domingo, 5 de diciembre de 2010

CINE Y POESÍA (VI): «Una deriva en silencio»

Apenas conozco algunas escenas similares en intensidad dentro de la historia del cine argentino. Se trata de una escena de Los muertos (2004, Lisandro Alonso), que se despliega en silencio. Son dos minutos que se hunden en lo que no puede narrarse.

Podemos navegar a la deriva, dejarnos llevar por la corriente, perdernos de la orilla del río. Todos navegamos con nuestros muertos y sus espectros nos seguirán, incluso ante el deseo de olvido. Aunque nos entreguemos a los diminutos goces cotidianos, a la dulzura efímera del río, a la miel arrebatada a un panal en un tronco, antes del festín austero que aguarda río abajo. Entre tanto, dejarse estar, escuchar los sonidos inconfundibles de la isla y que los árboles conversen con el agua.


Arturo Borra

10 comentarios:

Stalker dijo...

Arturo:

hace ya tiempo que vengo reivindicando el cine de Lisandro Alonso (a veces contra sus furibundos detractores) como una de las poéticas de la diferencia más singulares del panorama presente.

Te recomiendo el cine de Tsai Ming-liang, al que Alonso tributa una deuda de gratitud en cada película.

En esa lentitud algo se fecunda y se hace habitable la ruina. La lógica de la espectralidad cede ante el tiempo vivo (no tiempo muerto) de la espera y de la escucha.

Todo sucede de puntillas.

esa delicadeza

un abrazo fuerte

Arturo Borra dijo...

Querido Stalker, me consta de tu reivindicación. Siempre iniciativas así tendrán sus detractores, aquellos que juzgan desde pautas que estas iniciativas vienen precisamente a rebatir o, al menos, a suspender.

De Tsai Ming-liang sólo he visto "Viva el amor" y "El sabor de la sandía" espaciadas por más de 6 años, por lo que te agradezco la referencia. Buscaré otras de sus películas, si es que se pueden conseguir.

En cualquier caso, en puntillas -como decís- transcurren esas horas de canoa río abajo. Toda esa vida subrepticia, esa dulzura efímera, a pesar de los muertos que llevamos.

Gracias por navegar. Un abrazo fuerte,

Arturo

Stalker dijo...

Arturo:

las mejores de Tsai Ming-liang, según mi opinión, son las siguientes:

"El río", "¿Qué hora es?", "Goodbye dragon-inn", "The hole", "I don't want to sleep alone" y la reciente "Faces". ¡Un campo muy vasto para explorar!

Abrazos

Arturo Borra dijo...

Querido Stalker, buscaré esas películas. Ojalá pueda localizarlas... Mucho por explorar, amigo, mucho por aprender esos otros tiempos de la escucha...
Un abrazo enorme y gracias por las referencias,
Arturo

Laura Giordani dijo...

recuerdo la primera vez que ví esa secuencia de Los muertos... se apodera una extraña lentitud de sauce de todo el cuerpo: el ruido de los remos, el canto de los pájaros y alguna chicharra de fondo... sonidos además entrañables para quienes pudimos tener relación carnal con algún río austral y barroso como el de la peli de Alonso.
Me parece un momento profundamente poético y poderoso, además de una apuesta fuerte de Alonso por incluir silencio y lentitud a la vertiginosa industria del cine obsesionada por contar y entretener a toda costa. Habrá que indagar en esas pelis recomendadas por stalker.

Un beso,

Laura.

Leonardo dijo...

Parafraseando a Eliot que no sabía mucho de ríos diré que no sé mucho de cine pero sé que este tipo de cine es una apuesta importante por la diferencia, como lo señaláis. Contra el vértigo y el 'zapping' mental que la industria cinematográfica, ávida de éxitos monetarios, intenta erigir en norma única (globalizada) para el cine de todo el planeta y en norma de pensamiento por consiguiente, aislando toda mirada desde la diferencia. La pelea es ruda pero hay que seguir dándola.
En cuanto a los ríos... es que es algo ya de por sí tan fuerte un río.
Y comparto con Laura que es un privilegio haber tenido un contacto carnal con algún río en la infancia, porque los ríos ya casi no existen, hay que ir a buscarlos muy lejos, cuando no los han secado, enterrado vivos o simplemente asifixiado a golpe de puentes y venenos.
Van abrazos y gracias por esos dos minutos compartidos

Arturo Borra dijo...

