domingo, 14 de septiembre de 2008

Cuando el cine poetiza (I): «El cielo sobre Berlín» de Wim Wenders

A pesar de las circunscripciones que se trazan con respecto a lo poético, la poesía se derrama sobre una multiplicidad de producciones estéticas, incluyendo la producción cinematográfica. "El cielo sobre Berlín", de Wim Wenders (conocida en Argentina como "Las alas del deseo") es un excelente ejemplo de esa dimensión poética de cierto cine que rebasa la etiqueta de "cine de culto". De ahí estos fragmentos que se sacuden las separaciones y cuestionan cierto ordenancismo que recluye el arte poético a los confines de una página.
A.B.

Fragmentos extractados de "El cielo sobre Berlín".

"Cuando el niño era niño, andaba con los brazos colgando, quería que el arroyo fuera un río, que el río fuera un torrente y que este charco fuera el mar. Cuando el niño era niño, no sabía que era niño, para él todo estaba animado y todas las almas eran una. Cuando el niño era niño, no tenía ninguna costumbre, se sentaba en cuclillas, se escabullía de su sitio, tenía un remolino en el cabello y no ponía caras cuando le fotografiaban".


"-¡Mira! el goce de alzar la cabeza hacia la luz, al aire libre, el goce de los colores iluminados por el sol, en los ojos de las personas. Al fin loca, al fin ya no sola, al fin loca, al fin salvada. Al fin loca, al fin tranquila. Seguir Leyendo..."

"Cuando el niño era niño, era el tiempo de preguntas como: ¿Por qué yo soy yo y por qué no tú? ¿Por qué estoy aquí y por qué no allí? ¿Cuándo empezó el tiempo y dónde termina el espacio? ¿Acaso la vida bajo el sol no es sólo un sueño? Lo que veo y oigo y huelo, ¿no es sólo la apariencia de un mundo ante el mundo? ¿Existe de verdad el mal y gente que realmente son los malos? ¿Cómo puede ser que yo, el que yo soy, no fuera antes de devenir, y que un día yo, el que yo soy, no seré más ése que soy? El niño necesita oxígeno, tengo que respirar…"

"Una viandante, que cerró el paraguas en medio de la lluvia y se dejó calar… Un colegial, que describía a su profesor cómo crece el helecho de la tierra, y el profesor sorprendido… Una ciega, que palpó su reloj al sentir mi presencia… Es maravilloso vivir sólo en espíritu y, día a día, para la eternidad, atestiguar sólo lo espiritual de la gente. Pero a veces me hastía mi existencia de espíritu. Ya no quisiera ese flotar eterno, quisiera sentir un peso que anulara en mí lo ilimitado y me atara a la tierra. Poder, a cada paso, a cada golpe de viento, decir: “ahora” y… “ahora” y “ahora”. Y no más “desde siempre” y “para siempre”. Tomar el asiento libre en una partida de cartas, ser saludado, aunque sólo sea con un gesto. Siempre que hemos participado ha sido sólo en apariencia: Nos hemos dejado dislocar la cadera en peleas nocturnas, en apariencia. Hemos capturado un pez, en apariencia, nos hemos sentado a las mesas, hemos bebido y hemos comido, en apariencia. Nos hicimos asar corderos y servir vino, allá en las tiendas del desierto, ¡siempre en apariencia! No pido engendrar a un niño o plantar un árbol, pero ya sería algo, de vuelta a casa tras un largo día, dar de comer al gato como Philip Marlowe… Tener fiebre, tener los dedos negros de leer el periódico, fascinarse no sólo por el espíritu sino, al fin, por una comida, por una curva de una nuca, por una oreja. ¡Mentir como respirar! Sentir al andar que tu esqueleto anda contigo. Intuir, por fin, en lugar de saberlo todo. ¡Ser un salvaje! O sentir al fin lo que es quitarse los zapatos debajo de la mesa y estirar los dedos de los pies, así descalzo. ¡Quedarse solo! ¡Dejar que las cosas ocurran! ¡Permanecer serio! Sólo podemos ser salvajes mientras permanezcamos serios".

"¡Conquistar por mí mismo una historia mía! Lo que mi atemporal mirar abajo me ha enseñado, transformarlo para sostener una mirada repentina, un grito breve, un olor acre. He estado fuera el suficiente tiempo, suficiente tiempo ausente, bastante tiempo fuera del mundo. ¡Meterme en la historia para tocar una manzana! Mira, las plumas, ahí sobre el agua, ya desvanecidas".


"Una canción más se acabó. Os voy a hablar de una chica. Algún día tiene que ir en serio. He estado muy sola, pero nunca he vivido sola. Cuando estaba con alguien, solía estar contenta, pero al mismo tiempo todo me parecía casual. Estas personas eran mis padres, pero podrían haber sido otras. ¿Por qué mi hermano era el de los ojos marrones y no el de los ojos verdes del andén de enfrente? La hija del taxista era mi amiga, pero igual podría haber rodeado con el brazo el cuello de un caballo. Estaba con un hombre, estaba enamorada y lo mismo podría haberle dejado plantado y haber seguido al extraño que nos cruzábamos en la calle. Mírame o no me mires. Dame la mano o no me la des. No, no me des la mano y aparta tu mirada de mí. Creo que esta noche hay luna nueva: ninguna noche más serena, ninguna sangre correrá en toda la ciudad. Nunca he jugado con nadie y sin embargo nunca he abierto los ojos y pensado: ahora va en serio. Ahora, al fin irá en serio. Así han ido pasando mis años. ¿Sólo yo era tan poco seria? ¿Eran tampoco serios los tiempos? Nunca fui solitaria, ni cuando estaba sola, ni con otros. Pero me habría gustado al fin ser solitaria. Soledad quiere decir: al fin, estoy entera. Ahora puedo decirlo porque al fin esta noche soy solitaria. Hay que acabar con el azar. Luna nueva de la decisión. No sé si hay un destino, pero hay una decisión. Decídete".

"Por fin fuera, en la ciudad. Hallar quién soy, en quién me he convertido. Suelo ser demasiado consciente para estar triste. Esperé una eternidad que alguien me dijera algo cariñoso, luego me fui al extranjero. Alguien que me dijera «¡Hoy te quiero tanto!». ¡Sería tan bonito! Miro ante mí y el mundo se alza ante mis ojos, me llega al corazón. De niña sentía deseos de vivir en una isla. Una mujer sola, plenamente sola. Sí, eso es. Vaciada, incompatible. El vacío, el miedo, el miedo, el miedo. La mirada de un animalito perdido en el bosque. «Quién eres tu?» Yo no lo sé. Pero algo sé: no seré trapecista. Decisiones imprevistas en las que uno cree. No llorar. No quiero llorar. ¡Para nada! Ocurre, así son las cosas. No siempre salen como uno quiere. El vacío, el vacío… Ya no pensar en nada… Estar aquí. Aquí soy extranjera pero todo me resulta familiar, en todo caso, no puedo perderme. Siempre se llega al muro. Esperaré la foto. Saldrá una con diferente rostro y así podría comenzar una historia. Los rostros, tengo ganas de ver rostros. Quizá encuentre un trabajo de camarera. Tengo miedo de esta noche. Qué tontería. La angustia me pone enferma, porque una parte de mí se preocupa y otra no se lo cree. ¿Cómo debo vivir? Quizá no sea esta la pregunta. ¿Cómo debo pensar? Sé tan pocas cosas… Tal vez sea demasiado curiosa. A menudo pienso en forma tan equivocada… Porque pienso como si hablara a otro. Dentro de los ojos cerrados, cerrar aún más los ojos… Entonces incluso las piedras cobran vida. Ser por los colores. ¡Los colores! Los neones en el cielo del atardecer, los tranvías rojos y amarillos. Sólo tengo que estar lista y todos los hombres del mundo me mirarán. Nostalgia. Nostalgia de una ola de amor que creciese en mí. Eso es lo que me hace resultar torpe: la ausencia de placer. Deseo de amor. ¡Deseo de amar!"



7 comentarios:

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Exhaustivo examen sobre esta pelicula necesaria siempre. Por cierto es preciosa la cita de Orozco que encabeza tu página
un saludo

Cucaracha homicida dijo...

El cielo sobre Berlin, con sus 1200 puentes, los pedazos de la memoria esparcidos por doquier y la selva moderna de la isla de las embajadas. La ciudad apenas existe. Se basa en la incoherencia, en el desorden. Es un puzzle, ínsulas comunicadas entre si por el transporte público. Y el cielo, el cielo que todo el mundo evita mirar en invierno, siempre con la vista clavada en las aceras.
El cielo sobre la ciudad humanista y deshumanizada al mismo tiempo, se asemeja al escenario apocalíptico de una película futurista, y sin embargo entre las ruinas: conciertos, lecturas, asambleas...
El cielo sobre Berlin y Sinfonía de una ciudad. El ordenancismo y las separaciones.

Me queda poco para volver allí, a Berlin. Y a ustedes, señores míos, los tengo cerca.

Un saludo,

Gari

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Una entrada que nos pone frente al mirar una de las peliculas más acertadas y sensibles al temblor humano del hombre contemporáneo. Y la niñez, territorio fronterizo, por donde discurrió nuestra primera vida y a la que vuelve el corazón, en ese re.cordare que tanto dolor como placer nos produce, que tan simbólicamente nos sugiere que otro mundo podría ser posible.

Un abrazote

Vik

Arturo Borra dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Arturo Borra dijo...

Hola Nuria, gracias por pasarte por aquí. Me parece importante aclarar que esos textos son extractos de la película misma. Perdón si contribuí a la confusión...
Me alegra compartir poetas, entre otras, Orozco y Pizarnik que, por cierto, han marcado bastante mi escritura.
En fin, ahora mismo "linkeo" tu página, así cada tanto me paso a "dar una vuelta" (Laura ya me habló de ella).
Gracias otra vez y un cálido saludo,
Arturo

Arturo Borra dijo...

Hola Gari, qué hermoso comentario has dejado… y no me sorprende, con tu sensibilidad y tus estancias. “La ciudad apenas existe” –pero hay un cielo sobre Berlín. Un cielo que no remite necesariamente a una trascendencia, sino al desbordarse del deseo. Ese es el cielo berlinense: la altura deseante, el deseo que nos lleva lejos, cada vez más alto. No por nada Deleuze y Guattari decían: “El deseo es revolucionario”. ¿Adónde nos llevan los pájaros entonces? Ya ves… a Berlín, Valencia y dan lo mismo los nombres, porque a pesar de que hay gente que evita mirar los cielos invernales, otros tantos decimos: es parte del viaje, parte de las intensidades del frío que el deseo también ha de pasar. Ya estamos en el suelo siempre. Y entonces quedan los murmullos nocturnos y la persistencia de la añoranza.
Gracias pibe por tus palabras tan próximas.
Va un fuerte abrazo,
Arturo

Arturo Borra dijo...

Claro que sí Víktor, temblor humano, temblor deseante, de asomarse al mundo, de animarse a volar también a unos cuantos metros del piso.
Otro mundo y otra vida posibles, allí donde la experiencia amorosa no aparece como una isla en la soledad del mundo.
Gracias como siempre y otro "abrazote"
Arturo