Escribo en una mesa bajo la higuera. En la luz, y la luz no permite que vea las palabras que escribo. Escribir a ciegas. Y entonces Digo, me faltó claridad, expresarlo todo de manera más clara. No lo puedo romper. Escribo para salvar a alguien una carta dirigida al poder. Las palabras no querían chocar. Después queda el largo silencio de lo no escrito. Se desliza la oruga por el hilo de su boca. Sostenernos o caer nosotros de esa manera, con el hilo invisible de nuestras palabras al momento en el que se van disolviendo en un cuaderno siempre abierto. Una mosca en la hoja, la luz en la hoja, la sombra de un hombre en la hoja. Alamres donde el viento silba. No he silbado nunca así, con labios quemados por las palabras. Cuerdas vocales donde silban mis antepasados. Voces a lo lejos de gente bañándose en un río. Voces de alegría a lo lejos. Si supieras lo que te dicen ya no serían voces lejanas. Estoy lejos de donde soy. Un reparador de espacios podría aquí hacer almas de mimbre y cardos negros. ¿Bailo ahí? Nó sé bailar, pero tengo que bailar, girar como un pez en la mano para echar la luz de mí. Rata de agua. Lo que deja estela es bueno. Cama de animales en el sembrado. Después se levanta la hierba en nuestros ojos llenos de anzuelos. ¿Cómo arrancar de nuestros ojos estos anzuelos de nada y del vacío? O siguiendo ese rastro de caracol o película de baba. Una escritura natural, segregada como espacio más que como rastro. Y si no, estar quieto, mirar la mano. Apenas ya hay palabras para ti en el mundo. El crujido de esa piedra es el chasquido de mis nudillos.
Una mano extraña
Mano de otro.
Incluso cuando
escribo con ella
es la de otro.
No sé de quién
es mi mano.
La miro
y hace lo contrario
de lo que le ordeno,
y cuando escribo
va más rápido que yo.
Escribe para
alejarse de mí.
Este cielo –archipiélago encendido sobre los cráneos- será prodigio renovado cada noche, mientras los ojos se abran al fulgor que llega tardío a las retinas, fogata de un náufrago muerto hace tiempo. Nuestras cuencas rastrean algún signo, alguna hoja de ruta en los astros convalecientes de un esplendor remoto, como si custodiaran algo que nos pertenece en su pulso quebrado por la longitud del viaje.
Traducimos en belleza ese furor de polvo y gases y luz a la deriva: diáspora que sólo encuentra permanencia en nuestra frente.
[Cielo nocturno]
Porque el agua se me fuga
y yo -pura sed- soy un zahorí
que remata sus varas.
Porque las palabras regresan de un viejo abuso
y ya no tienen fuerzas para escalar los labios.
Tendré que invocar una caída
en el umbral mismo del verbo
con la fe de todas las manzanas.
Saltar muy dentro, libre
al fondo de las cosas, deshabitar
la memoria, su ciudadela
adoquinada, su lacre, los arquetipos
rotos en las esquinas
ofreciéndome su cuerpo.
Dejar de buscar advientos
en el pan de ayer, las migas que con que solía
despilfarrar el hambre, sacudir las cortezas
que ya ni pueden recordar su savia.
No bastará con la poesía;
habrá que tener además
los huesos livianos de los pájaros.
[El salto]
Entrevista en Definición de savia a Laura Giordani
La poesía de Laura Giordani tiene “vocación de intemperie”. Su escritura se expone a la fragilidad de lo diminuto, desplazándonos a aquellas regiones de lo real tan desapercibidas como inermes. Hay “viaje adentro”, no como repliegue ensimismado, sino como incursión en esa “herida sin clausura que es vivir”, constitutiva de lo humano. En esa grieta nace un hontanar que desafía la gravedad desde una “infancia futura”, ligada a la promesa de una mirada nueva. Por eso Laura evita la grandilocuencia: para revelarnos en la pequeñez texturas vulneradas, belleza inédita, anatomía de un mundo imperceptible donde se fragua lo visible. Y si su poética esquiva el encantamiento, lo hace traspasando el umbral de la medida habitual, para detenerse en esas minúsculas muertes diarias que aprendimos a naturalizar. De ahí su interrogación del fragmento, la detención inicial en esas “alacenas de besos olvidados” que acompañan como una sombra el porvenir. La noche retorna, próxima: allí está la gravedad de las horas y la promesa del resguardo. Porque en tensión con la noche, y a pesar de lo probable, persiste la promesa de una blancura que mancha.
