miércoles, 18 de enero de 2017
«Detrás de las alambradas» -un poema de Paul Dakeyo
Dime
Qué triste desierto
nos sitia...
Ruido de pasos
Y ruido de armas
A lo largo de los días
A lo largo de las noches
Qué lágrimas nos arrullan
Qué sangre
Qué gritos
Detrás de las alambradas
A cada paso
Las botas
Sobre mi tierra
Dime
Cuántos niños muertos
En Soweto
Cuántos
Para enfrentar Johanesburgo
Y sus morgues
para enfrentar la tierra profunda
Y buscar la palabra
Y buscar los rostros
Y sólo encontrar pálidas sombras
Encontrar sólo la muerte
Porque esos niños eran negros
Como en Sharperville
El hombre salió de la noche
Con sus innumerables manos
Con cien mil ladrillos
Justo en la precisa alba
Que martillea el tiempo
Como un tañido fúnebre
Con la sangre las lágrimas
Los muchos niños del país
El llanto el llanto el llanto
En la noche del silencio
La noche amarga
Y el instante nominal del holocausto
El fuego la sangre
Por todas partes
En las calles de Soweto
Donde el horizonte
Se viste de duelo
Y siembra el odio
Y la rabia
Porque esos niños eran negros
Porque esos niños eran negros
Quiero que me den un fusil
Para armar mi dolor
Quiero que me den la palabra
La flor el amor infinito
Y sobretodo
Haz que no escuche más
El llanto de los niños de Soweto
Haz que mi queja brote
De todas las alturas
Del mundo
Lejos del inmenso río
Del silencio
Lejos de la noche
Y de la sangre
Paul Dakeyo
miércoles, 4 de enero de 2017
"Alimentar lo salvaje" -cuatro poemas de Daniela Camacho
I
Mientras el lobo se llena las fauces de leche, una flecha en el corazón de la cierva consuma su matrimonio con él.
La
única prueba de esto es el quejido.
Un hilo de sangre ¾su calor¾ altera el sueño de la temerosa, la tocada, dicen sus padres. Al abrir los ojos, reconoce su mancha infantil en el pecho. De ahora en adelante, los objetos de costura, las tacitas de té la rechazarán para siempre.
Percute
ahí. Aprende a aullar.
Al
menor descuido, será tu pecho lo que amamante al mundo.
Tu
olfato delimita el territorio de lo puro.
Por ahora, quedan los elementos del bosque, el combustible, la niebla. No. Queda la casa vacía, su trajecito de muerta, las fresas maduras.
Toca la cabeza del animal hasta que él te reconozca.
Haz
que los árboles vuelvan en sí.
Al
cuerpo que yace a tu lado,
será
tu blancura lo que le dé el nacimiento.
No hay mamífera
pequeña y profunda/que no intente alimentar lo salvaje.
Hay
un animal/ una hija grávida, llena de leche, llena de pájaros, percutiendo ahí, lejos de la manada.
Sabe
moverse entre las sombras, pero ha traído consigo el ojo materno para ser
vigilada. Ha traído consigo la aurora, el autismo y la fiebre, su coronita de
flores.
Concede
su cuerpo a los milagros del bosque: aun con los ojos cerrados, se puede ver
una ninfa dorada, un caballo del diablo prendido a su pecho.
Criatura
del miedo, ven a libar sobre el corazón de la cierva.
Haz
el performance de ocultar sus ojos en blanco.
Hay
un animal/ una composición invencible, una temperatura en el recién nacido que
avanza hacia el desastre. Pequeño apetito. Percute ahí.
Muy
pronto el bosque ya no podrá contenerlos. Los perseguirán el deseo y los ciclos
de sangre. Se buscarán las manos poseídas por la velocidad de las libélulas y,
para ellos mismos, serán inalcanzables.
CARTA
DE LOS ARDIENTES [ella luce un collar hecho de nieve y besa al hombre suyo,
amamantado por la lumbre de las copas]
Todo lo intercambiamos, devorándonos
Enrique Lihn
No se lo diremos a nadie. Jamás. Hay una ciudad
detrás de la cortina, hay también un puerto. La nieve cubre ahora los
tejados y las barcas. Hace cuatro noches que soñamos con serpientes: es la
marea en esta galería de espejos, la prolongación del contoneo. A cierta hora,
a cierta temperatura, algo en nuestros cuerpos se animala. Hemos aprendido a
devorarnos sin estremecer a los que duermen. En otro país, en otra celda, a
ras de suelo. Con la boca toda alcohol y desmontados, una nueva parada
nupcial nos devuelve a los trabajos de la carne; cometemos, entonces, un crimen
más hermoso. Bramar, decimos, languidecer. La sangre de los ciervos aún corre y
nos mantiene tibios: no comprenderemos nunca el lenguaje del invierno, aun
cuando la nieve, puntual en su caída, suspenda en nuestros ojos la violenta
geometría de los palacios.
A cambio, ataviados con la piel de los mamíferos, acercaremos a la costa la flama prometida por la luz de las antorchas.
A cambio, ataviados con la piel de los mamíferos, acercaremos a la costa la flama prometida por la luz de las antorchas.
: ritual de la desobediencia
Parto
el peyote en dos para buscar mi estrella, mi niño dormido, los ojos de mi
animal yéndose de un mundo a otro mundo.
Algo
(podría ser un hombre cubierto de plumas) me habla con la voz de lo invisible.
No me castiga. Posee el don de la memoria y la videncia, tiene dos cuerpos, dos
soledades, una gramática para curar:
—Deja que un sol mental dore la
piel de la mujer en ti y luego huye. Deja que tu gemela interior, tu propio diablo o culebra haga sangrar a
la flecha. Cuando caiga la noche dormirás contra ti y cavarás un hoyo profundo
en la arena.
Me
quedaré siniestra y temblando a mitad de este desierto/ esperando la llegada de
mi hombre/mujer verdadero.
[FUEGO]
El
animal que adoramos está suspendido en su reino de flores. Su esqueleto será el
instrumento que ordene la tierra. Ahora que estamos a oscuras, ha llegado la
hora de ver.
[LA PALABRA SE HACE POSIBLE]
El
hombre cubierto de plumas destruye una flor dentada en su pecho (canta) y de
esa manera emborracha a las hembras, un viento les coge la mano para llevarlas
al sueño y los ojos en blanco. Oyen al sembrador de semillas, lo siguen y rezan
para embarazarse. Llevan su calavera embrujada, van cambiando de nombre a todos
los cuerpos, confunden los aviones del cielo con aves grandiosas.
[LA HORA EN QUE LOS CIERVOS VAN A BEBER]
Los
despierta la sed y el humo de pájaros quemados por la sombra. A las cuatro de
la madrugada, los hombres que se ahorcaron regresan al monte con mariposas de
vidrio y estrellas dobladas que dejan flotando en el agua bendita.
[EL SOL SURGE DE SU PLACENTA]
Hay
una casa en el aire adonde van a estallar los tigres y los escorpiones. Su
sangre vertical advierte el sacrificio. La música de fondo recuerda ciclos
menstruales. Muy pronto habremos nacido dos veces, y seremos y no la leche
derramada, la osamenta caliente del venado, la cruz de madera hecha polvo entre
las ancas del caballo.
sábado, 12 de noviembre de 2016
"dueños de un desierto que avanza" -un poema de Tamara Kamenszain

Adónde van?
Me voy con ellos desciendo de mis hijos
hasta donde quieran llegar astros rodantes
si a la hora del nacimiento calcularon ascendiente...
no lo abandonen más.
Desde el Mar Negro hasta el Estrecho
se naturalizan conmigo de mí vienen
chicos de apellido descompuesto
viajando para ser argentinos
inmigrantes por vomitar en cubierta
dados vuelta nos vuelven a nosotros
como vinilo rayado de beatles
de Rusia para acá
y de aquí a la URSS que fue
dueños de un desierto que avanza
bisabuelos de la nada.
jueves, 22 de septiembre de 2016
«La memoria de los lobos» - Arturo Borra
-I-
Un trineo no alcanza; tampoco la
manta que protege de la escarcha, la grasa con que nos untarnos el cuerpo
gélido, la linterna que orienta en plena noche. Sobrevivir es el arte del
desplazamiento –sobre todo si no se vive, si la verdadera vida brilla en su
ausencia, si el sueño hiere y la oscuridad se hace demasiado vasta para
recorrerla.
Lo Real es el frío rabioso: el
entumecimiento de las manos, la piel pálida, la asfixia ante un tiempo extremo;
lo que congela el corazón o hace desfallecer de soledad. Lo Real es una
superficie blanca, extensísima, que hay que surcar si se quiere alguna vez
alcanzar otra parte: un cobijo mínimo para la intemperie.
-II-
Un trineo no es nada si no se
desplaza. Necesita engancharse: formar cuerpo: ser impulsado, sin violencia, al movimiento.
Lo decisivo es lo que falta
-fuera de campo: lo que aparece como desaparecido. Atravesar la superficie
gélida de lo Real necesita que esa pequeña máquina sea enganchada a una fuerza
que lo arrastre. Sin fuerza un trineo no alcanza. Revela su carencia: ser
instrumento inerte, objeto abandonado en la memoria, a la orilla del silencio.
-III-
Si se quiere atravesar la
intemperie blanca es preciso lo animal. Sin un animal de tiro todo falta, como
falta sin ese animal humano que añora ir a otra parte para sobrevivir a la
ausencia de una verdadera vida, a un sueño que hiere, a la noche persistente
que empalidece los cuerpos.
Hace falta lo animal -no cualquier
animal: no todos podrían sobrevivir a esa superficie blanca que quema los ojos
y entumece las manos.
Si hay algo antes que nada, es un
husky siberiano que atraviesa la estepa resistiendo la extremidad del tiempo.
Si hay alguien antes que nadie, es ese animal que atraviesa la intemperie que
congela el corazón mientras imagina un refugio.
-IV-
Alcanzar otra parte no es irse a
ninguna sino atravesar lo Real del frío.
No cualquier lugar: aquel donde
el abrigo invisible de los otros permite resistir a la estepa del corazón.
Responder al llamado arroja a la
superficie donde desfallecemos: abre surco para llegar a los otros. El llamado
del lenguaje es ese arrojo en nombre de Otro.
No cualquier otro; no cualquier
parte: los que hacen manada desde lo singular de cada uno, los que aúllan o
llaman para llegar al lugar donde guarecerse de la carencia de lugar, de la
ausencia de memoria, de la rasgadura de los abrigos.
-V-
En todo husky sobrevive su
cercanía con el lobo, no por ser espécimen: por el llamado salvaje que sigue
latiendo dentro, el deseo de internarse cada vez más hondo en lo desconocido
–esa superficie blanca que lleva donde están los otros.
Un husky podría vivir sin tiro.
No podría sobrevivir al aislamiento: moriría o enfermaría de soledad. La
resistencia corporal al frío está enlazada al abrigo invisible de los otros.
Por eso un husky no ladra: aúlla.
El aullido es llamado a
distancia. Sin ese llamado, no hay promesa; sin promesa, no queda más que
intemperie, el desamparo de lo Real -su desfallecimiento.
El aullido es la promesa que
permite sobrevivir al tiempo extremo: lo que comunica con la manada. La
invocación de la memoria de los lobos es esa referencia remota, mítica, a lo
que sobrevive, indomesticable, en un animal.
-VI-
En todo humano hay un husky.
Siente el llamado de su corazón salvaje, el deseo de perderse en los otros, buscar
un abrigo. Resiste porque ama. Su aullido es su lenguaje. Hablay en ese acto
desafía el desamparo. Incluso si no dice nada llama. Incluso si miente, anuncia
la promesa de verdad.
El lenguaje es la posibilidad de
la promesa. Lo que abre la singularidad del llamado en la manada. La memoria de
los lobos es recordatorio de lo que el animal humano sumerge: la pulsión que
empuja hacia esa otra vida que la promesa esboza.
-VII-
La distancia es lo que empuja. La
condición de toda promesa: como el trineo, no es sino en el desplazamiento.
La quietud es el entumecimiento
–lo inerte del objeto.
No hay distancia sin la inquietud
de estos pequeños animales que forman cuerpo. El trineo es lo que aproxima la
promesa en su distancia. Lo que hace imaginable morar en otra parte. Como no se
llega, la morada es el tránsito, allí donde no cabe el regreso, donde lo que
falta tracciona hacia la distancia del porvenir.
La tracción de la falta empuja el
trineo en plena oscuridad, apenas con una linterna, una manta, grasa corporal
para recorrer esa distancia que aproxima a la manada que no niega la
singularidad del sí mismo.
Un trineo recuerda la
imposibilidad de regreso. Ninguna naturaleza resguarda del devenir lobo, del
devenir husky, del devenir humano. Contra esa regresión, devenir singular de lo
animal. Aunque forme manada en el impulso hacia otra vida –aquella que no se
deja enjaular; la que llama a ser en otra parte.
Un pequeño animal humano que se
deja arrastrar por un animal de tiro en la estepa siberiana pende de ese
llamado incierto. Ambos viven en la incerteza del otro lado. Enterrados en la nieve,
no podrían recordar más que la dulzura del fuego.
Como los lobos, aúllan porque
llaman a los suyos, porque los suyos son la promesa de algo más que la mera
supervivencia. Encarnan la medida de otra vida -incluso si esa otra vida no
está más que insinuada a distancia de la estepa que hay que atravesar para
alcanzar un mínimo abrigo.
