lunes, 16 de marzo de 2020

«por los bordes de su propia noche» -seis poemas de Juan Manuel Inchauspe



Memoria

Obstinado por volver a lo que poseí de alguna manera. Desterrado del mundo. Sobre el ruido de mis pasos escucho el ruido del tiempo, pero insisto, llamo a las puertas y tu nombre se levanta como un denso relámpago.

Insomnio

Un hombre solo camina por los bordes de su propia noche. Va y viene con una vieja pregunta por los andurriales de su condición.
El amanecer está todavía lejos pero la sangre y los pasos resuenan en su cabeza despierta, en su cuerpo acabado. Resuenan en la calle vacía de un callejón sin salida.
Sus hijos y su mujer duermen. Mañana será otro día igual y no dirán nada.
¿Conoce o no, este hombre, el punto donde todos los caminos nos separan? ¿Conoce o no los fantasmas de la desesperación, el momento en que toda su vida, como única respuesta, sueña con ser una gran piedra arrojada contra la noche absurda?

Guadalupe

Fue Guadalupe, que como un viento fuerte me puso tu mano en el pecho y no me dejó ir más allá. Después de tanto tiempo inadvertida, con todo su verano, se levantó como un ojo inmenso hacia nosotros, nos recogió, justa, hasta su piel arenosa. La noche le trajo singular silencio, respiración de camalote, plena luz volteada.
Y nuestra intimidad tanto tiempo oculta se hincó a la sinceridad que le supo la arena, como la espuma en su extendida pestaña. La laguna nos entendió y sus olas tuvieron la exactitud de nuestras furtivas ternuras. Sabia. Con su rumor nos ausentó la palabra, se prestó, y nos arqueó de eternidades, nos plegó infinitos.
Guadalupe, vasta magia.

6

Es cierto que temblé contra los muelles
de esta ciudad perdida.
Quién podría negarlo.
Pero mañana me iré
y ya veo anticipadamente arder
a lo largo del rojo martilleo de los trenes
las porciones en que mi vida
se deshizo. Mañana partiré
y el alba –viejo amor mío-
vendrá como siempre a mezclarse
con mis blancos venenos
y me buscará vanamente.

Los tuyos

Has llorado, en secreto, a los tuyos.
Lenta, inexorablemente, los has visto partir
alejarse para siempre.
Has sentido, en tu corazón,
el desprendimiento de una rama que cae.
Y luego has borrado
las huellas de esas lágrimas,
has contenido, en el límite infranqueable,
los bordes de tu propio dolor
y lo has devuelto a tu pobre vida,
a los días siguientes, a las horas,
para que permanezca allí.
Oculto
como una invisible y constante
cicatriz.


***

Las palabras que no dije
las que no pronuncié y devolví
al fondo oscuro de mí mismo
me esperan en el camino.

Un día
o una noche cualquiera
no importa el lugar
me golpearán en pleno rostro.


De Trabajo nocturno (2018), Juan Manuel Inchauspe



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