza.