lunes, 21 de julio de 2008

Poemas de «Reescritura» - Antonio Gamoneda


Recientemente, se celebró en Priego un homenaje al poeta Antonio Gamoneda. Quienes estuvimos allí pudimos gozar de su poesía y de algunos interesantes estudios sobre su producción poética y ensayística, aunque eché de menos -salvo alguna excepción- una mirada histórico-crítica que interrogue más a fondo la relación de esta poética con la historia del campo poético español. Uno no deja de preguntarse cuál habría sido la suerte de Gamoneda si no hubiera logrado algunos distintivos simbólicos que lo consagraran luego de décadas de ostracismo.

Puede que su consagración tardía haya evitado uno de sus mayores riesgos: la fijación enunciativa, que impide el necesario desplazamiento de una poética que inquiere en el pozo enigmático de lo real. Eso, sin embargo, no impide reconocer cierta perversión de los actuales mecanismos de consagración, que hacen que aquello que fue ignorado durante años (y en ocasiones, apartado bruscamente) sea luego reapropiado y celebrado por sus más fervientes detractores. Más allá de los nombres, aquí lo que está en juego es la sorprendente incapacidad de muchos participantes del campo para reconocer lo valioso más allá del juego canónico de la autoridad.

Si lo que se juega en cada olvido no es ni más ni menos que la reproducción de un orden simbólico jerárquico que se sostiene más allá del mutuo cuestionamiento, entonces, habrá que insistir en una política de la memoria que procure dar a cada cual un lugar justo, desde la apertura dialógica y la democratización de las oportunidades, rescatando aquello que otros se empecinan en olvidar.

A pesar de lo dicho, sería parte de la ceguera no entregarse al decir poético de A.G., que es también abrirse al abismo del sentido, tan perturbador como necesario.

Ahora que la fiebre del nombre se atemperó en cierto grado, sirvan estos poemas como un reconocimiento a una trayectoria poética en la que, una vez más, la soledad no fue la menor de los testigos.

Arturo Borra



***

Consistencia de fuego
rodeada de llanto.

Lo primero que se ama
son los ojos: encienden
su luz en la existencia
reunida mirándose.

Pero la luz
es causa mortal. Herido
de transparencia, mi
corazón se oculta en la belleza.


De Sublevación inmóvil (1953-1959/ 2003).


***
Vi
montes sin una flor, lápidas rojas,
pueblos
vacíos
y la sombra que baja. Pero hierve
la luz en los espinos. No comprendo. Sólo
veo belleza.
------------Desconfío.


De Blues Castellano (1961-1966 / 2004).

***
Oigo hervir el acero. La exactitud es el vértigo.
Tus manos abren los párpados del abismo.

(«Rumor de límites», Chillida.). De Lápidas (1977-1986/ 2003)

***

Todos los animales se reúnen en un gran gemido.
Oigo silbar a la vejez. Tú acaso piensas en desapariciones.

Háblame para que conozca la pureza de las palabras
inútiles.

De Lápidas (1977-1986/ 2003)

8 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Coincidimos hoy, "hoy es siempre todavía", y ese sentir agridulce me acompaña después de la resaca de los días en Priego y la buena compañía de Antonio Gamoneda, Eduardo Moga, Fernando de la Flor, Antonio Méndez, etc.,

No es añadir, sino matizar. Cuando los jóvenes resaltaron afinidades estilísticas o deudas lectoras con Gamoneda, pasaría por alto lo "formal" pero no tanto lo simbólico y aún más lo vital. No es lo mismo escribir del dolor, que desde el dolor, de la orfandad, que desde la orfandad. La impostura amenaza de muerte la posible escuela gamonediana. Porque Gamoneda es la consecuencia de una vida en tensión con su tiempo, "tiempo herido" y la opción ética posterior y su resistencia al olvido y a la negligente claudicación al discurso de los vencedores. ¿Estamos ahí? ¿Nosotros somos igualmente insurrectos al poder? ¿vivimos la huella personal de la orfandad y la guerra, del desastre familiar, de la pobreza?. Porque imitar las formas no es ser gamonediano. Ser gamonediano, a mi modo de ver, es escribir desde el dolor, las pérdidas, lo terrible, en defensa de lo real y cercenado, en defensa de lo amado e irrecuperable, contra todo puñetero empeño de los sistemas dominantes por alterar la memoria histórica o lo que es peor, ningunear cualquier atisbo de memoria utópica.

Un abrazote

Viktor

Arturo Borra dijo...

