sábado, 21 de febrero de 2009

«El silencio de las sirenas» - Franz Kafka

El retorno a Kafka siempre corre el riesgo de reafirmar su uso canónico. Sin embargo, no atravesar ese riesgo sería optar por dejarlo atrás, en un gesto tan soberano como arrogante. Conozco demasiados post-kafkianos que jamás han pasado por Kafka como para no persistir todavía en sus huellas. El olvido de sus textos no sólo no cuestiona el canon dominante, sino que se limita a encumbrar aquello que desconoce. Nuestra época es la época que celebra lo que ignora: puesto que presupone el valor de algunos autores, se exime de leerlos. A las perspectivas críticas que cuestionan ciertos modos dominantes de lectura, se le ha superpuesto una posición que acepta tácitamente los autores consagrados pero que se siente exenta de la necesidad de retorno. Es quizás uno de los efectos de la cultura del vértigo: buscar siempre nuevas celebridades, sometidas a la temporalidad de lo efímero.

"El silencio de las sirenas" no es un texto central en la escritura de Kafka. Desde La metamorfosis, El Proceso, El Castillo, América o incluso las sorprendentes En la jaula penitenciaria o La madriguera, podría decirse que este pequeño relato es más bien un "texto menor", anotaciones realizadas en algún cuaderno salvado de la quema. Sin embargo, me conmovió desde que lo leí por primera vez, quizás por su condición misma de anotación de segundo orden -no exenta de melancolía-, por la ausencia que le sobrevuela, por cierta inexactitud de sus trazas (recuérdese que eran los remeros quienes tenían tapados los oídos, no Ulyses). En cualquier caso, insinúan algo más terrible que la seducción del mito del canto: quizás, el silencio contemporáneao como respuesta final, la pérdida de lo bello como único hallazgo.

A.B.










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Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. He aquí la prueba:
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Para guardarse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos.
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El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones mas fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bién quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con inocente alegría.

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.

En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas les hizo olvidar toda canción.
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Ulises, (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él se hallaba a salvo. Fugazmente, vió primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos.
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Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo mas acerca de ellas.
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Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.
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La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno.Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.

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15 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, pienso que hay que ser gilipollas para defender que no se lea a Kafka.
Gracias...
Toni

Lola Torres Bañuls dijo...

Siempre es un placer pasarse por este espacio. Siempre tiene cosas interesantes que leer, interesantes digo porque siempre aprendo algo con tus entradas.

Gracias Arturo.

Arturo Borra dijo...

Hola Toni, lo que no entiendo es quién está defendiendo no leer a Kafka. Quizás te refieras a un tipo de lector que evita estas lecturas, pero no sé si alguien defendería de forma explícita prescindir de este autor. No sé si podríamos calificar a ese alguien como “gilipollas”, pero por mi parte le diría que se está perdiendo algo valioso.
Un saludo,
Arturo

Anónimo dijo...

Hola, volvemos al problema de los grandes textos no leídos, por la dificultad que, a menudo, representa. Hay pequeños textos de Kafka que lo contienen (casi) todo, deberían distribuírse en los transportes públicos. A lo mejor vamos por la vida con los oídos tapados mientras las sirenas se callan. Terrible perspectiva. Gracias por estos espacios de placer e inteligencia.
Un saludo.

María Socorro Luis dijo...

Creo que no se puede dejar atrás a Kafka.
Como ocurre con otros "imprescindibles", reeleerlo, pensarlo, re-interpretarlo - o intentarlo al menos -, es enormemente enriquecedor.
Y esos pequeños apuntes,o anotaciones, pueden ser, a veces, muy reveladores.
Gracias y un abrazo
Soco

Arturo Borra dijo...

Gracias a vos Lola por poblar estas páginas. Por mi parte, intento -como verás- publicar escritos que no circulan demasiado en los blogs. Lo entiendo como una labor complementaria y me alegra que suscite interés.
(El otro día hablábamos con Víktor precisamente de Kafka y si mal no recuerdo, una de las cosas que decíamos es que es de esos autores que suscitan un miedo reverencial, por todo lo que se ha dicho de él).
Buena labor haremos si contribuimos a desmontarlo.
Un abrazo,
Arturo

Siempre es un placer pasarse por este espacio. Siempre tiene cosas interesantes que leer, interesantes digo porque siempre aprendo algo con tus entradas.