Como discurso de la fractura, de intenso lirismo, en un mismo movimiento somos lanzados a un vuelo que ya preanuncia su caída, el abismo sobre el que merodea todo resplandor. De modo simultáneo más que sucesivo, entregarse a la ensoñación es también precipitarse de rodillas sobre los harapos. Una luz extrañada e íntima redescribe esta apertura que llamamos realidad. La poesía se hace así puesta en crisis de los sedimentos del sentido. No por azar se nos pide otros ojos, cristales que ayuden a percibir aquello que nos desconsuela pero alienta a transformar la herrumbre. A pesar del tedio dominical, de la aspereza de una lengua erosionada y la materia vencida, del vocablo apócrifo y del sacrificio de los huesos, persiste una plegaria como espacio de una añoranza que no da las espaldas al dolor. De ahí esa palabra-topo que Giordani reclama “para recibir de lleno la indigencia”. En pleno vuelo, contra toda tentativa esteticista, su poética nos sacude con dureza: los vertederos están ahí, aunque vallemos el goce, aunque apelemos a tachaduras para ocultar este “rompecabezas inmundo” que rompe la dulzura e interroga el cielo.
Esta poética de la caída, con todo, urde resistencias con hebras rotas, con el testimonio de posibilidades arrasadas. En su escritura, su sensibilidad trabaja para despojarse. Sólo desde esa desnudez, entonces, invocar una palabra que abrigue del “credo de las pérdidas” y arriesge la levedad ante tanto derrumbe: puesto que la poesía no basta, "habrá que tener -además-/ los huesos livianos de los pájaros".
algo llega
o es como si llegara
en pequeñas oledadas de sed
a algún país de mí
a punto de surgir -----como una luna
como una oscuridad
al borde de la noche llega ----o pareciera que llega
crece el agua
en mi lenguaje aproximado ---como un secreto mío
que aceptara morir
aparecer
ardiendo en la ternura
que va de nadie a nadie
cuando tu luz abre las alas
algo llega
o habrá venido siempre ---como una irrealidad que el agua inventa
sin saber que lo que busca ---es ella misma
distraída de buscar
esto que somos
un miedo en lo extranjero del lenguaje
un pedacito de tiniebla ----en la precaria casa ----de vivir
así
la noche de tu cuerpo
no es tu cuerpo
es apenas la urgencia de escuchar ----eso que canta
en lo amarillo del otoño
como país de lo invisible
tanta piedra o cielo de mi sol ----o herida que se sabe
ternura encarcelada
oscurece
la música es el centro
de lo que no ocurre
falta mirar
lo que vemos
la paulatina aparición de lo perdido
tu belleza que sube por mi frase
más desconocida ----y es este desierto inmenso
iluminado más que nunca
---nunca
el sueño ----descubre
quién teje -----en la sombra --quién mezcla -----rostros -----rastros ----los dispersa ---quién pone -----los pies --sobre los campos -----lisos ----quién?
Piedras ---pastos --pálidos soles ---flores arrasadas
por el viento ------pájaros ciegos
llegan ------de dónde?
Padre mío -------tan callado ----------qué dices -----------------que no te oigo
desde esa orilla ----turbulenta?
EL POEMA que viene
---------sin buscarlo
va tan lejos como -------puede
el poema que salta
de la ranura instantánea
a la palabra
sólo persiste
si hay un rostro
si una luz semejante
cobija la voz
no importa dónde
Entonces cruza el frío
la noche
cruza el desierto
avanza
besa silente
la raíz oculta
y allí
construye para siempre
su morada
UN TRAZO -un trozo --un tono ----un toque
un punto ----que vibra -una línea -que vuelta --una mancha
de sombra ---un círculo ----puro
aquí ----o en el ------cielo ----quizá sean ----el augurio -----la clave ----el indicio --------secreto ----para la ------vida -----o para
esta tarde
Por donde pasa la poesía no es un libro concebido como centro unitario en el cual se condensarían unas poéticas canonizadas, sino el punto de encrucijada de unas escrituras plurales que se cruzan en lo inesperado. Se pasa porque no hay llegada sino desplazamiento, pasos heterogéneos, itinerarios inciertos.