Querido Viktor, ese "todavía" es lo más real que tenemos. En cuanto a los matices que hacés, acuerdo en general, aunque en mi comentario introductorio no hacía referencia a las marcas estilísticas o deudas lectoras sino al vínculo que el establishment literario construyó con respecto a este poeta.
Hay mucha impostura, desde luego, y aunque la imitación es componente de todo arte, no podría concebirlo sin su componente poiético, creativo, que hace que finalmente las "escuelas" sean apenas formas de agrupar una diversidad poética más o menos pronunciada. Las influencias -y no sólo formales, sino también semánticas- son indesterrables, pero cuando se forman escuelas, empiezo a preocuparme: preanuncian una proliferación de textos resguardados de la intemperie (hasta el dolor mismo puede convertirse en un buen subterfugio). Los textos a salvo del riesgo imprescindible de un proyecto de escritura me interesan cada vez menos, aunque para ello invoquen un ejército de autores consagrados. Y el dolor, la orfandad y tantas otras experiencias penosas, creo, no tienen nombre ni tienen propiedad. Son experiencias que algunos poetas como A.G. las recuperan desde su singularidad existencial. Pero ¿qué duda cabe que no son estrictamente de nadie, más que de aquel que las vive?
En cuanto al lugar que ocupamos, creo que aquí cada cual tiene que indagar en su propia biografía. No es éste el espacio para explayarme sobre eso, aunque podría señalar que más de uno estamos en esa andadura de la pérdida, a pesar del deseo muchas veces. Aunque haya admiración de mi parte, no soy gamonediano; cada cual tendrá que pergeñarse su recorrido, su modo de vociferar, sus formas de elaboración, si es que quiere trazar un recorrido para esas modulaciones singulares del dolor y tratar que confluyan con algunas vivencias colectivas.
Para terminar, mi querido amigo, creo que en el sistema en que vivimos ser insurrectos al poder, es un proceso difícil y arduo, poblado de fracasos. No es punto de partida ni mucho menos. A lo sumo, algunos intentamos construir algún contra-poder, que no es poco. Y nada digo de la búsqueda de un "antipoder", porque eso llevaría a otras discusiones (en las que recuperaría, entre otros, el debate entre Habermas y Foucault).
En fin, ya la seguimos pronto.
Mientras, otra vez mil gracias por tu aportación y un fuerte abrazo,
Arturo

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Arturo:

Si, es verdad lo que apuntas sobre crear escuela y a la vez imposibilitar la creatividad originaria de cada pulso y personal experiencia de lo afuera, de lo adentro y sus constantes flujos. No creo yo tampoco en las generaciones, como la del 27, sino en poéticas particulares de mayor o menor calado, pero suficientes en sí mismas. Séase Cernuda, Lorca, Larrea. Por suerte, podemos coincidir en algunas cuestiones éticas sin rebundar en la estilística, sin caer en la impostura y sin morir en la pura imitatio. Hoy empecé a leer a Curiel y me parece que es un poeta MUY DIGNO Y A RELEER.

Lo es, a mi modo de ver, porque consigue crear una atmósfera muy personal, extraña, extranjera de lo leído, deudora como todas de otros poetas o pensadores, pero a su vez traidora, en fuga, nómada.

Sus metáforas responden a un sentir muy determinado, matiz el suyo que lo distingue claramente de otras escrituras que comparten su repulsa del canon imperante pero que cada una se pierde en su trocha por los bosque del presente, por las dunas de un desierto intransitado.

Yo siento, desde una esperanza cristiana, una dispar experiencia del dolor y de la existencia a Gamoneda. Pero en su denuncia de lo irracional de la violencia y el daño, creo empatizar tremendamente. Tremendamente me impactan sus imágenes, pero soy consciente que sería ir contra su hondo entendimiento de la creatividad poética la copia sintagmática o semántica de textos y estructuras lingüísticas. Serle fiel sería aceptar su particular idea de la escritura como no literatura (que si comparto) y tratar de hacer poesía, no poemas (en correlación a lo que Méndez Runio y Curiel Muñoz dialogaron por la noche). Ellos dos si que están en la misma traditio que Gamo. No por lo político o estilístico tanto como por esa búsqueda de un no lugar que devuelva "espacios de lo increible" que avive la "memoria utópica" y que explora caminos otros a los que defiende el discurso del amo.

Por lo demás, cada uno lleva sus demonios y su biografia como puede y desde ella, con autenticidad y despliegue simbólico ha de dar cuenta en su escritura, no tanto para hablar de si, sino a través de sí. Y no tanto para ser escuchado sino para que se oigan esos cantos de los pájaros abatidos a machetados, esas flores pisadas, esas aguas contaminadas y transparentes...