Lo salvaje está ahí: como un
núcleo excesivo que la manada modula sin suprimir: punto incognoscible donde
aprendemos a amar. En la estepa -lobos hambrientos de caricias.
-IX-
Lo salvaje que hay en esos
pequeños animales es lo que resiste a la domesticación, al proceso de bestialización al que somete la
disciplina de las varas, lo que escapa al rigor del invierno e invita a aventurarse
en lo desconocido, aquello que corta el tiro y elude la carga.
La ligereza entonces: punto
incognoscible donde el ser se arriesga amando. Aunque pueda hundirse. Morir de
soledad. Extraviarse en la estepa siberiana. Desfallecer por una promesa.
Perderse en lo Real.
-X-
Llamamos porque hay carencia. La
memoria mítica de los lobos se teje con los retazos del lenguaje en el que
somos. Y si hay lenguaje –cuerda que sostiene la inconsistencia de nuestro ser-
es porque hay otros.
Si hay trineo hay otros -aunque
falten.
Lo Real es el frío rabioso. El
entumecimiento de las manos, la intemperancia del tiempo extremo, el dolor de
lo que se fuga.
Lo Real también son los animales
dulces que escuchan los llamados, aúllan de deseo, pulsan la noche invocando el
fuego, recorren la superficie blanca siguiendo la huella de lo ausente -la
estepa del corazón en busca de un abrigo:
la promesa de otra vida.
Arturo Borra
* Obras de Joseph Beuys
* Texto original publicado en "Sangrila", Nº 25.

viernes, 12 de agosto de 2016
lunes, 18 de julio de 2016
"Bajo la sal seguimos" -cuatro poemas de Yanko González
mossi, entiende
a modou kara faye
a. méndez rubio & e. falcón
El lenguaje es un virus que viene del espacio
El lenguaje es un virus que viene de tu hambreEl lenguaje es un virus que viene del cobarde.
El lenguaje es un virus que viene de tu pena
El lenguaje es un virus que viene del calostroEl lenguaje es un virus que viene de la cendra
El lenguaje es un virus que viene del que ama
El lenguaje es un virus que viene de la flemaEl lenguaje es un virus que viene de tu serna.
El lenguaje es un virus que viene de la tráquea
El lenguaje es un virus que viene de la fiebreEl lenguaje es un virus que viene de la tea
El lenguaje es un virus que viene de la lágrima
El lenguaje es un virus que viene de tu bilisEl lenguaje es un virus que viene de la urea.
El lenguaje es un virus que viene de los nervios
El lenguaje es un virus que viene de la ataxiaEl lenguaje es un virus que viene de la muerte.
El lenguaje es un virus que viene de tu muerte
El lenguaje es un virus que viene de tu cáncerEl lenguaje es un virus que viene de tu frío.
El lenguaje viene que es un virus del que calla.
que no quiere
“Que
noquiere
morir
como
un
perro
nadie
quiere
morir
como
un
perro
todo
ser humano
merece
no
morir
como
un
perro
ha
vivido
como
cerdo
y
no
quiere
morir
como
un
perro”.
Son pesados*
Se desbandan. Meten la toalla en
el escusado/ Excusados/ pero orinan el camastro/ y con el muro acarician la
loza/ y claudia viene a ofrecerle un algo y regurguitan/ gritan: hoy es 1 de
milnuevenoventa/ y se tiran los elefantes de porcelana blancos/ con la trompa
arriba/ para la fortuna de invitarlos/ a mascar los masapanes/ porque han
improvisado un blanco/ donde descargan el calor y encienden/ aquella hoguera
con almohadas/ y de las fundas/ brotan mikimaus odiados/ Por suerte no tengo nada
de Pene de Gatos/ "Pero Nosotros Cantamos"/ [hace siete horas que
repiten eso]/ el humo vuelve azul el retrato de mi madre/ cuyo pelo hace
círculos desprendiendo mermelada/ han enrrollado lirios con una sábana/ pero
han dudado en prenderlo Claudia/ reparte algunos tabacos para calmar el ansia/
PLACEBO/ uno pone la punta [que por azar resistió el bordado] y la casa emana una z/ cierro
algunas piezas/ han encontrado el refrigerador
_________________
*A veces parece
que estamos en el centro de la fiestaSin embargo
en el centro de la fiesta no hay nadie,
en el centro de la fiesta está el vacío.
Pero en el centro del vacío hay
otra fiesta (R. Juarroz).
Bajo la sal
Estamos dos señales bajo la sal. Tomo de a dos tus manos
y corrijo sus goznes. Qué decirte que no emane de lo que dejé en tu seno.