Sí Laura, es una extraña, hermosa lentitud. Una caricia de sauce al agua. Una de las cosas que más extraño de Santa Fe es precisamente su río (y sus islas, bastante próximas a la zona donde filmó Alonso).

Estas apuestas estéticas son también vitales (salirse del vértigo, del sin-tiempo de la vida diaria) y políticas: construir vías cinematográficas que no pasen por la serialización, el esquema narrativo dominante donde todo cierra, donde todo parece haberse convertido en "cine de acción" (con sus aditivos naturalizados para producir "sensaciones fuertes"), dirigido a un "teleespectador tipo" ávido de huida. Habría aún mucho por decir sobre la segmentación de los mercados simbólicos, donde también nosotros tenemos reservado un lugar en las industrias culturales.

Gracias por pasarte y un beso, Arturo

Arturo Borra dijo...

Querido Leonardo, apusta por una diferencia que no pasa por la voluntad de distinción sino más bien por la búsqueda de otras formas de explorar en la realidad humana, en las estructuras de la temporalidad e incluso en las formas donde la narratividad es si no suprimida sí alterada por un tempo que pasa pronto del sosiego a la zozobra.

Tiene razón Stalker cuando marca la incidencia de un cierto cine oriental en Alonso. Su lentitud irrita a muchos y es posible incluso que comercialmente no tenga mucha cabida, pero permite seguir interrogándose, fuera del globalizado cine-basura, donde tres o cuatro componentes se combinan para repetir lo Idéntico.

A otra reflexión me lleva la cuestión de los ríos y la presencia de una naturaleza definitivamente no idealizada en Alonso. No sé si hay una preocupación ecologista pero en cualquier caso, todas sus películas -salvo Fantasma- parecen darle un lugar excepcional a lo natural: la nieve, el agua, la isla, los montes...

Como sea, películas así muestran que la belleza, a pesar de lo improbable, sigue siendo posible.

Gracias por sumarte a ese río.
Un fuerte abrazo,
Arturo

leonardo dijo...

Sería interesante recordar lo que el cine ha hecho con los ríos, pues el río posee mucho en común con el cine : la banda que desfila en la que se van grabando las imágenes.
En cuanto a la lentitud o a ese otro tiempo posible en el cine, me pregunto hasta qué punto el ritmo acelerado en el que se nos quiere imponer vivir, nos permite contemplarlo y a los directores apostar por él. Es una constante en el cine que viene de otras latitudes como si sólo desde ellas pudiera divisarse aún el tiempo tal como es, con su vacío y su compás propio : tiempo de la naturaleza en general. Creo que es un privilegio lograr disfrutar estas cosas.
bueno, que me voy al 'laburo'
un abrazo

Arturo Borra dijo...

Leonardo, el cine como río me parece una excelente manera de definirlo. Río de imágenes en la que a veces nos ahogamos. No siempre por su corriente. También hay remansos que giran en un único punto que pueden terminar hundiéndonos.
El ritmo del cine dominante ha puesto muy difíciles las cosas. Por eso decía que ha universalizado el cine de acción como paradigma cinematográfico. Narraciones lineales, vertiginosas y preferentemente adecuadas a la estructura del video-clip. Muy previsibles sus estructuras, pero también es cierto que eso no impide otra producción realmente valiosa e interesantísima.

Lo único que tengo dudas es si lo que llamás un "tiempo en sí", tal cual es, pueda explicar las secuencias vitales del otro hemisferio. Imagino que hay siglos de construcción de ese otro tiempo, que es el la lentitud, la detención, la atención a lo presente. En cualquier caso, es cierto que una parte de su cine traza otros derroteros posibles, otros "tempos" que no son los del sin-tiempo en el que malvivimos.
Por eso, quizás no haya mejor desafío a nuestra sensibilidad que hundirse en esa alteridad que nos permita reinventarnos también como esos seres para la muerte que somos.
Gracias otra vez por detenerte...
Va un abrazo enorme,
Arturo