Gracias Arturo.

Arturo Borra dijo...

Hola, Leonardo, los grandes textos suscitan dificultad, pero son grandes porque son ineludibles. Como bien dices, incluso en textos como éstos está casi todo dicho.
Es que también un relato menor es profundamente revelador, cuando toca el abismo.
Por cierto, me encantó tu política de distribución de textos en los transportes públicos, aunque no parece estar de moda en la actualidad.
Una vez más, el agradecido soy yo, por tu aporte y lectura.
Un abrazo fraterno,
Arturo

Arturo Borra dijo...

Hola Socorro, me alegra tenerte por aquí de nuevo...Me alegra saber que somos muchos los que compartimos este deseo de retorno; están los textos "imprescindibles" y los de Kafka están ahí. Son fuentes inagotables de interpretación, y los apuntes, en esa incompletitud, dicen mucho de un pensamiento. Lectura indicial dirían algunos.
En cualquier caso, va un abrazo agradecido,
Arturo

Stalker dijo...

Nunca tendremos bastante Kafka; los sucesivos Kafkas exhumados tras sucesivas exégesis no acertarán a agotar es vertiginoso palimpsesto de significados, rizomático, generoso y "salvífico".

Sus aforismos se clavan en uno, y no clavan a la perplejidad del ser como pocas cosas escritas...

Stalker dijo...

Fe de erratas: quise decir "nos clavan"

Abrazos

Arturo Borra dijo...

Hola Stalker, me alegra que te pases por aquí. Nunca tendremos bastante Kafka como bien decís; incluso, da la sensación que no se lo lee lo suficiente, a pesar de su valor indiscutible.
Y su textualidad es, cierto, un "palimpsesto de significados" que invita a seguir buscando.
Nos salva por hundimiento, en este caso y esa es su radical productividad.
En cualquier caso, muchas gracias por tu huella y bienvenido seas.
Un abrazo,
Arturo

Stalker dijo...

Arturo:

tú que eres un husmeador-rastreador de delicatessens, no te pierdas este blog:

http://quientemeavirginiawoolf.blogspot.com/

Me permito recomendártelo como uno de los espacios de reflexión y escritura creativa más interesantes de la red. Viktor y Laura Giordani se dejan caer por allí de vez en cuando. Creo que te puede interesar.

Abrazos

Arturo Borra dijo...

Hola Stalker, ya tenía apuntado el lugar que me recomiendas, vía Laura. He leído algunas cosas por allí que me interesan y las hago propias. Comparto con que es un blog más que interesante, así que también nos leeremos por allí –aunque la verdad es que no suelo comentar mucho en los blogs. Tengo mis reticencias y si lo hago cada tanto es porque intento reconocer lo valioso que circula, casi imperceptiblemente, entre tanto fárrago.
Un abrazo,
Arturo

Portinari dijo...

Un saludo antes de nada. Me agrada mucho ver este texto colgado en algunos blogs de la red. Me gusta ver además que los internautas camparten algo más que vituperios como bien nos ejemplifica el anónimo que firma en este post. Creo que hay algo más que decir de Kafka aparte de lo poco que esta persona aporta con su comentario. Este cuento me obsesiona de manera paradigmática, pero no rebajaré mi léxico ni mi moral a poner apelativos a quienes no lo conozcan pues tanto yo como todos no nacimos con la palabra Kafka en los labios. De nuevo agradecer el texto tanto al escritor como al difusor del cuento en el blog. A mí me cuesta dormir con el silencio de las sirenas. Otro saludo.

Arturo Borra dijo...

Gracias Portinari Prerrafaelista por dejar tu huella por aquí. Mi torpeza, mis olvidos, me han hecho postergar esta respuesta, pero desde ya, valoro que cada uno de nosotros sea capaz también de reconocer zonas de intersección, búsquedas compartidas, algo de aire para estos tiempos irrespirables. Desde ya, Kafka es un texto inagotable; y estas sirenas -enigmáticas- dejan melancolía en este relato: la huella de una ausencia, la inquietud contemporánea ante una belleza que pudo ser y no fue; promesa deshecha entre los labios hambrientos de un esplendor que se fuga. Y sí, a más de uno nos cuesta dormir con esos silencios.
Gracias otra vez por pasarte por aquí. He pasado también por tu blog e incorporo tu link para pasarme cada tanto.
Un saludo cálido,
Arturo