El trabajo de rescatar, en ese sentido, es una tarea inacabada, que exige sucesivas aproximaciones, abrir otra vez los recorridos, volver a surcar lo andado. Puesto que la poesía pasa por muchos lugares, reunir en un libro colectivo algunas de sus huellas es una apuesta tan incompleta como fructífera. No están todos los que pasan ni podrían estarlo. Y, sin embargo, ¿cómo negar el valor de procurar retener algunas de sus resonancias?
Aquí, entonces, algunas de esas huellas.
Dos poemas de Lucía Boscá: « ...y el hombre nacía del pájaro»
AL INTERIOR DEL pájaro, justo
en su centro: algo
empapado. Y algo en pequeños ovillos.
Ya no hay quién, que todo son
conversiones y un daño hecho de negro y
de negro hecho el camino.
Pero hubo un tiempo
y el hombre nacía del pájaro.
***
DESCANSO: NO
aquí sumergido
o ahí se lo espera. ¿Y cuántas
vidas han faltado
para dar un paso, dos?
¿Qué va a ser
de las siguientes,
de todas aquellas,
las que terminaron
por empezar?
Un poema de David Franco Monthiel: «La sangre prometida»
I.
Estrategia del despojado
En caso de ataque,
sangraremos.
II.
Contrataque
Del sur al norte
sobre el campo minado
vuelan los pájaros.
III.
Blackwater Worldwide
¿Ves? Es la sien
la que se va acercando
a la pistola.
Un poema de Javier Gil Martín: «Animales palabras»
¿Son vida las palabras o van contra la vida?
Alfonso Costafreda
I
La palabra escrita
Perdóname la tristeza
de amarte en las palabras,
animales de la ausencia.
II
La palabra olvidada
Sepultada en el tiempo
una oscura palabra,
animal en letargo dispuesto a despertar.
"¿Por qué hemos conservado nuestros nombres? Por costumbre, sólo por costumbre. Para volvernos irreconocibles a nuestra vez. (...) No llegar al extremo en que ya no se dice yo, sino al extremo en el que decir yo no tiene ya importancia alguna. Ya no somos nosotros mismos. Cada quien conocerá a los suyos. Hemos sido ayudados, absorbidos, multiplicados".
Entrevista de Enrique Falcón a Víktor Gómez
Entrevista de Enrique Falcón a Antonio Méndez Rubio
Entrevista de Enrique Falcón a Laura Giordani
Entrevista de Enrique Falcón a Arturo Borra
"Escribo para defender la soledad en la que estoy".
María Zambrano "Cuando los especialistas en marketing aprenden poética/ los poetas se ponen a aprender economía política".
Jorge Riechman
"¿Y en qué se convertirá este pequeño poema mío, expuesto sobre este muro a la mirada de otros? Pequeña nada abandonada a la intemperie igual que el objeto que fue su referente, signo de un pasado personal que dejará de ser el mío en cuanto alguien lo reciba y lo haga suyo".
Chantal Maillard
"La poesía es el deseo de las palabras, el llamado de lo imposible.
En ese imposible que llama se abre la posibilidad que responde: el poema".
Hugo Mugica
"No bastará con la poesía: habrá que tener, además, los huesos livianos de los pájaros"
Laura Giordani
"El poema es el amor realizado del deseo que permanece deseo".
René Char
"Un poema no se termina: se abandona".
Paul Valery
"El poeta no tiene identidad".
John Keats
"Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata".
Vicente Huidobro
"La traducción, ¿es traición? La poesía, ¿es traducción?"
Po I-Po
“¡El poeta no debe adorar al Poeta!”
Witold Gombrowicz
"La oscuridad habita los suburbios de la belleza".
Juan Carlos Mestre
"La mejor palabra es la no dicha".
Augusto Roa Bastos
"La literatura existe porque la vida no basta".
Ferreira Gullar
"Si no hubiera podido escribir, no hubiera sobrevivido". Nelly Sach
"Lo escrito no es un espejo. Escribir es enfrentarse a un rostro desconocido".
Edmond Jabés
"No hay nadie que haya jamás escrito, o pintado, esculpido, modelado, construido, inventado, a no ser para salir del infierno".
Antonin Artaud
“Toda escritura nace de una herida que nunca cicatriza porque su abertura es la posibilidad de la escritura”.
Eduardo Milán
"¿Qué idea es esa de preguntarle a un poeta lo que quiso decir? ¿No es acaso evidente que si él es el único que no puede explicarlo es porque no puede decirlo de otra manera que como lo ha dicho (y que si no, lo habría dicho de un modo diferente)?"