Estamos a raíz bajo la sal/ sin esa posibilidad de eternos
trescientos treinta y seis minutos de mi tarde. Había varios de nosotros
bajo la sal pero sólo dos tenían pan
pero amarradas bocas para el choque. Leíamos a Uribe, un dandy
te decía para lamer los párpados, ajar nuestros costados.
Dónde quedó esa suspensión del pulmón
al retener el aire. Es que estamos
a más a varias a muchas señales bajo la sal.
Faltaba tu deseo. Hay marcas hay muchas marcas bajo la sal.
Espeso el labio ahora cruza tu mejilla y te pliegas/ lienza que ato a mi revés.
Bajo la sal seguimos. No tengo la temperatura
que hizo amoldar tu cuello/ tu grosor de ojo. No es Armando/ es tu mordaza/ lo que las
palabras escribieron: bajo la sal/ en villa/ sin soldada.
Me queda fijar el iris sobre la ropa muerta/ Sobre tu estela tenue.
Sobre ella hay otro iris.
Bajo ése
está la sal,
amor.
Estamos dos señales bajo la sal. Tomo de a dos tus manos
y corrijo sus goznes. Qué decirte que no emane de lo que dejé en tu seno.
Estamos a raíz bajo la sal/ sin esa posibilidad de eternos
trescientos treinta y seis minutos de mi tarde. Había varios de nosotros
bajo la sal pero sólo dos tenían pan
pero amarradas bocas para el choque. Leíamos a Uribe, un dandy
te decía para lamer los párpados, ajar nuestros costados.
Dónde quedó esa suspensión del pulmón
al retener el aire. Es que estamos
a más a varias a muchas señales bajo la sal.
Faltaba tu deseo. Hay marcas hay muchas marcas bajo la sal.
Espeso el labio ahora cruza tu mejilla y te pliegas/ lienza que ato a mi revés.
Bajo la sal seguimos. No tengo la temperatura
que hizo amoldar tu cuello/ tu grosor de ojo. No es Armando/ es tu mordaza/ lo que las
palabras escribieron: bajo la sal/ en villa/ sin soldada.
Me queda fijar el iris sobre la ropa muerta/ Sobre tu estela tenue.
Sobre ella hay otro iris.
Bajo ése
está la sal,
amor.
Yanko González
Más sobre el autor aquí.
lunes, 6 de junio de 2016
"Aparcados en la frontera" -dos poemas de Ana Becciu
La noche va siendo
cosa…
La noche va siendo cosa
de aflojados breteles.
La noche va siendo cosa de afligidos breteles,
está delabrada.
Pobre noche sin aquella alba.
La tuviste. La guardaste. La cobijaste.
Y ahora, pensá un poco.
Los breteles:
nos cuelgan a vos.
Pechitos colgados de vos.
Amores redondos en los libros como pechos.
Ellos están allá.
Entre ellos.
Luchan por nosotros.
Por nosotros acá.
Acá es la zona extracomunitaria,
eso dicen.
Hagamos de cuenta que tienen razón.
¿Y de todos nosotros qué?
Porque nosotros eurocomunitarios un cazzo.
Aparcados en la frontera.
Olvidados.
Ajenados.
Ahí está la cosa.
La eurocomunitaria cosa:
ajenarnos.
Yo
y ella y ella y ella.
Mamá es ella
para siempre.
Mamá es extracomunitaria.
Extraeuropa.
La dama bien penada
se toca un pezón peinado.
Se lo tocan. Se lo tocan.
Nosotros. Nuestros pezones
arrugaditos.
La muerte, mamá,
vos no sos europea.
El país…
El país. Esa cosa.
Ese acoso.
¿Lo ves venir?
Las cosas que hace para distraerse,
yo.
Las cosas que hace.
Ni su mamá.
No, claro. Ni su mamá.
Porque ahí está la cosa.
La cosa. Mamá. Qué difícil escribirte.
Siempre voy tropezando.
Vamos tropezando.
Vos también, mamá, vos también
tropezás.
Con la cosa, mamá, con la cosa.
Vos también, mamá, tropezás
con mamá.
El escondimiento de todo ese dolor.
El escondimiento de nosotros.
El dolor es nosotros.
Escondidos. Como un dolor.
Vamos. Hagamos como que.
Nos queremos. Dolorcitos.
Dolorcitos ellos que se quieren.
Dolorcitos nosotros.
No nos quieren.
Al dolor nadie lo quiere.
Por eso se atraganta.
Puto. Porque es puto no lo
quieren, por puto.
puto en mi garganta.
Puto dolor.
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