No más que contrapoder, que es otra forma de poder, de posesión, de materialidad, quisiera pensar que aprendo a ser para el antipoder, la inútilidad "anibalnuñezana", la gratuidad de la brisa, la compasión "falconiana" o esa liviandad de la que nos habla Laura Giordani que permitiría volar.

Un abrazo grande, compa.

Tu Víctor

Arturo Borra dijo...

Querido Víktor, las "generaciones", casi siempre son construcciones post-facto; pueden operar como matrices productivas, pero sólo cuando los poetas entablan un vínculo creativo estrecho entre sí. Desde luego, no parece ser el caso de A.G. Así que ahí hay pleno acuerdo. (Y tendrás que pasarme algún poemario del poeta al que te referís tan bellamente).
Comprendo tus distancias emocionales con respecto a una sensibilidad como la de A.G. marcado más por el ateísmo, aunque un ateísmo que no es nihilista, tal como se encargó de señalar. Creo que eso es parte de la empatía que señalás, así como el dar lugar poético a las experiencias sufrientes.
Lo que en cambio disiento con vos es con respecto a disociar "escritura" y "literatura". La negación de la condición literaria de una escritura no deja de ser un gesto literario. Es más: "Esto no es literatura" es el acto literario por excelencia. Ahora bien, se pasa demasiado rápido por nociones como "literatura", que es más bien el nombre de una problemática. Amo demasiado la literatura -por todo lo que me dió en términos vitales- como para denostarla o ponerla del lado de lo inauténtico (que es el trasfondo de la discusión más amplia en la que entramos). Aunque en A.G. la distinción entre poesía y ficción (identificado de forma problemática con la literatura) le pudo ayudar en algo -no sé bien en qué, pero tendrá sus razones-, es indudable que su poética implica un grado de ficcionalización indesterrable -p.e., en la construcción de sus protagonistas- que hace fracasar la distinción misma. La única posibilidad de hacer esa distinción es delimitando ambas categorías, de forma tal que puedan definirse de forma independiente y no se con-fundan sus rasgos específicos. Diré además que perseguir otros lugares deseables no es la marca de A.G. sino de cualquier poética utópica, que busca en el horizonte de la temporalidad -incluyendo el horizonte de la memoria- nuevas posibilidades para la reinvención de lo humano.
Y para seguir con nuestros debates -que celebro amistosamente-, considero que es poco fecundo discutir sobre nuestro vínculo con "el poder" si no disponemos de una teoría del poder. ¿A qué llamamos "poder", "contrapoder", "antipoder"? Posicionarse desde el "antipoder" no deja de ser una postura tranquilizadora... pero ¿qué significa estrictamente? ¿Que estamos fuera de la materialidad y de la posesión? Es fácil adivinar que nadie está ahí. Como nos advierte Foucault, siempre hay una trampa cada vez que uno se coloca fuera de la trama de los poderes (en plural). Pero ¿cómo podríamos transformar los polos dominantes de poder si no disputamos ciertos espacios construyendo otras posiciones (de contra-poder? En el fondo, creo que la creencia en el antipoder es la creencia en una sociedad reconciliada, postpolítica...
En fin, Víktor, mucho por hoy. Ya la seguimos.
Un fuerte abrazo,
Arturo

Fernando Nombela dijo...

HUBO un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza y la lluvia.
Ahora siento la pureza de los límites y mi pasión no existiría si dijese su nombre.

RECUERDO el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste de la sosa cáustica.

PÁJAROS. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz. Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.

LA LUZ se anuncia en los cuchillos y entran mendigos al mercado. El incesante habla rodeado de frutos.
Aún es bello y miserable, dice sílabas exactas, atraviesa el olvido.

NO TENGO miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte. Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.

AMÉ todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

(Antonio Gamoneda. De la sección "Aún" en Libro del frío. Madrid, Siruela, 1992).

Un abrazote Arturo

Arturo Borra dijo...

Hola Fernando, mil gracias por dejar ese hermoso poema del "Libro del frío". Realmente, muy conmovedor, aún.
Por otra parte, te he agregado como link, así cada tanto me paso por tu blog y seguimos conversando a través de la escritura.
Mientras, va un fuerte abrazo,
Arturo

Fernando Nombela dijo...

Gracias, Arturo. Me encanta tu blog. Espero que nos veamos en otra ocasión. Siempre que venga Laura. Un abrazote, amigos, disfrutad del verano como petisos. Siempre nos quedará Priego

Arturo Borra dijo...

Gracias a vos Fernando, y seguro que no faltará ocasión para que volvamos a coincidir.
Por lo demás, siempre nos queda el povernir.
Otro abrazo hasta la próxima,
Arturo